viernes, 29 de mayo de 2020

¿De verdad vamos a salir mejores de esto?


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Van pasando los días esperando de que se pase la pandemia, mientras, veo cada vez más frases de esperanza del tipo; “salimos más fuertes”, y ahora es tal vez el momento de preguntarme: ¿de verdad vamos a salir más fuertes de esto?

Recuerdo cómo en los primeros días de la cuarentena no se paraba de decir aquello de «vamos a salir mejores» y sonaba como una arenga contra el covid-19. Recuerdo cómo los aplausos a las 20:00 horas a los sanitarios, era una forma de trasladar nuestro ánimo a quienes estaban en primera línea. Pero han pasado los meses y no me está dando la impresión de que seamos mejores ni más fuertes. Son muchos los que nos han abandonado, y todavía no hemos llorado todo lo que tenemos que llorar. Y aunque estemos aguantando bastante bien y algunos saquen lo mejor de sí mismos, hay cada día más muestras de sectarismo y cortoplacismo.

Mientras tanto la crisis sanitaria continúa, la incertidumbre de si el desconfinamiento traerá un repunte de contagios está en él ambiente y, además nos enfrentamos a una crisis económica y social sin precedentes. Todo esto nos conduce a experimentar un cambio en nuestras vidas que podríamos clasificarlo como una gran transformación que surge por el miedo a lo que sucederá. Transformación que jamás nos hubiéramos imaginado en nuestra sociedad hace unos escasos meses.

¿Vamos a ser capaces de transformar nuestra sociedad? ¿Qué costumbres vamos a tener que reducir o eliminar de nuestra sociedad? Ahora nos gustaría que hubiera un nuevo orden mundial, que la política, la economía y el derecho dieran un giro espectacular, para hacer del mundo un lugar más justo y equitativo. Disfrutaremos de una vida más natural, con menos consumismo superfluo, pendientes de la contaminación y de la protección de nuestros ecosistemas. Los medios digitales y la inteligencia artificial se desarrollarán a tal nivel, que el ser humano será dependiente absoluto de ellos (trabajo, ocio, salud, etc.) En cuanto a las relaciones sociales serán más distantes, aunque la concienciación del cuidado, afecto y ayuda a las personas, mejorará de forma considerable.

El mundo ha visto en estos días de reclusión, como nuestro entorno natural ha mejorado considerablemente (el aire, la meteorología, los árboles, los animales…), nuestra solidaridad se ha superado de forma notable y hemos visto como profesiones de todo tipo, poco apreciadas hasta ahora, han sido valoradas de forma significativa.

Vamos a preparar a nuestros jóvenes en la ética, como principio básico, en la honradez, la responsabilidad, el esfuerzo, el deseo de superación, el respeto a las leyes y por el derecho de los demás y en la honestidad… pues nos hemos dado cuenta de que estos principios son el germen de una mejora en la persona.

Pero ¿Qué nos ocurrirá cuando aparezca esa vacuna salvadora? ¿Se nos olvidará todo lo sucedido? ¿Tendremos en cuenta esos hábitos que harían que nuestra forma de vivir fuera más natural y solidaria?

El tiempo nos lo dirá y el ser humano decidirá.

Solo espero poder decir dentro de unos meses que, si al menos no salimos mejores personas ni más unidos, por lo menos tampoco salgamos más estropeados.  


miércoles, 27 de mayo de 2020

Saber algo y decirlo.


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


No me cansaré de valorar los esfuerzos de tantas personas, de médicos, sanitarios, personal de residencias de mayores, policías, militares y demás componentes que se encuentran en primera línea de esta lucha contra el covid-19.
Valoro mucho esa lucha de tanta gente y los esfuerzos que se están haciendo para encontrar pronto una vacuna que remedie y pare la propagación del virus. Sin embargo, es necesario, otra vez, no olvidar en estos días que el ser humano no es solo cuerpo, sino que es un espíritu, que tiene alma, que necesita de la medicina de la esperanza para frenar el desaliento espiritual, el pesimismo existencial y la arrogancia egoísta.
Es necesario, es vital encontrar razones para la confianza, razones que nos hagan sentir que la enfermedad y la muerte no pueden tener la última palabra en esta historia. Por qué de ser así, tendríamos que aceptar que con el covid-19 nos ha llegado y están entre nosotros todos los males del mundo y que sólo tenemos la engañifa de la esperanza para que nos consolemos, porque al fin y al cabo nadie puede cambiar nuestro destino, morir.
Sin embargo, hay que resistirse a ese feo planteamiento, pues a mí entender, existe en nosotros un anhelo de eternidad, de felicidad y perfección que forman las esperanzas que tiene toda persona en su vida. Ahora bien, mi forma de ver y entender la vida me lleva a mirar por encima de las esperanzas materiales que sé que son caducas como la misma vida. De forma que, desde mi libertad, voluntad y acción necesito poner mi confianza interior más allá de la vida, de la vida natural o sea en la vida sobrenatural, la que se encuentra más allá de la muerte. Esta esperanza, no invalida, de ninguna manera, las esperanzas materiales por efímeras que sean, sino que bien encauzadas me pueden llevar a vislumbrar aquí en la vida natural la sobrenatural.
Tal cómo yo lo veo, si la vida natural entra en contacto con la vida sobrenatural, la vida natural está perdida, pues esa tendencia que tenemos todos lo hombres hacia algo que no esta aquí se agranda y nos sentimos inquietos en cualquier sitio que no sea el eterno, al darnos cuenta de que somos seres inacabados.
Esta confianza que se tiene en que vamos a poder ser por fin “acabados” es la que produce alegría frente a la tristeza, seguridad ante los desalientos, ilusión cuando nos alcanza la desesperación, vida cuando se nos condena a la muerte.
En esta situación de pandemia, no me queda más remedio que intentar contagiar este tipo de esperanza, la que se tramite de corazón a corazón. Ya sé que no se trata de una fórmula mágica que hará desaparecer el problema. No, es una solución que no pasa por encima del sufrimiento y de la muerte, sino que los traspasa, abriendo un paso entre todo este caos, ayudándonos a transformar lo malo en bueno.
Si esta idea no consigue ayudar a nadie al menos espero que lo acompañe, veo a si las cosas y lo digo, de lo que se trata es de saber algo y decirlo, y ahora que cada cual recorra su camino.
Buenos Días.

lunes, 25 de mayo de 2020

Perseverancia


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)


       Parece ser que los afortunados, que puedan, van a poder planear sus vacaciones este verano y, los que ya teníamos pensado que hacer vamos a intentar averiguar si podemos mantener nuestros propósitos o si bien vamos a tener que cambiarlos.
De momento, estoy intentando volver a tener las mismas sensaciones físicas y mentales que tenía antes del covid-19 y así mantener la esperanza de subir al Nordkapp.
Ayer volvimos a salir en bicicleta para ir acumulando kilómetros en nuestras piernas y ánimos en nuestros corazones.
De nada me sirvió empezar con mucho afán este proyecto si ahora no tengo la perseverancia suficiente para mantenerlo. La mitad de los anhelos que tenemos las personas en nuestra vida se nos quedan en eso, en anhelos, en deseos, en sueños no realizados … y si analizamos bien el por qué no se cumplieron fue porque nos faltó perseverancia.
La verdad es que, la firmeza y la constancia en la ejecución de esos proyectos y en tener un buen ánimo es donde se encuentra la clave para que no se nos derrumben muchas de nuestras ilusiones. Cuantas cosas emprendemos en la vida y sabemos que tenemos que ser perseverantes, pues si no lo somos, todo lo que hemos ideado se irá diluyendo como el agua en nuestras manos. Tener el ánimo resuelto ante nuestras ilusiones y una voluntad firme nos llevará a cumplirlas. 


Cuando no alcanzamos nuestros objetivos a veces no reconocemos que generalmente fueron la falta de esos factores, tan importantes y necesarios, lo que hizo que no llegáramos a obtener los resultados que esperábamos. Siempre nos basamos en otras causas para “echarle la culpa” de nuestros fracasos, de nuestras frustraciones. Pocas ilusiones podemos llevar a cabo sin disciplina y perseverancia, ya sea en lo físico, en lo intelectual como en lo espiritual. No se logrará recorrer cien kilómetros todos los días sin subirse a la bicicleta día a día, aunque sea un poco, no nos va a ser suficiente sudar y pedalear, o pasarse todo un día en la carretera si es tan solo por una sola vez.
No me va a bastar si quiero conocer y familiarizarme con las costumbres y tradiciones del lugar que quiero visitar si solo le hecho un vistazo a un folleto turístico, tengo que leer e investigar más, si no me impongo una constante lectura y estudio de todo lo que pueda darme ese lugar. Como en muchas otras cosas en la vida que empezamos con mucho ímpetu y ardor nos cansamos, y pronto olvidamos todo ese entusiasmo porque eso nos cuesta, porque nos está pidiendo un gran esfuerzo, porque esos proyectos nos piden disciplina y perseverancia.


En este proyecto de alcanzar el Nordkapp, para mí, si ha existido disciplina y perseverancia para prepararlo y estudiarlo, aunque no he conseguido aprender inglés, pero ¿y la perseverancia final?
Durante estos meses de cuarentena he sentido muchas veces como un cansancio, como una flojera, como una desgana. Ya no existía ese ardor de antes del covid-19, se fueron los días en que mi espíritu ponía en juego toda su fuerza para hacer los sacrificios que fueran necesarios y la voluntad estaba al servicio de la fogosidad del espíritu para conseguir salir hacia el norte de Europa. Ahora veo que es el momento del peligro. Peligro de abandonar de dejarlo pasar.
El fracaso, la decepción ha esperado muchos días de esta cuarentena. Ha esperado y ya saborea su triunfo al verme no solo flaquear sino también al comprobar como no se ve aún una Europa sin fronteras libres, como aún estamos en la fase 1, como poco a poco voy dejando a un lado el sentido de ese viaje y voy llenándome de dudas.


Ante todas las circunstancias que se van poniendo por delante hay que esperar que mi perseverancia se pueda mantener intacta hasta el final.
Buenas Tardes.

sábado, 23 de mayo de 2020

Paciencia


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Son muchos ya los días que está durando esta cuarentena, y una de las cosas que más estoy diciendo y más me dicen es: “paciencia”. Pues sí, en estos momentos de crisis, cuando estamos en contacto continuo con esta pandemia, y sobre todo cuando comprobamos que se va a prolongar más de lo que esperábamos, ¿Qué hacer? Pues eso, paciencia.
Estoy recurriendo continuamente a pedir y a tener paciencia, aunque quiero decir que tener paciencia no quiere decir ser conformista ni indiferente. Tener estos días una actitud paciente no es quedarse quieto y a esperar verlas venir o que otros me saquen del problema.  
Si nos paramos un ahora un momento y pensamos un poco sobre qué es y significa la paciencia nos daremos cuenta enseguida que estamos ante una cualidad personal que implica tener autodominio, implica también tener una buena dosis de tranquilidad y de tolerancia, sin olvidarse de la resistencia. Solo las personas fuertes saben ser pacientes. Sin ser fuertes va a ser difícil mantener los compromisos adquiridos. En cambio, una persona fuerte se agarra al compromiso y activa sus capacidades para sacarlo adelante.
No resulta fácil ser paciente pues hay que perseverar y mantener el compromiso que decidimos adoptar. Es comprometerse con el futuro. Empecé la cuarentena con un objetivo que cumplir; no contagiar a nadie y evitar contagiarme, y ese que era el motivo es el rumbo que ahora importa continuar siguiendo.
Pero las semanas y los meses están pasando y esta situación me está afectando, existe un cansancio y cada día se me hace más difícil mantener la alegría porque realmente estoy sintiendo que no me veo con fuerzas para continuar aguantando tranquilamente en casa.
Me dicen; es normal que te afecte, tienes que continuar buscando razones para resistir, pero no es fácil. Ya se que es normal que mí estado de ánimo decaiga en algunos momentos. Existe un desgaste, lo tengo claro, y tal vez la solución este en saber que esto es así, que tengo que contar con ello y prepararme para ir haciendo los cambios necesarios para mantener el ánimo alto.
Por eso creo que adoptar una actitud paciente no es una ingenuidad ni es negar la realidad de lo que me ocurre. ¿Puedo tener paciencia a pesar del entorno de estrés, del cansancio y de los malos augurios? Sí.
Para eso tengo que empezar a tener en cuenta varias cuestiones como aceptar que muchas de las cosas que están ocurriendo están más allá de mi control. Que hay proyectos que no pueden ser para ya y que tengo que plantearme realizarlos en un futuro. Que mis sentimientos y pasiones pueden mostrarme en ciertos momentos un panorama oscuro, pero tengo que ver la realidad en su conjunto y aportar claridad a la situación actual. Que tengo que continuar cuidándome físicamente, haciendo ejercicio ya que es una forma muy efectiva de combatir el nerviosismo y el insomnio.
Y sobre todo he de recordar continuamente que tengo mis esperanzas en algo, en alguien, que merece la pena, que mi vida tiene sentido y que no estoy solo en esta batalla. Si bien no va al ritmo que me gustaría ni tal vez por el camino que habría elegido tengo que decir que este es mí camino y lo voy a recorrer.
Buenos Días.

viernes, 22 de mayo de 2020

Estar a la escucha.

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)


Hace un par de semanas que me canse de estar todos los días escuchando las opiniones más extrañas y peregrinas de quienes pertenecen a la chismografía de los medios de comunicación social. Opiniones extravagantes e insólitas hasta el extremo.
Decidí no perder más el tiempo en considerarlas y dedicarme a visitar solo la web del ministerio de Sanidad y atender sus recomendaciones para hacer frente al covid-19. En los demás temas me encuentro con muchas opiniones e informaciones que vienen de quienes menos valoro y no pienso que por estar recogidas por muchos medios de comunicación social las revalorice y les dé más valor.
En realidad, todos nosotros enfrentamos la vida y escuchamos a los demás con un criterio, con una postura, con algún prejuicio que nos hace apartar multitud de cosas que oímos y a las que no concedemos importancia, prescindimos de ellas sin más.  
Es así, con la educación que hemos recibido a lo largo de la vida hemos ido estableciendo un sistema de ideas, de sentidos y valores que han formado nuestra personalidad. Por eso, doy valor a lo que creo que lo tiene y desecho todo lo que es improcedente, vacío y sin sentido o tengo como tal. Y eso es la educación que vamos adquiriendo en nuestra vida. Formamos nuestra persona a lo largo de la vida.
Pienso que eso es también una madurez espiritual, si, voy madurando espiritualmente a lo largo de mi vida. Y es así, como voy cubriéndome de una protección que me permite desechar tantas insensateces como tengo que oír todos los días a mi alrededor o ver tantos comportamientos que nunca se me ocurriría imitar.
Esa, podría decir, autoeducación es una defensa contra tanto sinsentido como tengo que sufrir en esta vida. Porque la vida, que sin duda está llena de momentos maravillosos y cosas dignísimas, tiene también cosas insufribles y sin duda desechables.  
No espero que cada día venga alguien a solucionarme todos esos momentos fastidiosos ni que me dé un remedio para toda clase de males sociales, físicos o psíquicos. Nadie da más de lo que tiene. Y pienso que el encuentro con la verdad muchas veces sucede en medio de tantas sandeces como hay que oír a diario, el hallazgo de esta joya ocurre en medio de mucho barro. Hay que “estar a la escucha” en medio de tanto ruido vacío e insensato y saber responder como se merece ante ese momento en que encontremos la verdad. 
Buenos Días.

miércoles, 20 de mayo de 2020

“Si Dios quiere”

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 


Ya he perdido la cuenta de los días que llevo y llevamos confinados, un tiempo que estoy seguro ha batido mi marca personal encerrado en casa y que me esta dejando sin futuro.
El covid-19 y la clausura que trae consigo me ha arrebatado todos mis proyectos, mis planes y todos los cálculos que me había hecho para este 2020, no encuentro la forma de hacer planes que se puedan realizar, las condiciones de la rutina diaria son tan cambiantes que encuentro imposible imaginar un futuro inmediato.
El futuro es una fuerza que nos mueve hacia adelante, un movimiento desde lo que soy ahora hacia lo que seré, un movimiento desde lo que es hacia lo que será. El futuro debe tener una relación con lo previsible, con lo que pueda programar, con la orientación de mis acciones. Pero aquí existe un error que me está mostrando esta clausura, no controlo la realidad que me rodea y esto me impide pensar en termino de futuro, por eso mi base para mirar al futuro debe cambiar.
Empiezo a darme cuenta de que el control de la realidad no debe ser la base para pensar en el futuro, empeñarse en controlar nuestro presente para preparar un futuro tiene muchos puntos débiles.
Si la realidad que me rodea la encierro dentro de unas ideas que están destinadas a imaginar un paraíso presente, ese futuro carecerá de una base solida y me llevará de decepción en decepción.
Cómo me está sucediendo en estos días, dentro de ese futuro que había imaginado tan bonito a irrumpido por sorpresa el covid-19 para arrebatarme el verano y dejándome desnudo ante el porvenir. ¿Y por qué me ha dejado esa sensación? Porque obsesionado por mi futuro me había olvidado del porvenir. Había rechazado todo aquello que me pone enfrente de lo imprevisto y de lo no controlado. Porque eso es el “por-venir”, lo que viene hacia mí, lo que sale a mi encuentro. Mi porvenir es lo que irrumpe en mi vida.  
Así ha sido cómo salió a mi encuentro la pandemia. Ingresó abruptamente en mi realidad presente, y me recordó, de forma muy dolorosa, que el porvenir también existe. Que mi vida es el resultado de un sofisticado juego de pensamientos entre el futuro y el porvenir. Entre mis cálculos y previsiones, y lo que me acontece desde un superávit de realidad que no domino.  
Precisamente por eso, me he dado cuenta estos días que había olvidado uno los preceptos que más me habían enseñado y repetido, y es que después de decir “este verano iré al Nordkapp” o “el próximo septiembre realizaré el Camino de Santiago”, debo añadir, “si Dios quiere” o “Dios mediante”. Porque ciertamente, no se trata de elegir entre el futuro o el porvenir, sino de entender que se implican mutuamente, aunque con una salvedad, es el futuro el que se encuentra subordinado al porvenir, y no al revés.
Quizás este tiempo de cuarentena me ayude a entender que aferrarse al futuro, negando lo que proviene de más allá de mis estimaciones, es como taparse los oídos y gritar para no escuchar lo que puede trastocar mis esquemas, lo que sin duda me llevara al fracaso.
Quizás pueda encontrar una luz al final de este túnel si en vez de mirar tanto al futuro me concentro más en el porvenir.
Buenos Días.

domingo, 17 de mayo de 2020

Primera excursión en covid19.

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 


Parece ser que me han sentado bien las dos salidas en bicicleta de este fin de semana, la del viernes y la de esta mañana. Aunque en la de esta mañana hemos sufrido dos tormentas que no estaban en el guión y nos hemos calado hasta los huesos, parece claro que todo bautismo necesita de agua.
Hemos subido al Barranco De L'encantada, en el término municipal de Planes y que nos ha servido como la primera prueba con cierta entidad para el viaje poscovid19.  
Empiezo a ver y a sentir como poco a poco vamos consiguiendo ir solucionando todo este problema con el covid-19, de alguna manera vamos a solucionar el problema sanitario pero lo que en estos días empieza ya a preocuparme es el problema económico pues estoy viendo que nuestra economía parece que se irá al garete tras el confinamiento. Tendremos que reconstruir nuestra economía.


Y es aquí, donde empiezo a adivinar otro problema, para construir algo tenemos que hacerlo sobre unos buenos cimientos. Hablar de reconstruir es hablar de construcciones que se pueden levantar sobre roca firma o sobre arena. Podemos construir una economía y un país sobre la roca firme de la verdad, del cariño a nuestra tierra desde el Atlántico al Mediterráneo, de la colaboración y el compromiso. Lo malo es que estoy viendo que se está intentando reconstruir sobre las arenas movedizas del rencor, del ansia de poder, veo que se están utilizando materiales de desecho como las ideas colectivistas que tanto dolor y miseria han traído al mundo o las ideas del gran capital que siempre juega a ganar y el que venga detrás que se fastidie.
 La roca firme en la que debemos construir a partir de hoy es el respeto radical a los derechos y libertades de cada persona, anteponer el bien común a todo interés particular o bastardo.


El material que se debe utilizar para que construyamos unidos es la verdad radical no los bulos ni la propaganda pagada con nuestros impuestos a los medios de comunicación para que nos adoctrinen, nos engañen, nos entretengan con sandeces y frivolidades. ¡Por favor, tened cuidado con las tertulias de sabihondos! Tampoco a las que alardean de cinismo y lascivia.
Nuestra democracia puede funcionar mucho mejor sin alarmas alarmantes si consigue una conexión fácil con las personas. Por ejemplo: los presupuestos que sin duda se van a tener que rehacer para hacer frente a todos estos gastos tienen que ser claros y diáfanos, como los de cualquier comunidad de vecinos. Tanto se ha cobrado y a quienes, tanto se ha gastado para tales y tales necesidades, pero clarito, que lo entiendan todos y si hay gastos que no debían haberse realizado, pues solo han servido para comprar voluntades o montar chiringuitos, que podamos hacérselo saber a los que dicen gobernarnos.


La economía debe empezar a no ser algo esotérico, lleno de porcentajes y siglas, sino totalmente entendible para toda persona que quiera informarse seriamente.
Esta epidemia del covid-19 ha sido y es una desgracia, pero también una oportunidad, no para una alarmante actuación política continuada, como algunos sueñan, sino para un replanteamiento global de nuestro aquí y ahora, sin aplausos ni cacerolas, con mesura, con buena conciencia, con positividad.


Espero que todo lo que nos esta pasando y porque nos esta pasando no se nos olvide nunca y nos ayude a obrar en consecuencia.
En fin, Buenas Tardes.

sábado, 16 de mayo de 2020

Empezar otra vez.


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)



En la tarde noche de ayer me subí por primera vez en bicicleta para algo más que ir a la compra. Han sido solo 26 kilómetros, los que hay por el carril bici hasta el Vergel y volver, pero los suficientes para empezar otra vez a ir cogiéndole el ritmo a la bicicleta.
 Ya es hora de que me ponga poco a poco en marcha, a ver si consigo ir recuperando el equilibrio personal y físico que tenía antes del covid-19, ya sé que, para recuperarlo no basta con una mera interrupción de la cuarentena, sino que se deben de dar unas condiciones determinadas para que sea posible.   
Empezar a pedalear es una de las múltiples condiciones que me ayudaran a facilitar esa vuelta a la normalidad no sólo porque conlleva un alejamiento de casa y de este ambiente en el que estamos encerrados desde hace más de dos meses, sino porque, a través de las múltiples actividades que lleva consigo, hace posible encontrar nuevas experiencias que refuerzan una vuelta armónica e integral de mi persona a su estado normal.
El cicloturismo es una de esas actividades que más nos pueden ayudar a encontrar las condiciones que necesitamos para estar a gusto con nuestra vida. De tales condiciones quiero destacar el contacto continuo con la naturaleza, el conocimiento más directo de la cultura y del arte de todos los lugares por donde pasamos, y como no, la relación enriquecedora con otras personas.
No hay duda de que el cicloturismo guarda una relación muy estrecha con la naturaleza. Inmerso como estoy desde hace meses en un confinamiento que ha estado dominado por la electrónica y los medios audiovisuales, ya deseo tomar contacto directo con la naturaleza, gozar de los paisajes, conocer el hábitat de animales y de plantas, explorarlo, sometiéndome incluso al esfuerzo físico y a un poco riesgo.
El hombre cada vez tiene una mayor conciencia ecológica que está transformando nuestra relación con la naturaleza. No sólo somos más conscientes de la limitación de los recursos y de la destrucción que ocasionan muchas actividades humanas, sino que también tenemos un mayor conocimiento de los equilibrios que deben existir y un mayor aprecio de la diversidad natural, todo esto está imponiendo un código de conducta que el cicloturista debe hacer suyo casi como condición de su supervivencia. Además, su especial relación precisamente con aquellos ambientes que se han revelado más sensibles ecológicamente – costas, montañas, selvas – nos impone una responsabilidad específica que debe ser asumida no solo por nosotros sino por los agentes sociales que se encargan de promover un tipo de turismo más sostenible.  


En este sentido ya estamos viendo cómo han surgido nuevas propuestas de bici carriles que nos llevan a cualquier lugar de Europa, euro-velos, vías verdes… que son una nueva forma de que las personas puedan acudir a unos lugares con unos nuevos hábitos que por su carácter formativo y humanizador es preciso que alentemos. El conocimiento directo de la naturaleza que se consigue a través de la bicicleta, su observación, el ejercicio del respeto, de su equilibrio a través de unas visitas más austeras, el contacto más personalizado que se hace posible al moverse en grupos más reducidos modifica de manera beneficiosa los hábitos diarios de la persona, permanentemente acosada por un consumismo exagerado.
El interés que muchas personas tienen por la cultura de otros pueblos determina muchas veces los viajes turísticos, que cuando los realizan cicloturistas ofrecen la posibilidad del conocimiento directo, del diálogo cultural sin intermediarios, que permite, al ciclista y al que le acoge, descubrir sus respectivas riquezas. Este diálogo cultural, que siempre debe fomentar la paz y la solidaridad, constituye uno de los bienes más preciados que yo le encuentro a los largos viajes en bicicleta.
En la preparación del viaje, el ciclista ya se dispone para ese encuentro, procurándose una información que sea verídica y suficiente para que le abra a la comprensión y al aprecio del país o la zona que va a visitar. A la información sobre el patrimonio artístico o la historia, hay que añadir que buscaremos conocer sus hábitos, la religión, la situación social en que vive la comunidad que le nos va a recibir. De esta forma, el diálogo cultural se basa el respeto a las personas, constituye un punto de encuentro y evita el peligro de convertir la cultura ajena en un simple objeto de curiosidad.
Las comunidades locales, por su parte, son capaces de captar esas señales y nos mostraran su patrimonio artístico y su cultura con una clara conciencia de su propia identidad, dispuestos a la interacción que todo diálogo auténtico genera. La invitación que se hace a ese cicloturista para que conozca la cultura, conlleva el propio compromiso de vivirla profundamente y protegerla celosamente. La rápida homogeneización cultural y de formas de vida que se da en todo el mundo, se hace con frecuencia contra la igual dignidad que debe reconocerse a las diversas culturas. Los viajes no deberían ser un instrumento de disolución o destrucción, alentando en las comunidades locales la simple imitación de lo extraño y el olvido de lo propio, poniendo en peligro los valores que le son propios, por ilegítimos sentimientos de inferioridad o por intereses económicos.
Para ello, al igual que es exigible a nosotros que nos hayamos procurado una información previa al viaje, es igualmente necesario que la comunidad local nos  presente su patrimonio cultural con toda autenticidad, de forma asequible, con informaciones y guías competentes, con amplias posibilidades de participación.
Los testimonios que podemos encontrar de cicloturistas sobre estas experiencias son incontables, pero tampoco es necesario dar la vuelta al mundo ni marcharse a lugares lejanos para sentir y experimentar las mismas sensaciones.  


Es el caso, de los fines de semana como oportunidad para los breves desplazamientos, en su mayoría en un ámbito geográfico próximo, esta clase de escapadas constituye la experiencia más accesible y frecuente, y ofrece la posibilidad de descubrir nuestras raíces culturales y espirituales. Lo mismo sucede con los desplazamientos con motivo de celebraciones locales, que contribuyen de modo especial a conocer de primera mano las tradiciones que nos rodean.
Se nos presenta un verano lleno de nuevos retos y con unas características a las que no hemos estado acostumbrados, superarlos para seguir haciendo kilómetros con nuestras alforjas es uno de los alicientes que nos esperan, lo conseguiremos, y nuestras bicicletas volverán a recorrer todos los caminos.

lunes, 11 de mayo de 2020

Nos movemos.


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 


Después de dos meses parece ser que esta semana vamos a poder subirnos a la bicicleta para algo más que para ir a la compra. Supongo que habremos perdido la forma física y que nos costará un poco volver a la normalidad anterior a la cuarentena.
De todas formas, no es muy importante salir de viaje con la bicicleta en una buena forma física, hay muchos días en el viaje para ir cogiéndola poco a poco. Solo con estar un poco acostumbrado otra vez al sillín ya estaré más que contento.
Parece ser que tenemos, por fin algunas fechas a las que aferrarnos y poderlas señalar en el calendario para poder volver a la normalidad, no a una nueva normalidad.
He visto, he oído y parecer ser que mucha gente es de la opinión que la humanidad saldrá reforzada, después de que nos podamos volver a abrazar, y que, reconstruiremos nuestra sociedad al son de canciones de lo más evocadoras.
¿Ocurrirá? Tengo mis objeciones, por más que me lo muestren todos los días en emotivos videos, salvó, a no ser, que nos empeñemos en mantener los buenos propósitos con nuestra familia y amigos, salvo que estemos atentos y no nos olvidemos de esa realidad tan incómoda de la muerte, de nuestra muerte.
El conocimiento de esa realidad no es de ninguna manera una vuelta al oscurantismo, como se nos repite continuamente, sino una postura que nos lleva a una realidad que es alegre y que nos hará más felices, pues es resolver su por qué y su para qué.


Ya sé, mi por qué y mi para qué serán mi opinión o mi verdad, y que cada uno puede tener su verdad. Sin embargo, mi verdad, en algunas ocasiones, puede ser una falta de información, en otras puede ser tal vez un prejuicio. Y, en otras, y eso es lo que parece más grave, puede tratarse de una forma de justificar unos actos que me podrían dejar muy mal parado. Y nadie quiere quedar mal parado. Por eso nos esforzamos por presentar mi verdad como la verdad.
Todos, cada uno de nosotros, aunque nos neguemos a aceptarlo tenemos un deseo de verdad por eso muchas veces mentimos, pero no nos gusta que nos mientan. Tenemos un deseo de conocer la verdad de las cosas y este deseo necesita que lo alimentemos constantemente, porque, sino vamos a presentar como verdad lo que en realidad va a ser una búsqueda de justificarnos ante los demás. Pero claro, para esto se necesita humildad y mucha capacidad para escuchar. Aunque no esté de acuerdo con lo que me están diciendo, quizás en lo que dice hay algo de verdad. Y si hay algo de verdad, el amante de la verdad debe acogerla.
Vivimos en un mundo en el que hay demasiada mentira. En todos los terrenos, no sólo en el de la política. Uno de los espacios donde la mentira abunda más es allí donde hay poder (del tipo que sea, pero poder, que es algo distinto de autoridad: autoridad es capacidad de arrastre y de convencimiento). Quién tiene poder suele aferrarse a él y defenderlo a toda costa. Y el coste, en muchas ocasiones, es la verdad. El poder engaña, no de una forma burda, sino manipulando, tergiversando la realidad. Tiene la extraña habilidad de decir a uno lo contrario de lo que dice al otro.
El deseo de verdad se manifiesta allí donde hay voluntad de diálogo, voluntad de escucha, de compromiso, de consenso, capacidad de ceder y hasta de reconocer los errores. El deseo de verdad siempre nos conducirá al bien. La verdad nunca nos hará daño, en todo caso, nos curará. Allí donde alguien queda herido “por la verdad”, seguro que no se trata de la verdad, sino de “mi verdad”. Por eso, como dice el poema de Machado, la verdad hay que buscarla juntos. Cuando no la buscamos juntos se convierte en “mi verdad”, y “mi verdad” corre el riesgo de derivar en abuso de poder.


Algo similar podría decirse sobre los que hayan muerto o vayan a morir como consecuencia del covid19, de la cuarentena o de cualquier otra cosa. Es bueno cuidarse y las autoridades tienen el deber de hacer lo posible por luchar contra las enfermedades, evitando la negligencia y la corrupción, pero lo crucial no es la salud del cuerpo, sino la del alma. ¿Qué más da morirse por coronavirus este año o el que viene por un infarto o un cáncer? Al lado de lo que representa toda nuestra vida, eso da igual. Lo fundamental es saber que estamos sacándole a nuestra vida el máximo provecho y que estamos preparados para la muerte, venga cuando venga. Si vivimos conociendo que hacemos aquí y hacia donde nos encaminamos, en medio de cualquier desastre o peligro podremos decir, con sosiego: si vivimos, vivimos para algo y, si morimos, morimos para algo. Ya vivamos, ya muramos, tenemos que saber que estamos haciendo lo correcto.
Pero claro, para esto es importante ser sinceros con nosotros mismos y con los demás, a todo el mundo le gusta la sinceridad hasta que conoce a alguien que la práctica. Nos ocurre lo mismo con la verdad. Nuestro egoísmo en muchas ocasiones no nos deja ver más allá de nuestras ideas, y cuando alcanzamos un poco de poder, puede ser peligroso. A un individualista si se le da poder, se convierte en un peligro, porque confunde autoridad con el mero poder. La autoridad se gana, es meritoria, y muchas veces tiene que ver con si estamos o no bien educados; el poder, sin embargo, lo recibimos incluso sin estar capacitados.


Es complicado enfrentarse a todos los problemas que nos presenta el covid19 sin tener las cosas claras, sin saber a quien tenemos que creer, donde esta la verdad y más aun si no tenemos una buena base moral para enfrentarnos a las dificultades.

viernes, 8 de mayo de 2020

Que no nos hurten.


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 


Pensar que existe una seguridad total y completa de nuestras pertenencias en un viaje en bicicleta es una quimera, no solo por la facilidad con que se ponen y se quitan sino también porque con solo una navaja se pueden rajar fácilmente y llevarse lo de su interior.
Por lo tanto, no se trata de evitar que nos sustraigan alguna alforja sino de disuadir un poco, ponerlo un poco más difícil, o sea evitar de que nos hurten y que si lo hacen se convierta en un robo.
Para que nos roben tiene que existir algún tipo de violencia, romper algo. En un hurto no. Si cogen una alforja del asa y se la llevan es hurto, sin rompen un ligero cable para llevársela ya es robo y si nos coaccionan de alguna manera es un atraco.
Al final nos han robado la alforja igual, pero a la hora de denunciar no es lo mismo y, sobre todo si tenemos algún tipo de seguro. Mi intención es solo que no me hurten.
Tener una seguridad total y completa no es posible, siempre habrá circunstancias que nos son imprevisibles. No existe, ninguna seguridad total. Aceptar esto no significa cruzarse de brazos y no hacer nada para impedir que nos roben, aunque no sabemos si nos ocurrirá resulta posible tomar medidas adecuadas.


Basta con poner unos pequeños obstáculos para dar una imagen de seguridad. Luego, lo que vaya a ocurrir escapa a nuestro control, porque siempre hay un nivel de imprevistos que nos van a sorprender. Muchas veces los pequeños hurtos que hemos sufrido en algún viaje son producidos más por la facilidad con que los han podido realizar que por el valor de lo que se han llevado o por la necesidad que tenían de esos objetos.  
El robo está con el hombre desde siempre, todo el mundo sabe que robar está mal, y no haría falta mucha explicación pues parece muy claro a primera vista. Pero si nos detenemos un poco con lo que significa el “no robarás” comienzan a llegar los “peros” y los “aunques”, y ya no se ve tan claro, entramos entonces en la parte que se refiere a codiciar lo ajeno. Tenemos muy claro que está mal robar, pero nos olvidamos de que también lo es desear coger y conservar lo que pertenece a los demás.
Moralmente es igual de malo robar que querer robar. Esta claro que realizar el robo agrava nuestra acción, pero nuestro error se cometió ya en el instante en que se tomó la decisión o se consistió en ese deseo. Un ejemplo, si decido robar una cosa si se presenta la ocasión, y ésta jamás viene, impidiendo llevar adelante mi propósito, ese intento de robo estará en mi conciencia y por lo tanto es ya un acto moralmente malo.


El tema del robo se puede también observar desde el punto de vista de la virtud de la justicia, que no es otra cosa que la virtud moral que nos obliga a dar a cada uno lo que le es debido, lo suyo. Se puede quebrantar esta virtud de muchas maneras, está claro que el robo es una de ellas.
Si vamos afinando un poco con la definición podemos decir que robar es tomar o retener voluntariamente contra el derecho y la razonable voluntad del prójimo lo que le pertenece. Veamos; “contra él derecho y la razonable voluntad del prójimo” esto es importante.
Advirtamos, que la vida es más importante que la propiedad de las cosas. Es, por lo tanto, irrazonable rehusar dar a alguien algo que necesita para salvar su vida. Así, el hambriento que toma un pan no roba. El refugiado que toma un coche o un bote para escapar de sus perseguidores, que amenazan su vida o su libertad, no roba.
Es esta una discusión interesante, pues distingue entre robar y de tomar prestado. Otro ejemplo, si mi amigo no está en su taller y le cojo unas herramientas para reparar mi coche, sabiendo que él no pondría objeciones, es claro que no robo. Pero está igual de claro que es inmoral tomar prestado algo cuando sé que su propietario pondría dificultades.
Si seguimos este camino, de que todo lo que sea privar a otro contra su voluntad de lo que es suyo, si se hace deliberadamente, está mal hecho, ya vemos que, además de robar, hay muchas otras maneras de cometer el mismo acto.  Incumplir un contrato o un acuerdo de negocios, si causa perjuicios a la otra parte contratante, es robar. También lo es incurrir en deudas sabiendo que no se podrán satisfacer, una falta muy común en estos tiempos en que tanta gente vive por encima de sus posibilidades. Igualmente dañar o destruir deliberadamente la propiedad ajena es el mismo caso.


Como veis, podría seguir, son innumerables, pues defraudar entra en el mismo “saco” ya que es: privar a otro con engaño de lo suyo. Los empleados públicos son una categoría de personas que necesitan tener una especial precaución en este problema del robo. Estos empleados son elegidos y pagados para ejecutar las leyes y administrar los asuntos públicos, con imparcialidad y prudencia, para el bien común de todos los ciudadanos. Un empleado público que acepte sobornos -por muy hábilmente que se disfracen- a cambio de favores políticos, traiciona la confianza de sus conciudadanos que le eligieron o designaron, y roba pues no les da a los ciudadanos lo que les es debido.
No se puede medir el daño moral con una cinta métrica, ni hallar su total en una calculadora. Así, cuando alguien pregunta: “Qué es peor, el hurto, el robo, el atraco, el fraude, la rapiña, etcétera”? No hay una respuesta preparada e instantánea. Sólo se puede hablar en general y decir que el robo de algo de poco valor será más venial y que robar algo valioso será más grave (tanto si su gran valor es relativo como absoluto).
Cuando hablamos del valor relativo de algo, nos referimos a su valor considerando las circunstancias. Para un trabajador con familia que mantener la pérdida de un jornal será normalmente una pérdida considerable. Robarle o estafarle su equivalente podría ser fácilmente grave. La gravedad de un robo se mide, pues, tanto por el daño que causa al despojado como por el valor real del objeto implicado.


La conclusión evidente es que, si somos escrupulosamente honrados en nuestros tratos con los demás, nunca tendremos que preguntarnos: ¿Es esto robar?  
En fin, lo dejo pues ya no quiero “robaros” más tiempo.

martes, 5 de mayo de 2020

¿Vivir el presente?


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 



Estoy empezando a sopesar con un poco más de intensidad la posibilidad de no salir de España este verano y, para ello no queda otro remedio que ir mirando las posibles alternativas que más me pueden gustar, por si llegado el momento me decido por esta opción.
Siempre he pensado que el objetivo general de un viajero no es ir a un lugar lejano para buscar algo diferente, pensando que los lugares cercanos son monótonos y aburridos. El objetivo general de todo viaje es, al fin y al cabo, estar en nuestro país como en un lugar lejano y diferente.
Pensar que puede resultar monótono y aburrido recorrer lugares cercanos es un error; la monotonía, así como la sensación de aburrimiento es un sentimiento y una cualidad de la persona y nada tiene que ver con el lugar o el paisaje en el que nos encontremos. Como decía Chesterton: “No hay paisajes tristes; hay solamente espectadores tristes”.
Las dificultades para moverse por Europa, aunque van a ir mejorando no van a poder asegurarse en el tiempo hasta que se encuentre una vacuna para el covid-19. Y por eso voy a terminar lo que me queda de cuarentena repasando cuidadosamente estos libros, y ya decidiré que hacer.
En fin, este verano puede dejar de ser un hermoso sueño; puede dejar de ser incluso una hermosa pesadilla. El verano que nos espera puede no ser justo con nosotros o ni siquiera un error imperdonable. Pero ese verano que nos espera es todavía una historia, una historia que merece ser vivida.
Ya sé que muchos estaréis pensando que “hay que vivir el presente”, que según se vayan desarrollando los acontecimientos actuaremos; sé que es una frase que suena muy bien, que parece de lo más sensata y equilibrada, pero siento discrepar. Porque me parece una frase engañosa.
Ese vivamos el ahora mismo. “Comamos y bebamos que mañana moriremos” supone no responsabilizarse del pasado ni comprometerse en el futuro.
¿Pasar del pasado? No puede ser. Ese pasado me cuenta qué pasó para que ahora esté preparando el viaje a Nordkapp, por qué pasó y qué consecuencias está teniendo. Es conocer los antecedentes, por qué llegué a esa decisión y qué consecuencias tuvo entonces. De repasar esos hechos voy a sacar conclusiones para este verano, como debe ser.
Mi vida está marcada, entre otras, por esa decisión de llegar al Nordkapp, tal vez fue un error o un acierto, por eso es bueno volver a esos días. Ya sé, que no puedo cambiar los acontecimientos, pero sí analizar lo que pasó, por qué, cómo y qué consecuencias tuvo. Y desde ahí aprender. Puede resultar molesto, lo sé por propia experiencia.


Supongamos que llegue a la conclusión que me equivoque al tomar esa decisión, evidentemente no me apetecerá volver sobre el tema. Normal. Y supongo que diría que lo importantes es vivir el momento presente. Pues sí, pero malamente viviré el presente si no tengo bien clarificado ese pasado.
Claro que importa el pasado, y mucho. Por eso se manipula tanto la historia, la universal, la de España y la de nuestro día a día. Y sin embargo no se puede vivir el presente, y mucho menos pensar en el futuro, si el pasado no quedó resuelto.
Es fantástico cargarse de un plumazo el pasado. Si no hay pasado, si no importa, no tengo responsabilidades que asumir. Ni necesidad de arrepentirme de nada. Fabuloso. Tampoco hay que dar explicaciones de nada ni a nadie. Lo pasado, pasado. Vivamos el presente. Si no hay pasado, si no debe importarnos, lo pasado ya pasó.
Hablar de los meses pasados es duro, sobre todo por las ilusiones que pusimos y las aventuras que imaginamos, que preparamos. Aceptar que ese pasado no se va a cumplir es aún más duro. Por eso es tan fácil caer en la tentación de repetirnos esa frase tan bonita de “vivir el presente” y olvidarnos que esté presente es el pasado de nuestro futuro, y es maquiavélico no querer responsabilizarse cada uno de su propio pasado. Y eso no es bueno. Eso es terrible.
Lo de vivir sin pensar en el futuro no es que sea una insensatez, sino que es directamente imposible. Es sensato pensar en el día de mañana al igual que lo es ser previsor. Ese “comamos y bebamos (hoy) que mañana moriremos” es la frase clave. En definitiva, vivamos el ahora, que el después quien sabe. Este es el error.
Despreciar el futuro en aras de gozar del presente es simplemente una forma de hablar. Vivamos el presente. Perfecto. Pero en realidad no vivimos así.


Negarse a mirar al futuro puede ser incluso una forma muy furtiva de eludir todo compromiso personal. ¿Nos casamos? Vivamos el presente. Fantástico. ¿Nos planteamos algún proyecto? Vivamos el presente. ¿Nos vemos mañana? Quién sabe… lo importante es el presente.
Cuando sólo pensamos en el presente, y despreciamos lo que sucederá después, es cuando más veces “metemos la pata”. No suelen decir; ¿Pero es que no pensante en? No… no se me ocurrió. Aquí suele radicar la diferencia entre el necio y el sabio. El sabio mira más allá del momento, el necio se queda en el aquí y ahora. Luego nos pasa lo que nos pasa.
No estoy diciendo que no se haya de vivir en el presente, lo que estoy diciendo es que hay que saber que el presente es hijo de un pasado que ahí quedó y que nuestro presente lo vamos construyendo la vista puesta en el futuro.
Así que, me voy a repasar todos esos libros a ver si encuentro algo interesante para este verano en el caso de no poder subir al Nordkapp.