sábado, 8 de agosto de 2020

Necesidad de aislamiento

          “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Hace años que no realizo ningún viaje en solitario, y tengo muy escondido en la memoria las sensaciones que se experimentan, tal vez por eso, ante la posibilidad de que en septiembre vuelva a hacerlo, estos días le estoy dando vueltas a la cuestión de la soledad. 


Irse de viaje solo, hacer un viaje en solitario no es lo mismo que estar solo o ser un solitario, la cuestión es que, en un sentido corriente, solitario es un hombre que se aparta de los demás, pero no por eso es insociable ni tampoco tiene por qué ser un ermitaño. Entiendo perfectamente que una persona se canse de la civilización, de su forma de vida en esta sociedad y exprese su descontento, su rebeldía, la búsqueda de una salida refugiándose en la naturaleza o recorriendo el mundo en bicicleta. Esto no es más que una manifestación de la capacidad de apartarse del hombre. Pero los motivos anteriores son solo una parte, el hombre inquieto, intelectualmente activo que ve como pierde su capacidad de dar contenido a su vida también busca esos espíritus inspiradores en la soledad, en el silencio y es posible que también se suba a una bicicleta y se marche a buscarlos.

De este modo, lo que puede parecer un acto de rebeldía no es sino una forma de expresar el deseo de buscarse a sí mismo, de buscar la inspiración que se perdió y separándose, intentar recuperarla.

Los hombres por naturaleza nos organizamos en sociedades o en grupos humanos que tienden a darle seguridad y excluyen el riesgo de soledad para sus integrantes. Pero, esa seguridad que surge de vivir en comunidad suele estar acompañada de falta de inspiración, de pobreza intelectual. Lo peor que le puede pasar a nuestra creatividad personal es que nos aburguesemos, entendiendo como tal lo que nos proporciona un conjunto de normas establecidas y funcionales que nos dan seguridad y estabilidad, y que suelen empobrecer el espíritu creativo del hombre.

Y el hombre posee de por sí una voluntad creativa que le diferencia de los demás habitantes de la tierra. Si repasamos la historia veremos que los grandes hombres no fueron espíritus conformistas, tuvieron espíritu de protesta y deseos de mejorar las cosas. El hombre verdadero es el que vive una actitud de servicio, de ayuda, fuera de lo rutinario y convencional. La vida merecedora de vivirse hay que concebirla como un compromiso, no como confort. Recordad; la paz no es del que la soporta sino del que la conquista.

Y eso hace al hombre solitario, pero ese ser solitario le exige ser solidario. Nuestra vida queda, pues, sujeta a mantener ese equilibrio, entre la necesidad de aislamiento que se siente para crear y la necesidad de mostrar lo creado. Ciertas calidades humanas se consiguen sólo en el silencio y en la soledad. Los espíritus superiores fueron siempre, en un sentido o en otro, desterrados, y las grandes obras de arte o literatura, fueron producidas en ese ambiente de exclusión y destierro.

Sin embargo, el hombre sin la sociedad se encuentra indigente. Las artes y las instituciones son para su espíritu tan necesarias como el vestido y el confort para el cuerpo. Este es uno de los dilemas del hombre. Sin soledad no se saca lo mejor de uno mismo, y en soledad hay peligro de encierro y asfixia. El hombre es una criatura en dos, es el solitario que necesita del prójimo, pero también requiere pensar a solas.

Buenos Días.  

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