“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Larga y pesada se me está haciendo la pandemia, entramos
en agosto y cada día me encuentro más desanimado, no sé de quién fiarme para
valorar lo que está sucediendo con el Covid19, ya que tengo la impresión de que
cada vez son más las mentiras que nos dicen y cada vez les son más difíciles de
mantener a los miembros del gobierno y a las autoridades sanitarias, y es que
es preciso que algo estemos haciendo mal, precisamente los españoles, puesto
que volvemos a ser el peor país europeo en los rebotes siendo el único país europeo
en el que es obligatoria la mascarilla, nadie reconoce ningún error cuando
estoy seguro de que alguno debe haber por lógica, además resulta que nos han
mentido con lo del comité de expertos que aconsejaban al gobierno y del que
tanto tiempo nos han estado hablando, que al final resulta que nunca a existido.
Todo muy triste.
Lo cierto es que comienzo agosto desanimado, todo “pinta
negro” y el desaliento cada día se hace más fuerte y, me cuesta más controlarlo.
Ya sé que debería de estar siempre animoso y que debería de mirar siempre el
lado bueno de las situaciones y de las cosas, pues, aunque no lo vea debe de
estar ahí.
También se que no me debo entregar a melancolías ni a
tristezas y que en estos momentos debería de acordarme de las horas buenas que
he vivido sin olvidarme de que como creyente se que el Amor nunca me fallará.
Pero es esta una tarea difícil de cumplir.
Durante estos días, mi imaginación es continuamente
bombardeada por pequeños pensamientos negativos sobre todo lo que nos está
sucediendo, también sobre la forma en que deberían de pasar las cosas y no
pasan, todo esto empieza a lastrarme ya desde que me levanto de la cama.
Me despiertan las noticias por el radio despertador, y
cuando abro un ojo ya empieza un pequeño desfile de inquietudes, de declaraciones
que me resultan desagradables, de dudas sobre la veracidad de lo que estoy
escuchando y de mi capacidad para no darle importancia y vivir más relajado.
Son pensamientos que quizás se apoyen sobre un fondo de
verdad o quizás sean totalmente fruto de mi imaginación. Sin embargo, si me
detengo en ellos, se convierten en parte de mí y me hacen pasar un día triste. Son
pensamientos negativos que suelen ser el resquicio habitual de nuestra
naturaleza herida y orgullosa pero que en circunstancias normales se controlan perfectamente,
los convierto en anécdotas que no me desvían de mi objetivo en esta vida: ser
feliz haciendo feliz a la gente.
Aunque el objetivo lo tengo claro, esa lucha contra el desánimo es cada día más dura, y la conversión de esos pensamientos negativos
en positivos es la primera batalla a la que me debo enfrentar y el comienzo
para ganar esta guerra.
Un problema importante es que esos pensamientos afectan a
mi humor y están influyendo sin darme cuenta en mi comportamiento, determinando
el futuro próximo pues me empujan a tomar decisiones en unas condiciones que no
son las ideales. Y claro, sabiendo que no estoy en las mejores condiciones, me
abstengo, no las tomo, me aisló, formó una fortaleza a mi alrededor para evitar
que entren los pensamientos sombríos, y lo que debería servirme para liberarme
de los pensamientos negativos se convierte en una auténtica prisión en la que
no tengo verdadera libertad.
Se está haciendo cada día más necesario no tener en
cuenta todo lo que pueda pasarme por la cabeza, ni tomarlo como algo serio. En
cuando me surge un pensamiento debo confrontarlo con lo que me han enseñado,
con lo que he aprendido. Y es que la forma en que el pensamiento resuena en mi
cabeza es lo que me permitirá juzgarlo: ¿me causa tranquilidad o inquietud? Tengo
que clasificarlo entre aquellos que se fundamentan en una realidad y aquellos
que son fruto de mi imaginación.
Sin embargo, algunos temores pueden ser fundados: el
miedo al covid-19, la muerte de tantos contagiados, la falta de eficacia para
controlarlo… Es normal que eso me afecte y que me cueste un tiempo en
restablecerme. Es la perspectiva con que miro esos temores la que lo cambia
todo. Si me paso el día especulado sobre ellos me encierro en ellos y no permito
que nada bueno actúe en mí.
Pero cuidado, no se trata de que deje de sentir
emociones, cólera, impaciencia, tristeza… Se trata de que las gestione para que
ocupen su justo lugar. Incluso si tengo miedo debo actuar en consecuencia y así,
me libero de esa cadena. Si logro permanecer sereno en la adversidad, comienzo
a adquirir la madurez espiritual suficiente para sacar fuerza de la alegría y
no de las circunstancias.
Por tanto, luchar contra los pensamientos negativos es
una cuestión fundamental en estos días si quiero seguir avanzando y mantenerme
feliz. Me tengo que imponer una disciplina cotidiana para liberarme de los
pensamientos negativos.
Para liberarme de los pensamientos negativos, voy a
necesitar un poco de tiempo y de energía para comenzar. Es un auténtico trabajo
de todos los días para ganar esa batalla. Voy a prepararme para ello
aprovechando el día para no dejarme atrapar por las situaciones negativas.
Cuando constate un pensamiento pesimista, voy a decidir no demorarme en él. Actuare
mal si acepto esas ideas parásitas y luego las mantengo durante toda la jornada.
Cuanto más piense sobre lo que de bueno tengo y hay en las situaciones y en las
personas, menos pensamientos negativos tendré. Al principio, estoy seguro de
que será difícil, pero el control de mi imaginación irá mejorando poco a poco.
En fin, voy a ver si empiezo hoy, a pesar del calor
sofocante que ya tengo.
Buenos Días.
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