viernes, 30 de octubre de 2020

Incertidumbre

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

  Estoy preocupado, supongo que lo estaremos la gran mayoría, preocupados por lo que nos espera en las próximas semanas. Esta segunda ola me ha pillado con el ánimo un poco decaído, ya sé que hay muchas cosas que siempre se encontraran fuera de nuestro control, pero la mentalidad con la que debería abordar esta segunda fase de la pandemia convendría que fuese mejor, más positiva, ya que esto es clave para hacer frente a estas circunstancias difíciles y por el momento desconocidas.

La vida, lo sabemos, puede ser impredecible y puede cambiar rápidamente, es por eso por lo que me encuentro ansioso por saber cuándo terminará la pandemia y cuando volveremos a la normalidad.

Creo que es normal que me quiera sentir seguro y que quiera tener una cierta sensación de control, pero esta situación es de tanta incertidumbre que me está produciendo estrés, ansiedad e impotencia al no saber la dirección que va a tomar todo esto, y me está agotando emocionalmente pues imagino lo peor.

Esta incertidumbre se centra en lo complicado que me resulta ver el devenir y todo lo que puedo anticipar que van a suceder. Sin duda, si no busco una solución, puedo llegar a sentirme desesperado o lo que puede ser peor, deprimido, y entonces, exageraré sin darme cuenta el alcance de los problemas y por lo tanto me paralizaré a la hora de tomar las buenas soluciones que me permitirían superar esta situación.  

Los inconvenientes que me está produciendo este ambiente no los voy a controlar mejor si caigo en una preocupación continua, sino que me robara las posibilidades de encarrilarla mejor, agotando mi energía. Aunque haya personas que les resulte más fácil controlar estas situaciones y vivirlas mejor, todos tenemos un límite.  

Se que no estoy solo en esta situación, somos muchos los que estamos en este barco. Es importante que me dé cuenta de que no importa lo indefenso que me encuentre o lo desesperado que me sienta, hay acciones que puedo tomar para enfrentarme mejor a estas circunstancias tan incontrolables, aliviar mi ansiedad y enfrentarme a lo desconocido con más confianza.

Puedo hacer algo más para llevar mejor la situación actual, una de las cosas que sin duda debo hacer es estar activo y recuperar todo aquello que me aporte más paz y tranquilidad, mientras se encuentra una solución a la covid-19.

Estoy pensando que en lugar de estar prediciendo lo que podría suceder, voy a poner toda mi atención en lo que está sucediendo en este momento, en lo que estoy haciendo ahora mismo. Supongo que al estar completamente concentrado en “el ahora”, puedo interrumpir los pensamientos negativos y las terribles predicciones que me pasan por la cabeza, y así aliviar el estrés y mejorar el estado de ánimo general.

Otra cosa que voy a hacer, porqué supongo que en la primavera próxima ya tendremos controlado a la covid-19, es buscar proyectos para entonces.

En estos meses de confinamiento que supongo nos esperan ya tengo, creo, el tiempo ocupado, ahora me toca para la primavera-verano buscar en el cajón de los proyectos y recuperar aquellos que aún están por realizar, sería fácil continuar con los tres que este año no he podido cumplir, pero no lo voy a hacer de momento, esas ilusiones tenían su lugar y su tiempo, ahora me toca intentar ser creativo y desarrollar nuevos retos.

Vamos a intentarlo, meses por delante hay. 

miércoles, 28 de octubre de 2020

Leer.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Ya tengo en papel, que es como me gusta, los tres libros que compré en versión kindle y que descargue en el móvil para llevarme al Camino de Santiago, ya estoy por lo tanto más preparado para un futuro confinamiento.

No sé si hay mucha o poca gente a la que le guste leer, lo que tengo claro es que a mí me gusta, me gusta leer de casi todo, aunque es verdad que libros actuales leo pocos.

No soy muy moderno en lo que a libros se refiere, no recuerdo haber leído por ejemplo ningún libro publicado en este siglo, aunque uno de los tres lo es, por lo que dentro de unas semanas ya no podré decirlo.

Pienso que leer me hace disfrutar más de la vida, compartiendo las experiencias de otras personas, sus sentimientos y emociones. Significa ir un poco más lejos de mí estrecho mundo personal y adentrarme en el de otra persona, haciéndome que pueda identificarme y compartir sus sentimientos, intercambiar ideas, y al final, al terminar un libro, poder decir que he aprovechado el tiempo, al menos por haber leído a uno de mis autores preferidos.  

Puede parecer, en un primer momento, que no existe mucha diferencia entre quien es aficionado a la lectura y quien no lee frecuentemente. Pero es sólo un error. Existen diferencias y según mi opinión son bastante grandes y significativas.

Debemos tener en cuenta que cuando leemos aumentamos nuestra cultura, la hacemos fuerte si es débil y la enriquecemos cada vez más. Cuando por el motivo que sea nos apartamos de los libros nos convertimos al fin y al cabo en cómplices de nuestra ignorancia, que va aumentando en la medida en que continuamos huyendo de las páginas escritas.

Si queremos tener una visión más amplia de nuestras ideas y una actitud crítica, actitud siempre positiva, que nos remueva los preconceptos y sintamos la necesidad de contrastar unos datos con otros, de los cuales algunos serán más veraces que otros, pobres o pasados de moda, no tendremos más remedio que leer. Si leemos no creeremos lo primero que escuchemos pues estaremos acostumbrados a contrastarlo.

Esta claro que la lectura es una fuente de conocimientos, pero, tampoco es suficiente con ser un devorador de libros, ya que puedo leer mucho pero mal. Siempre se debe buscar el libro adecuado mediante el consejo de alguien o nos podemos guiar por nuestro sentido común. Por lo general las lecturas más adecuadas serán aquellas que favorezcan nuestro desarrollo personal, que suelen ser todas aquellas que no menosprecian el valor individual de las personas ni sus creencias.

Muchas personas a fuerza de leer lo que se podrían llamar “basuras editoriales”, que las hay y muchas, han hecho de su intelecto un refugio para las ideas más depravadas y siniestras. No hay que leer cualquier cosa, hay que leer siempre con un criterio determinado para cada circunstancia. Y esto siempre es complicado.

Cuanto más acostumbrados estamos a leer menos nos contentamos con lo primero que nos ofrecen los escaparates de las librerías, o con cualquier “best-seller” mundial, que no suelen aportarnos mucho puesto que están hechos para entretenernos unas horas. Quienes se habitúan a la lectura quieren buscar autores con los cuales identificarse en costumbres e ideas acerca de las grandes cosas de la vida. Pues al final, el lector es cómplice del autor en cuanto difusor de ciertas ideas o ideales.

Para ir terminando, una frase: Hay una gran diferencia entre el hombre ansioso que quiere leer un libro y el hombre cansado que quiere un libro para leer”. G. K. CHESTERTON  

lunes, 26 de octubre de 2020

Cambio de dirección.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Por poco, pero ayer superamos los cien kilómetros en bicicleta, en una ruta que es muy parecida a la que realizamos hace quince días, pero a la que hemos realizado dos pequeños desvíos pasando por Benialfaqui, Almudaina, Balones, Benimassot y Tollos. Además, la hemos realizado en sentido contrario al de la otra vez, subimos por la “Gallinera” y bajamos por el “Pilaret”.

Siempre me ha gustado hacer los recorridos, ya sea en bicicleta o andando, en los dos sentidos ya que son distintos. No se admira el mismo paisaje cuando se sube un puerto que cuando se baja, son las dos caras de la misma moneda.

Decir ahora en qué dirección es mejor por ser más rápido o cómodo, o cuál tiene mejores vistas es entrar en un cambio de opiniones que me llevarían demasiado tiempo. Lo que tengo claro es la gran cantidad de posibilidades que tenemos al simplemente cambiar el sentido de la marcha.

Cada uno de nosotros tendrá su sentido predilecto dependiendo de la dirección del viento, de si prefiere subir a lo más alto del recorrido por el camino más corto o prefiere bajar más rápido, son diferentes opiniones que nos deben merecer el mismo respeto.

Aunque en este tema todas las opiniones nos pueden merecer el mismo respeto puede no suceder así en muchos aspectos de nuestra vida.

¿Todas las opiniones nos deben merecer el mismo respeto? Mi opinión es que no, por supuesto que no. Pensémoslo un poco, ya que la teoría de moda hoy en día nos viene a decir que en un sistema realmente democrático todas las opiniones son igualmente respetables.

Lo que son respetables, en un sentido estricto, son las personas. Quienes merecen absoluto respeto son las personas, cada una de ellas, independientemente de su nacionalidad, del color de su piel, su estatus social, el nivel de sus estudios, su edad y condición: desde el feto en las entrañas de su madre hasta el enfermo terminal en una UCI o en lo suburbios de una gran ciudad. Cada una de esas personas, sea pobre o rica, sabia o ignorante, es acreedora de un respeto absoluto por parte de todos los demás. Pero tratar con un profundo respeto a todas y cada una de las personas no significa en ningún caso que las opiniones de todas y cada una de ellas merezcan respeto y menos aún que lo merezcan en igual medida.

Cuando hablo de opiniones me refiero normalmente a los diferentes pareceres en materias discutibles y discutidas. Por ejemplo; la mejor manera de organizar la sociedad política, de resolver los problemas de la convivencia humana hasta las preferencias en materias deportivas, artísticas o culturales. No son materias opinables, por ejemplo; aquellas ya resueltas por la ciencia o por la experiencia acumulada de la humanidad. No es materia opinable ni el teorema de Pitágoras, la ley de la gravedad, la composición química del oro o que el fuego quema.

En cambio, en muchas otras cosas no hay un consenso, o quizás aun cuando haya un consenso mayoritario no se excluye que las opiniones minoritarias divergentes tengan algún valor, esto es, que podamos aprender algo de ellas. Por el contrario, todos tenemos bien comprobado que no compensa invertir tiempo en tratar de aprender de una persona ignorante en una materia, que no tenga una especial cualificación o un conocimiento de primera mano.

Lo peor es cuando el ignorante —tal como pasa a veces con los políticos— argumenta ideológicamente, esto es, defiende una opinión desde una posición preconcebida sin atenerse a los hechos ni a las opiniones opuestas. En este sentido muy a menudo los debates parlamentarios son la forma más contraria posible a un genuino diálogo, pues son una mera confrontación dialéctica resuelta finalmente por la mecánica de los votos. Para un diálogo racional, para un examen constructivo de las diversas opiniones sobre un asunto opinable, hace falta estar al menos de acuerdo sobre la naturaleza del desacuerdo y eso implica que si el oponente presenta mejores razones que las nuestras, cambiaremos de opinión, nos pasaremos de todo corazón a sostener, ahora con más fuerza, la posición que antes atacábamos.

En la Edad Media, si una persona, considerada por su experiencia como una autoridad en un campo, formulaba una opinión sobre esa materia que sonaba novedosa, el argumento de autoridad sugería que valía la pena someter a examen a ese parecer. Ahora no suele suceder así, podemos ver como a menudo se invita en los medios de comunicación a deportistas, artistas o diversos famosos a que opinen sobre cuestiones para las que no tienen ninguna especial preparación. Los lógicos medievales llamaban a este modo de proceder la falacia “ad verecundiam”: consiste en apelar al sentimiento favorable que se tiene hacia una persona famosa para mover a la audiencia en favor de una conclusión.

Hacer caso a un famoso para formarse una opinión en una cuestión que se discute, para la que el famoso no tiene una particular competencia, equivale a renunciar a pensar por nuestra cuenta; sería en última instancia una falta de respeto a nosotros mismos. Todas las personas merecen respeto, pero no merecen un mismo respeto todas las opiniones: hay, por supuesto, opiniones mejores y peores.

sábado, 24 de octubre de 2020

Preparando el nuevo confinamiento.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)


Empecé ayer a maquetar todo lo que escribí en 2018, con la intención de bajar de las 300 páginas y acercarme a las 250, lo conseguí con el 2017 y espero ahora volver a repetirlo.

Este es uno de los proyectos que he empezado, me queda todo el 2019 y el 2020. Me parece que he elegido un buen momento pues viendo cómo se está desarrollando la situación parece que nos vamos a tener que quedar en casa confinados al menos hasta navidades. En el anterior confinamiento maquete el 2017 vamos a ver si tengo tiempo al menos con el 2018.

 Me gusta la cantidad de recursos que tengo para hacer todo ese trabajo, pues las facilidades que tenemos con los programas de tratamiento de texto me hacen ver lo complicado y pesado que debe ser esta tarea sin ellos. Por eso me sorprendo al ver a tanta gente que se aburre.

Aunque tengo que decir, que no todos tienen en época de confinamiento las ventajas que tengo para pasar el encierro, sobre todo una buena conexión wi-fi que me permite todas las oportunidades que ofrece internet.

Existe un pensamiento muy corriente, que nos viene a decir que lo mejor es conseguir un buen nivel económico y que si lo conseguimos, viviremos mejor y nos acercaremos un poco más a la felicidad que anhelamos que si nos quedamos en un nivel económico más bajo. Vimos y estamos viendo que en el confinamiento este hecho se ha confirmado, todo a nuestro alrededor nos lo reafirma, debemos tener más para estar mejor, y que el bienestar es lo más importante.

 Pero no hay que hacer caso de esa argumentación, pues hay algunas matizaciones que se deben hacer, es verdad y, así parece ser, que en igualdad de condiciones pasar una cuarentena en una casa grande y confortable es mejor que en un pequeño y oscuro piso, pero, esto no lo es todo. Cuantas personas que viviendo en lugares espaciosos han pasado una cuarentena tremendamente aburrida y otras que aun viviendo en lugares pequeños, estrechos y no muy agradables han pasado ese tiempo como una época privilegiada de su vida. Existen muchos casos de ambos.

Estas formas de vivir el confinamiento no solo han dependido de cómo nos afecta la pandemia desde el punto de vista de la salud o en el aspecto económico, sino que tiene a la vez una relación directa con cómo vivimos y en qué estamos basando nuestra vida.


La gran mayoría de aquellas personas que tienen una profunda vida interior, que la han cuidado y labrado, que piensan que el tener es solo un camino para ser, han disfrutado y encontrado en la cuarentena la oportunidad para mejorar. Mientras que los que, al contrario, se concentran en tener, pensando que este es el camino necesario para poder ser, han tenido más problemas para sobrellevar esta situación en la que muchas de las cosas que poseemos no sirven para nada.

No es fácil pasar un confinamiento sobre todo cuando venimos de otro, por eso hay que estar preparado para este posible estado de alarma que se nos echa encima y aprovechar lo que ya experimentamos en el anterior.

Enfrentarse con la soledad, para el que vive solo, puede ser un problema muy difícil de resolver por segunda vez en pocos días, y también puede hacerlo aparecer en personas que no lo han experimentado en la pasada cuarentena.

Creo que para esta ocasión hay que prestar mucha más atención a los pensamientos negativos o destructivos, sobre todo cuando se vive solo, pues es muy fácil caer en ellos después de tantos meses viendo como nuestros proyectos se han ido diluyendo uno detrás de otro.

En fin, paciencia.

viernes, 23 de octubre de 2020

Un nuevo día.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

 Me he levantado temprano esta mañana, como todos los días, nervioso como pocos días, con ganas de empezar un nuevo día como la mayoría de los días, y con la esperanza de ver que me deparaba el porvenir ahora que no tenía el Camino de Santiago por delante.

Podía haber esperado unos días, podía haber empezado un periodo de hibernación como hacen algunos animales, en que su vida queda reducida a un mínimo, donde podía aplazar innumerables acontecimientos, hasta que llegara el momento de un lento despertar. Lo podía hacer y tal vez lo merecía. Podía esperar a ver qué ocurre, pero todavía más a ver “qué se les ocurre” a las personas o grupos que están a mi alrededor.

A veces lo he hecho y, he tenido la impresión de que no ocurre nada, y eso me ha parecido grave. Porque la vida, se hace hacia adelante, es sin lugar a duda una cuestión de imaginación. Recuerdo ahora aquella frase del “mayo francés” de 1968, “La imaginación al poder”, que vista ahora parece que escondió una gran falta de ella, y de ahí su hoy evidente fracaso. Por eso, prefiero que se use la imaginación para proyectar el porvenir.

Pero se deben tener ciertas condiciones para que la imaginación se la adecuada y de buenos resultados. Ante todo, debe de ser fiel a lo que existe, tiene que poseer lo que “hay”, tiene que contar con los recursos que tenemos y aquí yo pondría también las dificultades, los problemas, los errores que hemos cometido y que hay que corregir.

Si lo pensamos un poco, llegaremos a la conclusión de que no hay nada más “realista” que la imaginación, que no consiste en "echar a volar" caprichosamente una fantasía vaga, sino en prolongar con rigor y exigencia los rasgos de lo que tenemos, que deben ser el inevitable punto de partida.

Y no hay que olvidarse del pasado, que es un elemento muy importante de esa realidad, la acumulación de hechos siempre nuevos y, lo que, es más, interpretados. Esos acontecimientos pasados condicionan, ciertamente, nuestro porvenir, pero no lo determina, porque a nosotros nos pertenece la inexorable fuerza de la libertad, y por eso la imaginación es innovación.  

Es malo desconocer nuestro pasado u olvidarlo, pero es mucho peor falsificarlo, pues los que hacen esto, no solo carecen de un punto de partida para imaginar y proyectar, sino que se apoyan en lo inexistente, con lo cual aseguran la falta de fertilidad de lo que les espera. El que inventa un pasado irreal entra en un camino que conduce al fracaso inevitable.

 Otro enemigo, que ve viene ahora a la cabeza, de la imaginación para crear el porvenir es la timidez, la excesiva modestia. Hay que atreverse a imaginar, habría que decir a los que se encuentran sin la perspectiva del futuro en el que van a entrar.

Porque de eso se trata: no de quedarse ahí, mirándose el ombligo, cosa que nunca me ha parecido interesante, sino de percibir el horizonte posible, advertir hacia dónde se puede ir, qué se puede hacer, qué podemos aportar si pongo en juego los recursos que tengo.

Estoy impaciente por ver qué voy a imaginar, qué voy a ofrecer al porvenir. ¿Voy a contentarme con llevar adelante una vida digna y próspera de jubilado, dando por supuesto que ya he llegado a ella? Nunca se llega, y es lo maravilloso de la vida humana, donde la imaginación es un factor importante.

En fin, voy a mirar como pensar el “porvenir”; y digo esto, no “futuro”, porque el futuro será, y no es seguro de sea. Es lo que está por venir, incierto, dudoso, que en gran parte depende de mí, de mi libertad irrenunciable, lo que voy a empezar a imaginar.   

miércoles, 21 de octubre de 2020

No hay Camino de Santiago, se terminaron las dudas.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

 Ya está claro, la Federación Española Amigos del Camino de Santiago me lo ha confirmado: “no se puede cruzar Navarra en las actuales circunstancias”. Momentos después en los medios de comunicación: La Rioja decreta el confinamiento de toda la comunidad a partir del viernes”. Así que cambio de planes, aparcamos por no decir que nos olvidamos del Camino de Santiago, todo parece decirme que no voy a cumplir ninguno de los tres objetivos que me había propuesto para este 2020.  

Estoy bastante seguro de que cualquiera de las tres experiencias hubieran sido unas hermosas experiencias y confío en que las que, sin duda, voy a emprender también lo van a ser.

Supongo que, vistas las circunstancias, por culpa de la covid-19 vamos a ser muchos los que nos esté pasando algo parecido. Y espero que sean muchos también los que como yo mantengan la mentalidad de caminante, de peregrino. Del que tiene clara su meta y que llega a un lugar, y que al final de cada día cansado físicamente se va a la cama satisfecho, lleno de alegría.  

Seguramente me encontraré en esta sociedad con más andarines que no saben donde van y que vagan sin llegar a ninguna parte, que a caminantes peregrinos pues nuestra sociedad es más de andarines que de caminantes. Nuestra sociedad no sabe muy bien hacia dónde va, si es que va hacia algún lugar. ¿Camina la sociedad hacia algún lugar? ¿O simplemente anda, se desplaza, sin rumbo fijo? Es fácil que no camine hacia ningún lugar.

La sociedad no existe, no al menos como un andarín o un peregrino caminante. Lo que existen son las personas, los hombres y mujeres que componemos esa sociedad. Cuando me refiero a la sociedad o me dirijo a ella; me dirijo a las personas que la componen, a ti, a mí.

Las personas caminantes o peregrinas de nuestra sociedad buscan con el deseo de encontrar y encuentran con el deseo de seguir buscando. Es con ese sentido con el que hemos de ir descubriendo horizontes nuevos, sabiendo de donde parte nuestro camino y teniendo en cuenta la meta de este.

Vivir es ir aprendiendo día a día y tomar conciencia de que una sociedad no puede cambiar de meta en cada momento, echando por la borda todo el bagaje cultural y moral que ha heredado de las generaciones pasadas como si no hubiera nada en todo ello que mereciese ser conservado; como si todo cambio equivaliera a verdadero progreso; como si pudiese haber progreso cuando se ha perdido toda la perspectiva de hacia dónde nos tenemos que dirigir.

Muchas personas sabemos cuál es nuestro objetivo, pero para comprender el sentido trascendente de nuestra meta, hemos de ser capaces de percibir lo invisible, observando lo visible, en esta crisis no solo sanitaria sino también la de la realidad humana y cultural en la que nos estamos moviendo.

Una cosa que parece ser que hay que tener clara hoy en día es que no existe ningún camino sin una meta a la que llegar, y que no existe ninguna meta sin que haya un encuentro, y antes o después se producirá ese encuentro.

Nuestra vida no es simplemente ir cambiando de ideas y de lugar, significa más bien, salir de nosotros mismos para ver el mundo como un extranjero, que es casi como decir estar de viaje. Es decir, la condición de viajero, propia del hombre, es algo que desde el principio forma parte de la historia humana, la historia tanto religiosa como profana.

Ser caminante, ser peregrino, como parábola de la existencia humana, es saber de dónde venimos, cómo vamos y hacia donde caminamos; es vivir acorde con las preguntas fundamentales del ser humano: de dónde, por dónde y hacia dónde. En lo más íntimo de nuestro ser, el hombre está siempre en camino, está en busca de la verdad.

Empiezo, otra vez, la búsqueda de objetivos presentes desde la meta final, planeando el presente desde el futuro. Tal vez mañana cuando despierte vea nuevos proyectos, me encuentre con nuevos caminos que me deben llevar, quien sabe por dónde, a la misma meta a única verdad.     

Una piedra en el Camino.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

 Hasta el fin de semana pasado todo era descansar, disfrutar del ocio, lectura, los buenos amigos, la naturaleza, las salidas en la bicicleta… y de repente me encuentro con el Camino de Santiago a la vuelta de la esquina: preparar material, billetes de tren, buscar combinaciones, lugar para dormir la primera noche, y todo esto son nervios y presión o mejor dicho estrés.

Además, tendría que añadir indecisión y vacilación, pues los peores augurios empiezan a tomar forma pues he leído que:” El Gobierno foral de Navarra decreta el cierre perimetral de la comunidad y de la hostelería a partir del jueves y durante 15 días para no comprometer más el sistema sanitario”, ya no estamos hablando de que dos ciudades tan importantes en el Camino como León y Burgos estén confinadas, pues se pueden rodear, estamos hablando de una comunidad y con la hostelería cerrada.

Son prácticamente 6 etapas con las que se cruza Navarra, son muchas, y aún no he podido recoger información de cómo afecta esto a los peregrinos.

Empiezo ahora unas horas de indecisiones y de dudas, ¿hay que aplazar la salida o suspender el Camino? ¿O empezamos, y vamos a ver qué es lo que pasa?

A todas las dudas normales, las que me rodean continuamente tengo ahora que añadir esta que la covid-19 está provocando. No solo yo, sino que todos vivimos rodeados por las dudas. Muchas de ellas de poca importancia si el tema no nos afecta seriamente. Dudas que solo me inquietan: no tengo clara la fecha para empezar el Camino.

De algunas dudas puedo salir con más o menos facilidad. Basta con llamar por teléfono, y averiguar si el albergue esta abierto o no.

Otras dudas se me prolongan por más tiempo. ¿Estaré seguro durante todo el Camino?

A nadie le gustan las dudas, porque provocan falta de claridad. Sin claridad, la voluntad no sabe qué opción es la mejor. Sin decisiones, existe la posibilidad de quedar paralizado. Y si hay parálisis, el tiempo no perdona: se me echará el frío y el invierno encima, si es que ya no lo está.  

Por cierto, tampoco me gustan las dudas porque a veces me llevan a tomar decisiones equivocadas. Como no está claro lo que nos va a pasar por culpa de la covid-19, elegir simplemente por las ganas de hacer el Camino puede llevarme a un amargo desengaño.

Por eso, en medio de las confusiones y dudas que ya tengo de la vida, ante noticias ya confirmadas como estas, anhelo tener la certeza para descartar el error que pueda cometer y que me acerque hacia la buena elección.  

Me gustaría acertar. Intento acertar. Pero muchas veces no lo hago. Pienso que este carril será el más rápido y muchas veces es el otro.

Me gustaría, en las elecciones sencillas de cada día, o en las decisiones más profundas que marcan mi vida, acertar.

Pero no es nada fácil. Porque muchas veces me engañan la vista o el gusto, la propaganda o la palabra dulce de un adulador, las prisas, la excesiva prudencia o la confianza sin límites en la bondad de las personas.

No es fácil acertar, sobre todo, porque muchas veces me ciño a opiniones pasajeras, y dejo de lado la búsqueda de aquellas opciones que exigen tiempo, reflexión y trabajo. Porque prefiero optar por lo inmediato y fácil en vez de aquello que implica mayor esfuerzo, pero garantías mayores de resultados buenos.

Se presentan hoy y mañana con muchas dudas y mucho reflexionar, el confinamiento de Navarra es una piedra en el camino con la que es preciso encontrarse, vamos a intentar no tropezar en ella.

lunes, 19 de octubre de 2020

El Camino y la covid-19

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

 ¡Hay la covid-19! Cuánto dolor de cabeza me está provocando y cuantas contradicciones nos muestra. Si lo que interesa es la defensa de la vida y por eso estamos tomando todas las medidas que nos dicen para controlar la pandemia; ahora en donde todo el mundo toma medidas, más o menos incómodas, todas con el objetivo de defender la vida humana; no comprendo cómo se están convirtiendo en una prioridad de nuestro gobierno y de nuestro parlamento leyes que promueven la eutanasia y el suicidio asistido. 

En fin, tenemos que ver de todo, creo que nunca será una buena época para aprobar ese tipo de leyes, ¿pero ahora? Con la que nos está cayendo con la covid-19 intentar favorecer una cultura que busca la muerte de las personas no tiene sentido, sobre todo cuando creo que más bien lo que habría que favorecer y para lo que se deberían de aprobar leyes es para una cultura que defienda la vida, o sea leyes que favorezcan los cuidados paliativos para ayudar a los enfermos que se encuentran en la parte final de sus vidas.

Bueno, allá cada cual con su conciencia. Sin embargo, de lo quería escribir es de cómo me va a afectar la covid-19 en el Camino a Santiago, y es que es una dificultad nada despreciable, por ejemplo: imaginad que cierran los bares y los restaurantes durante 15 días como parece ser que sucede en Cataluña. Me afecta, pues toda la logística de las comidas cambia, con la mochila las posibilidades de llevar comida son menos que con la bicicleta, lo que representa un cambio en la planificación de cada una de las etapas.

Es verdad, que el principal problema y el que tendría una mala solución sería el de contagiarse con la covid-19 y, que todas las demás dificultades parece que tienen una solución aceptable ya que con un poco de previsión se pueden ir solucionando, por eso será tan importante empezar a caminar habiendo planeado bien el día.  

La posibilidad de contagiar o de contagiarse y los inconvenientes que existen para impedirlo, en realidad, son los mismos que cuando viajas en bicicleta, sin embargo, desde aquí, sin haber empezado a caminar me parecen mayores puesto que con la bicicleta el contacto con otros peregrinos solo existe en los albergues y caminando es más habitual lo que obliga a llevar la mascarilla puesta mucho más tiempo y, esto para mí representa una dificultad de no poca importancia.

Otra dificultad es la comida, no porque puedan cerrar los bares y los restaurantes, sino que en muchos de los albergues no se puede utilizar la cocina común ni los utensilios que en ella hay, con la bicicleta no tenía problema pues llevaba el hornillo y una mini batería de cocina, con la mochila, aunque la puedo llevar es un peso que complica mucho la marcha normal, al menos para mí, pues la mochila ya la llevo llena. Sin hablar del aumento del presupuesto que conlleva el tener que acudir continuamente a bares o restaurantes si quiero tomar algo caliente, algo que en invierno se hace casi imprescindible.

Los protocolos anti covid-19 son necesarios y hay que cumplirlos lo mejor posible, pero como me sucedió con el viaje en bicicleta el cambio de Comunidades Autónomas y sus diferentes protocolos implica estar atento a los cambios que se puedan producir y esto que parece anecdótico nos puede llevar a encontrarnos con hoteles y pensiones cerradas en algunas provincias a lo que hay que añadir que los establecimientos que se encuentren en una población que este confinada no se van a poder utilizar y tal vez tampoco los albergues.

Todos estos posibles inconvenientes añaden un punto más de sacrificio a la realización del Camino lo que lo de da un punto más de incertidumbre.

Existe, si lo pensamos un poco, un valor añadido a las cosas que hacemos o en este caso al Camino, si realizamos un sacrificio que podamos hacer, puede parecer extraño a mucha gente, pero el valor del sacrificio podría decir que es aquel esfuerzo extraordinario que realizo para alcanzar un beneficio mayor, venciendo mis gustos, intereses y comodidad. 

Aunque suene drástico el término, es un valor importante para superarnos en la vida pues imprime fuerza a nuestro carácter. Nos acostumbramos de esta forma a adquirir compromisos, a ser perseverantes, optimistas, a superarnos continuamente lo que nos lleva a ser mejores, por eso, el sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo, sino una fuente de crecimiento personal.

A muchas personas nos cuesta tener ese espíritu de sacrificio, nos cuesta porque estamos acostumbrados a regular nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que suficiente. Se podría decir que debemos luchar contra la pereza y la comodidad.

Todos de alguna manera somos capaces de realizar un esfuerzo según nuestros intereses: las dietas para reducir peso o mejorar nuestra figura; hacer unas pocas horas extra para poder ir de vacaciones… El problema que yo veo es que nos solemos mover sólo por intereses que son pasajeros cuando deberíamos ser constantes en nuestra actitud. 

Son muchas las cosas en la realización del Camino en estas fechas que me desagradan y se que no puedo esperar que todo esa de mi gusto, de ahí, que piense que el valor del sacrificio que tendré que hacer va a consistir en sobrellevarlas, intentando poner buena cara, sin quejarme demasiado ni poner muchos remilgos a ciertas situaciones con las que me voy a encontrar.  

Veo que esos sacrificios, que sin duda tendré que hacer, no los podré hacer solo con tener buenas intenciones sino con pequeños esfuerzos. Y es que todo aquello que vale la pena va a requerir un sacrificio, pues querer encontrar caminos fáciles para todo, sólo en la cabeza de las personas con pocas aspiraciones existe. 

miércoles, 14 de octubre de 2020

Todo preparado.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Ya está todo preparado para empezar el Camino de Santiago, ya tengo preparada la lista definitiva de todo lo que voy a intentar meter en la mochila, creo, y aunque no tengo mucha experiencia en caminar con frío y con lluvia espero que el material que he elegido sea el adecuado para ello.

Solo he planeado la primera etapa, la que me llevará desde Canfranc-Estación hasta Jaca, después será el día a día el que me ira diciendo hasta donde llegaré en cada jornada, no hay prisa, la esencia del Camino es ir a ver a Santiago y pedir su intercesión, y para ello no es necesario correr mucho.

Me he encontrado con multitud de programaciones para repartir la distancia que me separará de Santiago de Compostela y transformarla en días o en etapas, así que no me voy a preocupar, aunque no hay duda de que por culpa del covid-19 muchos albergues están cerrados y tendré que estar atento a ese pequeño detalle.

Por lo demás, no espero que aparezcan muchas más dificultades de las relacionadas con el cansancio físico, no obstante, no debo olvidarme de otro conflicto que me presenta el Camino y que no hay que dejar de lado, como es el sentido con el que lo afronto, sin el cual me encontraría a merced de mi condición física.

De momento, a día de hoy, no quiero a acostarme o levantarme cada día pensando en los kilómetros que me esperan o los monumentos que tengo que visitar, ni siquiera intentar comprobar si siento o ha habido algún tipo de cambio emocional en mí. Sólo voy a concentrarme en pensar que tengo que llegar, pues esta es la esencia del Camino.

 Según lo estoy viendo, hacer el Camino no es una labor neutra que me cambiará o me santificará si consigo tener una buena disposición para ello. Si esto fuese así, el Apóstol Santiago sería una simple excusa para ese cambio. Es al revés, precisamente porque el Apóstol Santiago es un gran mediador, y justo porque la Providencia decidió que descansara allí, hay que ir allí y no a otro lugar. Sólo entonces, y con la ayuda por supuesto de una buena disposición, tendrá un efecto beneficioso que es único.

O sea, me parece que voy teniendo clara la diferencia entre la idea de que el Camino es algo neutro que me será beneficioso o no dependiendo de mis intenciones y de lo que yo pueda aportar, y la idea que cada día va tomando mayor peso en mí de que existe un beneficio objetivo de la peregrinación, cuyo sentido interno ya beneficia. El Camino es santo en sí mismo y santifica si no nos resistimos.

He estado mirando guías para seguir el Camino de Santiago y me he encontrado, resumiendo, con tres tipos: las que hacen hincapié en la devoción y la espiritualidad que conducen y ayudan al peregrino en su esfuerzo por santificarse, las que acercan al caminante la impresionante riqueza histórica, monumental y natural que implica el recorrido y, están las que quieren ver en él un compendio de todos los esoterismos, ya sean simbólicos, cosmológicos o telúricos.

Consultadas estas guías, echo en falta una guía que me muestre lo que supongo estaría muy claro para los antiguos peregrinos y que hoy, sin duda, queda muy desdibujado, su manera de entender el Camino. Por eso lo que voy a intentar es buscar esa manera de peregrinar, pues si les sirvió a ellos es de esperar que también sea apropiada para mí, porque también va a romper con mi forma de vida habitual y eso debe resultar purificador.

Una de las cosas de las que me estoy dando cuenta cuando hablo con la gente que ya ha realizado el Camino es el error que se tiene de separar la parte natural de la sobrenatural, tanto para quedarse con los aspectos puramente turísticos, sociales o deportivos del Camino, como para reducirlo a una fórmula espiritual en la que todo lo que no sea religioso debe ser descartado.

Ni una cosa ni otra, pienso yo, creo que los antiguos peregrinos tenían claras las diferencias y eran capaces de compaginarlas, estoy seguro que durante la peregrinación sus sentidos adquirían mayor fuerza, su sorpresa ante todo lo que veían era cada vez mayor, la facilidad con que trababan amistad y la consolidaban les sorprendía sin olvidar el hecho psicológico de que al cambiar su forma de vida su agudeza mental se despejaba y, estoy seguro que no lo negaban, sino que lo aprovechaban para alcanzar su verdadero fin, del que nunca se olvidaban ya que sabían que todo lo natural está de alguna manera ordenado por lo sobrenatural.

El Camino nos obliga a movernos, a caminar, pero no es el moverse o caminar lo que nos aporta beneficios espirituales, sino el ajustarnos a una regla, a una norma. No es nuestra intención al hacerlo la que nos beneficia. El beneficio objetivo del Camino es someterse a una regla que no nos hemos dado nosotros. La cuestión principal es ir a Santiago a pedir la intercesión del Apóstol, haciendo eso, cumplimos con el fin del Camino. Llegar a Santiago es lo que santifica, esta es una de las claves.

Tal vez esté en un error, pero me parece ver en muchas guías del Camino que los beneficios personales que se obtienen están desligados de la santidad objetiva de la Iglesia, cuando los católicos entendemos siempre que son las obras que recomienda con verdadero empeño la Iglesia las que nos dan esos beneficios y nos santifican.

Y, el Camino no es una excepción y así lo debieron entender los primitivos peregrinos. Esta verdad, tan sencilla, nos aparece muchas veces enterrada bajo inmejorables intenciones y cosas interesantes en muchas guías, que son todas buenas en sí, pero que no deben enmascarar la realidad: el fruto sobrenatural se obtiene porque vamos al sepulcro del Apóstol y pedimos su intercesión.

Pues en eso estamos o lo intentamos.   

lunes, 12 de octubre de 2020

¿Qué significa ser consciente de que estoy viviendo un instante especial?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Ayer, domingo, fue otro día dedicado a la bicicleta y, otra vez en el interior de nuestra provincia, con 98 kilómetros, podría decirse que ha sido la etapa “reina”, tal vez nos pueden parecer muchos, pero al igual que el viernes le dedicamos toda la jornada y sin prácticamente peso, lo que la hace asequible a nuestras piernas.

En este largo fin de semana, decidimos ir y volver a Pego en cada salida, lo que nos ha permitido hacer unos recorridos más largos de lo habitual ya que normalmente no podemos hacer estas distancias en una mañana, al menos nosotros, no solo por los kilómetros sino también por los desniveles.

Vamos descubriendo poco a poco una parte de nuestra provincia a la que no solemos acercarnos y mucho menos en bicicleta, y aunque no suelo tomar muchas imágenes de los paisajes por los que pasamos no por eso se me olvidan, aunque, muchas veces me arrepiento de ser tan vago y no pararme a tomarlas, y así poder mostrarlas, como por ejemplo los barrancos de Quatretondeta, un paisaje sin duda muy particular y al parecer bastante inhóspito que con la bicicleta se puede admirar perfectamente sin abandonar la carretera.

En estos días he ido redescubriendo una parte de la provincia de Alicante que ya tenía olvidada. Descubrir y maravillarse es una acción a la que estoy acostumbrado y que me suele suceder cada día, no con los paisajes, pero si con solo despertarme por la mañana, pero a la que hay que llenar de contenido cada vez pues si no se puede olvidar y, lo mismo sucede con todo lo que maravilla.

¿Qué significa despertar por la mañana; abrir los ojos y ver la vida que me rodea? ¿Qué significa sentir el viento por nuestra cara o la fragancia de los naranjos cuando nos deslizamos en la bicicleta? ¿Qué significa ser consciente de que estoy viviendo un instante especial? ¿Qué significa darme cuenta de que lo estoy disfrutando?

¿Puedo acaso desentenderme de todos esos momentos que me rodean por el sólo hecho de no haberlos pedido? ¿Quién puede rebelarse contra estos dones, contra estos regalos que nos encontramos cada día? Algunos por ahí podrían decir: “Yo no quiero todo esto que se me regala, lo rechazo, no acepto el regalo de nadie”. A pesar de esta posible actitud seguimos teniendo todo aquello que no hemos pedido.  Simplemente está allí. Cada día es un redescubrir las maravillas que la vida trae consigo. Una caricia, una bella palabra, un paseo en bicicleta.

Todo eso me habla, me dice que hay algo divino en todas las cosas y que se refleja en todo lo que nos sorprende. Sí, aunque no lo queramos asumir allí está. ¿Nos sentimos víctimas de ese milagro? ¿Víctimas de esa situación que disfrutamos y que nunca hemos buscado?

¿Quién rechaza respirar o dejar de pensar? ¿Podemos desentendernos de todo lo que es, de todo lo que tiene, de todo lo que la vida nos regala todos los días? No, esa es la respuesta. No podemos dejar de ver esa presencia. Por más que lo queramos y por más que busquemos explicaciones, siempre tendremos esos regalos.

¿Me molestan estos prodigios diarios o me siento beneficiario de estos milagros? Hay que pensarlo bien. Todo es gratis, todo es don, todo nos es regalado. ¿Acaso he creado yo las montañas, ese paisaje que me encanta? No soy capaz, no puedo hacerlo.

Hay que agradecer, dar las gracias por todo lo que tenemos, por todo lo que se nos regala a diario; por este nuevo día, por la naturaleza que disfrutamos, por la amistad, por la familia, por el amor, por la bondad… ¡Tenemos tanto para estar agradecidos ¡

Ya se que hay personas que esta vida no les es favorable y que se sienten desgraciados y creen no tener nada que agradecer, incluso estas personas pueden encontrar un motivo para estar agradecidos. Lo resumía muy bien, como siempre, G.K. Chesterton: “Incluso la simple existencia, reducida a sus más primarios límites, era suficientemente extraordinaria como para ser excitante. Todo era magnífico comparado con nada. Incluso si la luz del día era un sueño, era un ensueño y no una pesadilla.”

En fin, Buenas Tardes.

sábado, 10 de octubre de 2020

Vamos tranquilos.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Hemos vuelto a la carretera y, acostumbrado a pedalear con las alforjas cargadas ahora se siente una ligereza a la que ya no estaba acostumbrado, y se empieza a entender, un poco el “bikepacking”, aunque si se trata de ir ligero para poder llegar a lugares a los cuales no se puede llegar con más peso lo encuentro aceptable, pero si se trata de ir ligero para ir más rápido o más lejos entonces ya no me gusta tanto.

Ya sé que nuestra cultura valora la velocidad en todo. Comida rápida. Coches rápidos. Internet rápido. Cuanto más rápido y eficiente se pueda hacer cualquier cosa, mejor.

Sin embargo, para tener una auténtica experiencia humana, la velocidad es una de las cosas más negativas. La rapidez, por ejemplo, no es la madre de la sabiduría.

Si hacemos las cosas rápidamente se desvalorizan. No es normal querer terminar una jornada del viaje cuando la estas disfrutando. Sólo una etapa o un recorrido sin importancia se hacen rápidos, por lo general un viaje en bicicleta no es una carrera que hay que terminar sino un viaje que hay que saborear.

Si vamos muy rápidos no tenemos la ocasión de contemplar las cosas que están a nuestro alrededor, no las experimentamos. Los verdaderamente cicloturistas saben que es más importante asimilar un recorrido que recorrerlo.

Ya sé que metidos como estamos en un ritmo de vida tan rápido esto es complicado, estamos demasiado acostumbrados a experiencias superficiales, a mirar y no a admirar. Si vemos, no solo la bicicleta, sino también la vida como un trabajo que hay que realizar o como un obstáculo que hay que superar lo más rápido posible, nunca vamos a apreciar nada. Y si no apreciamos nada, llegaremos al final del viaje agotados y disgustados, con muy poco que mirar en retrospectiva y no estaremos agradecidos por haberlo hecho.

Al final, el ciclo-viajero mira el mundo como un niño, con los ojos abiertos de asombro, estamos hechos para alabar lo que vemos y lo que sentimos. Nos tomamos tiempo y vamos tranquilos por la carretera, observamos, prestamos atención y nos concentramos en todo lo que se encuentra a nuestro alrededor y, lo apreciamos.

Porque el aprecio es la fuente de la alegría, y el aprecio es el fruto de una experiencia tranquila y atenta.

Si tenemos que hacer un viaje en bicicleta, si vale la pena hacer un viaje con alforjas, vale la pena hacerlo lentamente.

jueves, 8 de octubre de 2020

No hemos venido al mundo a estar cómodos.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Volvemos otra vez a crear listas y a buscar el material necesario para volver a ponernos en marcha, esta vez sin alforjas sino con mochila y, las cosas cambian.

El objetivo es no llegar a los diez kilos, tarea interesante pues el frío y con seguridad la lluvia no ayuda a que la mochila vaya más ligera, pero en eso estamos.

En el fondo es prácticamente lo mismo que con la bicicleta, intentar viajar lo más cómodamente posible y con el minino peso, y cuando me refiero a la comodidad me estoy refiriendo a todo lo necesario para estar a gusto en cualquier lugar y circunstancia del viaje. No hay una guía ni unas instrucciones que nos garanticen que llevar para viajar cómodos, puesto que la comodidad es muy personal por eso la experiencia es una gran aliada en estos casos.

La mayoría de las personas buscan comodidad para su vida y hoy en día podríamos decir que vivimos bastante cómodos, pero no fuimos hechos para la comodidad, sino para la grandeza. Fuimos hechos para algo más que para una vida llena de rutinas, mucho más que para tener una relación mediocre o para perder el tiempo enfadándonos por todo. Fuimos hechos para más que tener un buen trabajo y ganar mucho dinero. Fuimos hechos para más que tener una buena posición social, fuimos hechos para mucho más de lo que imaginamos. La cuestión esta es averiguar para qué estamos hechos.

Como casi siempre Chesterton nos da una respuesta, esta vez en la biografía que escribió de Robert Browning, donde nos dice: “Cada uno tendría que creer, no importa entre qué locuras o extravíos, que su vida y su personalidad tienen una razón de ser. Cada uno debería creer que tiene algo que ofrecer al mundo que no le podrá ser entregado de ninguna otra manera.”

Y aquí está el “kit” de la cuestión, no hemos venido al mundo a estar cómodos sino a hacer las cosas bien. Hay un orden y un rango. Algo que debemos hacer y que nos ha traído hasta aquí.

Si nos paramos un poco y pensamos nos daremos cuenta de que si todo fuese comodidad todo sería relativismo y cuando todo es relativismo, la vida no vale nada y es hasta más cómodo morirse que aguantar una enfermedad o las circunstancias más problemáticas.

Si, además, ahora, miramos los medios de comunicación nos daremos cuenta de que se quiere convertir y se está convirtiendo en derecho, o en conquista social, cada comodidad, presentando como una victoria de la libertad lo que no es más que la degradación de la vida.

Por mucho que los “medios” insistan en su propaganda demagógica y relativista, y acomodaticia, la libertad no es, por ejemplo, divorciarse sino fortalecer el vínculo superando juntos las dificultades y los desafíos; la libertad no es abortar sino darle a tu cuerpo un trato digno y vivir el amor del modo más intenso y profundo; la libertad es esforzarse en hacer las cosas bien y no desparramarse de cualquier manera. Tenemos que insistir en la vida, aferrarse a ella y tratar de concretar nuestro deseo de un mundo mejor.

La comodidad no es lujo como tampoco es un derecho la libertad a hacer lo que queramos y, por este camino muchas personas han llegado a creer que el bien y el mal no existen, que algo se le debe solo por vivir en la sociedad y que no hay que tomarse nada demasiado en serio, ni siquiera la vida, solo tenemos que ver con que pasión y energía se defiende el aborto y la eutanasia en muchos ambientes.

Es verdad.  No hemos venido al mundo a estar cómodos, de ahí que no comprenda muy bien esa actitud de realizar el Camino de Santiago con una excesiva comodidad. Hemos venido al mundo a dar y transmitir esperanza; a hacernos dignos de los dones que nos han sido concedidos y a tratar de estirar un poco más allá los límites de la Humanidad.

Existe el bien y existe el mal, la culpa y la piedad, por eso no nos debemos desactivar como personas pues nos convertiríamos es una masa amorfa y acrítica. Tenemos un alma, una dignidad como personas y con esto hay que intentar rebelarse contra esa maquinaria que intenta que “pasemos” de todo.

miércoles, 7 de octubre de 2020

Buscar confianza.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Ya está otra vez la bicicleta lista para salir, que nadie piense que me voy a olvidar de la bicicleta, solo la dejaré aparcada durante el tiempo que dure el Camino de Santiago, la voy a seguir utilizando no solo para todos los días, sino que las “escapadas” van a continuar y van a ser una constante.

Tenemos por delante un fin de semana de los “largos”, de los que tienen un “puente”, así que como la limpieza y la revisión de la bicicleta ya está hecha es fácil que nos escapemos, si el tiempo y el covid-19 nos lo permiten.

No hay duda de que lo queramos o no hay que mirar cómo se encuentra el covid-19, no hay más remedio, pero el problema me surge al buscar en donde mirar, pues he perdido la confianza en la mayoría de las fuentes a las que tengo acceso. 

No creo que sea solo yo, pero la destrucción de la confianza es al final una destrucción de la sociabilidad, pues es la incapacidad para saber de quién nos podemos fiar. Y no fiarse de nadie es un problema que puede llegar a convertirse en una patología. Este problema ya existía en nosotros antes del covid-19, la desconfianza ya era alta, porque considerábamos, o yo considero, que el actual modelo de sociedad que se basa en nuestro tipo de capitalismo es una fuente de desigualdad.

Se cree, que, si hay un crecimiento económico alto, no puede existir desconfianza en los que lo generan, pero es que para mí confunden crecimiento y desarrollo.

No es cierto, como dicen algunos, que la mejor política para crear empleo sea solo el crecimiento. Tampoco es cierto, como dicen otros, que la mejor política sea solo aumentar el gasto social. Hace falta crecimiento y gasto social, pero el gasto social sin un desarrollo de la persona, si lo pensamos bien, no aumenta su responsabilidad y tiende a generar una cultura del subsidio.

Hay que generar confianza, satisfacción personal y capacidad de saber de quién nos podemos fiar y por qué. Sin recuperar la capacidad de saber de quién nos podemos fiar y por qué, la reconstrucción que tenemos que hacer para volver a la normalidad se hace más difícil.

Es complicado el tema de la confianza en los demás, pues tener la seguridad de la rectitud y de las buenas intenciones de la gente no es nada fácil. Lo normal sería que en nuestras relaciones con las personas supongamos la buena fe de todos y es esa confianza la que nos da la esperanza de recibir un trato que se corresponda con el que nosotros hemos dado.  

Cuando somos nosotros los que elegimos a los que nos rodean y forman nuestro círculo social esa confianza es mayor, cuesta más trabajo tenerla cuando los que nos rodean no han sido escogidos por nosotros y les damos tan sólo un trato circunstancial, de ahí la importancia de conocernos y relacionarnos con todos pues nos dará confianza.

Vivir rodeados de personas que no conocemos, en las que no podemos confiar nos hace ser reservados, temerosos e incapaces de entablar una relación más personal con ellos. Podemos, entonces, elegir quedarnos encerrados en nuestra casa y vivir la vida de los demás en las series de televisión o en las telenovelas ya que no tenemos una vida propia. Ese miedo a las malas intenciones de los demás nos llevará a ser excesivamente precavidos, de forma que vamos a sufrir un verdadero tormento pensando que la persona que está con nosotros tiene malas intenciones.

Tampoco hay que pasarse en la confianza pues un exceso nos podría hacer pecar de ingenuos y vale la pena recordar que no es correcto dar demasiadas facilidades para que nos engañen.  

Al final, como en tantas cosas, hay que empezar por nosotros mismos, debemos ser nosotros personas dignas de confianza por la honradez de nuestra vida y por el buen hacer en nuestras obligaciones y el resto vendrá añadido.