“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
La cuenta atrás ya hace días que ha comenzado y ya son muy pocas las cosas que faltan para tenerlo todo a punto, pequeños detalles que si fuese preciso empezar mañana no me lo impedirían.
Terminar de cambiar los neumáticos y colocar los portaequipajes es solo cuestión de muy pocas horas, es más en una hora creo que tendría suficiente. Empaquetar, también es cuestión de muy poco tiempo, en resumen, en cuanto llegue el final de mes y me encuentre con varios días de buen tiempo por delante me pongo a pedalear. Tengo claro también que no voy a salir de casa lloviendo, si me tengo que mojar ya lo hare sin problema, pero lejos de Pego, dónde ya no exista otro remedio.
La lluvia y el mal tiempo, así como las bajas temperaturas son unos de los miedos que como buen mediterráneo tengo. Leí el otro día que “somos el miedo que negamos tener. Y solo cuando lo reconocemos nos ponemos en disposición de superarlo”. Y, es verdad, reconozco mis temores al frío y a la lluvia, pero hoy en día aun no los he superado.
A veces ese temor nos genera tanto miedo que nos negamos a asumir que lo tenemos. El miedo al miedo es algo peligrosamente expandido. Aunque no son pocas a las cosas que tengo miedo, la peor de todas es negarse a aceptar que lo tengo.
Cuando me veo diciendo que todo en el viaje esta apunto, que lo tengo todo controlado, que no existe ningún problema, a veces me veo diciéndome que es mentira. Y es verdad, claro que tengo miedo. Tengo miedo a no haber discernido bien las diferentes etapas, a que me fallen las fuerzas, a que mi ánimo no resista las tempestades. Tengo miedo, y no pasa nada, el miedo es humano. Es más, necesito tener miedo. El miedo me ayuda a combatir la temeridad de la emoción desbordante. El miedo me impulsa a buscar seguridad. El miedo me mueve a objetivar mis intuiciones. El miedo me impulsa a vencer el miedo.
Sin embargo, ¿pueden los ciclo-viajeros tener miedos? ¿No es eso dudar de la esencia del viaje? En no pocas ocasiones los cicloturistas hemos convertido el relato de nuestro viaje en un mito bucólico de héroes que logran asaltar el castillo de la felicidad venciendo al dragón de una sociedad demasiado egocéntrica. Esto se nos cuela más de lo que pensamos y nos hace mucho daño, pues nos convierte en guerreros con pies de barro. Hablar de héroes para referirnos a los ciclo-viajeros, más allá del recurso literario, es notablemente peligroso. Falseamos una realidad hermosa pero frágil, como es un viaje en bicicleta.
Un héroe es valiente, aguerrido, no duda, y por supuesto no tiene miedo. ¿Por qué no nos permitimos tener miedo? ¿No nos estaremos exigiendo una perfección poco edificante? Nos ponemos a escribir un relato de nuestros viajes en el que no tiene sitio las noches de dudas, los fantasmas de la etapa de mañana, los temores a las dificultades que nos vamos a encontrar.
Sin embargo, los cicloturistas estamos llamados a la Libertad, libertad también frente a los relatos buenistas. Todos tenemos miedo, eso no nos puede asustar. Cada uno tenemos nuestros miedos concretos. Nadie nos dijo que no podamos tener miedo. Miremos con valentía nuestro miedo, así podremos superarlo.
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