lunes, 31 de agosto de 2020

28 de agosto, primer día.

 
“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

 

 Hace algunos días que comencé este viaje en el que estoy ahora, para ser exactos desde el 28 de agosto, mis comentarios van con retraso puesto que los primeros días a pesar de recorrer pocos kilómetros, como creo que debe ser, he estado muy liado, pues siempre hay que realizar algún que otro ajuste, como a si ha sido. 

Hoy cuarenta y un kilómetros desde Pego hasta Rugat, un paseo que ya conocía de sobra, pero hay que salir de Pego y las opciones no son muchas.

He probado por primera vez la tienda individual y tengo que decir que ha funcionado bien, el manillar y la tienda son las dos únicas cosas que son nuevas y de momento todo perfecto. 


Entre las actividades que voy a realizar en este viaje se encuentra la de intentar pasar por todas las iglesias que se encuentren dedicadas a La Virgen María hasta llegar a Guadalupe. No en balde el motivo de que se este celebrando el año Santo Guadalupense es el que me llevara a visitar el Real Monasterio de la Virgen de Guadalupe. 


Pues bien, en este primer día han sido tres los templos consagrados a la Virgen María que me he encontrado, el primero el de la Asunción de Pego, que nos dado la salida, después me he encontrado con la Iglesia de Santa María de Oliva y he terminado el día en Rugat con su templo dedicado a Nuestra Señora de Gracia.  

Aprovechare estos días para conocer mejor los Dogmas Marianos que sin lugar a dudas resultan interesantes.



jueves, 27 de agosto de 2020

Hasta que el covid-19 nos pare.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).



Mañana me vuelvo a poner en marcha, esta vez en un recorrido más largo, en solitario, y con el rebrote del covid-19 amenazando con devolverme a casa. Es lo que hay y lo tenemos que aceptar. Voy a tomar, como no podía ser de otra manera, todas las medidas que haya que tomar en cada lugar por el que pase. Cinco autonomías son las que voy a cruzar lo que implica cinco normativas diferentes, que espero se resuman en tres; mascarilla, dos metros y lavado de manos.

No recuerdo haber comenzado un viaje con tanta incertidumbre, con tanto miedo a lo que pueda pasar no solo en el viaje sino también en casa, en Pego, en la familia, en los amigos y a todos con los que me relaciono.

Este tipo de miedos nos acechan de vez en cuando, es una incertidumbre, un miedo inesperado que ahora vuelve a estar presente. Es un miedo sutil que molesta pero que no aprieta y que se hace notar sin fastidiar. Un miedo con el que se puede convivir.

Desde luego con estos miedos hay que aprender a ser como los juncos, dejando pasar el agua que dobla, pero no rompe. Con este miedo no nos queda más remedio que ser flexibles y no intentar frenarlo; asustándonos y quedándonos paralizados en casa, escondidos. Ya que ha vuelto, dejemos que entre, acojámoslo y aprendamos a convivir con él. Cuando pensábamos que lo teníamos superado, ha vuelto. ¿Qué hacer? ¿No hacerle caso y olvidarnos de las precauciones? NO.

No hay que ignorarlo. Hay que decirle: “Anda, pasa. ¿Tomamos algo?” Hay que sentarse a tomar algo para charlar un poco. A este miedo hay que darle su lugar, su espacio, oír lo que nos dice, pero sin permitir que se instale en nuestro salón. Porque este tipo de miedo se agranda con facilidad y entonces se nos come la ilusión, la energía, la pasión y hasta los sueños.

Este miedo a empezar ahora un viaje en bicicleta es muy mental pues tiene que ver con situaciones imaginarias que veo como si se tratara de una película catastrófica en la que todo va a salir mal. Ya sé, lo sé, se requiere de cierta inconsciencia para empezarlo, pero si empiezo a analizar los pros y los contras, mi cabeza se llenará de contras porque a la mente no le gusta la incertidumbre, lo inseguro.

Y, inseguridades con el covid-19 hay muchas, por eso es desde otro lugar que tengo que combatir ese miedo. Es desde el impulso que siento desde el pecho, desde el alma que me dice que este miedo es una buena alerta ante el peligro de la pandemia. Que me prepara, me avisa, me aconseja para que tome todas las medidas para proteger y protegerme de un posible contagio.

En estos días que he retrasado su comienzo por culpa de la ola de calor he hecho varias veces el ejercicio de pararme a pensar qué es lo peor que me puede pasar. En el peor de los casos, si me he equivocado, si esto realmente va a salir mal, ¿qué es lo peor que me puede pasar? He contestado e incluso lo he escrito y resulta muy liberador releerlo. Es como charlar con mi miedo e incluso darle la mano y tranquilizarlo. Porque por lo general, en el peor de los casos, seguro que habrá una salida y seguiré adelante o volveré tranquilamente a casa.

Los miedos imaginarios son tan potentes que podrían incluso cambiarnos la existencia sin que hayan ocurrido, porque aún sin que se materialicen los vivimos como si ya fueran reales. Es una posibilidad que ocurra, vale, pero me hago la fotografía de este instante: hoy, en este momento; ¿ha ocurrido todo eso malo? Miro a mi alrededor y veo todo lo que me rodea y me sostiene. Respiro. Sonrío.

Buenos Días.

lunes, 24 de agosto de 2020

Ese anhelo que no me deja estar satisfecho en ningún escenario.

  “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Estoy tratando de averiguar cual puede ser la evolución del covid-19 en los próximos días, y estoy llegando a la conclusión que si quiero hacer una salida en solitario con la bicicleta tendré que salir ya.

Así que, en el momento que esté preparado empezaré de nuevo.

Viendo todo lo que nos está pasando, y viendo como ese impulso interior que tengo, que no me deja estar mucho tiempo satisfecho con la situación en que me encuentre, anda estos días revuelto, he decidido moverme otra vez.

Ya se que ese impulso no lo puedo mostrar, ni puedo mostrar cual es su color, ni su olor, ni su forma, lo sé, pero existe. Todos tenemos sensaciones y sentimientos que no podemos demostrar a los demás que existen, ¿Dónde se esconde la alegría? ¿De color es el amor? ¿En qué lugar de nuestro cuerpo habitan? Entonces, no existen ni la alegría ni el amor, si no se donde están, si no se qué color tienen. Pero existen, yo se que existen.

Con esto lo que pretendo decir es que tengo sensaciones que no se demostrar su existencia, pero yo las tengo, ¿Cómo mostrar esa inquietud que no me deja estar a gusto mucho tiempo en la misma situación? ¿Cómo es ese anhelo que no me deja estar satisfecho en ningún escenario? Estoy bien aquí y ya quiero estar allí, llegó allí y quiero cambiar de lugar. ¿Por qué? Que hay aquí dentro que no para de soñar, de tener sueños, que no se rinde y vuelve a soñar.

Y todo esto tiene que ver con la vida, con lo que me enamora, también con lo que me asusta, lo que me despierta y anima, con lo que sueño, con aquello que repudio y descarto. En el fondo, ya sé que esa ansia no se detendrá, lo sé.

No me sucede solo a mí, ni es una sensación extraña para el hombre, ha existido en todos los pueblos civilizados de la antigüedad, la podemos encontrar desde los aztecas de Méjico hasta en los griegos. Aparece en las formas más diversas, pero la fórmula básica es siempre la misma: se busca una facilidad que se sabe que se perdió y se quiere recuperar, se cree que hubo una vez una época en que los hombres eran felices. Después llevaron a cabo una acción determinada y desde entonces el mundo está como es ahora.

Viéndolo así, nos damos cuenta de que es la historia clásica de la caída del hombre, del paraíso perdido, y el hecho de que aparezca en todas partes es una de las mejores pruebas de veracidad que pueda existir. En un tiempo el hombre estuvo más alto. Después cayó. Y desde entonces anhela su alta posición perdida hace tanto tiempo. El hecho de una leyenda común no es ni mucho menos la única prueba. En todo hombre de cualquier pueblo o raza habita el anhelo de la felicidad perfecta. Puede adquirir las formas más extrañas, pero ahí está.

Al menos, a mí me sucede. Quiero conseguir un objetivo, lo consigo. ¿Soy feliz? Poseo lo que anhelaba, pero a los pocos días me acostumbro y empiezo a aburrirme. ¿Por qué es así? Porque busco la felicidad, la felicidad perfecta allí donde no está. La definición de la felicidad es: “La posesión del bien deseado (material, intelectual, espiritual) sin temor a perderlo de nuevo”.

Inmediatamente comprendo que eso no puede existir en este planeta: pues cualquiera que sea el bien que anhelo, no sólo tengo el temor, sino incluso la seguridad de que lo perderé, pues he de morir. A pesar de todo, ese anhelo mío de felicidad perfecta debe de poder satisfacerse.

Esa satisfacción se debe de llamar “paraíso”, es decir la felicidad perfecta por toda la eternidad. Y, hace más de dos mil años que se sabe el camino.

Buenos Días.

sábado, 22 de agosto de 2020

Donde pongo el ojo no pongo la bala.

  Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton). 


Ya está claro, los Montes Universales deberán esperar al año que viene para recibir nuestra visita. La pieza de la Giant va a tardar unos días en llegar por lo que se nos termina agosto y las vacaciones de Carmen.  

Tengo la impresión de que este año, tal vez por la influencia del covid-19, en asuntos de viajes en bicicleta “donde pongo el ojo no pongo la bala”. En ninguno de los viajes que tenía pensado para este año, incluyendo el del Nordkapp, y de las tres salidas que hemos realizado este verano no hemos podido completar el itinerario que nos habíamos propuesto y, en esta última a los Montes Universales solo hemos realizado veintiséis kilómetros.

Ahora, debería de empezar a preparar un viaje en solitario, que en un principio estaba pensado para septiembre, pero según va avanzando el rebote de la pandemia me temo que si me espero mucho tal vez no pueda hacerlo y, es posible que si salgo enseguida me vea obligado a volver porque nos confinen otra vez con otro estado de alerta.

Si viajar fuera de España pensaba que no era lo más aconsejable, empiezo a pensar que, ahora, también lo es hacerlo por el país.

De todas formas, voy a poner el “ojo” en llegar al punto más occidental de la España peninsular; el cabo Finisterre, pasando antes por Guadalupe y por Santiago. Veremos hasta dónde llega la “bala”.

Enfado

  “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Parece ser que tenemos el covid-19 descontrolado, y si Fernando Simón que es el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias nos dice que en algunos puntos la epidemia está fuera de control no me queda más remedio que preocuparme y enfadarme.

Estoy enfadado. Mucho. Y normalmente en esta situación se desaconseja hacer nada que puede repercutir en otras personas, como escribir algo sobre el tema. Por eso no voy a quejarme de los “rebotes” y sus motivos, aunque tengo que decir que según voy escribiendo estas líneas me doy cuenta de que tengo motivos más que suficientes y mi enfado va en aumento. Me contendré y me aliviare escribiendo un poco sobre el enfado, ahora que lo estoy.

Voy a recurrir a esta frase: "Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo", describe perfectamente lo que quiero decir, por supuesto la frase no es mía sino de Aristóteles en su Ética a Nicómaco.

Es complicado centrar todo el tema del enfado, que tengo por culpa de covid-19 y del hecho de enfadarse y, una vez más, es mucho más fácil escribir sobre algo que poner en práctica lo que se dice.

Para controlar cualquier tipo de emociones, y enfadarse es una de ellas, es fundamental conocerse, es decir, tener la capacidad de reconocer ese sentimiento en el mismo momento que aparece, si no lo reconocemos vamos a estar a su merced hasta que nos demos cuenta. Es por eso conveniente saber qué personas y qué situaciones nos producen sentimientos de entusiasmo, ansiedad, tristeza, alegría, etc. Por lo que se refiere al enfado, si sabemos que acudir a cierto lugar, leer algunas noticias, oír ciertos comentarios de algunas personas van a alterar negativamente nuestro estado ánimo, es ya tener mucho camino andado para controlarnos.

Pero claro, tenemos que controlar nuestras emociones una vez que las detectamos y para eso nos resulta de mucha utilidad tener una conciencia de uno mismo, si sabemos lo que queremos en esta vida y a donde la dirigimos, si sabemos lo que somos y porqué lo somos vamos a poder controlar esos sentimientos y adecuarlos en cada momento.

Enfadarse a fin de cuentas no vale la pena, pues tiene la particularidad que suele producir una conversación con nosotros mismos que nos va dando argumentos justificados para descargarlos sobre alguien. No es lo mismo, por ejemplo, de lo que ocurre con la melancolía, el enfado nos da energía y euforia para lanzarlo sobre los demás, sobre todo, si somos de sangre caliente.  

Esa conversación con uno mismo que nos va cargando de energía negativa hay que procurar desactivarla y encuadrarla en una situación más positiva, pues de lo contrario, es fácil que se enlacen sucesiva y exponencialmente enfado, rabia, ansiedad, estrés, violencia... O sea, de mal en peor. Esto es lo que ocurriría si descargo todo mi enfado sobre el control de la pandemia en estas líneas y los que las lean pueden sufrir sus efectos negativos.

A veces, no siempre, conviene distanciarse física o, al menos, mentalmente de la causa de nuestro enfado, así que voy a recurrir a esa sencilla receta que se suele utilizar cuando no controlamos muy bien nuestros sentimientos que es dar un paseo para enfriar nuestro ánimo y, eso es lo que voy a hacer, me voy a dar un paseo con la bicicleta.

Buenos Días.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Un viaje de 26 kilómetros.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton). 


26 han sido los kilómetros con los que ha contado el primer capítulo de nuestro viaje a los Montes Universales, los que ha tardado el núcleo de la Giant en romperse y aunque hemos llegado al nacimiento del río Tajo, lo hemos hecho con la ayuda de la Berlingo.

Hemos decidido volver a casa para que le cambien el núcleo a la bicicleta, pues pensamos que era la más rápido y mejor para no tener problemas con la garantía de la bicicleta y así poder volver lo más rápidamente posible.

En fin, el núcleo, una pieza que no queda más remedio que cambiar, pues se puede solucionar un poco para salir del paso sin eliminamos la rueda libre con unas bridas, pero al ir cargado con alforjas no se pueden hacer muchos kilómetros y menos aún con las subidas.



El núcleo, siempre hay algo que es el punto central, en la bicicleta son varios los puntos que no se pueden reparar en un viaje, y que nos obligan a darlo por finalizado o pararnos durante unos días, y otros muchos que nos van a impedir continuar y que con una pequeña reparación es suficiente para proseguir el viaje.

En nuestra vida nos sucede lo mismo, prestamos mucha atención a los problemas cotidianos que se nos presentan en el trabajo, en nuestra afición y otras obligaciones secundarias que con un poco de esfuerzo solucionamos y continuamos adelante y nos olvidamos de lo principal, lo dejamos de lado.



Dejamos de lado el núcleo, el cuadro, la horquilla, el manillar, una llanta e incluso el sillín pues pensamos, porque es verdad, que no se van a estropear y que si tenemos la desgracia de que se nos estropeen ya veremos. Nos fascinan las reparaciones fáciles, tenemos todas las herramientas y recambios en las alforjas y así terminamos nuestro viaje y olvidamos lo esencial, aquello que nos va a impedir seguir con nuestro viaje. Es así, no hace falta calentarnos la cabeza con aquellas reparaciones que no vamos a poder solucionar durante el viaje, pero en la vida no es igual.

Nuestra vida pasa demasiado rápido y la muerte nos llega de sorpresa, inesperadamente. No podemos dejar lo esencial para el final, no es buena conducta dejar lo principal para el final de la vida, o para momentos que no quede más remedio que acometerlos, como siempre el problema se encuentra en averiguar cuáles son los motivos esenciales y principales de nuestra vida, cuáles son esas piezas que si se rompen nos van a amargar la vida y que no vamos a poder arreglar. Hay que estar preparados, tenemos aún tiempo.

Vamos a volver, solucionaremos esa parte esencial de nuestra bicicleta y continuaremos a partir del próximo fin de semana, antes de que el covid-19 y el final de las vacaciones nos lo impida.

domingo, 16 de agosto de 2020

Los Montes Universales nos esperan.

  “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Nos ponemos en marcha, esta vez, hemos subido las bicicletas al coche para alejarnos de casa, lo que conlleva que este sea un viaje circular como los anteriores pero cuyo principio y final no será en Pego.

Los recorridos circulares son curiosos, por lo general en un viaje tiene cierta importancia el punto de salida y el lugar al que queremos llegar, dos ubicaciones, y en los circulares al coincidir la salida con la llegada cobran más interés los lugares intermedios, en realidad la importancia principal se encuentra en esos lugares.

En un viaje reviste especial importancia el saber a dónde quieres llegar para no dar vueltas sin sentido. De esta manera se tiene un objetivo general y a partir de este se establecen los puntos intermedios. Al menos este suele ser mi sistema.  


Como todos, para buscar ese objetivo tengo en cuenta la duración, el presupuesto, la época del año y todos los detalles que podríamos llamar técnicos, pero lo que cobra más importancia es la emoción que me haya causado en un momento dado. Es fácil hoy en día encontrar lugares interesantes, pero lo más difícil es mantener en el tiempo la fuerza de voluntad necesaria para estar centrado siempre en él hasta alcanzarlo.

En fin, nos vamos, esperemos que el covid-19 no se interponga y nos permita estar estos días disfrutando de la naturaleza que sin duda nos encontraremos en los montes Universales.

viernes, 14 de agosto de 2020

Manillar rojo.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Volvemos a estar preparados para subirnos a la bicicleta, ya hemos puesto un manillar de una talla más grande y una potencia regulable para dejar la bicicleta con las medidas, que creo, van a permitir que me encuentre más cómodo y que la pueda controlar mejor, me he visto obligado a cambiar la cinta del manillar y en esta ocasión he elegido el rojo para que acompañe a las alforjas.

Puede parecer y seguramente será así, que he realizado demasiados cambios para ajustar mi bicicleta, pero esta pandemia me ha proporcionado el tiempo y la posibilidad de averiguar qué características y medidas son la mejores para estar muchas horas encima de una bicicleta. Estoy seguro de que solo con el cambio de los piñones, por culpa de mi edad, y de las cubiertas, la bicicleta hubiera estado en condiciones para marcharme al Nordkapp, pues ya viajé con ella hace más de veinte años y no tuve ningún problema. Aunque la bicicleta es la misma las circunstancias han cambiado, el tiempo ha dejado en mi físico una huella que he tenido que cubrir con algunos ajustes. 

Suele decirse que nunca recorremos el mismo camino, que siempre cambia. Siempre es distinto. Un árbol es posible que ahora no tenga las hojas. Han podido cambiar los olores y los colores. El sol está en otro punto de su recorrido y las sombras son distintas. Hay más viento, o más lluvia, o más calor.


Y lo más importante, tampoco yo soy el mismo. Han cambiado mis miedos. O sueño otros sueños. O miro la vida de otra forma. En estos meses he encontrado la oportunidad de darme cuenta de los muchos cambios que ha habido en casi todo. No puedo repetir exactamente lo que hacía hace casi veinticinco años, lo que me sirvió entonces debe adaptarse, aunque crea que es lo mismo, lo he mirado con tranquilidad, pero es distinto.

Ya comenté que me cuesta aceptar los cambios, tal vez porque me asuste ver que la realidad deja de ser la que era y caigo en la tentación de repetirlo todo como ha sido siempre. Y, muchas cosas han cambiado, este mundo es distinto, aunque mirándolo por encima vea las mismas cosas, no importa, no es el mismo.

Tampoco las personas que están ahora a mi alrededor. No son iguales. Han cambiado. O son otras. Otras se han marchado para siempre y otras se han marchado porque quieren vivir su vida igual que yo quiero hacerlo ahora.

El próximo viaje en solitario ya no podrá ser como el primero cuando me marché a ver los Juegos Olímpicos de Barcelona, he cambiado y han cambiado mis sueños. Con el paso de los años he perdido una parte de aquella inquietud que me lanzo hacia Barcelona, estoy más rígido y torpe, y a veces me asusta pensar que con el paso de los años no solo se ha debilitado mi físico, sino que también mi alma sea más frágil y endeble.


De momento la semana que viene volvemos a ponernos en marcha, los montes Universales nos esperan y con esta tercera salida creo que el regreso al ciclo-viaje será una realidad, nos habremos reciclado y puesto otra vez al día, nosotros y la bicicleta.


Hace unos cuantos siglos Agustín de Hipona escribió: “Si dijeras: ¡basta!, estás perdido… Camina siempre, progresa siempre”. Y si el progreso pide renovarse, cuando cesa la renovación comienza la decadencia. Quiere esto decir que hemos cambiado nuestro objetivo, que nuestras motivaciones son otras, no. Solo hemos cambiado el rumbo, nos hemos adaptado a los nuevos vientos y corrientes, como los barcos, necesitamos un proyecto de viaje y un rumbo para llegar a puerto, pues si vamos a la deriva nunca lo encontraremos.

martes, 11 de agosto de 2020

Tener un plan.

  “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Ya tenemos preparado, aproximadamente, el recorrido para la próxima salida en bicicleta, que es fácil que sea la semana que viene. Me parece que fue Napoleón quien dijo: “Tener un plan siempre es bueno, lo que sucede es que hay planes que salen bien y otros que salen mal”, por eso siempre me gusta tener un recorrido base antes de salir, que generalmente no se llega a cumplir en su totalidad. Por ejemplo, los recorridos de nuestras dos últimas salidas poco tienen que ver con los proyectos iniciales, solo cumplimos el primer día.

No sé si habéis hecho planes y de repente algo sucede y todo cambia, seguro que sí. ¿Cuál fue vuestra reacción? ¿Os molestó, os irritó? Quizás pensasteis: “No voy a consentir que nada se interponga en mis planes”.

Y es que, no tiene nada de malo que tengamos un orden, un método, un recorrido o incluso metas o propósitos que cumplir. Porque de lo contrario habría solo desorden, duda y caos. Y, todos estaremos de acuerdo en que hay que poner en orden el desorden.

Sin embargo, para mejorar, para avanzar, debemos acostumbrarnos a lo inesperado, a contradicciones, a retrasos y planes decepcionantes, en fin, que tenemos que acostumbrarnos a la realidad, que tiene sus sorpresas. Con esto lo que quiero decir es que lo viajes en bicicleta al igual que la vida son un misterio lleno de sorpresas. Nos vamos a encontrar con sorpresas que no esperamos y que a veces nos desmontaran nuestros planes.

¿Cómo reaccionamos ante estos imprevistos que nos desmontan nuestros planes? A mi me cuesta cambiar, pero cambio, aunque procuro estar preparado de antemano y tener una estrategia. Hace tiempo que sé que esos recorridos y esos planes que tan minuciosamente he preparado quizás los tenga que cambiar sobre la marcha y esto me hace estar más tranquilo para aceptar los cambios.  

También he comprobado que por muy brillantes y meticulosamente que los haya preparado siempre hay algo que no estará bajo mi control, podría decir que siempre estarán bajo la providencia de Dios. Por eso cuando llega ese momento en el que me veo obligado a realizar cambios controlo mejor mi impetuosidad, me detengo por un momento y pienso en un plan que supere al anterior.

En fin, nadie se alegra cuando los planes u objetivos se vienen abajo.  Pero la próxima vez que suceda, pensemos por un momento y reflexionemos: quizás exista un plan mejor, no nos quedemos con una sensación de frustración, de fracaso, al no poder realizar nuestros planes.


Las sorpresas en los viajes en bicicleta son muchas. A veces parece que hay más sorpresas que “normalidades”. Otras veces, sin saber el porque las cosas siguen su curso normal y nos hacemos la ilusión de que todo está bajo control y, de repente, lo inesperado aparece, y nos quedamos llenos inquietud, incluso a veces paralizados y sin saber qué hacer. Y, muchas veces, si miramos a fondo, detrás de esos imprevistos hay una historia que no siempre comprendemos.

Un error al tomar un cruce puede convertirse en una ocasión para descubrir un paisaje increíble. Un pinchazo nos hace retrasarnos y tal vez nos encontremos con una puesta de sol que se nos hubiese escapado. Quedarse sin agua nos puede hacer descubrir esa fuente a la que nunca hubiéramos ido. Una conversación en una plaza de un pueblo nos puede cambiar todo el recorrido que hemos preparado durante semanas y llevarnos a lugares por los cuales nunca hubiéramos pasado.

No siempre sucede, y por eso no siempre es fácil descubrir lo bueno que se esconde en lo inesperado, sencillamente porque siempre se encuentra detrás de un inconveniente y es difícil reaccionar adecuadamente.

Feliz día.

domingo, 9 de agosto de 2020

¿Cómo quiero vivir ahora?

  “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Cada vez que miro el blog y me detengo en los tres proyectos que me había propuesto para este año, y de los cuales solo podré realizar ya uno si el covid-19 me lo permite, me doy cuenta de la cantidad de cosas que no llego a realizar. Es verdad que el viaje a Nordkapp lo he trasladado al año que viene, y que “si Dios quiere” lo volveré a intentar, pero cada vez con más asiduidad me doy cuenta de que voy a dejar cosas inacabadas en mi vida.

En estos días de cuarentena he tenido tiempo para comprobar de que, en realidad, siempre tengo algo que hacer, alguna cosa que realizar y que por lo tanto nunca tengo todo acabado. Y cuando mi vida se vea interrumpida por la muerte, según parece voy a dejar cosas por terminar. Supongo que no me sucederá solo a mí, y que la mayoría de nosotros no completaremos nuestras vidas, se nos ha acabara el tiempo y por eso hacemos nuestras listas, ya sea consciente o inconscientemente, de las cosas que aún queremos ver, hacer y acabar antes de morir.

Si miramos ahora mismo esa lista, probablemente, la mayoría de nosotros coincidiremos en las principales: Queremos ver a los hijos crecer. Queremos acompañar a los nietos. Queremos acabar esto que estamos haciendo. Queremos llegar a nuestro 80º cumpleaños. Queremos reconciliarnos con las personas que nos rodean.

Más allá de estas cosas más importantes en las que más o menos muchos coincidimos, tenemos cada uno otra lista de cosas que no hemos realizado porque tal vez estuvimos demasiado ocupados, preocupados o económicamente no podíamos y donde añadimos las cosas nuevas que nos gustaría realizar. En esta lista es donde se encuentran los lugares que nos gustaría visitar, los viajes que nos agradaría hacer y los pequeños placeres que probaríamos.

Si nos gusta mirar esas listas en las que hemos escrito todo lo que está inacabado en nuestras vidas, existe el peligro de olvidarnos de lo que realmente sucede en nuestras vidas y de lo que estamos haciendo en este momento. Por eso, tal vez, una pregunta para hacernos podría ser: ¿Cómo quiero vivir ahora para estar preparado para morir cuando me llegue la hora?

La respuesta no es fácil y además es larga. No es fácil pues nos obliga a ponernos ante el inalienable hecho de que un día vamos a morir y por lo tanto decidir cómo debe ser nuestro quehacer diario es un trabajo mental complicado. Haced la prueba y comprobareis que la lista también puede resultar muy larga. No es como hacer la lista de la compra o la del material que vamos a poner en las alforjas.

La complicación se encuentra en esas dos primeras palabras de cada punto de la lista: “he decidido…” o tal vez nos guste más: “voy a esforzarme en…”, que implican un fuerte compromiso.

Por ejemplo: He decidido comer y beber con moderación, dormir lo necesario, escribir únicamente lo que contribuya a hacer mejores a quienes me lean, abstenerme de la codicia y no compararme jamás con mis semejantes.

Voy a esforzarme por hacer cada día y cada actividad tan preciosa y gozosa como sea posible.

He decido que voy a hacer la compra sin prisa; saludar a los vecinos, aunque no me guste su cara; llevar un diario; llamar regularmente por teléfono a mis amigos y hermanos. Y hacer excursiones, y bañarme en el mar al menos una vez al año, y leer sólo buenos libros, o releer los que me han gustado…

Voy a esforzarme en mantener intacto mi sentido de humor. En ser tan animoso e intrépido como pueda.

Voy a esforzarme, siempre, en no considerar nunca lo que estoy perdiendo, sino, más bien, mirar qué admirable y llena ha estado y está mi vida.

Y así podría continuar durante alguna página más, pero con solo repasar los primeros puntos ya me doy cuenta de que lo que quiero hacer, en realidad, es poner la vida como eje principal, admirarla, estudiarla y cultivarla.

No lo puedo evitar, voy a despedirme hoy con una frase de Chesterton: “El objetivo de la vida es apreciar; no tiene sentido no apreciar las cosas”.

Buenos Días.

sábado, 8 de agosto de 2020

Necesidad de aislamiento

          “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Hace años que no realizo ningún viaje en solitario, y tengo muy escondido en la memoria las sensaciones que se experimentan, tal vez por eso, ante la posibilidad de que en septiembre vuelva a hacerlo, estos días le estoy dando vueltas a la cuestión de la soledad. 


Irse de viaje solo, hacer un viaje en solitario no es lo mismo que estar solo o ser un solitario, la cuestión es que, en un sentido corriente, solitario es un hombre que se aparta de los demás, pero no por eso es insociable ni tampoco tiene por qué ser un ermitaño. Entiendo perfectamente que una persona se canse de la civilización, de su forma de vida en esta sociedad y exprese su descontento, su rebeldía, la búsqueda de una salida refugiándose en la naturaleza o recorriendo el mundo en bicicleta. Esto no es más que una manifestación de la capacidad de apartarse del hombre. Pero los motivos anteriores son solo una parte, el hombre inquieto, intelectualmente activo que ve como pierde su capacidad de dar contenido a su vida también busca esos espíritus inspiradores en la soledad, en el silencio y es posible que también se suba a una bicicleta y se marche a buscarlos.

De este modo, lo que puede parecer un acto de rebeldía no es sino una forma de expresar el deseo de buscarse a sí mismo, de buscar la inspiración que se perdió y separándose, intentar recuperarla.

Los hombres por naturaleza nos organizamos en sociedades o en grupos humanos que tienden a darle seguridad y excluyen el riesgo de soledad para sus integrantes. Pero, esa seguridad que surge de vivir en comunidad suele estar acompañada de falta de inspiración, de pobreza intelectual. Lo peor que le puede pasar a nuestra creatividad personal es que nos aburguesemos, entendiendo como tal lo que nos proporciona un conjunto de normas establecidas y funcionales que nos dan seguridad y estabilidad, y que suelen empobrecer el espíritu creativo del hombre.

Y el hombre posee de por sí una voluntad creativa que le diferencia de los demás habitantes de la tierra. Si repasamos la historia veremos que los grandes hombres no fueron espíritus conformistas, tuvieron espíritu de protesta y deseos de mejorar las cosas. El hombre verdadero es el que vive una actitud de servicio, de ayuda, fuera de lo rutinario y convencional. La vida merecedora de vivirse hay que concebirla como un compromiso, no como confort. Recordad; la paz no es del que la soporta sino del que la conquista.

Y eso hace al hombre solitario, pero ese ser solitario le exige ser solidario. Nuestra vida queda, pues, sujeta a mantener ese equilibrio, entre la necesidad de aislamiento que se siente para crear y la necesidad de mostrar lo creado. Ciertas calidades humanas se consiguen sólo en el silencio y en la soledad. Los espíritus superiores fueron siempre, en un sentido o en otro, desterrados, y las grandes obras de arte o literatura, fueron producidas en ese ambiente de exclusión y destierro.

Sin embargo, el hombre sin la sociedad se encuentra indigente. Las artes y las instituciones son para su espíritu tan necesarias como el vestido y el confort para el cuerpo. Este es uno de los dilemas del hombre. Sin soledad no se saca lo mejor de uno mismo, y en soledad hay peligro de encierro y asfixia. El hombre es una criatura en dos, es el solitario que necesita del prójimo, pero también requiere pensar a solas.

Buenos Días.  

miércoles, 5 de agosto de 2020

Apartarse.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruïdo,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido!

Ya estamos preparando la próxima salida, y lo estamos haciendo con la poesía de Fray Luis de León, pues no todo va a ser mirar y estudiar, imaginar carreteras y caminos, también hay que preparar el alma para esas horas de pedaleo y tranquilidad.

Y, continua Fray Luis en oda a la Vida Retirada:

Un no rompido sueño,

un día puro, alegre, libre quiero;

no quiero ver el ceño

vanamente severo

de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves

con su cantar sabroso no aprendido;

no los cuidados graves

de que es siempre seguido

el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,

gozar quiero del bien que debo al cielo,

a solas, sin testigo,

libre de amor, de celo,

de odio, de esperanzas, de recelo.

Estas reflexiones nos llevan inevitablemente a preguntarnos: ¿qué es lo que da valor a un viaje? ¿el paso de un lugar a otro? No; eso lo hace la bicicleta; lo que da valor a un viaje es el descubrimiento, la admiración, y esto es un acontecimiento interior. La reflexión o la meditación de los hechos, de las cosas, es lo que nos llama y nos da la felicidad.


Pero cuidado, aunque en estos días puede resultar interesante y casi seguro que por culpa del covid-19 sea necesario el aislamiento, encerrarse en uno mismo y aislarse tiene sus peligros. Es verdad, de que, en el cicloturismo, esos momentos de soledad y de lo podríamos llamar de “recogimiento” van acompañados de actividades, como montar y desmontar la acampada, preparar y comprar la comida, el aseo personal y el de todas nuestras pertenencias, cuidar la bicicleta y organizar un poco la etapa del día… Se corre el riesgo de hacernos perezosos, de hacer de ese replegarse sobre uno mismo una actitud enfermiza y llevarnos a una especie de intelectualismo descarnado.

El cicloturista que vive su pasión hasta el fondo hará su vida en este mundo como habitante fuera del mundo, como quien no es de este mundo, y para quien el mundo puede parecerse a un valle lleno de lágrimas. Que pueda hacer con ese separarse una salida y una solución a sus problemas con el mundo pertenece a la lógica. Pero esa conducta no puede significar nunca desentendimiento del mundo que lo rodea, porque el hombre, no lo olvidemos, es un ser social, hecho naturalmente para la vida en sociedad. La soledad que busca y que consigue el cicloturista no es privación sino desarrollo. Solitario no es abandonado, sino centrado. Esa soledad y recogimiento que tanto bien nos hacen se transforman con facilidad en desdicha si no se administran correctamente.

El cicloturista o lo podríamos llamar también cicloviajero que lleva muchos años haciendo kilómetros, sabe que para alcanzar un cierto grado de sabiduría humana tiene que pasar por apartarse, por el silencio y la soledad. El apartarse de esta sociedad nos lleva hasta la misma puerta de uno mismo, pero no para quedarse en la orgullosa y estéril posesión de uno mismo, sino para abrirse a la verdad de la vida y comunicarla.

El cicloviajero no puede ser una persona hermética. El cicloviajero puede pasar mucho tiempo recogido, en silencio y separado de los problemas de la sociedad, pero tiene que responder, dar respuestas a los problemas que haya encontrado solución.

El primer trabajo que el hombre debería realizar, debido a su dignidad, es intentar ser libre, controlar las cosas, y no someterse a ellas. Tenemos que intentar conseguirlo con inteligencia, buscando entre ese “no someterse” y a un cierto distanciamiento de los hombres un equilibrio, sin deshumanizarse. El hombre no puede perderse en lo que esta fuera de él, no debe trivializar su existencia, no debe ser una mera marioneta de la estructura social que lo rodea; nuestra vida debe evolucionar, crecer.


Vivimos en el mundo, en una sociedad donde somos una parte activa, somos sus protagonistas, sus actores, pero somos también sus autores y debemos escribir una parte importante del guión. Encontrar el equilibrio es nuestro trabajo.

Para ello primero hay que encontrarse a sí mismo, y esto pide el distanciamiento ascético de los hombres y de las cosas. Y un viaje con alforjas nos puede ayudar.

Buenos Días.


lunes, 3 de agosto de 2020

¿Alegres en estos días?

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Que estamos pasando una mala temporada no extraña a nadie, y creo que es normal que nos encontremos preocupados e intentar no reconocerlo no nos lleva a ninguna parte. Que nos encontremos serenos y tranquilos en medio de este desastre sanitario y económico no quiere para nada decir que debamos estar o sentirnos alegres.

La alegría no la podemos imponer, ni mucho menos exigir cuando vemos como cada día la situación no mejora como debería. La alegría de las personas es algo espontáneo que nace y se transmite cuando las circunstancias en las que nos encontramos nos llevan a ella.

Las personas no somos ajenos a todo lo que está pasando. Somos seres transparentes, contextuales, lo que ocurre a nuestro alrededor nos afecta y altera nuestro estado de ánimo. La desgracia, el sufrimiento y el dolor que esta causando esta pandemia nos afecta pues en eso consiste, precisamente, ser humano, en no ser indiferente al mal del prójimo.

Es muy difícil mantenernos serenos y tranquilos, y mucho más estar alegres cuando todo parece que se derrumba a nuestro alrededor y las expectativas de futuro son todavía oscuras a nivel social y económico.

Si pensamos un poco sobre la alegría, sobre cuando estamos alegres, seguramente llegaremos a la conclusión de que la generamos cuando percibimos un bien, cuando lo descubrimos. Estamos alegres cuando conseguimos alcanzar un objetivo, cuando recibimos una buena noticia, cuando logramos realizar un propósito.

Si experimentamos algo bueno, si vemos lo bueno que podemos conseguir, incluso en estos días negros, seremos capaces de estar alegres. También estaremos alegres si somos capaces de reconocer los bienes que nos han sido dados, los que hemos recibido de los demás sin merecerlo y los que somos capaces de generar.

Todos vemos cada día a personas que viven cómodamente, que no les falta de nada y, sin embargo, nunca están alegres. Vemos, en cambio, a otras que carecen de la gran mayoría de cosas y transmiten alegría por cada poro de su piel. No es curioso. No nos llama la atención que esto pueda ser así.

Esto sucede porque la alegría no es un sentimiento artificial, no se puede comprar, no lo podemos adquirir en una tienda. Aun así, el hombre es capaz, cuando toma conciencia de los bienes que posee, de los amigos que le aprecian, de las personas que le aman, incluso en estos días, puede conservar su alegría.

Por eso, si tomamos conciencia de que somos amados a pesar de todo lo que nos pueda suceder, vamos a experimentar una alegría tan intensa que saldrá de nosotros y será perceptible por los demás. Esta alegría nace de un convencimiento interior, pero, para conseguirlo, es preciso tenerlo. Y no todos lo tienen.

¿Cómo alentar a las personas de que estén alegres en estos días?

Es una tarea complicada. No sirve de mucho lo que pueda escribir, tampoco va a servir que le quite importancia al problema, es más, algunas veces con buena intención puedo decir o hacer cosas que generan el efecto contrario. Crean indignación y rabia.

No creo que existan fórmulas mágicas, no hay recetas que lo curen todo, ni caminos fáciles en estos temas.

Pero, no hacer nada es un fracaso a nuestra inteligencia. Tal vez, estar al lado de las personas que más están sufriendo en esta pandemia sea una buena solución. Pero, estar al lado y callarse, que es lo más difícil.

Más que decirles cosas, lo que hay que hacer es ponerse a disposición y escuchar para que puedan liberar todo su malestar, ya que escuchar ya es, de por sí una cura. Además de eso, se pueden buscar soluciones y alternativas juntos.

En fin:

Buenos Días.


domingo, 2 de agosto de 2020

Contratiempo

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).



Las bicicletas se estropean, tienen averías, se rompen y sobre todo pinchan, y esto último es lo que le paso a la Giant, pinchó. Nos la encontramos con la rueda delantera deshinchada una mañana. No es lo normal, pero puede suceder, la arreglamos, le pusimos la cinta antipinchazos, pues la Giant todavía no las lleva puestas, y a continuar.

Con la bicicleta no es fácil tener contratiempos mecánicos, es un máquina muy sencilla, aunque los contratiempos existen durante un viaje, es algo que puede suceder en cualquier momento. Ante ellos, hay modos de reaccionar inteligentes, cuando lo que parecía un problema se hace una experiencia enriquecedora; también hay reacciones que son más bien lo contrario y que suelen ser propias de personas que no sacan partido de sus propios recursos lo que les amarga el día o el viaje.


A veces suele suceder que no paramos de buscar cuales pueden ser los contratiempos que podemos tener y nos angustiamos esperando que nos sucedan, lo que nos puede llevar a abandonar algunos proyectos que pueden ser un poco más complicados.  


Todos tenemos contratiempos en nuestros viajes, todos los días. La clave es cómo reaccionamos, con qué espíritu los asumimos. No hay nada que nos pueda eximir de los problemas, pero hay que verlos y vivirlos con mucha tranquilidad y esperanza, sabiendo que los problemas nunca tendrán la última palabra.

Buenos Días.


sábado, 1 de agosto de 2020

Desánimo.

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Larga y pesada se me está haciendo la pandemia, entramos en agosto y cada día me encuentro más desanimado, no sé de quién fiarme para valorar lo que está sucediendo con el Covid19, ya que tengo la impresión de que cada vez son más las mentiras que nos dicen y cada vez les son más difíciles de mantener a los miembros del gobierno y a las autoridades sanitarias, y es que es preciso que algo estemos haciendo mal, precisamente los españoles, puesto que volvemos a ser el peor país europeo en los rebotes siendo el único país europeo en el que es obligatoria la mascarilla, nadie reconoce ningún error cuando estoy seguro de que alguno debe haber por lógica, además resulta que nos han mentido con lo del comité de expertos que aconsejaban al gobierno y del que tanto tiempo nos han estado hablando, que al final resulta que nunca a existido. Todo muy triste.

Lo cierto es que comienzo agosto desanimado, todo pinta negro” y el desaliento cada día se hace más fuerte y, me cuesta más controlarlo. Ya sé que debería de estar siempre animoso y que debería de mirar siempre el lado bueno de las situaciones y de las cosas, pues, aunque no lo vea debe de estar ahí.

También se que no me debo entregar a melancolías ni a tristezas y que en estos momentos debería de acordarme de las horas buenas que he vivido sin olvidarme de que como creyente se que el Amor nunca me fallará. Pero es esta una tarea difícil de cumplir.

Durante estos días, mi imaginación es continuamente bombardeada por pequeños pensamientos negativos sobre todo lo que nos está sucediendo, también sobre la forma en que deberían de pasar las cosas y no pasan, todo esto empieza a lastrarme ya desde que me levanto de la cama.

Me despiertan las noticias por el radio despertador, y cuando abro un ojo ya empieza un pequeño desfile de inquietudes, de declaraciones que me resultan desagradables, de dudas sobre la veracidad de lo que estoy escuchando y de mi capacidad para no darle importancia y vivir más relajado.

Son pensamientos que quizás se apoyen sobre un fondo de verdad o quizás sean totalmente fruto de mi imaginación. Sin embargo, si me detengo en ellos, se convierten en parte de mí y me hacen pasar un día triste. Son pensamientos negativos que suelen ser el resquicio habitual de nuestra naturaleza herida y orgullosa pero que en circunstancias normales se controlan perfectamente, los convierto en anécdotas que no me desvían de mi objetivo en esta vida: ser feliz haciendo feliz a la gente.

Aunque el objetivo lo tengo claro, esa lucha contra el desánimo es cada día más dura, y la conversión de esos pensamientos negativos en positivos es la primera batalla a la que me debo enfrentar y el comienzo para ganar esta guerra.

Un problema importante es que esos pensamientos afectan a mi humor y están influyendo sin darme cuenta en mi comportamiento, determinando el futuro próximo pues me empujan a tomar decisiones en unas condiciones que no son las ideales. Y claro, sabiendo que no estoy en las mejores condiciones, me abstengo, no las tomo, me aisló, formó una fortaleza a mi alrededor para evitar que entren los pensamientos sombríos, y lo que debería servirme para liberarme de los pensamientos negativos se convierte en una auténtica prisión en la que no tengo verdadera libertad.  

Se está haciendo cada día más necesario no tener en cuenta todo lo que pueda pasarme por la cabeza, ni tomarlo como algo serio. En cuando me surge un pensamiento debo confrontarlo con lo que me han enseñado, con lo que he aprendido. Y es que la forma en que el pensamiento resuena en mi cabeza es lo que me permitirá juzgarlo: ¿me causa tranquilidad o inquietud? Tengo que clasificarlo entre aquellos que se fundamentan en una realidad y aquellos que son fruto de mi imaginación.

Sin embargo, algunos temores pueden ser fundados: el miedo al covid-19, la muerte de tantos contagiados, la falta de eficacia para controlarlo… Es normal que eso me afecte y que me cueste un tiempo en restablecerme. Es la perspectiva con que miro esos temores la que lo cambia todo. Si me paso el día especulado sobre ellos me encierro en ellos y no permito que nada bueno actúe en mí.

Pero cuidado, no se trata de que deje de sentir emociones, cólera, impaciencia, tristeza… Se trata de que las gestione para que ocupen su justo lugar. Incluso si tengo miedo debo actuar en consecuencia y así, me libero de esa cadena. Si logro permanecer sereno en la adversidad, comienzo a adquirir la madurez espiritual suficiente para sacar fuerza de la alegría y no de las circunstancias.

Por tanto, luchar contra los pensamientos negativos es una cuestión fundamental en estos días si quiero seguir avanzando y mantenerme feliz. Me tengo que imponer una disciplina cotidiana para liberarme de los pensamientos negativos.

Para liberarme de los pensamientos negativos, voy a necesitar un poco de tiempo y de energía para comenzar. Es un auténtico trabajo de todos los días para ganar esa batalla. Voy a prepararme para ello aprovechando el día para no dejarme atrapar por las situaciones negativas. Cuando constate un pensamiento pesimista, voy a decidir no demorarme en él. Actuare mal si acepto esas ideas parásitas y luego las mantengo durante toda la jornada. Cuanto más piense sobre lo que de bueno tengo y hay en las situaciones y en las personas, menos pensamientos negativos tendré. Al principio, estoy seguro de que será difícil, pero el control de mi imaginación irá mejorando poco a poco.

En fin, voy a ver si empiezo hoy, a pesar del calor sofocante que ya tengo.

Buenos Días.