viernes, 30 de abril de 2021

Respeto al rival.

     Supongo que a estas alturas ya sabemos todos que tenemos unas elecciones en la Comunidad de Madrid y, como siempre que se acercan estos acontecimientos me gusta recordar un poco, por si se olvida a los que vayan a votar, algunos a aspectos de la democracia. 

Hay un aspecto en la democracia que se olvida muchas veces y que también se suele olvidar en muchos deportes. Y que no es otro que el respeto al rival.

Veamos, un deporte en el que exista contacto físico, ganas de vencer y mucho más si existe contacto físico, deben existir unas reglas para poderse practicar, unas reglas que se deben aplicar a rajatabla, porque de lo contrario la práctica deportiva como el funcionamiento de la democrática serian imposibles. Pero, todos sabemos y comprendemos esto en un deporte, pero lo olvidamos en unas elecciones. También sabemos, los que hemos practicado algún deporte de equipo, que obviamente, las reglas por si solas no bastan, es necesario que los jugadores formen su carácter en el autocontrol ante una instintiva reacción violenta. Cuando se enseña un deporte se trabaja para conseguirlo.

Tal vez la principal enseñanza sea el respeto al equipo contrario. Se tiene que hacer entender que no se juega contra el otro, sino que se juega con él otro. Esto es importante. Y que, con independencia del resultado, hay que estar agradecido al equipo contrario, porque sin el equipo de enfrente no habría partido, no se podría jugar. Sin estos valores la democracia tampoco es posible, no se podría ser demócrata.

Porque digo todo esto, pues porque nuestros políticos no conocen esa regla del respeto al contrario y que es necesaria para jugar el partido. Pero, por desgracia, vemos que rige la norma opuesta, y nuestra política se base en una cultura amoral que está invadiendo toda nuestra sociedad, y que nos conduce, creo yo, a la ruina colectiva, no es otra cosa que la cultura de la aniquilación del prójimo, es decir lo contrario de lo que debería ser. Y esto es lo que veo que está sucediendo en las elecciones en Madrid.

Son unas elecciones autonómicas, y no hay nada que este en riesgo más allá que el poder en la Comunidad de Madrid. Ni fascismo, ni antifascismo, no se juega la libertad. Por eso encuentro mal que el gobierno de España se entrometa diciendo que se trata de una cuestión de hacer un frente contra un fascismo que yo no encuentro por ningún lado. Que esto lo esté haciendo algún partido populista, vale, son creadores de enfrentamiento y son marginales.

Lo grave es que sea el propio gobierno del estado quien incurra como protagonista en esta deriva. Porque, aunque parece evidente de que no se lo cree, al menos debe guardar la apariencia de que gobierna para todos. Claro que, para justificar su injerencia, ha tenido que inventar el gran cuento “chino” de la amenaza de la democracia por el fascismo. Sea cual sea el resultado de las elecciones, el daño que el partido mayoritario en el gobierno y su socio han dejado ya en la política española es muy grave.

¿Es que acaso los demás no tiene responsabilidades? Claro que sí. El planteamiento político del partido más a la “derecha” carece de ética y facilita el desarrollo de respuestas fuera de tono como las que han urdido los políticos que estén en el poder del estado. Pero, y no hay que olvidarlo, las responsabilidades son proporcionales al poder que se detenta, y el mayor poder es el del gobierno de la nación.

Todos lo han hecho mal, como el eslogan del partido que tiene la responsabilidad de gobierno en la Comunidad de Madrid, presentando la elección como una opción entre libertad y comunismo, no porque no hubiera comunismo, que lo hay, sino porque la libertad no estaba más en peligro de lo que lo está siempre, aunque en estos meses ciertamente se degrada con las prácticas de minusvaloración del Congreso de los diputados, control de la fiscalía e intento de sojuzgar el poder judicial.

El colmo es el tema de las cartas por correo con amenazas, resulta de una falta de buena moral atribuirlas a un partido político, cuando se desconoce su autoría, y resulta una barbaridad que, la enviada con la navaja sea presentada en esos términos, cuando el responsable que la envía por correo escribe en el sobre su nombre y dirección, y resulta ser un hombre reconocido como un enfermo mental.

La estrategia y la idea de decir que todo esto ha sido promovido por el ambiente que imprime la derecha es falso. No se puede atribuir una acción de este tipo a nadie, menos cuando se desconocen los autores, y cuando, además, han sido las gentes del partido populista de “izquierda” quienes han acudido a un enfrentamiento físico para evitar la libertad de expresión en una campaña electoral, y hayan agredido incluso a la policía, un ataque justificado por un partido que forma parte del gobierno de la nación.

Es necesario que paremos esto, allí donde se presente, y enseñar que la manipulación de los hechos y de las personas no tienen un lugar en nuestra democracia, escarmentando a sus promotores con la fuerza del voto. O se restablece de esta forma la razón, o nos encontraremos otra vez con un enfrentamiento fratricida.

Los que entendemos la vida de otra manera, debemos reclamar a unos y a otros, con la ponderación necesaria y sin olvidar la realidad, que comprendan, entiendan y acepten que todos nos necesitamos, como en un partido, para la práctica de la democracia. Justamente nosotros hemos de contribuir contundentemente a desinflar el actual disparate, recordando que el “ojo por ojo y diente por diente” es una idea de la justicia opuesta al seguimiento de nuestras creencias.

Buenos días.

miércoles, 28 de abril de 2021

Voto útil o voto del miedo.

     No me queda más remedio que ampliar lo que empecé ayer y terminar aquí lo que he empezado por whatsapp.

Estar viviendo en un régimen democrático no garantiza que no nos estén manipulando o al menos intentándolo. Pensar que la democracia nos protege de la manipulación es de ser demasiado ingenuos y nos dejaría desguarnecidos ante el fenómeno de la manipulación. 

Es verdad que en las democracias cuesta un poco más ver la manipulación que si estuviéramos en una dictadura ya que se utiliza con demasiada frecuencia una clase de coacción que podríamos llamar de guante blanco. Funciona más o menos de la siguiente forma; se actúa como si se respetara la libertad, palabra “mágica” por excelencia y que resulta por ello intocable. Se nos viene a decir que somos libres de pensar como queramos, de conservar nuestra forma de vivir, nuestros bienes… pero si no pensamos como decide una “opinión pública”, vamos a ser como extranjeros en nuestra sociedad. Esto es importante para que seamos manipulables. Quien no se somete a la opinión pública va a quedar fuera de juego; no recibirá ningún apoyo, será excluido. Y esto crea miedo y va a ser muy difícil que se tenga libertad interior y que se actúe con criterios propios.

He dicho todo esto para centrar un poco la cuestión. Si se unen unos medios de comunicación con los que regentan el poder y, utilizan unas simples técnicas de manipulación vamos a estar, prácticamente perdidos. Si están dispuestos a mentir sabiendo que lo hacen, no tenemos escapatoria. La solución solo la encontraremos en ser capaces de ver los recursos malabaristas que utilizan y buscar como siempre la verdad.

Una técnica que ponen en funcionamiento los políticos y que apoyan algunos medios de comunicación cuando, como ahora se acercan elecciones, es crear tensión, es el miedo. Sabemos y saben, que estar relajado y con la costumbre de razonar las cosas nos afina la sensibilidad para ver los valores, nos pone en alerta la inteligencia ante las falacias y trampas, aviva la voluntad para superar obstáculos, nos otorga poder de discernimiento para distinguir al guía del embaucador. Pero si nos meten miedo en el cuerpo, en cambio, nos cohibimos, nos acobardamos, perdemos energía para resistir, disminuye la necesaria vitalidad para conservarse dignamente independientes frente a las pretensiones que nos quieren obligar a aceptar.  La cobardía trabaja en favor del demagogo. Un pueblo que se deja adormecer por los manipuladores se entrega a estos antes de resistirse.

Veamos, el recurso del miedo lo usan cuando se quiere evitar abordar los problemas de un modo racional, sereno y concienzudo. Solo tienen que sugerir muy de pasada que, si gana tal partido político, se sacarán “las masas” a la calle, para que muchas personas se decidan por el llamado “voto útil”, que en muchos casos es el “voto del miedo”, de un miedo que nos han infundido en el ánimo con una astucia premeditada, es decir, estratégica, manipuladora.  

En los últimos decenios, aquí en España, nos podemos encontrar con casos bastante llamativos, mediante el recurso del miedo a volver a situaciones anteriores a la instauración de la democracia. Se insiste una y otra vez en el carácter siniestro del nazismo, se empareja tácticamente nazismo con fascismo, y se identifica fascismo con todo género de régimen autoritario. Con ello se tiene a mano un abanico inagotable de posibilidades de descalificación de notables adversarios políticos que vivieron o tuvieron de alguna forma relación con las formas de gobierno autoritarias.

Ese recurso de explotar al máximo la tendencia de las personas a evitar riesgos traspasa muchas veces el umbral de lo verosímil y resulta hasta ridículo si se analiza con serenidad. Un ejemplo más o menos parecido lo habremos visto algunas veces en algún debate o mitin electoral cuando un dirigente declara, con toda decisión, como quien afirma algo obvio, que "el enemigo a batir es siempre la derecha, porque si la derecha llega al poder, desaparecen todas las libertades por las que hemos luchado tanto". Una persona que ejerce la función de guía y portavoz de millones de españoles debería matizar sus expresiones y articular sus juicios de forma cuidadosa, pues la historia de los conflictos que hemos pasado es ya lo suficientemente amplia en incidentes para hacer ver a las mentes menos agudas que la falta de ajuste en los conceptos provoca muy serias conmociones sociales. Parece que todas las pruebas sufridas en el último siglo y medio han sido en vano. Los grandes responsables siguen hablando de "libertad" y de "la derecha" con la misma borrosidad táctica de las épocas más sombrías.

Esta actitud superficial no responde a una incapacidad intelectual o a ignorancia, sino al afán estratégico de provocar en las personas un sentimiento irracional de “temor” al adversario político y atraerlo así gracias a una acción de rebote hacia sus propias posiciones. Si mi oponente es el enemigo por excelencia de las libertades, yo -que soy su contrario- quedo erigido en heraldo de la libertad, y esta consagración gratuita seguirá operando en el ánimo de las personas, aunque, a lo largo del tiempo, mi actuación concreta pueda ser opresora y dictatorial.

Esta circunstancia explica, por ejemplo, que un grupo pueda proclamar al mismo tiempo su voluntad de estatalizar al máximo los medios de producción y su condición de garante de las libertades públicas. Se trata de una contradicción flagrante. Para salvarla en alguna medida, los partidarios incondicionales de tal grupo, fascinados por la idea nunca revisada de que él y sólo él es quien garantiza la libertad social, hacen un giro mental y pasan a considerar como módulo de autenticidad democrática la “eficacia”, no la independencia y libertad económicas.

Pero claro, hay que cerrar el círculo, bien sabemos que "eficacia" es la palabra talismán en las dictaduras. Para desmarcarse de las dictaduras de "derechas" -que a la eficacia suelen unir el afán de fomentar las virtudes cívicas del orden, la unión familiar, la autoridad, la sobriedad de costumbres...-, los grupos aludidos suelen ofrecer a la sociedad, por vía de compensación, toda clase de libertades en materia de moral y costumbres, haciendo caso omiso del hecho incuestionable de que tales libertades cortan de raíz la única libertad humana auténtica, que es la "libertad para tomar nuestras propias decisiones". Esta consecuencia se da a medio plazo, y el demagogo se cuida en exclusiva de conseguir unos beneficios inmediatos. Cuando llegue el momento de lamentar las consecuencias de tales medidas, posiblemente el político responsable ya no estará en el poder y no tendrá que hacer frente a las mismas ni dar cuenta de ellas.

Una persona normal puede considerar esta utilización del miedo como un recurso despreciable, nada digno de atención. Tiene razones sobradas para ello, pero no debe olvidar que el pueblo es sumamente sensible a este género de insinuaciones.

Buenos días.

martes, 27 de abril de 2021

Manipulación

     Mucho he oído, o mejor, he leído sobre la manipulación estos días. Tal vez porque siempre que existen unas elecciones a la vista se nos intenta manipular y, desde hace unos años, parece que siempre estamos en campaña electoral.

Para que no nos manipulen ni manipulemos es interesante aclarar lo que significa, porque de lo contrario no se podría aclarar nada.  

Todos estaremos de acuerdo en que manipular es lo mismo que “manejar”. Por lo tanto, también estaremos de acuerdo en que solamente son susceptibles de manejo los “objetos”. Un vaso puedo utilizarlo para mis intereses, desecharlo, colocarlo aquí o allí… Estoy en mi derecho, pues se trata de un objeto. Un vaso no tiene personalidad propia por no tener inteligencia, ni voluntad, ni capacidad creativa… Puedo, por tanto, poseerlo, dominarlo, disponer de él, suplir su falta de iniciativa con mi capacidad para llenarlo de vino o de agua, o dejarlo vacío.

Las personas nos situamos en un nivel superior al del vaso, pues tenemos inteligencia y voluntad y, podemos orientar nuestra vida conforme a nuestra propia vocación, al ideal que nos hemos propuesto realizar. Si, al tratar a una persona, no respeto su capacidad de iniciativa y la tomo como un ser en potencia, dominable y manejable a mi gusto, conforme a mis intereses, lo que estoy haciendo es bajarlo al mismo nivel del vaso, lo que significa una humillación injusta.

Reducir a las personas a un simple objeto para nuestro uso y beneficio se puede considerar como sadismo. Ser sádico no equivale a ser “cruel”, como suele pensarse. Significa rebajar de rango a una persona o un grupo de personas para ejercer dominio sobre ellas en nuestro beneficio. Tal reducción puede llevarse a cabo mediante o bien con la crueldad o mediante cierto tipo de supuesto “cariño”.

Veamos, cuando en una guerra, se introducen a cien prisioneros en un vagón de tren, como si fueran paquetes, y se les hace recorrer así trayectos interminables, no se intenta tanto hacerles sufrir cuanto reducirlos a estado de envilecimiento. Al ser tratados como objetos, acaban considerándose unos a otros como seres despreciables. Tal consideración les impide unirse entre sí y formar estructuras sólidas que pudieran generar una actitud de resistencia. Reducir una persona a condición de objeto es una práctica manipuladora sádica.

Sin embargo, si una persona acaricia a otra, no para expresarle el afecto que siente hacia ella, sino sólo para sentir sensaciones placenteras, reduce su cuerpo a mera fuente de gratificaciones, como el vaso que contiene esa fría cerveza. Esta conducta puede parecer “tierna”, pero es “violenta” pues quien la adopta considera el cuerpo ajeno como un mero “medio para sus fines” y lo despoja de su condición básica: ser “expresión viva” de la persona en la que está integrado.

 Si el amante acaricia el cuerpo de la amada para mostrar el amor que siente hacia ella como “persona”, su modo de acariciar tendrá un carácter y un valor “personal. En este caso, el cuerpo acariciado adquiere honores de protagonista, pero no desplaza a la persona; la hace presente de modo palpable y valioso.

En cambio, si lo que intenta la caricia es suscitar simples complacencias sensoriales, el cuerpo invade todo el campo de la persona. No se ama a ésta; se quiere el agrado que produce su cuerpo. Ésta presenta las condiciones de los "objetos", la convertimos en un vaso. Con razón se habla a veces de la "mujer-objeto" cuando una mujer es exhibida sólo a causa de su belleza corporal.

Seducir es poseer, dominar, arrastrar la voluntad de alguien como si fuera un objeto. En cambio, el que enamora a una persona no la arrastra; la atrae mediante la presentación de algo valioso. El seductor halaga con engaños para provocar una adhesión irresistible.

Hay mucho más que decir sobre la manipulación, tanto que muchas veces la ejercemos sin darnos cuenta, pues existen muchas formas de rebajar a las personas al mismo nivel que el vaso; por ejemplo, reducirlos a simples “clientes”, simples “consumidores”, simples “pacientes”, simples “votantes” …

En realidad, es ahora, cuando debería empezar a hablar sobre la manipulación, pues ya tenemos una idea de lo que implica manipular, así podremos precisar mejor quién manipula, para qué lo hace y de qué forma.

Termino, pero dejo abierta la puerta a próximos “sermones” sobre la manipulación, sobre todo a la manipulación a la que me debería de haber centrado hoy, a esa manipulación que usa el que desea vencer a otras personas sin preocuparse de convencerlas. Y es que, si me convences de algo con razones, no me dominas, no te elevas sobre mí y me humillas. Aceptar una razón porque la veo como válida no me empequeñece y rebaja; al contrario, me dignifica, ya que perfecciono mi conocimiento de la realidad. En cambio, si me adhiero a lo que dices sin tener razones para ello, me veo reducido a una condición gregaria, entro en el grupo de quienes no piensan ni deciden por su cuenta sino actúan al dictado de otros.

En fin, tal vez mañana continúe y veremos que como siempre la verdad es siempre el camino.

Buenos días.

lunes, 26 de abril de 2021

Nuestras prioridades.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Al final no llovió y, nos atrevimos a terminar con el último paso de montaña, asfaltado, que nos quedaba, de los que separan Pego de los valles que nos rodean, o por decirlo de otra manera que unen nuestro pueblo con los valles que nos rodean. Nos quedaba el que une Pego con la Vall de Ebo desde el Pla d’Almisera. Nosotros lo hicimos en la dirección contraria.

Son collados a los que hay llegar sin prisas, con tranquilidad, pues las rampas no permiten que la prisa se adueñe de nosotros de lo contrario nos quedaríamos a medio camino, es la hora y el momento de recordar y poner en práctica ese refrán: “Vísteme despacio que tengo prisa”.

Tenemos, en general, la costumbre y el peligro de ir demasiado deprisa. Muchas veces nos encontramos corriendo, acalorados por las muchas cosas que tenemos que hacer. Con prisas. Sin pararnos a pensar. Y una salida en bicicleta debería de ser todo lo contrario.

Siempre, bueno, casi siempre, comparo un viaje o una excursión en bicicleta con la vida, pues les encuentro, no muchos puntos en común, pero si mucho paralelismo, van uno al lado de la otra, casi nunca se tocan, pero siempre equidistantes y en la misma dirección como la vía del tren.

Pero claro un tren sabe dónde va, en cambio muchas personas apenas se detienen para saber hacia dónde van por la vida. En el cicloturismo viene a suceder lo mismo, sabemos hacia donde queremos o nos gustaría ir, tenemos presente cual es el sentido del viaje y, por lo tanto, sabemos cuáles son nuestras prioridades, pero en la vida muchas personas se olvidan de ellas. Tal vez las sepan, pero no caen demasiado en la cuenta, porque en el día a día hay muchas, podríamos llamarlas, emergencias.

Si nos olvidamos o descuidamos nuestras prioridades para centrarnos en las emergencias estamos cometiendo un grave error. Lo inteligente, es deshacerse de las emergencias para ser fiel a nuestras prioridades.

No es sencillo llegar a estas conclusiones, pues antes hay que detenerse a pensar. O, mejor todavía, conviene ser consciente, al igual que un tren y el cicloturista, de hacia dónde nos encaminamos, hacia donde va mi vida. Solo una reflexión profunda sirve para ser conscientes de lo importante, averiguar nuestras prioridades.

Resulta triste, en la vida, no tener ni idea del porqué de nuestra existencia. Muchas personas piensan que su prioridad esta en la adquisición de bienes, para conseguir cada vez más calidad de vida y, esto conlleva muchas horas de trabajo, complicarse mucho la vida y seguramente, no tener demasiado presente a las personas que le rodean. Todo su tiempo y todos sus esfuerzos se concentran en trabajar, para ganar más y más. Tienen una idea equivocada de hacia dónde van de verdad.

Es verdad, que hay muchos que, aun sabiendo, teniendo una cierta idea de cuál es la dirección acertada, de hecho, no la siguen porque ni se acuerdan, ni lo consideran. Están concentrados solo en las emergencias. Si solo nos dedicamos a las “emergencias” no vamos a ninguna parte. Terminamos cada día, o un viaje, o la vida, y solo hemos subsistido. Solo si seguimos nuestras prioridades tendremos una identidad, sabremos por qué decir o no decir sí.

Lo vemos muchas veces, muchos que no construyen nada, solo van con prisas, sin saber bien para qué. Van a lo suyo, pero no a lo suyo de verdad, van a lo suyo del momento, a lo que esta de moda, sin una perspectiva seria en ningún caso. Hay personas que, llegadas a un punto, aun momento en su vida, que se dan cuenta, y piensan: debo decidir mis prioridades. Sin embargo, curiosamente, esto es una equivocación. Aquí se encuentra el centro de todo el problema: las prioridades no se deciden. Las prioridades se reconocen. Se acogen. Se admiten. Siempre las hemos tenido dentro de nosotros no hay que buscarlas fuera.  

Por eso, porque las prioridades vienen dadas, lo esencial es pararse para reconocerlas. Ser capaz de encontrarse con esa voz que nos habla desde dentro, saber escucharla. Si no la vida o un viaje es un ir y venir para no se sabe qué.

Buenos días.

sábado, 24 de abril de 2021

¿Espera ese viaje? ¿Le esperamos?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Lo dicen la gran mayoría de cicloturistas y, es verdad, aunque es una verdad que se debe de explicar con tranquilidad; que no es necesario estar muy preparado físicamente para emprender un viaje de gran recorrido. Pues la forma física necesaria la vamos adquiriendo con el lento transcurrir de los días.

Sin embargo, si tenemos tiempo y el viaje se debe retrasar varios meses no esta mal ir adquiriendo un poco de forma, por ejemplo, utilizar la bicicleta como medio de transporte habitual y si es posible, a mi me gusta, salir a correr un poco.

Y esto es lo que estoy haciendo, mientras espero que llegue julio o agosto para ponernos en marcha hacia algún lugar. Una espera activa.

Se que en estos días no estoy solo en esta espera, en muchos lugares hombres y mujeres esperan, esperan que la covid-19 nos permita realizar la vida que teníamos pensada y como no, soñada. Esperan. Esperamos. ¿Qué esperan? ¿Qué esperamos? Cada uno espera a alguien, algo.

Esperan. ¿Cuándo llegará eso que esperan? El tiempo pasa, los minutos, las horas, los días se hacen eternos. Los ojos giran y giran para descubrir el momento de la llegada anhelada. Unos esperan y otros son esperados. Quien camina hacia su cita sólo desea una cosa: que le estén esperando. Es triste llegar y no encontrar nada o a nadie. Causa un dolor inmenso descubrir que ese día que tanto esperábamos ya no nos permitirá realizar eso que quisimos.

Esperar y ser esperado. Podemos preguntarnos ahora: ¿Espera ese viaje? ¿Le esperamos?

Sin embargo, solamente siendo consciente de la espera es posible la ilusión. Esa expectativa no es posible sin tener una referencia a algo que ya tenemos, sea lo que sea lo que esperamos ya lo tenemos dentro de nosotros y, este es el marco donde se aloja la ilusión hacia lo que esperamos, que será nueva porque no se parte de cero. Me parece que este es el esquema principal que nos permite comprender el placer que nos causa ir repitiendo todo aquello que nos hace ilusión o que nos gusta, desde ese viaje en bicicleta hasta esa comida que tanto nos agrada.

Sobre ese fondo, llegamos a la conclusión que lo importante no es otra cosa la “anticipación”; nos ilusiona lo que va a llegar, lo que va a venir, lo que va a acontecer; bien porque algo se acerque hasta mí, o porque yo salga a su encuentro: en un caso o en otro, va a aparecer en el área de mi vida. La diferencia de tiempo modifica la cualidad de la ilusión: cuando su realización aparece como lejana, se refuerza la espera y se convierte en el objeto de la ilusión. Supongamos, como ahora, que anticipo la llegada de un viaje por el que siento una especial ilusión, y sé que va a tardar; si verdaderamente cuento con que lo realizaré, me instalo en esa espera, la vivo ilusionadamente, vacilando entre el anhelo de su cumplimiento y el goce de la anticipación que a la vez se querría prolongar.

Cuando el tiempo que nos separa de la realización de la ilusión es breve, como cuando faltan pocos días para ponernos en marcha, la ilusión se matiza de “impaciencia”, sentimiento sin duda agridulce, que intensifica esa ilusión y a la vez la hace hasta dolorosa. Si en ese momento se añade la inseguridad, las restricciones nos lo pueden impedir, si el cumplimiento parece dudoso, el proyecto se trastorna intensamente: por una parte, se agudiza, casi angustiosamente, la expectativa ilusionada; se siente, más o menos confusamente, que, si se quiebra el viaje, no va a saber uno adonde volverse, no va a saber qué hacer. Tendrá que volver a empezar, diciéndose “otra vez será”, buscando recursos y energías para ese aplazamiento; o tal vez se verá obligado a renunciar y procurar una nueva orientación vital.

También hay un momento en que la expectativa adquiere un nuevo carácter: la “inmediatez”. Eso que nos ilusiona está a punto de ocurrir. La ilusión experimenta otro cambio. Se acentúa, extrema su tensión, hasta hacerse a la vez placentera y penosa; al mismo tiempo surge un elemento de temor. ¿A qué? No, como antes, a que no se cumpla; más bien a que no cumpla su promesa, a que no responda a la anticipación, a la intensidad con que se estaba aguardando la realización. Es el temor a que la ilusión quede por debajo de sí misma al cumplirse, a que resulte una “desilusión”.

Si este temor es vano, si la ilusión se sostiene y soporta su puesta al día, ese cumplimiento es probablemente la culminación de la vida humana. Ningún goce es comparable al que es “cumplimiento de una ilusión”; es ella la que le da su máxima intensidad, su calidad más alta, precisamente porque lo vincula a la vida, lo identifica al menos con una parte de nuestro proyecto personal, hace que en ese placer el yo se encuentre y se reconozca a sí mismo con lo que verdaderamente es.

Sin embargo, la vida no cesa ni se detiene. Ese regusto de eternidad que tiene la ilusión cumplida no puede encubrir la brevedad real de la vida y como una sombra, se proyecta sobre la ilusión realizada la inquietud por su brevedad. El deseo de eternidad se junta con la sospecha o la certeza de que eso no es posible. Por eso la alegría y la melancolía son inseparables dentro de la ilusión. Por ser un fenómeno que es a la vez personal y temporal, aparecen en ella inseparables la necesidad de eternidad y la evidencia de que el tiempo seguirá pasando.

 Por eso decía Julián Marías que la ilusión, lejos de ser un fenómeno psíquico, un mero estado de ánimo es un acontecimiento dramático de la vida humana. Un acontecimiento que nos llevará como tantos otros a buscar respuestas a nuestras preguntas básicas.

Buenos días.  

lunes, 19 de abril de 2021

¡La belleza está salvando al mundo!

 Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)



Pues sí, el sábado nos fuimos por primera vez desde El Patró hasta Lorcha, un itinerario que siempre habíamos realizado en dirección contraria. También, por primera vez, recorrimos el trayecto que va desde Beniarres hasta Castellón de Rugat en esta dirección.

Día de recorridos nuevos, pues ya hemos comentado muchas veces que con solo invertir la dirección el viaje se vuelve distinto, no se admira el mismo paisaje cuando se sube un puerto que cuando lo bajas. Son dos visiones diferentes. Aunque la belleza del paisaje se mantiene.

Uno de los defectos que tengo, por ahora, es el de no hacer las fotografías que debería cuando el paisaje lo requiere, y es que, aunque lo admire, sacar el móvil e intentar reproducir en una imagen lo que veo es algo que se me olvida en la mayoría de las veces.

Y es que, si algo nos gusta a los cicloviajeros es sin duda la belleza. Nos gusta admirar la belleza. Belleza, que según el diccionario es: 1. f. Cualidad de bello. Y bello: 1. adj. Que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por ext., al espíritu. 2. adj. Bueno, excelente.

En un viaje la hemos podido observar en muchas ocasiones y formas. ¿Quién de nosotros no ha sentido a veces la impresionante fuerza de la belleza? ¿A quién no ha dejado atónito la belleza de una puesta de sol, el mar, una cadena de montañas, las estrellas, una luna llena, un paisaje desértico, un árbol especial, una tormenta, la nieve recién caída, una lluvia mansa, un animal en la selva, una obra de arte o arquitectura, o un cuerpo humano? La belleza física, si lo pensamos se auto justifica. No se puede discutir con ella y nunca va a ser desacreditada por una apelación a algo más grande y espiritual. Es inequívocamente real, y así debe ser reconocida, afirmada y bendecida.

Normalmente cuando oímos la palabra belleza, es la belleza física lo que acude a nuestra mente. Ahora bien, aunque esa belleza sea real, poderosa y pueda transformarnos el corazón, hay otras clases de belleza igualmente tan poderosas y transformantes. No estoy seguro si me expresaré o me explicaré bien, así que pido perdón si no se entiende, pero se puede hablar y creo que debemos hacerlo, de la belleza en el ámbito emocional. Hay algo que podríamos llamar belleza emocional y también la belleza moral.

Está claro que la belleza emocional no es la belleza de una puesta de sol o de un gran cuadro, sino la belleza de una personal expresión de amor, empatía o compasión de las que, como una bella puesta de sol, ocasionalmente tenemos la suerte de ser testigos.

Por ejemplo, podemos quedarnos estupefactos al ver el milagroso rescate de un niño, al ver que un animal abandonado es salvado, al ver a una pareja de ancianos agarrados afectivamente de las manos, o al enterarnos de una generosa respuesta hecha por la gente a una llamada para ayudar a una familia pobre. Como con la belleza física, hay aquí una cualidad diferente, especial, diría incluso que divina y, como con la belleza física, hay algo aquí que sólo las personas más bastas se atreverían a manchar. 

No menos importante es la belleza moral, a la que podríamos denominar también la belleza del alma. Unos ejemplos serian todas esas personas que poseen una clase de amor que sacrifica sus propios deseos, aspiraciones y vida por algo superior, más elevado. Pueden no tener un cuerpo hermoso, pero sí un alma hermosa. Y no quisiera solo poner ejemplos muy llamativos como los de Mohandas Gandhi, Albert Schweitzer, Martin Luther King, Dorothy Day, Maximillian Kolbe, Oscar Romero y los muchos que hoy entregan sus vidas por los demás. Estos son poderosos ejemplos de belleza moral, pero muchos de nosotros vemos esto de primera mano en nuestras propias familias y círculos de amigos.

Por ejemplo, si nos fijamos en nuestros propios padres podemos encontrarnos con que durante la mayor parte de sus vidas se sacrificaron para mantener a una familia y, especialmente, transmitir a esa familia lo que es más importante que los alimentos y la ropa, a saber, la fe y la guía moral. Había una belleza moral en su sacrificio, a pesar de que a veces, durante esos años, con los estándares de nuestra sociedad, nuestros padres parecían más desfigurados que bellos. La belleza moral, con todo, se mide por medio de un estándar diferente.

Diciendo eso, necesitamos también ser cautos aquí: mientras la belleza emocional corre el riesgo del sentimentalismo, la belleza moral corre el riesgo del fanatismo. Los fanáticos, los asesinos en serie y los francotiradores están también en grado sumo orientados moralmente. La moralidad, al igual que cualquier otra cosa, puede estar guiada equivocadamente. Pero este es otro tema que también merecerá ser escrito y tal vez leído por alguien.

Fyodor Dostoevsky escribió ¡El mundo será salvado por la belleza! Siendo esto verdad, yo me atrevería a hacer una pequeña rectificación: ¡La belleza está salvando al mundo!

Buenos días.

sábado, 17 de abril de 2021

¿Qué hay que aprender?

     Ayer por la tarde recordé esa frase que más o menos nos viene a decir que; “lo que no te mata te hace más fuerte”. Es una frase que me parece es de Friedrich Nietzsche y que suena bien pero que sin embargo no siempre se cumple. A veces, nos llegan los momentos malos y no conseguimos aprender nada de ellos. Tengo confianza en que estos malos momentos que nos esta provocando la covid-19, nos enseñe algo y nos haga más fuertes.

Pongo mi esperanza en que la covid-19 nos enseñará algo que las generaciones pasadas no necesitaron que les enseñaran, sino que ya conocían a través de su experiencia vivida; esto es, que no somos invulnerables, que no estamos libres de la amenaza de padecer enfermedades, desfallecimientos y muerte. Resumiendo, todo lo que nuestra sociedad actual puede ofrecernos sobre tecnología, medicina, nutrición y toda clase de seguridades no nos dispensa de ser frágiles y vulnerables. La covid-19 nos ha enseñado eso. Nosotros al igual que todos los que alguna vez han pisado esta tierra somos vulnerables.

Tengo suficientes años para haber conocido como mis abuelos habían vivido con miedo, no todo saludable, pero sí todo real. La vida era frágil. Dar a luz a un niño podía significar tu muerte. Una gripe o un virus podía matarte, y tenías poca defensa contra ello. Podías morir joven de una enfermedad del corazón, cáncer, diabetes, mala higiene y docenas de otras cosas. La gente vivía con una sensación de que la vida y la salud eran frágiles, que no debían ser dadas por supuestas.

Solo más tarde, cuando nacieron mis padres aparecieron las vacunas, la penicilina, mejores hospitales, mejores medicinas, un parto más seguro, una mejor nutrición, mejor servicio sanitario, mejores carreteras, mejores coches y mejor sistema de seguros contra todo: desde el seguro de desempleo, la jubilación, seguros ante desastres de cualquier clase. Y unido a todo eso, nos llegó una sensación cada vez mayor de que estamos protegidos, a salvo, seguros. Diferentes a nuestras anteriores generaciones, capaces de cuidar de nosotros mismos y ya no tan vulnerables como estaban las generaciones anteriores a nosotros.  

En una gran parte todo eso es cierto, al menos en lo que se refiere a nuestra salud física y a la seguridad. Está claro que, de muchas formas, somos mucho menos vulnerables que las generaciones anteriores. Pero, como la Covid-19 ha puesto de manifiesto, esto no es un lugar totalmente seguro. A pesar de mucha crítica y protesta, hemos tenido que aceptar que ahora vivimos como lo hicieron todos antes que nosotros, esto es, como incapaces de garantizar la propia salud y seguridad. Por todas las espantosas cosas que la Covid-19 nos ha hecho, ha ayudado a desvanecer una ilusión, la ilusión de nuestra propia invulnerabilidad. Somos frágiles, vulnerables, mortales.

A primera vista, esto nos parece una cosa mala; no lo es. Una desilusión por lo general es el desvanecimiento de una ilusión, y hemos estado durante demasiado tiempo viviendo una ilusión, esto es, viviendo bajo la creencia de que las amenazas de lo antiguo ya no tienen el poder de tocarnos. ¡Y qué equivocados estamos! Ahora debe haber más de 70 millones de infectados por la covid-19 y ha habido, de momento, más de 1,6 millones de muertos. Además, tasas muy altas de infecciones y muerte han estado en aquellos países, como el nuestro, que consideraríamos los más invulnerables, países que tienen los mejores hospitales y los más altos estándares de medicina para protegernos. Eso sería una llamada de atención. Por todas las cosas buenas que nuestro mundo moderno y posmoderno pueda darnos, al final no puede protegernos de todo, aun cuando nos dé la sensación de que puede.

Esta pandemia nos ha puesto “fuera de juego”; ha desvanecido una ilusión, la de nuestra propia invulnerabilidad. ¿Qué hay que aprender? En resumen, que nuestra generación debe tomar su lugar con todas las otras generaciones, reconociendo que no podemos dar por supuesta la vida, la salud, la familia, el trabajo, la comunidad, el viaje, la recreación, la libertad de reunión e incluso la libertad de acudir a la iglesia. La Covid-19 nos ha mostrado que no somos los dueños de la vida y que nuestra fragilidad es todavía una parte de nosotros, aun en este mundo moderno y posmoderno.

Nos han enseñado desde niños, al menos a mí que, como humanos, no somos autosuficientes. Somos dependientes, interdependientes y lo suficientemente mortales para sentir miedo ante la próxima cita con nuestro médico. Las generaciones anteriores, porque carecían de nuestro conocimiento médico, de nuestros médicos, de nuestros hospitales, de nuestros patrones de higiene, de nuestras medicinas, de nuestras vacunas y de nuestros antibióticos, sintieron existencialmente su contingencia. Sabían que no eran autosuficientes, y que la vida y la salud no podían darlas por supuestas. Yo no les envidio nada del falso temor que vino con eso, pero sí les envidio no vivir bajo un manto de falsa seguridad. Nuestro mundo contemporáneo, por todas las buenas cosas que nos da, nos ha adormecido en términos de nuestra fragilidad, vulnerabilidad y mortalidad.

La Covid-19 es una llamada a despertarnos, no sólo al hecho de que somos vulnerables, sino especialmente al hecho de que no podemos dar por supuestos los preciados dones de salud, familia, trabajo, comunidad, viaje, recreación, libertad de reunirnos y (sí) incluso de acudir a la iglesia.

Buenos días.


viernes, 16 de abril de 2021

¿Es malo tener miedo?

     Hay en nuestra rutina diaria una sensación de miedo o de prudencia por todo lo que está pasando; por contagiar, por contagiarnos, por vacunarnos y además por todos los inconvenientes y temores que nos trae la vida.

La pregunta es, ¿es malo tener miedo? Me atrevería a afirmar que el miedo es bueno en cuanto busca nuestra protección, es algo que compartimos con los animales, el instinto de supervivencia que llevamos impreso. Sin duda es algo bueno, pero frecuentemente se pervierte y entonces nos esclaviza.

Al igual que el miedo en demasiadas ocasiones cosas buenas se pervierten o las estropeamos y las convertimos en malas. Tener ganas de comer y beber es sin duda bueno, pero si lo pervertimos lo convertimos en gula. Tener deseo sexual es bueno, pero la lujuria es su perversión.

También vemos que el miedo sin control nos lleva a infinidad de males; el miedo al futuro puede y es en muchas ocasiones causa del aborto. Podemos observar que cuando se intenta razonar con una persona que piensa en abortar y se le propone una solución como puede ser la adopción, infinitamente más razonable y constructiva que el aborto, frecuentemente la rechaza de plano. La causa es que es tal el pánico que invade a una persona con un embarazo inesperado o cuando el médico le detecta una discapacidad o malformación en el bebé, que no puede razonar, sino que reacciona en modo supervivencia, con el cerebro de un simple animal.

Miedos hay muchos, tenemos miedo de discrepar de la opinión generalizada y ser rechazados es lo que nos hace que nos hayan metido hasta la medula la cultura de la muerte que esta tan de moda, ¿alguien se atreve a decir algo sobre los problemas de la anticoncepción? ¿alguien se atreve a decir una sola palabra sobre la homosexualidad? No, porque viene el rechazo del grupo y nos acobardamos.

El miedo al compromiso, a comprometerse, es el motivo por el que muchas veces no queremos llevar el matrimonio a su máxima expresión, porque eso de para toda la vida asusta.

Y es que el miedo, si lo pensamos un poco puede ser una potente arma si se encuentra en manos de malas personas porque el miedo paraliza y porque el miedo esclaviza. Un abusador o un maltratador, utiliza el miedo de su víctima, miedo a que no le crean, miedo a las represalias… Los gobiernos dictatoriales se aprovechan del miedo de la gente, miedo a ser multado, miedo a la muerte civil... y más adelante, miedo a ser detenido, torturado, asesinado.

He aquí como algo bueno, la prudencia llamémosla así, se convierte en algo terrorífico que nos convierte en esclavos en una cárcel sin barrotes.

Una cosa más me gustaría añadir sobre la estrategia del miedo como arma de dominación. Para dominar por medio del miedo lo mejor es aislar a la persona, aislarla de su familia, de sus amigos, de su comunidad, porque somos seres sociales y estar solos nos hace infinitamente vulnerables. Cuando un maltratador y abusador quiere infundir miedo en su víctima para dominarla lo primero que hace es aislarla, impedir que vea a su familia, a sus amigos, así la hace más vulnerable.

La cultura de la muerte también se basa en el aislamiento por división, así busca la destrucción de la familia para aislar a los individuos, enfrentando a hombre y mujer entre ellos y a padres e hijos entre ellos, ya que los hijos, como se ha llegado a decir son del Estado.

En fin, tenemos que estar atentos a nuestros miedos y recordar continuamente aquello de que “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo sino a los que matan el alma”.

Buenos días.

martes, 13 de abril de 2021

¿Qué me importa de verdad?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Otro domingo de excursión para ir domesticando el ansia que se produce el no poder realizar un viaje más largo, unas excursiones que cumplen perfectamente su cometido y que nos esconden la molestia que produce esa espinita que tenemos clavada los cicloturistas cuando no podemos irnos. 

No se trata aquí de que tengamos una necesidad de alcanzar cotas altas de ninguna clase con las excursiones o los proyectos futuros, quizá de lo que se trata, no es estar en estos meses sin saber lo que tengo que hacer ni siquiera de saberlo, de lo que se trata es de saber elegir, en estas semanas lo más sano y mejor para el verano.

En este caso, como en muchos otros, elegir lo más sano es buscar aquello que da sentido a la vida y como no al cicloturismo. No estoy hablando ahora de buscar o encontrar la felicidad o el viaje perfecto, pero sí que es una condición para encontrarlos el tener un sentido de la vida, pues si no se tiene, cuando se rompen los proyectos y las ilusiones empieza el triste trabajo de encontrar un motivo para enfrentarnos a la dura tarea de vivir.

Continuamente nos encontramos diciendo que la vida no es fácil. Y es verdad. Pero si la vida que vivimos no tiene sentido, se encuentra vacía, acaba siendo todavía más difícil. Es cuando hemos perdido nuestras ilusiones, cuando nuestros proyectos se desvanecen y nuestra propia libertad está limitada, es entonces cuando necesitamos saber el sentido de la vida, cuando no se tiene ni idea de adónde nos conduce lo que hacemos en esta sociedad, y sobre todo cuando vemos que está disminuyendo el nivel de felicidad a nuestro alrededor es cuando surge la pregunta por el sentido de la vida y del mundo, y es importante tener ya la respuesta.

Es como una epidemia, si son muchos los que no encuentran la respuesta o no la han buscado se puede llegar incluso a una desorientación general, yo diría, casi colectiva. Y esto nos afecta a todos pues se traslada a las leyes que se promulgan, a nuestras costumbres, a las modas, etc., no sólo incumbe a los que más directamente las usan. Acaban influyendo en todos, como influye el tabaco en los fumadores pasivos.

Solo encuentro dos caminos, puede que existan más no lo sé, para respondernos de manera convincente a la pregunta por el sentido de la vida; tener una tarea que nos ilusione y enfrentarse con las verdades grandes que se encuentran ahora comprometidas.  

Tener la respuesta a la pregunta ¿Qué me importa de verdad? Es tal vez un buen camino para encontrar el sentido de nuestra vida. Se tiene que intentar tener la capacidad para responder a tres preguntas esenciales que ya son clásicas: ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué existo? ¿Qué debo hacer? Lo sé, me estoy repitiendo, pero hay que enfrentarse con estos interrogantes pues por muy intensa que sea nuestra vida en estos momentos, llegaremos a días en los que no saber la respuesta nos producirá días de auténtico vacío.

Buenos días.

sábado, 10 de abril de 2021

¿Y si optamos ser más sencillos?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton). 

Suponiendo que en julio ya se pueda viajar por Europa y, ya con la vacuna puesta, es hora de empezar a ver cómo nos comportamos en estos, casi, tres meses que faltan.

Estoy utilizando parte de este tiempo en preparar un viaje de largo recorrido en bicicleta, por si no nos decidimos a utilizar la berlingo para subir al Nordkapp, y lo estoy haciendo como ya comenté por debajo del Báltico.

Se puede ver cada día con más asiduidad y se puede comprobar en las redes, la depresión que causa el comprobar como no alcanzamos nuestros sueños y llegar a la conclusión de que nunca los alcanzaremos. Sin embargo, los casos más graves los podemos encontrar no en personas que somos o son de poca importancia y sin influencia sino, curiosamente, en personas que mirando sus perfiles en las redes vemos que tienen una vida maravillosa y que muchas veces envidiamos y con muchísimos seguidores y que un día sin entender el motivo se deprimen y pueden llegar a elegir quitarse la vida.

Dar una imagen en las redes idílica es relativamente sencillo pero lo importante es que sea real, que sea verdadera, que no sea una proyección de lo que nos gustaría vivir o de cómo nos gustaría hacerlo, y que trasladamos a la red. Desafortunadamente podemos llegar a creérnosla según la vamos publicando. Y esto es un problema, un problema de visión de la vida.

Yo no sé a vosotros, pero a mí a veces se me olvida que estoy aquí de paso y que no viviré eternamente. Creo que, enmarcadas de forma correcta, están muy bien esas frases tipo “Persigue tus sueños” o “Puedes hacer todo lo que te propongas” pero también considero que debe ser agotador y que no hay cuerpo que aguante pasarse la vida corriendo detrás de algo que tal vez no ocurra nunca o no sea para nosotros. Hay que poner los pies en la tierra.

Soy de la opinión de que lo verdaderamente difícil es llegar al final de nuestros días haciendo balance y poder decir: He vivido completamente feliz todos y cada uno de mis días con lo que me ha tocado vivir. No considero que haya que volverse loco buscando una gran hazaña que haga que nos recuerden en los libros sino algo más simple pero que nos cuesta un poco asimilar: vivir serenamente.

Parece claro y nos puede parecer incluso absurdo ¿verdad? Es lógico pensar que si estoy leyendo o viendo esto es porque estoy viviendo. No me refiero a un estado de vida orgánico, sino intelectual, a un modo se ser. Hablo de ir un poco más allá, de algo discreto y a la vez poderoso que, sin hacerse apenas notar, hace posible nuestra existencia. Hace vivir plenamente.

Se trata de vivir apasionadamente, de una manera mucho más intensa, más personal. Sin ponerle ahora una etiqueta, es vivir intensamente todo lo que hay en nuestra vida con esa sensación de eternidad. Todo eso es vida. No sé si me explico bien. Es la vida con sus alegrías y sus tristezas, con sus risas y sus llantos, con sus aciertos y sus errores, todo en un equilibrio perfecto. En el momento en que perdemos de vista todo el conjunto, la vida nos resultará absurda y todo se nos hará irracional.

Hay que amar la vida como es, no una vida que soñamos o que imaginamos, sino esa vida que se nos propone día tras día, pero descubriendo y admirando todas sus riquezas ocultas, sacando provecho de las situaciones más normales y rutinarias. No recuerdo ahora quien lo dijo, pero alguien escribió que las personas inteligentes son aquellas que hacen fácil, no lo difícil sino lo complejo. Esas personas que no son complicadas, sin malicia a la hora de obrar. Posiblemente no sean brillantes porque no hace falta que lo sean, lo que sí ocurre es que su presencia y su trato mejora el lugar donde se encuentran y se les echa en falta cuando no están.  

Es fácil que confundamos el poseer mucho carácter o vivir de forma plena con el hecho de tener mal genio. Pienso que una persona sencilla es realmente una persona con mucho carácter, ya que, tiene que enfrentarse son serenidad a todos sus contratiempos, no desperdicia su tiempo en perder los nervios y en enfadarse, es paciente y comprensiva en sus relaciones personales. Viven serena y felizmente.

En esta época de las redes sociales, de narcisismo, de filtros y de dale al gusta…hablar de sencillez y de serenidad hace que, inconscientemente, lo identifiquemos con un señor de avanzada edad dedicado al pastoreo en algún lugar recóndito de provincia.

Es menos común, pero se puede ser sencillo y sereno siendo una persona activa en una gran capital. El hombre puede conquistar su propia felicidad si consigue vivir con serenidad, sencillez y coherencia ética.

Es importante aceptar y desear tener grandes proyectos e ilusiones, pero debe acompañarse del entrenamiento de la mente, de sentir cada minuto de la vida, de observar lo que hay alrededor no solo mirar el móvil, de reflexionar sobre acciones, conductas, decisiones vitales, palabras…se está perdiendo el profundizar y debatir sobre la vida y las cosas importantes que la conforman. Necesitamos dar largos paseos alejados del wifi o con el modo avión activado y ordenar nuestro mundo interior sintiendo la frescura del aire en la cara: simplemente viviendo.

Las personas sencillas y serenas no obtienen su felicidad con el consumo material ni con lo que los demás piensen de ellas sino con las experiencias vividas y aceptando tal y como son a aquellos que les rodean.

 Siempre he sentido una particular preferencia por la virtud de la sencillez. Es más, creo que no solo es una virtud, es una hermosa e incluso bohemia forma de vida. La sencillez convierte las acciones y el rostro de una persona en algo luminoso, limpio, espontáneo, natural y veraz.

Esta sociedad tan complicada no nos pone las cosas fáciles para cuando lleguemos al final de nuestros días podamos pensar que hemos vivido cada día con sencillez, debemos hacer un cambio o los que sean necesarios para disfrutar más de la vida.

A los que nos gusta viajar en bicicleta, y también a mucha más gente, conocemos esa sensación de superar con éxito el miedo a algo que nos suponía un gran esfuerzo. Hemos sentido que entonces el mundo se más agradable nuevamente, y de repente nos llenamos de impulso. Y es que la vida es un ejercicio continuo de superación. ¿Y si optamos ser más sencillos?

Qué mejor manera de empezar una vida sencilla que volver la mirada hacia la sencillez de la bicicleta, de viajar y recorrer lugares lo más cerca de la naturaleza que podamos. Volvamos a vivir y ordenar nuestros días con los ritmos naturales que nos marca la naturaleza y que nos transmiten sosiego y plenitud.

El ritmo vital de un viaje cicloturista transcurre de forma simple, y así puede transcurrir también nuestro ritmo hoy, en el lugar y la situación que nos encontremos y nos ha tocado vivir. Tomemos nuestro tiempo con calma, observemos e integrémonos en el ritmo de los bosques, en el ritmo del oleaje de la playa, en el cantar de los pájaros, en la solemnidad del atardecer o el equilibrio de la montaña.

Buenos días.

miércoles, 7 de abril de 2021

Tristeza.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)


El puente del fin de semana, el pasado, estuvo lleno de contrastes y contradicciones, viernes esplendido para la excursión en bicicleta y el domingo, en cambio, nos brindó el peor día de todo el invierno, lluvia y frío, un frío y una lluvia que pensábamos que ya no íbamos a “disfrutar” esta temporada.

Contraste y contradicción también en el estado de ánimo, alegría porque ayer me pusieron la primera dosis de la vacuna ante-covid19, pues empiezo a ver el principio de los largos viajes con la bicicleta y tristeza porque la segunda dosis será el 29 de junio, y esto es el final del viaje a Nordkapp en bicicleta en este año.

No me salen las cuentas, salir a principio de julio significa llegar ya empezado septiembre y, el clima a partir de la segunda quincena de agosto va a ser igual al que sufrí el domingo desde la parte final del puerto de Sa Creueta hasta Pego, lluvia y frío. Y no pienso pasar por semejante sufrimiento, sobre todo sabiendo que, seguro que va a suceder, y durante algunas semanas. Así que buscare un objetivo por debajo del Báltico.


Decir o pensar que no pasa nada, que es un incidente sin importancia, que el año que viene será, no creo que esta vez sea el camino. Lo fue ya el año pasado. ¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta de que contener un lamento no es el camino? ¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta de que contener una lagrima tampoco lo es? Esta vez he gritado de rabia y he dejado correr alguna lagrima. Pues creo que puede ser beneficioso vivir la experiencia de la tristeza. La tristeza me va a enseñar y a curar esta herida. Una tristeza bien manejada me debe hacer cambiar el ritmo al que estoy viviendo y hacerme reflexionar.

Esta tristeza me debe de hacer depurar mis ilusiones e intenciones. Ver que no todo tiene la importancia que le doy. Que deje de buscar lo superficial que puede haber y centrarme en lo importante que hay en un viaje con la bicicleta, por ejemplo, quitarle un poco de valor a los destinos.

Experimentar esta tristeza me ayuda a tomar conciencia de la fragilidad y deseos de felicidad, reformulando mi concepto de felicidad al librarlo de lo que parece felicidad, pero en realidad no lo es. Este proceso de aprendizaje ya lo he experimentado alguna vez y siempre he encontrado un por qué. Se trata precisamente de recuperar el sentido por el cual vivimos. Es una tristeza y duda existencial que lleva a definirnos, y que se repite en el tiempo, viene otro momento de tristeza y nos lleva a redefinirnos, a evaluar aquellas ilusiones que tuvimos y contrastarlas con la realidad. Lo mismo suele repetirse muchas veces en el trascurso de nuestra vida.  

No se trata, claro está, de hacer una invitación a la tristeza permanente. Lo que sí conviene es reconocer y aprovechar la parte positiva de la tristeza como una etapa transitoria necesaria del proceso de maduración en la vida.

A los que están tristes por cualquier motivo les tengo que decir: cuando salgan del túnel por el que están pasando verán la luz de un modo nuevo. Para alcanzar una alegría plena es necesario experimentar la tristeza y encontrarnos a nosotros mismos en ella.

Sólo después de ese encuentro profundo con nosotros mismos podemos alcanzar la alegría de una personalidad reforzada y más madura. Sólo entonces entendemos la paradoja de la gran bondad de la tristeza, un escalón necesario en el ascenso hacia la felicidad.


Dejare pasar esta triste semana y esperaré que esto funcione.

Buenos días.

jueves, 1 de abril de 2021

“Hay que dar tiempo al tiempo”

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Después de la excursión del domingo pasado he confirmado lo que ya observé en el último viaje con las alforjas, necesitaba un poco más de desarrollo en la transmisión de la bicicleta para los próximos viajes. Sobre todo, para afrontar los grandes puertos de montaña que sin duda abundan en esta nuestra querida España, pero sobre todo porque nos gusta disfrutar de sus vistas y sus anchos y largos horizontes.

Así que he comprado el material necesario y ya están realizados los cambios, solo nos falta cargar la bicicleta y comprobar si ha valido la pena todo el trabajo. La bicicleta será más lenta, pero con las alforjas será más cómoda y esto es lo que en realidad importa en el cicloturismo.

¡No corras, ve despacio, que a donde tienes que llegar es a ti mismo! Nos decía Juan Ramón Jiménez y, no se puede expresar mejor la esencia del biciviajero. Estamos en la era de la prisa en casi todos los aspectos. Vamos todos a gran velocidad, Los coches son diseñados para correr, cada vez a mayor velocidad. La técnica ha reducido enormemente el tiempo para recorrer grandes distancias. Esta velocidad no la podían imaginar los grandes viajeros, ni Colón, ni Fernando Magallanes, ni Juan Sebastián Elcano. Somos hoy, hijos de la inmediatez, navegamos por internet, cocinamos en microondas, consumimos sopas instantáneas...

Todo esto está muy bien, el problema surge cuando a menudo pretendemos aplicar ese mismo ritmo y velocidad a nuestras relaciones sociales y comunitarias. Nos cuesta esperar y consideramos que perdemos el tiempo cuando aguardamos unos resultados en asuntos y en situaciones que requieren su ritmo; nos impacienta la lentitud de nuestro caminar; nos cansa tener que empezar, una y otra vez, el camino emprendido y abandonado otras tantas veces. No se da en nosotros la humilde paciencia para recomenzar cada día, olvidando el “comenzar de nuevo”.

Somos impacientes. Y, sin embargo, las estaciones son las mismas, las hojas del calendario caen cada mes como siempre y los días duran, como hace siglos, 24 horas, aunque nos gustaría que, unas veces, fueran más deprisa y otras, más despacio.

Como todas las cosas importantes, la vida humana, la madurez, la vida, las excursiones en bicicleta, nos piden saborearlas y disfrutarlas. Para eso hay que cuidarlas con miles de detalles que requieren paciencia y serenidad ya que tienen su propio ritmo y no se pueden acelerar. Todo lo que es valioso en la vida humana, exige procesos bien orientados, a veces lentos en su crecimiento y en su desarrollo.

Cuantas veces no hemos comprobado que no nos sirve una disculpa rápida por parte de quien nos ha molestado u ofendido. O como fracasa el intento de cambiar a un chicho o chica de ser un irresponsable en una persona formal y correcta con una sola frase.

La experiencia nos muestra que es inútil aplicar a la evolución de los acontecimientos la “r” de “rapidez”, para convertirla en “revolución”. Si reflexionamos veremos que las revoluciones no han llevado nunca a la madurez por su precipitación y su escasa preparación. Cuando uno tiene excesiva prisa, no escucha, no atiende, deja las cosas a medias, pierde los nervios fácilmente o entra en ansiedades irracionales. Los asuntos importantes requieren calma y tranquilidad. Como dice el dicho “hay que dar tiempo al tiempo”. Cuando alguien actúa con prisas no se detiene en los detalles, se irrita demasiado y no tiene tiempo ni ganas de sonreír...

En nuestras relaciones y, como no, en el cicloturismo cada uno tiene su propio ritmo de pedaleo, como bien sabemos, y, a veces, hemos intentado que todos sigan un mismo ritmo y nos hemos dado cuenta de que no funciona. Hemos de ir con mucho cuidado para actuar maduramente y no pretender que todos sigan nuestro paso. A veces, los demás no reaccionan como nosotros queremos y nos irritamos y nuestro malestar puede subir de tono. Nos encontramos, entonces, realmente incómodos, agresivos, descontentos, desanimados.

Todo esto no son más que indicadores de una falta de madurez por parte nuestra. No hemos aprendido a respetar el ritmo de cada uno. Nuestro papel ideal, si es que pudiéramos llegar a él, sería el de sembrar y esperar. Si reaccionamos impacientemente, seguramente no somos lo suficientemente maduros. Nos habremos olvidado de aquel consejo: “No arranquéis la cizaña, dejad que crezca y cuando llegue el verano se podrá separar del trigo... Si lo hacéis ahora podríais arrancar, al mismo tiempo, el trigo y estropear la buena cosecha... ¡Tened paciencia!”

En fin, las prisas y la velocidad no solo no nos dejan observar el entorno, sino que distorsionan la realidad. Actuar y viajar con tranquilidad y serenidad da mejores resultados que la precipitación y la celeridad. Con estos nuevos desarrollos la tranquilidad será una actitud necesaria y obligatoria.

Buenos días.