miércoles, 31 de enero de 2024

¡Buenos días! Mente reactiva o proactiva.

     “Soy más que un diablo: soy un hombre. Y puedo hacer la única cosa que ni Satán puede: puedo morir”. G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Cada día nos vamos dando cuenta de que acumulamos problemas, desencuentros, malentendidos, etc. en el corazón. Todos hemos sentido en alguna ocasión estas emociones. ¿Quién de nosotros no se ha sentido excluido en algún momento? ¿Quién de nosotros no ha sentido rabia ante alguna clase de comentario? Todos hemos pasado por momentos en los que alguna acción ha despertado una emoción que no es lo que nos gustaría mostrar, pero que hemos de reconocer que está ahí.

Cuando me siento dolido, cuando me hacen daño por lo general mi primera reacción es protegerme y defenderme. Ahora bien, el cómo lo hago es lo que marca la diferencia. Puedo defenderme con rabia, con ira, con ganas de venganza, con tristeza, etc. Muchas veces las personas respondemos ante un mal provocando más mal. Y, claro, esa relación no solo no avanza, sino que probablemente, tarde o temprano tendrá un final que no es el que queremos.

Lo bueno es que podemos elegir cómo reaccionar. Yo puedo elegir entre la rabia o la paciencia. Puedo elegir entre la venganza y el perdón. Y así con todas las situaciones. ¿Cómo reacciono ante un ataque? He leído en alguna parte que hay como dos clases de personas, las que tienen una mente reactiva y las que tienen una mente proactiva.

La diferencia más importante entre una y otra, se encuentra en cómo una persona aborda y responde ante un ataque. Las de mente reactiva son las que responden en el instante, responden inmediatamente a la agresión, y claro se responde con lo primero que se encuentra, y obviamente si te están haciendo daño no se suele reaccionar con una emoción muy amigable, es decir, son impulsivas y muy emocionales y no reflexionan en ese momento. Sin embargo, las personas con mente proactiva prefieren reflexionar y responder como ellas desean, por supuesto que también les duele lo que les está pasando, pero eligen ser ellas las que respondan y no una emoción, un sentimiento nacido en ese momento.  

Cuánto más grande es la agresión, más grande será nuestro esfuerzo por ser proactivos, es la mejor solución y la que más problemas solucionará. Para ello, trabaja el cómo quieres contestar, qué tipo de persona quieres ser en la vida.

martes, 30 de enero de 2024

¡Buenos días! ¿Por qué hablar de la verdad?

     “Nos gusta hablar de “libertad”, de “progreso”, de “educación”: son evasiones para esquivar el examen de qué es lo bueno. El hombre moderno dice: “Dejemos todas esas pautas arbitrarias y abracemos la libertad”. Dicho de forma lógica, esto significa: “No decidamos qué es lo bueno, pero consideremos bueno no decidirlo”. Dice: “Fuera las viejas fórmulas morales: yo estoy por el progreso”. Esto, dicho de forma lógica, significa: “No resolvamos qué es lo bueno, pero resolvamos si queremos más de ello”. Dice: “La esperanza de la raza no reside en la religión ni en la moralidad, sino en la educación”. Dicho claramente, esto significa: “No podemos decidir qué es lo bueno, pero démoselo a nuestros hijos”. G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!


Estoy seguro de que todos ya nos habremos dado cuenta de que desde hace décadas la idea de verdad sufre un desconcertante desprestigio. No se trata solo de la noción de verdad sino, con ella, la forma de pensar de las personas.

Muchas personas dedican una parte importante de su vida en tratar de distinguir lo que es importante de lo que no lo es. La supervivencia del pensamiento humano, más allá de la idea que cada persona imprime a sus reflexiones, es ya un recordatorio de que la vida de las personas no puede considerarse solamente una cuestión de supervivencia; nuestro pensamiento es ya un indicio de que nuestra razón no se conforma con simples ejercicios de lógica, sino que está al servicio de lo que es verdadero, siempre busca lo que es verdad.  

Puede parecer en estos días que el papel de nuestro razonamiento está en el aire. Pero, nunca ha sido tan necesario el trabajo de pensar y adquirir más sabiduría para que nos enseñe el camino a seguir; pues es evidente que el descrédito de la verdad nos lleva a quedarnos en lo superficial, encerrados en la superficialidad.  

Cuando miramos a nuestro alrededor y no encontramos la verdad por ningún sitio notamos como solo nos conformamos con la certeza, el control y la seguridad. Parece como si ya no buscásemos ser felices, sino encontrarnos seguros, no equivocarnos, y la diferencia es abismal.  

Porque nuestra obsesión por la seguridad nos muestra el miedo, un miedo que nos hace pequeños como seres libres. Tenemos miedo de no saber a dónde vamos, un miedo que nos provoca angustia y que nos paraliza. La seguridad, es verdad que en cambio nos tranquiliza, pero no nos da paz. Arriesgarnos significa tomar decisiones en las que puedo a veces acertar y en otras errar. Arriesgarse es jugar, pero jugársela es mejor. No arriesga quien juega, sino quien se la juega. Al final la vida es un juego. No darnos cuenta significa estar adormilado. Este es nuestro problema: dormimos para escapar del miedo, y además no nos damos cuenta de ello.

Hay que elegir, escoger en qué lado se quiere estar, escoger en qué situación se quiere vivir, es la elección de cada uno, intima, personal. El amor arriesga, la comodidad amodorra, el miedo nos paraliza y la duda nos complica la vida. La madurez tiene mucho que ver con esta elección.

Nuestra sociedad ha elegido y lo verdadero ya no interesa, no nos apetece arriesgarnos, entonces, ¿por qué hablar de la verdad? Y así, poco a poco, va desapareciendo de nuestra vista, ya no la vemos en el horizonte cultural, ni en el social y menos en nuestra vida. Nos encontramos en el reino de lo superfluo.

Si no buscamos lo que es verdad no puede existir el deseo de saber, pues cuando deseamos saber algo queremos que sea lo que es verdadero. Si deseamos saber, pero no nos queremos esforzar por saber la verdad de las cosas nos encontramos buscando en la nada. Nos da igual todo, y entonces, ya no seremos capaces de sentir admiración, y si no nos maravillamos no podemos agradecer nada.

La persona que se maravilla, que admira cualquier cosa que le rodea termina por agradecer su misma existencia. Encuentra como nuevo cada cosa que va admirando, y termina por encontrarse en un mundo lleno de novedades y en lo más alto ve a cada persona. La persona es lo más nuevo, la que siempre podremos admirar.

lunes, 29 de enero de 2024

¡Buenos días! La era de la desconexión.

     “Todo este lío actual está sustentado en el curioso principio de sacrificar los usos antiguos porque no encajan con los abusos modernos” (G. K. Chesterton) 

¡¡¡Buenos días!!!

Ayer por la tarde estuve leyendo un artículo sobre la “era de la desconexión” que curiosamente y para mi asombro no explicaba lo que, a mí, a primera vista me parecía. Resulta que vivimos tan conectados que al final estamos desconectados.  

Durante siglos nuestras relaciones e intercambios se han realizado en el marco de un mismo ambiente, ahora, no solo hemos desconectado de nuestros ambientes cotidianos, sino que la gran mayoría de nuestros intercambios con otras personas se realizan por internet o por el móvil.

  Cada una de nuestras pasiones del ánimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y especialmente el amor o el cariño, han contado desde siempre con el rostro y con el contacto directo con las personas, todo esto queda sustituido por relaciones que terminan en el anonimato, lo que expande la sensación de soledad, de aislamiento. Esta frialdad en las relaciones va a influir negativamente en nuestra forma de ser, cuando el abuso de tecnologías informáticas nos conduce a algo tan grave como prescindir de la comunicación personal con los compañeros, amigos…

Hay que intentar darnos cuenta y por lo tanto ser conscientes de que la supremacía de la técnica sobre la ética equivale al dominio de la materia sobre el espíritu, lo que dejaría al hombre a merced de la tecnología, y las personas que somos conscientes de esto debemos proteger al ser humano contra la destrucción de sí mismo.   

Desde siempre, bueno desde Platón, para entender y proteger al hombre no basta con observarlo fríamente, sino que es necesario contemplarlo con amor, acercarnos para conocerlo y saber de su voluntad, y entonces, surgirá la necesidad de cuidarlo, de interesarse por su vida, porque lo consideraremos único y parte indispensable de nuestra vida.

sábado, 27 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! Todos dependemos de todos

 “Hay algo profundamente perturbador en el hecho de que cuando los modernos atacan una institución que realmente requiere reformas, siempre la atacan por razones equivocadas” (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Todos estaremos de acuerdo, espero, en que las personas somos seres sociales y que necesitamos relacionarnos con otras personas, por lo que este hecho nos crea y nos exige establecer unos vínculos: o sea lo que nos une a los demás. Se necesitan esos vínculos, unos vínculos que van desde los afectivos hasta los laborales. Ahora bien, esos vínculos que nos atan de alguna manera ¿nos limitan? Yo creo que no, es más todo lo contrario ¡nos realizan!  

Veamos un ejemplo, también muy manido, el del cuerpo humano: estamos formados por ligamentos, tendones, músculos…etc. Que de ninguna manera nos limitan, sino que posibilitan que podamos mover un brazo, por ejemplo.

Se necesita una estructura, sino todas las piezas están sueltas. Y esto sirve para todo, desde empresas hasta la familia y hasta países. Y, toda organización necesita una jerarquía.

Al principio, cuando somos jóvenes lo que queremos es ser cada vez más independientes, o sea valernos por nosotros mismos. Ahora bien, esa necesidad de funcionar con autonomía no termina ahí, no podemos ser cada vez más independientes. Pues una persona sola, actuando independientemente va a conseguir muy poco y lo que realice no tendrá continuidad. La independencia personal no puede ser el objetivo final de nadie razonable. Cuanto más independiente, más limitado, más incapacitado de hacer cosas grandes.

Vayamos con otro ejemplo, veamos un tren y una bicicleta. Ir en bicicleta tiene muchas ventajas pues me permite ir a donde quiera, cuando me canso, me paro y disfruto del paisaje. Pero el tren no representa una limitación por mucho que limite el movimiento, pues si viajo en él no puedo salirme de las vías. El tren necesita de más gente para funcionar es verdad, tiene unos horarios que cumplir…etc. pero tengo que reconocer que posee muchas ventajas como que puede llevar a mucha más gente.

Formar parte de la sociedad que valora y respeta a todas las personas significa que cada persona no es un mero engranaje de una máquina, sino que tiene su dignidad y autonomía personal.

Podría resumirlo de la siguiente forma: nuestro camino de crecimiento personal nos lleva desde ser dependientes al nacer hacia la independencia, de la independencia a la interdependencia. Es necesario alcanzar la independencia para seguir creciendo. Crear lazos, unirse a otros, tener proyectos comunes. La apertura a los demás enriquece enormemente. Entonces, siendo independientes, somos también interdependientes: hay entre nosotros una mutua relación de colaboración.

De alguna forma todos dependemos de todos.

miércoles, 24 de enero de 2024

¡Buenos días! Límites a la tolerancia.

     “Las falacias no dejan de serlo, aunque se conviertan en moda”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Una cosa bastante corriente es encontrarse con personas que son de la opinión de que el concepto de lo que está bien o está mal es muy relativo. Según mi opinión esto sucede porque no se han preocupado mucho de profundizar en la noción de la tolerancia.

Y, es que entender bien la noción de tolerancia nos coloca en un buen lugar para comprender el fenómeno del “relativismo”, que se encuentra detrás de lo que comentaba al principio.

Se suele decir mucho “yo hago lo que me da la gana”, y esa misma persona al día siguiente nos dice refiriéndose a alguna cosa que “eso debería estar prohibido”. En su aparente contradicción, tenemos un ejemplo claro de cómo todos aspiramos a la libertad, pero al tiempo reclamamos protección frente al empleo que otros hagan de la suya: vemos necesario que existan unos límites.

Todo lo anterior puede estar y parecernos bastante obvio pero la pregunta que aparece ahora es si pueden estar justificadas esas prohibiciones a la vez que se admite lo que repiten los relativistas de que: “nadie tiene derecho a imponer a los demás su propio concepto de moral”.

Lo que nos dicen los relativistas es sin duda una apasionada y valiente defensa de la libertad individual, pero si nos detenemos un momento a analizarla con un poco de calma, es relativamente fácil que nos encontremos con serias contradicciones.

La primera contradicción con la que nos encontramos es con la facilidad con que deja de ser relativo para imponernos un postulado indiscutible, “que nadie puede imponer nada a nadie”.

Si hay un problema que me llama la atención cuando pienso en el relativismo es cuando se habla de poner límites a la tolerancia. Es inimaginable una sociedad en la que este permitido todo, ya que hay cosas que no pueden tolerarse.

 Si ahora pensamos en por qué no toleramos algunas cosas, nos daremos cuenta de que existen verdades y valores que los consideramos innegociables. Y, ahora tengo que recurrir a unos ejemplos ya muy manidos y nada originales, pero me parecen los más sencillos de desarrollar.  

Por ejemplo, no toleramos el robo porque queremos proteger la propiedad, necesaria para la subsistencia libre de las personas; o no toleramos el asesinato para proteger el derecho a la vida de todo hombre.

Tengo que decir que, en los dos casos, lo que estamos haciendo es imponer a los ladrones y a los asesinos algo con lo que pueden no estar de acuerdo. Y pienso, que todos entendemos que, si el ladrón no cree en el derecho a la propiedad, o el asesino no cree en el derecho a la vida, o si ambos creen que tienen motivos personales para matar o robar, no por ello sus actos dejan de ser reprobables, y por lo tanto castigados en una sociedad que pretenda ser justa.

Si admitiéramos el relativismo, consideraríamos que toda persona tiene derecho a su verdad y a su criterio para decir lo que esta bien y lo que esta mal, y nos encontraríamos con que cualquier ley sería una muestra de intolerancia que curiosamente no puede tolerarse porque somos relativistas, estaríamos en un círculo del que no hay forma de salir.

Si resulta que cada persona tiene su verdad sobre lo que se entiende por justicia, y ninguna persona tiene derecho a imponer la suya a otros, nos surgen preguntas: ¿en nombre de qué verdad puede alguien impedir o perseguir el robo, la violación o el asesinato? ¿en nombre de qué autoridad se puede considerar que una acción es mala, e imponer a otros ese concepto de lo que es malo?

martes, 23 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! Un compromiso con los demás.

     “Muchos hombres han tenido la suerte de casarse con la mujer que aman. Pero tiene mucha más suerte el hombre que ama a la mujer con la que se ha casado” (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Hace unos días subía con la bicicleta por Petracos y me encontré una rama de un olivo que el viento había arrastrado hasta la carretera, la esquive, pero unos metros después volví atrás y la retiré pues era posible que causara un accidente a algún ciclista que bajase.

Mientras bajaba hacia la Vall d’Ebo pensaba que quizás en la vida pueden pasar situaciones parecidas. Nos encontramos ante alguna dificultad de la vida o con algún problema y podemos elegir entre solucionarlo bajo el famoso; “sálvese quien pueda”, o por solucionarlo, pero sin olvidarnos de nuestro compromiso con los demás.

Si lo pensamos veremos cómo nos encontramos con muchos ejemplos, y nos daremos cuenta de que muchas veces no somos conscientes de que nuestros actos tienen consecuencias en los demás y, por lo tanto, en nuestro mundo. Por ejemplo: no acudir a una cita médica y no avisar o esas personas que por tener un trabajo fijo garantizado les da igual la calidad de su trabajo porque ya no necesitan esforzarse.

Si queremos una sociedad justa debemos tener un compromiso con los demás.

Conseguirlo no es fácil, ya que todos somos conscientes de muchas cosas, aunque las sepamos, no las llevamos a cabo porque sólo hacemos aquellas que nos gustan. El mundo en el que vivimos se siente cómodo en un ambiente poco agresivo, tolerante, en el que las personas se ven liberadas de la influencia de los demás porque se han desligado, no existen lazos de unión. Se ha abolido lo trágico y se mueve con soltura en una efectividad divertida, sin compromiso y donde se devalúa lo real.

Podemos observar como la seriedad se desacredita constantemente a nuestro alrededor, porque se ve en el origen de las grandes tragedias de la humanidad que surgen porque alguien se tomó algo demasiado en serio, ya fuese la nación, la raza o el partido. Nuestra sociedad desconfía, con razón, de todo fanatismo. Se tiene un valor por encima de los demás, que es la libertad, y todo lo demás son procedimientos para conseguirla. Cuesta mucho admitir cualquier clase de afirmación que sea mantenida con vigor. Asusta cualquier norma que sea bien definida. Pues, parece que se tenga una consigna clara que nos está repitiendo que no tomemos nada en serio, ni siquiera a nosotros mismos.

Muchas personas se han dado cuenta de las ventajas que tiene olvidarse de los afectos, todos somos de lo más divertidos, las costumbres son desenfadadas, todo se toma como leve, gusta la levedad. No hay duda de que esta forma de vivir tiene sus ventajas, sin embargo, es fácil comprobar que esa actitud de levedad produce frutos ambivalentes: pretende fortalecer el Yo, y acaba, sin embargo, patrocinando un Yo débil, fluido e insolidario; en vez de ensalzar la creatividad, que es lo que pretendía, crea una persona errática y pasiva.

Se huye de la realidad y eso nos convierte en simples espectadores de nuestra vida. Rechazamos el compromiso lo que da paso a una espontaneidad caprichosa, por la cual la persona es lo que le da la gana, o sea, lo que se le ocurre, es decir, una salida imprevisible.

Muchas veces no nos damos cuenta, pero al huir del compromiso eludimos la realidad. Es necesario comprometerse porque la vida está llena de compromisos. La vida es optar y adquirir vínculos: quien pretenda almacenar intacta su capacidad de optar, no es libre: es un prisionero de su indecisión.

Por eso, aunque todo compromiso en algún momento de la vida resulta costoso y difícil de llevar, perder el miedo al compromiso es el único modo de evitar que sea la indecisión quien acabe por comprometernos. Quien jamás ha sentido el tirón que supone la libertad de atarse, no intuye siquiera la profunda naturaleza de la libertad.

sábado, 20 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! ¡Buen sábado!

     

    “No digas que los locos son solo la minoría y los sanos la mayoría. Los sanos son sanos porque sostienen los puntos de vista más humanos y no porque sean muchos o pocos.” (G. K. Chesterton) 

¡¡¡Buenos días!!!

Viendo esta mañana en internet la forma de actuar de algunas personas se puede llegar a la conclusión de que se creen con la facultad de no rendir cuentas a nadie, piensan que no necesitan apoyarse en sus raíces ni en cualquier clase de cimientos, dicen que se bastan ellos mismos.

Su objetivo no es otro que el de desear decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto, les gustaría decidir quién es digno de vivir o tiene que ser sacrificado para cumplir otras exigencias; les encantaría dar en cada instante un paso al azar, sin tener un rumbo que seguir solo dejándose llevar por las reacciones de cada momento.

Lo curioso del caso es que todos en algún momento podemos tener esas tentaciones, esos deseos siempre van a estar ahí, están y han estado con el hombre desde el principio de los tiempos. Es un instinto que parece que está malditamente escrito en nuestro ADN. En la historia de la humanidad lo hemos visto en innumerables ocasiones, se ha intentado con más sutiliza o más descaro, sin embargo, estamos en unos momentos donde se dan tan masivamente, tan refinadamente, tan cínicamente, con tantos intereses creados y con tantas subvenciones que nos tenemos que empezar a preocupar.

Al fin y al cabo, de lo que estamos hablando es de adueñarse de la vida, de la propia y de la ajena, de controlar la vida en todas sus fases y en todas sus formas. Un control que se atreve a decidir qué y a quien hay que eliminar y cuándo, en qué hay que engañar y cómo, a quién hay que aislar y por qué.

Se nos muestra la muerte no como un desenlace natural de los que estamos vivos y vamos a entrar en la eternidad, sino una muerte que es producto de un cálculo político, del interés económico, y de una pretensión cultural.  

 No es la piedad hacia otros seres que están enfermos o aún no han nacido lo que se quiere legislar o se está legislando. Por más que se envuelva con palabras confusas, rimbombantes, o de calculada ambigüedad, jugar así con la vida es un atentado contra la misma vida, y contra los seres más vulnerables. La historia misma ha condenado en el pasado y condenará en el futuro esa forma de disponer y eliminar la vida humana, sencillamente porque no tiene por ningún lado una pizca de humanidad.

 

jueves, 18 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! Nos asusta el silencio.

     “Existe una diferencia esencial entre la frase que se lee una vez y la que se lee dos veces” (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

No creo que sea por la edad, espero, pero a mí me gusta el silencio y veo a mi alrededor que existe un miedo, un horror intenso y enorme a estar en silencio. Recuerdo que hace unas décadas las personas buscaban en el silencio la tranquilidad y el sosiego que los quehaceres diarios les impedían tener, en cambio ahora se busca en los contenidos audiovisuales y en ese vicio de mirar en las redes lo que le sucede al vecino la tranquilidad que antes nos daba el silencio.

El silencio, ahora, agita más que nunca. La gran mayoría de las personas necesita música, noticias, y ruido para concentrarse porque se ha llegado a un concepto de concentración que va en contra de nuestra conciencia. Queremos hacer lo que nos dé la gana, y nos rodeamos de un ruido permanente. Llevamos la rebeldía a su máximo esplendor: no queremos normas ni ninguna voz interior que nos las recuerde.

Me da la impresión de que se tiene miedo a esa voz interior que brota de nuestra conciencia y que aumentaría nuestra sensatez. Nos hemos incapacitado para el silencio, vamos todo el día llenando nuestra agenda para no tener un minuto libre, un hueco o un momento de silencio que nos dé la ocasión de oír a lo lejos el susurro de una sociedad que nos aprisiona.

Al final, puede ser que ya no tengamos cuerpo para el silencio, pero ese horror al silencio en realidad no ha cambiado nada o tal vez es posible que lo haya cambiado todo: seguimos necesitando el silencio tanto como siempre, pero nos horroriza si lo conseguimos. Algo no funciona bien en nuestra cabeza, en el alma. Se trata de un horror a nosotros mismos, en miedo a vernos en lo que nos hemos convertido o hemos dejado que nos conviertan. No queremos pensar porque no nos gustarían las conclusiones a las que llegaríamos.

martes, 16 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! Hay que saber mandar.

     “Si el libre pensamiento significa que no somos libres de rebatir a los librepensadores, es que nos encontramos ante una forma muy sesgada de libre pensamiento” (G. K. Chesterton) 

¡¡¡Buenos días!!!

Me detuve ayer en el momento en el que debía de dar mi opinión de porque la autoridad debe ir unida al servicio para terminar de explicar porque la obediencia es una virtud. Ya sé que esta forma de entender la autoridad se encuentra en una flagrante contradicción con el concepto que reina en nuestro tiempo.  

Si miramos el significado de la palabra autoridad nos encontramos con esto:3. f. Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia.”

Por lo tanto, se obedece a alguien que por su calidad y competencia en algo se constituye en autoridad. Veamos, yo debería de obedecer al que tiene una autoridad en un determinado tema, lo que sucede es que, si yo tengo la obligación de obedecer, el otro tiene derecho a que le obedezca y viceversa. ¿Por qué?

Lo que una autoridad no es: no es arbitraria, no un privilegio, no un medio para satisfacer los propios caprichos, no supone autoritarismo...

Básicamente es un servicio. El que sabe, el que es una autoridad en algo debe poner su saber y esa autoridad al servicio de los demás. El que manda debe ser quien más sirve. Su mando está al servicio de los “mandados”. Corrompe su autoridad quien se sirve de ella para su propio beneficio.

Tiene sentido que haya una autoridad. Es necesaria. Si queremos reunir un grupo de personas para formar una unidad, para que funcione al unísono como una sola persona. Esto requiere una cabeza que señale la dirección. Por esto, en todo grupo de personas, en toda sociedad, el bien común exige una autoridad. Esa es su razón de ser: servir a quienes están bajo su mando. No es el “dueño” de los demás, sino su servidor. Cada uno sirve desde su lugar al grupo. Así se evita el caos y hace posible la armonía.
Esto no es inmovilismo: a medida que una persona crece, madura, se perfecciona adquiere mayor responsabilidad porque está en condiciones de poder servir mejor.

Sólo quien sabe obedecer, sabe mandar. Sería peligrosísimo que quien no sabe o no quiere obedecer ejerza el mando: fácilmente se convertiría en un tirano. Por otro lado, todos obedecemos. De aquí que quien manda debe ser el primero en someterse a la ley, a lo pactado, al honor… Si quien manda desobedeciera, estaría minando su propia autoridad.

La autoridad hay que ganársela. Es sobre todo autoridad moral. No bastan los "títulos" (ser padre, profesor, gobernante…). La autoridad moral es una gran ayuda a la obediencia. Si quien tiene que obedecer ve el ejemplo, tiene en gran estima a quien manda y la obediencia se hace más fácil.

Pero, hay que tener claro que sólo se debe mandar lo que es bueno para el todo (el bien común) siéndolo también para quien lo ejecuta. Hay que saber mandar, para lo que se debe ser capaz de  
encontrar el puesto de cada uno, ser capaz de darse cuenta de las aptitudes y potencialidades de cada persona, ver donde es más eficaz, saber animar, enseñar coordinar. En resumen, él que manda, el que tiene autoridad debe de conseguir que cada uno dé lo mejor de sí mismo y así se desarrolle. El que manda está sujeto por lo tanto a la virtud de la justicia: “dar a cada uno lo que le corresponde”: reparte tareas, cargas y beneficios equitativamente. Si no lo hiciera así, sería injusto.

Después de todo lo dicho nos encontramos con un aspecto de la obediencia que hay que tener muy en cuenta, ya que no se trata de ejecutar la voluntad de otro.

Un perro puede hacer lo que le ordena su amo para recibir como premio un hueso o evitar un golpe, sin embargo, no puede obedecer porque no es libre. Sin libertad no hay obediencia. Sin adhesión interna no hay obediencia como acto virtuoso. La obediencia como acto virtuoso supone la unión de voluntades, el actuar libre y responsablemente.

La obediencia no es sometimiento del más débil al más fuerte. No es una imposición del poder. No es tampoco una mera cuestión funcional (aunque también lo es).

En fin, lo dejo por hoy.

lunes, 15 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! ¡Regresamos!

 “En una verdadera tradición religiosa el hombre entiende dos cosas: la libertad y la obediencia. La primera significa saber qué quieres de verdad. La segunda significa saber en quién confías de verdad”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Después de casi dos semanas volvemos al Buenos Días, y es que hay temporadas que deberían de poseer más de 24 horas. Después de estos días que no han sido de descanso sino de todo lo contrario vamos a continuar y, quiero hacerlo con un concepto que he podido comprobar que no es entiende bien.

Muchos de nosotros ni valoramos ni entendemos la obediencia, la vemos como una cosa que tenemos que soportar y que en la mayoría de las ocasiones no es posible evitar: el fuerte manda y el débil obedece, uno es jefe y otro empleado… se obedece porque no nos queda otra opción. También hay personas que piensan que siempre obedecerán a menos que se hagan mayores o crezcan, progresen, o que tengan más dinero y puedan ¡por fin! Hacer lo que les dé la gana, sin tener que obedecer a nadie.

Si entendemos como obediencia todo lo anterior, hay que entender que la vemos como una expresión de nuestra debilidad, de nuestra falta de edad, de sometimiento o de humillación. O sea, lo vemos como algo que no sólo no tiene valor, sino que se trata de un antivalor y cuanto antes nos libremos de él mejor, cuando antes nos libremos de obedecer seremos más nosotros mismos pues ya no tendremos encima a alguien a quien obedecer.

Resulta entonces que pensamos que obedecer es algo no deseable y hasta malo y, nos surge una pregunta: ¿cómo puede ser que se diga que la obediencia es una virtud que es regulada por la justica? Y es que, si no recordamos mal, una virtud no es otra cosa que una perfección de nuestra naturaleza. Si la obediencia fuera una virtud, resultaría que una persona obediente sería más perfecta que una desobediente. Tendría por lo tanto una personalidad más madura, más desarrollada, más perfecta. Pero, afirmar esto es contradictorio con la visión de la obediencia que describimos en el párrafo anterior. ¿Qué es lo que no funciona?

En una sociedad como la actual en la que se busca sobre todo la afirmación de uno mismo sobre todas las cosas, es muy complicado que podamos entender la obediencia. Por eso ahora en nuestra cultura, la obediencia se encuentra muy lejos de ser considerada una virtud -que no lo olvidemos es algo valioso, bueno y meritorio- se considera algo malo, o al menos algo que intentamos evitar. Se considera bueno mandar y malo tener que obedecer. Si no queda más remedio que obedecer se obedece, ya que así son las reglas. Si lo pensamos un poco veremos que en esa forma de actuar se parte de una especie de acuerdo: yo cedo en algo para ganar algo. Por motivos de conveniencia personal y para evitar problemas a la vez que para tener seguridad me someto y obedezco leyes, para que las leyes me protejan de los demás... y así en la mayoría de nuestras obediencias.

Entonces es normal que nos continuemos preguntando ¿por qué será que muchas personas consideran tan importante la obediencia? ¿Qué sentido tiene obedecer? Va a costar un poco mostrar porque la obediencia no somete, armoniza; no empequeñece, nos lleva a la plenitud; no separa, une… o sea que es considerada como una parte del camino hacia la perfección.

Si hemos llegado hasta aquí no nos queda más remedio que para comprender lo que significa la obediencia hay que entender el concepto de autoridad. Y, nos volvemos a encontrar con otro concepto que no se entiende como se debería.

Para muchas personas la autoridad es simplemente un privilegio. Se piensa que se tiene autoridad para provecho propio. Eso hace que muchos hagan todo lo posible por llegar al poder, pues piensan que el poder es autoridad, pero no lo es, a través del poder se puede dominar a los demás y llenarse de bienes. Si pensamos un poco, vemos que en el ámbito familiar se aplica el mismo estilo de autoridad: el padre de familia es un señor que tiene todos los derechos y privilegios y los demás miembros de la casa deben obedecerle. Este concepto ha sido, con certeza, el que más ha contribuido a desprestigiar la autoridad.

Muchas personas en la adolescencia empiezan a confundir lisa y llanamente autoridad con potestad, es decir, con el derecho a disponer de alguien. Pareciera como si la autoridad se confundiera con el poder de mando. Es a partir de entonces cuando se empieza pensar que tiene más autoridad el que más puede mandar. El término autoridad transmite hoy en día dos cosas a la mentalidad actual: mandar y obedecer. La autoridad aparece como una limitación de la libertad y por eso se ha hecho odiosa en nuestra época orientada hacia la liberación.

Como me sucede muchas veces en estos Buenos días, una cosa lleva a la otra y no hay forma de cerrar el escrito, así que para no hacerlo más largo mañana intentare hacerlo, e intentaré mostrar como la idea de autoridad debe ir unida al concepto de servicio.

jueves, 4 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! Gobernar no sólo a todos, sino para todos.

     “Hay un tipo de legisladores para los que no es bastante que yo no haga lo que disgusta a mi vecino, sino que imponen que me guste lo que le gusta a mi vecino”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Aunque tenemos la suerte de vivir en Europa y, se supone que tenemos asimilado el concepto de la democracia, no por eso debemos de olvidarnos de repasarlo de vez en cuando, es más, lo debemos repensar continuamente.

Ya sé que todos nosotros no podríamos entender una democracia en la que se intentará aplastar, al contrario. Lo tenemos claro: la democracia es una convivencia que tiene en cuenta nuestras diferencias, pero buscando siempre el bien común.

 Es decir: una vez que se sabe el resultado de las elecciones, con todo ese desgaste que se ha producido, precisamente, en todo lo que tenemos de diferente y nos separa, es la hora de que nos encontremos en lo que nos concierne, para ir construyendo lo que tenemos en común. No hemos entregado nuestra soberanía al votar en unas elecciones, sino que hemos cedido su representación para poder mirarnos a los ojos sin rencores. Nuestros votos, los votos en una democracia verdadera nunca deben servir para someter a los otros, a los que son diferentes. Y, además, son necesarias varias cosas: respetar el Estado de derecho y el principio de legalidad no es importante, sino indispensable. La igualdad real ante la ley, y saber que debemos respetarla. Y sin igualdad real ante la ley, sin principio de legalidad y sin Estado de derecho, nunca existirá la libertad.

 Hay que volver a recordar que la libertad no es, ni puede ser, un campo sin vallas: la libertad se mueve entre las empalizadas razonables del derecho del otro. Es decir: mi libertad termina justo donde comienza tu derecho. Y si el conflicto se pone muy difícil entre ambos bienes jurídicos, para eso tenemos el Tribunal Constitucional, suponiendo que no esté intervenido -o sea, cautivo- y sea independiente.

La libertad, la verdadera libertad no es la anarquía, sino una obediencia al principio de legalidad, que es lo que nos ofrece verdadera seguridad jurídica. Seguridad jurídica, por si alguien tiene duda, es que puedes estar tranquilamente en tu hogar precisamente porque sabes que es tu casa, y nadie tiene derecho a que deje de serlo. Cierras la puerta con la tranquilidad de que, si alguien intenta vulnerar tu propiedad, el Estado y la legalidad estarán de tu parte.

De ahí que lo contrario de la libertad, con el Estado de derecho, es la arbitrariedad: que, en las mismas circunstancias, alguien con poder pudiera decidir cuando tienes derecho a seguir en tu casa y cuando no, basándose en su propia conveniencia. Por eso, lo que llamamos libertad total – o lo que es lo mismo, la anarquía- no tiene sentido fuera de la imaginación: es un fraude para que alguien decida por ti lo que te viene bien y lo que no, a qué tienes derecho y a qué no. Y, cada vez que alguien intente deslegitimar o usurpar el principio de legalidad que te protege de cualquier abuso de poder, aunque utilice todos los medios a su alcance para convencerte, por muy convincentes que sean, de que lo hace por ti, no lo dudes nunca: lo único que busca es ocupar todo tu derecho, y quedarse con él.

Lo peor que puede hacer un Gobierno democrático en una democracia no es sólo no decir que está dispuesto a gobernar para todos, tanto lo que lo han votado como los que no, sino que el presidente de ese Gobierno deje claro en su primer discurso que está decidido a lo contrario. Según mi forma de ver la democracia, una persona es muy libre de presentarse a unas elecciones pensando únicamente en sus posibles electores, pero si consigue presidir un Gobierno debe dejarnos siempre claro que el gobierno lo ejerce para todos. Lo contrario es abrir una grieta dentro de la sociedad, con un temblor que puede acabar mal.

Resulta que cuando cedemos la representación de nuestra soberanía en unas elecciones lo hemos hecho todos, no solamente aquellos que piensan como el partido que ha sumado más votos, no solamente aquellos que han dado a ese partido su voto o que lo han entregado a una formación sabiendo que después se uniría a otras. Un discurso electoral puede ser frentista, pero el de investidura no puede serlo nunca; porque moralmente, como presidente del Gobierno, se debe a todos. Por eso su obligación es asegurarnos que, por encima de las diferencias, se compromete a gobernar no sólo a todos, sino para todos.

Porque, sí parece claro que un Gobierno va a dedicarse solo a gobernar para sus adeptos, la fractura social está garantizada, y eso nos coloca en una tesitura mucho más cerca de una dictadura encubierta, aunque tenga el refrendo de los votos.

martes, 2 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! ¡Feliz martes!

     “La tarea de nuestra juventud era mostrar que nuestras ideas eran sugestivas, la tarea de nuestra vejez es mostrar que son concluyentes”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Normalmente cuando hablamos de violencia con las mujeres se piensa que el tema está relacionado con el hombre machista. Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas consideraciones: las personas violentas cuando son hombres suelen carecer de lo que suele llamarse comúnmente, virilidad, es decir, de capacidad para ganarse el respeto de los demás respetando a los demás, no tienen una firmeza profunda, no son particularmente valientes para afrontar la vida.

En el principio de nuestra educación, cuando nuestros padres nos enseñan lo que es la vida, lo que es vivir, pueden haber cometido algunos errores que nos pueden causar ciertas distorsiones en nuestro carácter, que en casos extremos tienen consecuencias irreparables. Pienso que se pueden hacer algunas consideraciones sobre la cuestión educativa y la violencia machista sin querer perseguir a las familias.

Siempre me ha parecido que existe una relación entre las personas violentas y una educación que, cuando eran niños, les impedía discutir, lo que les imposibilitaba para aprender a afrontar las adversidades: no se les enseña a escuchar las opiniones de los demás, no aprenden por lo tanto a afrontar los desacuerdos; no aprenden a tolerar la oposición a su voluntad. De ahí que por eso sean incapaces de relacionarse en situaciones críticas y, estallan con ira y violencia, que no deben confundirse con discusiones.

Si repasamos en nuestra infancia de seguro que recordamos a algunos niños que eran pendencieros y que siempre buscaban la confrontación, no se les solía dar demasiada importancia tan solo se les reprimían sus comportamientos en casos extremos. No se les solía invitar a que se explicasen tranquilamente, que argumentarán. Si a los niños se les enseña a argumentar podrán desarrollar habilidades valiosas para su futuro, y si son hombres cuando sean adultos es poco probable que sean violentos con una mujer.

Muchas personas tienen una incapacidad para afrontar y gestionar las dificultades en sus relaciones cuando estas surgen. Y, ese hombre tranquilo y pacifico muestra su perfil más peligroso cuando no es capaz de gestionar su deficiencia para conversar al afrontar un conflicto en sus relaciones. Esa violencia contra esa mujer no tiene un origen pasional o amoroso, es pura brutalidad, una total incapacidad para gestionar sus reacciones emocionales.

Existe un debate sobre la educación de los niños que comienza en el hogar, con sus padres. Cuando los padres piensan que lo mejor y lo correcto es entretener a sus hijos y ser “padres suplentes” al dejar a sus hijos corran a sus anchas. Un río debe tener unas orillas bien delimitadas para que el agua fluya sin dispersarse, los padres deben fijar unas reglas y hacerlas cumplir con el objetivo de ayudar a sus hijos a seguir el cauce debido. Un buen padre pone límites, fomenta la autonomía, estimula la exploración de la vida y el trabajo duro. La virilidad es una cuestión de márgenes, de límites y de orillas.

Un hombre criado en el respeto de las reglas, en la satisfacción de la autonomía y en el reconocimiento de las razones de los demás, difícilmente será violento con una mujer. Y será un mejor hombre.

lunes, 1 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! ¡Feliz Año!

     “Los antiguos tiranos tenían insolencia suficiente para despojar a los pobres, pero no tenían insolencia suficiente para predicarles”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Me gustan los comienzos, y hoy hemos comenzado el 2024, me gusta cuando todo se encuentra por aclarar. Creo que es el momento de máxima expectación, donde todo lo que hemos preparado comienza a ponerse en marcha y todo puede empezar ya a cumplirse. Es también el momento donde todo fuera de nuevo posible y todo lo que nos ha salido mal desapareciese y volviéramos a comenzar de nuevo.

Siempre he sido de la opinión de que uno de nuestros mejores rasgos debería ser el optimismo ante la realidad y tener esperanza ante lo que vendrá. Esto me permite empezar el año como quien estrena todas las posibilidades. No es nada extraordinario, pero este insignificante cambio de hoja en el calendario produce una variación que muestra aspectos de la vida que antes eran inexistentes.

Así, pienso que no sé qué será en el 2024, pero seguro que, si estoy atento a la realidad, no faltarán ocasiones de reconocer escenarios nuevos, más humanos y con más hondura.

Puede que vuelva a engancharme en los mismos lugares, puede también que tropiece con las mismas piedras, esas viejas conocidas, por eso no quiero hacer grandes propósitos de año nuevo. Esto de buscar una vida feliz es algo que durará toda la vida. Por eso, aunque no haga propósitos, quiero seguir en el mismo camino con la misma esperanza, tal vez añadiendo personas nuevas que aparecerán, momentos diferentes y circunstancias que llenarán la vida de nuevos descubrimientos. Un nuevo año para vivirlo.

¡¡Feliz año!!