miércoles, 30 de marzo de 2022

Una brújula

“El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton 

Ya falta menos de una semana para empezar a pedalear, el tiempo de espera ha terminado y es el momento de la acción. Y aunque ahora no se usa la brújula para guiarnos, sí que he considerado interesante tener siempre una a la vista para que me diga donde se encuentra el norte al que quiero llegar. Para recordarme hacia donde me tengo que dirigir.

Estoy seguro de que “subiendo” al norte voy a conocer muchos lugares, de los cuales una buena cantidad van a poseer un interés artístico que me van a “obligar” a detenerme para admirarlos, por supuesto también encontraré paisajes que también conseguirán que los disfrute igual que cualquier maravilla arquitectónica o cualquier pintura, en realidad voy a estar rodeado de arte en todo momento, considerando como arte cualquier cosa que se transforme en un camino que me lleve a la admiración, al encuentro y al crecimiento personal.

Cuando se admira todo lo que tenemos alrededor, un viaje en solitario no es tal, no nos sentimos solos, y a la vez, vamos a tener la necesidad de compartir esos momentos. Para admirar las cosas de este mundo, ya sé que no se necesita hacer viajes largos, ni subirse a una bicicleta, hay libros, internet, conversaciones, conferencias, cursos, etc.


No obstante, al encontramos de frente ante una obra maestra y reconocerla como tal, sea de la clase que sea, dentro de nosotros se escucha la misma voz que también inspiro al artista. En contacto con una obra de arte así, se experimenta como una conmoción, una tensión entre la obra y nosotros que necesita ser aclarada.

¡Qué difícil será y es hablar de una gran obra! Sin duda. Además, el valor de una obra maestra es relativo, en relación con lo que recibe. Normalmente se cree que la importancia de una obra de arte se puede medir por la reacción de las personas frente a esa obra, por la relación que resulta entre ella y la sociedad. En términos generales, esto es cierto.

Pero lo aparentemente contrario a la lógica es la obra de arte, en ese caso, pues depende totalmente de quienes la reciben, de que esa persona sea capaz o incapaz de descubrir, de percibir lo que une la obra con el mundo y con una persona, que, es el resultado de sus propias relaciones con la realidad. No podemos pretender que nuestra opinión, que nuestro juicio sea objetivo, cada juicio nuestro está condicionado por una variedad de interpretaciones. Si una obra de arte es considerada como tal a los ojos de muchas personas, de la mayoría, esto suele ser el resultado de circunstancias casuales y resulta por ejemplo del hecho de que aquella obra de arte tuvo suerte con quienes la interpretaron.

Por otra parte, las afinidades estéticas de una persona en muchos casos dicen mucho más sobre la propia persona que sobre la obra de arte en sí.

Voy a ver infinidad de obras de arte, estoy seguro, y muchas de ellas, a lo mejor solo lo van a ser para mí, de momento al levantarme cada mañana ya me muestra la obra de arte que es la vida, ahora bien, para los demás ya no sé, me conformo con que al menos lo intenten.

En fin; Buenos días.

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lunes, 28 de marzo de 2022

¿Dentro de mis limites?

 “El hombre ha de tener la suficiente fe en sí mismo para emprender aventuras, y dudar de sí mismo lo suficiente para disfrutarlas (G. K. Chesterton)

Al colocar todos los marcadores a cero por la curiosidad de saber cuántos kilómetros podré realizar, cuanto tiempo estaré pedaleando, y otra cosa que está muy de moda ahora, cuál será el desnivel acumulado, ha aparecido otro pensamiento o tal vez sea una pregunta que me da vueltas por la cabeza estos días y que es; si este viaje al Nordkapp se encuentra dentro de mis límites y si los más de tres meses al aire libre pedaleando no superaran mis límites. Los años van pasando y mis límites deben de encontrarse ya cada vez más cerca.

Te sientes cómodo, te encuentras bien y por lo tanto vas estirando tus posibilidades. Y está bien, pues no se trata de algo malo, porque de alguna manera las personas estamos llamadas a desear cosas, a dar en cada momento lo mejor de nosotros, a intentarlo y a no ser conformistas, ya que es mejor ser un fracasado que un mediocre, pues nos gusta imaginar y soñar con grandes horizontes. 

Sin embargo, por mucho que me esfuerce llegare a los límites de mi propia vida. Alcanzaré umbrales donde no podre aguantar pedaleando muchos kilómetros. No tendré la capacidad para alcanzar todo lo que me gustaría pues la actitud siempre va a superar a la aptitud. Habrá momentos donde mi salud ya no llegará donde antes llegaba.

Cuando llegue a ese momento, que llegará, tendré dos opciones. Una será no aceptarlo. No admitir que existe un final para todo y golpearme contra las paredes con la excusa de ser perseverante, y no avanzare mucho. Terminare frustrado y con la sensación dolorosa de estar perdiendo el tiempo. No aceptarlo me llevara a equivocarme muchas veces, a cabrearme porque no voy a soportar saber que me equivoco continuamente. Y desde aquí es fácil tropezar de mil maneras y formas, provocando dolor a los que me rodean y a mí mismo con reacciones que desconocía. 

Pero existe otra alternativa: sí aceptar esos límites, sabiendo que muchas veces va a ser muy complicado y quizá injusto. Pero la realidad, aunque pueda mejorarla, es despiadada. No se trata de conformase, no, sino, insisto, se trata de aceptar. La respuesta y la ayuda están en saber que se nos quiere igual, que se nos quiere en nuestra imperfección y se nos comprende tal como somos, más allá de nuestros límites, grandes o pequeños. Aceptándolo comprendemos que nuestra vida es un regalo que hemos recibido y no tenemos ni que pagarla ni fabricarla, no es una deuda que debemos exigir al mundo.

Nos encontramos a veces con situaciones que nos llenan de nerviosismo y tensiones porque creemos que debemos hacer miles de cosas para sentir que merecemos la vida. Y eso puede ser un tremendo engaño. La vida es un don, sólo hay que recibirla.

Si lo pensamos un poco veremos que somos un don, puro don, puro regalo. Y tenemos que vivirlo con una permanente gratitud.

Buenos días.

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viernes, 25 de marzo de 2022

Pequeños detalles.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Ya estamos con los últimos detalles, reduciendo la longitud y el peso de las herramientas, ajustando los portaequipajes, poniendo pilas nuevas a nuestros aparatos electrónicos…etc.  pequeños detalles que espero nos eviten problemas más adelante.

Muchas veces en esos pequeños detalles está el éxito de nuestras pequeñas aventuras. Si lo miramos despacio, nos daremos cuenta de que todo en la vida también son detalles. Las grandes cosas nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esas pequeñas maravillas que nos rodean cada día. El canto de un pájaro, esa flor que se acaba de abrir, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestro viaje en ese día que pensamos que no pasa nada.

Ya sé que reducir la llave Allen del pedal a la mínima expresión, cambiar todos los tornillos de los portaequipajes para que sean iguales, poner pilas nuevas para asegurar que no se terminaran cuando más difícil sea sustituirlas, reducir el mango del martillo para las piquetas, son detalles que por separado no tienen mucha importancia, pero la verdad es que me dejan más satisfecho y convencido de que estoy haciendo lo que debo y puedo para hacer el viaje más cómodo.  

Se piensa a veces que solo las acciones grandes y que llaman más la atención, como cambiar de bicicleta o ese maravilloso paisaje que se ve desde la cima de un puerto, son las que más satisfacción nos van a dar, pensamos que es un suceso que de golpe cambia todo el sufrimiento de la subida, por ejemplo. Esto es falso, en verdad lo maravilloso de un puerto de montaña se encuentra también detrás de cada curva, en detalles que llenan cada kilómetro de la dura ascensión, en ese parar y mirar atrás, en ver todo lo que llevas ascendiendo, pequeños detalles que hacen grande todo el conjunto.

Nos dejamos engañar con demasiada facilidad por la aparente simpleza de las grandes maravillas. No hay que desestimar jamás el poder de las cosas pequeñas: una flor en la cuneta, una oruga que intenta cruzar el camino, ese caracol que a veces nos acompaña en la subida. Todas estas pueden parecer poca cosa, pero no pensemos que son insignificantes.

Buenos días.

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miércoles, 23 de marzo de 2022

Operación "bikini".

  “El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton

En los días previos a un viaje lo queramos o no, siempre surge ese momento en el que sabes que no puedes o lo que es peor no debes llevarte todo lo que tienes preparado. Hay que hacer una selección de lo indispensable y dejarte algunas cosas.

Siempre tengo para los viajes en bicicleta los cien kilos como tope máximo, y siempre he tenido que dejarme cosas que días antes consideraba necesarias. Hasta ahora he tenido problemas para no llegar a esa línea que no me apetece traspasar. El año pasado en el viaje a Venecia conseguí empezar con 95 kilos, un récord que no creo que ahora pueda igualar. Era verano, menos kilómetros y menos días.

No es fácil decidir cuándo lo “imprescindible” ya se acerca peligrosamente a los 90 kilos: bicicleta, ciclista, material de acampada, cocina, ropa, herramientas, electrónica y mapas. En la teoría y habiendo visto lo que llevan los bici-viajeros más experimentados quizá sea fácil, fácil porque parece ser que no les molesta el peso, ya sé qué existe la modalidad de no llevar prácticamente nada de equipaje, pero a mi no me sirve pues se trata de otro tipo de viaje, del que debería de hablar en alguna ocasión. Me gusta llevar todo lo que necesito para viajar cómodo y que pueda pedalear, cuando acampo quiero encontrarme a gusto y para eso debo tener casi de todo.  

He ido colocando, desde hace días, en el comedor, todo el material que tengo para viajar en bicicleta, al que he ido añadiendo poco a poco la ropa y ahora toca empezar a descartar. Por una parte, me alegra tener tantas cosas, supongo que es buena señal, pero en parte ocurre como con el armario o las estanterías de nuestra habitación. Que como no despejes de vez en cuando terminas sepultado por libros, ropas, objetos varios… Así que, aunque cueste, de vez en cuando toca hacer limpieza general y tirar por la ventana (metafóricamente) todo lo que sobra. Para quedarse con lo importante.

En realidad, no es complicado, llevare lo mismo que el año pasado con el añadido de un poco más de ropa de abrigo y un paraguas. El truco para no sobrepasar el peso de 100 kilos se encuentra, según mi opinión, en la comida. Realizar la compra todos los días y no cargar con un kilo o medio kilo de cada cosa. Ya se que es complicado, pero llevar mucha variedad de comida hace que el peso total aumente. Llevar arroz, macarrones, lentejas, alguna lata de atún, café, avena, fruta, chocolate, frutos secos, condimentos… todo a la vez es lo que procuro que no ocurra. Sobre todo, si al comprarlo viene en envases de un kilo o medio kilo. Compro macarrones y como macarrones hasta que se terminen y después compro arroz y como arroz hasta que se termine y después compro tallarines y los termino. Más o menos ese es mi sistema.

Sea como sea, no quiero sobrepasar los cien kilos, la manejo bien tanto en marcha como parado ya que a veces se nos olvida que muchas veces hay que llevarla de la “mano”, subir escaleras, llevarla por dentro de algún edificio, entrarla en una habitación… etc.

En fin, voy a seguir con la operación “bikini”.

Buenos días.

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martes, 22 de marzo de 2022

¿Es para un valenciano la primavera francesa y alemana demasiado lluviosa?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Cuando estamos a dos semanas de empezar a pedalear solo surgen preguntas, tal vez solo me surjan a mí, pues ya sabéis que siempre estoy lleno de preguntas, y en estos días en los que no cesa de llover la pregunta es: ¿acierto si empiezo a principio de abril?

Una pregunta en sí misma ya resulta valiosa, incluso si no le encuentro solución. Hacerse una pregunta te mantiene en una actitud de atención, de alerta para poder responder con lo que tengamos a mano, es más nos sitúa ante la sorpresa de lo nuevo que nos podemos encontrar en la respuesta. Del mismo modo, la pregunta nos enseña nuestra propia debilidad, al no encontrar una respuesta o al responder erradamente, sabiendo que vamos a volver una y otra vez hasta que encontremos una respuesta satisfactoria. ¡Ah! Y nos ayuda a crecer, a dar lo mejor de nosotros en esa posible solución que encontremos.

Es importante hacerse preguntas; ¿principio de abril es buena fecha para empezar? ¿es para un valenciano la primavera francesa y alemana demasiado lluviosa? Preguntas sin duda interesantes, tal vez no importantes, pero que exigen una respuesta seria y que pueden comprometer los primeros meses de viaje.

Algunas veces nos encontramos con preguntas que no tienen respuesta, pero en la mayoría de los casos es porque preguntamos mal; ¿Cuántos lados tiene la rueda de la Diverge? ¿Cuánto mide el color azul?, ¿De qué color es un centímetro?” preguntas imposibles de responder. Son preguntas que tienen un error de concepto. Si vemos la última pregunta veremos que claramente no puede responderse, no es que un “centímetro” sea un concepto contradictorio o se niegue la existencia del color, sino porque un color no es una categoría aplicable a una medida, como el centímetro.

No hay forma de averiguar cómo se comportará la meteorología durante tantas semanas y por países tan distintos, así que no hay una respuesta sino varias, tengo que encontrar las respuestas para la lluvia, el frío, el viento y el calor, así que a buscar.

También me resulta curioso que en más de una ocasión en mitad de un viaje me he encontrado con algo que debe ser la respuesta a una pregunta, y tengo la respuesta en la mano y no se la pregunta, no sé por qué se encuentra en mi equipaje. Son respuestas que no tienen preguntas. Muchas veces tenemos muchas respuestas, sabemos muchas cosas, pero hemos olvidado las preguntas que nos planteamos y a las que se dirigían estas respuestas.  

En fin, como ya sabemos que para que tener algo de éxito en un bici-viaje resulta interesante imaginar o mejor aún preguntarse lo que va a suceder, y buscar las respuestas, voy a continuar preguntándome: ¿cómo? y ¿por qué? De todo.

Buenos días.

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domingo, 20 de marzo de 2022

¿Por qué volver al Nordkapp?

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

El comentario del otro día deja en el aire, sobre todo, una pregunta ¿Por qué volver al Nordkapp?

Hace muchos años que ya realicé este viaje en coche y tengo que decir que siempre lo he considerado el viaje de mi vida, ese viaje que siempre has soñado y que por fin un día realizas. Pero es verdad que cuando estaba de regreso ya decidí que algún día volvería, algo faltaba. Fue un viaje con todos los ingredientes para que lo considerara mi viaje perfecto, aventura, emoción, naturaleza y una gran dosis de incertidumbre ante lo que nos sucedería en cada momento.

Pero, notaba que le había faltado algo, entonces en el viaje de vuelta no fui capaz de averiguarlo y pasados los años tengo que reconocer que me olvide del tema. Solo sabia entonces y se ahora que tenía que volver, tal vez lo que me mueve a volver ahora es acallar esa voz que siempre me dice que vuelva, quizás no estuviera preparado o las condiciones no eran las adecuadas para sentir lo que un viaje de esas características puede llegar a ofrecer. 

Se que comenzar un viaje de estas peculiaridades sin tener un motivo claro puede parecer un desacierto y que cuando lleguen los momentos de debilidad no tendré la motivación suficiente para afrontarlos, o tal vez sí, tal vez será en esos momentos cuando descubra el verdadero motivo. 

De momento me conformo con ir contemplando todo lo que vaya sucediendo a mi alrededor, observar, descubrir la belleza que pueda descubrir en la naturaleza, en las personas y en sus obras. Intentaré ver las cosas cotidianas como si fueran nuevas, meditar en cómo se hicieron o se hacen. Pues las cosas no se hacen solas, alguien las hizo y por supuesto con algún fin.

Buenos días.

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sábado, 19 de marzo de 2022

Tener certeza de las cosas.

 “Puedo creer lo imposible pero no lo improbable” G. K. Chesterton.

Creo recordar que hace unas semanas ya escribí algo sobre la opinión que podemos tener sobre algo y la verdad que debe estar presente en ella, y quería insistir en que mi opinión debería de ser cierta y debería de tener la certeza de que así es. Y es que, lo que está sucediendo hoy en día es que desconfiamos de todo lo que tenga que ver con tener certeza de algo. Es como si fuésemos de pensamiento débil y solo nos conformáramos en comprobar que es jurídicamente positivo y si lo es ya no avanzamos más sobre el tema.

Sin embargo, a poco que reflexionemos, resulta evidente que es absurdo no querer tener certeza de las cosas. Veamos, cualquier investigación o discusión están encaminadas a conocer la verdad. Pero no sólo a conocerla, sino a conocerla con la mayor certeza posible. O sea, intentar discutir desconfiando de la certeza es como jugar al golf haciendo todo lo posible para que la bola no entre en el hoyo. Para eso, sería mejor no molestarse en discutir o no molestarse en ir pegándole a la bola, según el caso.

Ya sé que puede haber certezas que están injustificadas, pero una discusión no está encaminada solo a destruir esas certezas, sino a sustituirlas por otras certezas justificadas, aunque sean negativas. Lo que quiero decir es que la certeza en el conocimiento de algo es básicamente deseable en toda discusión, simplemente por la propia naturaleza de toda discusión. Por lo tanto, parece que no tenga sentido criticar porque se tenga una fuerte certeza sobre lo que se afirma. Pienso, que es sensato, de entrada, discutir si mí certeza está justificada o no, pero es absurdo que se me critique por el mero hecho de tener certeza, igual que sería absurdo criticar a un golfista por el simple hecho de meter la bola en el hoyo.  

Veamos, se me critica a veces por que me niego a considerar algunas cuestiones aisladamente y me empeño en remitirlas a otras cuestiones más profundas. Por ejemplo, si alguien me pregunta por mi oposición al aborto, es fácil que, junto con argumentos racionales, de otros unidos a mi fe y hable de que la vida es sagrada, del deber de amar a los pequeños e indefensos, de la enseñanza de la Iglesia, de la vocación a la Vida eterna, etc. Esto puede desesperar a quien discuta conmigo, porque para convencerme de que el aborto es bueno no solo tendría que darme directamente argumentos a favor de este, sino que también sería necesario que me convenciera de que la Iglesia se equivoca, de que Dios no existe, de que la vida se acaba con la muerte, etc.  

Me resulta curioso que se me critique por eso, porque, en principio, el conocimiento racional de las cosas y, especialmente, un conocimiento que intente ser solamente racional se tiene que basar necesariamente en el encadenamiento de verdades. Y, especialmente, en el encadenamiento de verdades desde las más concretas y superficiales hasta las más generales y profundas. Ese encadenamiento es lo que llamamos lógica o razón y es la esencia del conocimiento racional.

Analicemos otro ejemplo. Si a cualquiera de nosotros, alguien nos dijese que a los negros hay que lincharlos por las calles, no perderíamos ni un momento en considerar si esa persona tiene razón o no. ¿Por qué? ¿Es que somos intolerantes y dogmáticos, cerrados a que otros puedan tener razón? No, es algo mucho más sencillo: nuestra opinión de que es inaceptable linchar a las personas simplemente por ser negras no existe sola y aislada. Está ligada a nuestra acertada creencia de que también los que tienen la piel negra son seres humanos. Y a nuestra igualmente acertada y profunda creencia de que los seres humanos tienen ciertos derechos y de que el Estado debe defender esos derechos. Y esto último está emparentado a su idea fundamental de que el Estado debe estar al servicio de las personas y no a la inversa, etc. Es decir, si algún defensor del KKK quisiera convencerme de que hay que linchar a los negros por las calles, antes tendría que convencerme de la falsedad de todas esas otras opiniones o creencias que tengo en relación con el tema, más generales y profundas, porque mi rechazo al linchamiento de las personas de color está estrechamente vinculado a ellas.

 Por lo tanto, el hecho de que las opiniones sobre algunos temas concretos no sean algo aislado sino estén vinculadas a otras opiniones, experiencias, conocimientos y suposiciones de todo tipo no es algo propio, sino, simplemente, algo humano. El ser humano tiende forzosamente a integrar sus opiniones (con más o menos éxito) en una visión global que le permita convivir en armonía y coherencia. Si se trata de un cristiano, esa cosmovisión será la cristiana, que incluye la fe en Jesucristo o la creencia en Dios, si es un comunista será una cosmovisión marxista, que incluye la creencia en el materialismo dialéctico, por ejemplo. De nuevo, por lo tanto, no tiene sentido criticar por algo que es común a todos los hombres y que, en sí, es bueno y necesario: la coherencia e interrelación entre nuestras diversas opiniones, principios y creencias.

Voy terminando, pienso que hay que tener en cuenta una última cuestión en relación con la Verdad con mayúsculas. No es raro leer y oír que los cristianos creemos poseer la Verdad absoluta y se nos critica por ello. Es un rumor muy extendido. Pero es un rumor y por lo tanto poco fiable. Y, si le preguntamos a un cristiano si posee la Verdad absoluta, lo más probable es que o se muera de risa o nos mire como si estuviéramos locos.  

Los cristianos defendemos que Dios es la Verdad. Todos habremos oído o leído: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Por lo tanto, preguntar a un cristiano si posee la Verdad absoluta es como preguntarle si posee a Dios, algo tan evidentemente absurdo que a uno le deja sin palabras. Los cristianos no poseemos la Verdad. Como todos los hombres, a lo más que podemos aspirar es a conocerla y a servirla. Estamos llamados a ser servidores de la Verdad y no sus dueños.

Si en algo, pienso, que el cristiano se diferencia de los demás, no es en creerse dueño de la Verdad. Al contrario, se diferencia en ser especialmente consciente de que no puede hacer otra cosa que servirla y lo reconoce cada vez de reza.

Buenos días.

jueves, 17 de marzo de 2022

Regreso a casa.

“Héroes como Ulises son aventureros y emocionantes porque están intentando volver a casa. Imperialistas, piratas y demás, no son interesantes porque están intentando huir de casa. La gente centrípeta es alegre, la gente centrífuga es aburrida.” G. K. Chesterton

El primer recuerdo que tengo de un viaje fue ir andando con mi padre desde la playa de san Antonio en Cullera hasta el faro, todo un verano fantaseando de cómo sería, hasta que un día al final lo intentamos, llegamos hasta el hotel Sicania, no alcanzamos la meta, pero ese verano creo que introdujo en mí el espíritu viajero. Después se han sucedido en el transcurso de mi vida infinidad de viajes y excursiones que en lo básico y en muy poco se han diferenciado de aquel cuando aún no tenía los diez años.

Nunca he viajado ni me he marchado de casa para huir, todo lo contrario, me he marchado para volver y encontrarme mejor en ella. He intentado, después de cada viaje, mejorar todo lo que tenía a mi alrededor utilizando lo que había aprendido fuera. Al igual que los antiguos romanos que no amaban Roma porque era bella, sino que era bella por que la amaban, lo mismo me sucede a mí.

Es un matiz que puede parecer insignificante pero no lo es, al igual que una madre no abandona a su hijo porque no sea todo lo bello que le gustaría, sino que, siempre está intentando que sea más hermoso, yo, nunca me marcho de mi casa porque no esté a gusto, al contrario, cuando no me gusta es cuando más me quedo para mejorarla, esa es la diferencia entre amar y gustar. Nadie debería abandonar lo que ama, aunque le encuentre imperfecciones pues son ellas las que le deben hacer remover el mundo para intentar remediarlas. No hay que huir hay que ir a buscar soluciones, lo que implica volver. 

Hay que recordar que el viaje por excelencia es el que realiza Ulises en la Odisea, y es un viaje de vuelta, Homero nos cuenta el viaje de regreso a Ítaca, ya sé que después se han escrito poemas donde se le da más importancia al viaje que al destino, pero para Homero lo importante es el destino, Ulises quiere volver a casa, a recuperar su reino, a su esposa Penélope y a su hijo Telémaco.

Han pasado casi treinta siglos desde que Homero nos muestra que la esencia del viajero es el regreso, volver a casa para hacerla mejor, si el beneficio es solo personal es un viaje perdido, vacío.

Si recordáis, los viajeros seguro que sí, pues habrán leído la Odisea, hay un capítulo interesante, el de las sirenas, os acordáis. Las sirenas no eran mujeres hermosas con una bella cola como piensan los amantes del romanticismo y de Walt Disney, eran parecidas a monstruos, ligadas al mundo de los muertos, con cuerpos de pájaro y torso de mujer.

Las sirenas tenían un don al que nadie se resistía; una voz musical, prodigiosamente atractiva e hipnótica. Con sus canciones contaban las hazañas de los héroes que pasaban por sus aguas. A cada héroe le contaban la suya, y éste se quedaba tan embelesado deleitándose en el relato de sus triunfos que ya nunca más quería marcharse de allí.

Un viajero debe conocer ese peligro, no debe mirarse al espejo de su vanidad demasiado tiempo, nuestro viaje lo deben contar los demás cuando nosotros ya no estemos, pero las sirenas no. Los halagos hechizan, reblandecen la conciencia y nos domestican. Por eso Ulises se ató al palo mayor de su barco y se aseguró de que su voz no fuese tampoco oída, se pudo haber tapado los oídos como los demás tripulantes, pero no, opto por combatir la tentación mirándola de frente y su éxito fue completo: fue fiel a su propósito a pesar de haber oído el canto de las sirenas.

¿Sabéis por qué os recuerdo esta historia? En parte, para mostrar la situación en la que se puede caer al preparar un gran viaje o al volver. Que mi placer personal haga olvidar que después de un largo viaje con sus contrariedades y dificultades, sus satisfacciones y alegrías nuestro objetivo sea regresar a casa para empezar una mejor vida que siempre será nueva. Y esta es la cuestión.

Buenas Noches. 

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miércoles, 16 de marzo de 2022

“¡Qué hermoso es el mundo!”

     “Si encuentro en mí mismo deseos que nada en este mundo puede satisfacer, la única lógica explicación es que fui creado para otro mundo.” C. S. Lewis. 

Nos encontramos en los días, es más, me atrevería a decir que en las horas más complicas para Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En las ciudades de Ucrania se combate ya por las calles, y mientras, se extiende entre los europeos una sensación de desasosiego y desesperanza. Casi todos ya tenemos una opinión sobre las razones de por qué empezó esta guerra. Necesitamos entender.

Y es que para que nuestra vida transcurra con normalidad, necesitamos tener clara la realidad, lo que sucede, lo que somos y lo que hacemos. Necesitamos que las cosas respondan a un sentido.

Por muy complicados, incomprensibles, fáciles o difíciles que sean los acontecimientos que suceden o que realizamos, necesitamos que exista un punto de unión entre lo que nosotros pensamos y lo que hacemos. Nuestra vida no puede estar compuesta por las piezas de un mosaico que alguien se dedica a desordenar y que no encajan. Nuestras acciones deben de basarse en unas conclusiones, no pueden ser piezas de otro puzle que otros nos tiran encima.

Tenemos por una parte a los ucranianos y por otra a los rusos, con unas acciones que a nosotros nos pueden parecer como un acto reflejo, la reacción a un sentimiento, pero no son un sentimiento, unos actos con los que esperan conseguir, alcanzar un objetivo concreto, por lo que son la reacción un juicio, han decidido actuar basándose en unos datos. Los habitantes de Kiev han decidido defenderse hasta la muerte con la esperanza de repeler la agresión, y saben que pueden morir. Los soldados rusos han decidido atacar con el propósito de conquistar Ucrania y luchar jugándose la vida, y saben que pueden morir.

La cuestión es que las personas debemos encontrar un sentido capaz de mantener unidas esas piezas, porque cuando hay un sentido que mantiene juntas las piezas de nuestra existencia, nuestros actos y nuestros gestos tendrán sentido. Ante esta guerra reaccionamos, realizamos gestos, tenemos nuestra opinión, son actos que nacen, tal vez sin que nos demos cuenta de un juicio. Gritamos pidiendo que pare la guerra, tenemos la esperanza que así será, esperamos que cese la violencia y esta brutalidad. Pero ese grito de esperanza no es un sentimiento, es un juicio.

Esperar no es algo instintivo. Lo que me asombra es la esperanza. Que esas personas ucranianas y rusas que están viendo lo que está sucediendo crean que mañana les irá mejor, que todo lo que están haciendo es porque tienen una esperanza, eso sí que es sorprendente. Si, me asombra de que tengan esperanza, lo que significa que han tomado una decisión muy difícil, por eso pienso que no es una decisión instintiva. Pero también tengo que añadir que esa esperanza debe desear el bien, y para que sea así se debe basar en un buen juicio y para ello es imprescindible conocer la verdad, conocer el Misterio de la vida y de la realidad, y para eso hace falta haber recibido un don.

Aquí es donde se encuentra el “kit” de la cuestión, en si tenemos o hemos recibido ese don o no. Porque para tener esperanza en que conseguiremos ser felices y justos, hay que introducir un factor más a los ya nosotros estamos acostumbrados a mirar. Un factor que no depende de nosotros. La maravilla de la vida y de su realidad. La evidencia de que el mundo y nosotros no nos generamos solos. Que hay algo que nos antecede y que nos acompaña, y que nos hace exclamar cada mañana: “¡Qué hermoso es el mundo!”.

Reconocer el misterio que hay en esa hermosura cada mañana como un factor de la realidad, eso es un juicio. Pero nos atiborramos con una avalancha de informaciones, como si la esperanza de la paz pudiera venir por saber cuántos ataques hay, cuantas declaraciones y cuáles, o por llegar a entender como funcionan las armas que se están utilizando. Cuanto más empeora la situación, más nos dejamos invadir por cifras, estadísticas, curvas en aumento o en descenso, con una cadena infinita de expertos desfilando por los medios y las pantallas para que podamos seguir las noticias y análisis, que nos llenan cada vez de más miedo y angustia.

Hemos perdido el sentido crítico, vivimos vacíos de pensamiento y hay que volver a interrogarnos, a tener la capacidad de hacer preguntas, como siempre hecho. Tal vez ese es el vacío del pensamiento, la debilidad del juicio que no solo nos hace vivir más escépticos y asustados, sino que nos deja como meros espectadores impotentes frente a una generación a la que le falta capacidad para mirar al futuro.

Cuando digo que nos hace falta sacar nuestras conclusiones, que vivimos en una época vacía de pensamiento, parece que este diciendo que hay que convertirse en unos intelectuales y que hay que ser muy inteligente y listo. Pero, tal vez, la conclusión más formidable a la que se puede llegar se alcanza sin ser precisamente un intelectual, es la de levantarse cada mañana y exclamar: “¡Qué hermoso es el mundo y doy gracias por ello! Esta es la clave que solucionaría nuestros problemas a la hora de tomar nuestras propias buenas decisiones.

Buenos días.

sábado, 12 de marzo de 2022

Días de preparación.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Cada día procuro preparar algo del viaje, una pequeña cosa cada día, sin prisa para no entrar tan pronto en el estrés que me suele aparecer en las semanas previas. Hoy busco y coloco en una bolsa las herramientas de la bicicleta, mañana compruebo que tengo localizados los mapas de Francia, Alemania, Suecia y Noruega, pasado mañana repaso la cubertería y vajilla de camping, en fin, se trata de no llegar a la última semana y darme cuenta de que me falta algo.

En definitiva, ser previsor. Pero en el fondo todo esto nace de mi miedo a no estar preparado, por lo desagradable que resulta y por lo probable de empezar mal.

Ese miedo, no es exclusivo del viaje, lo siento en casi todas las situaciones en las que tengo que hacer algo, y en todas me parece lo más inteligente estar preparado, prevenido contra diferentes situaciones, dispuesto para todo y no solo con lo que necesito, sino también para aquello que no quiero que suceda. Voy colocando protecciones ante los problemas que me puedan surgir, capas y más capas, como corazas que me hacen ver sin miedo todo lo que me rodea, pero lo que sucede en realidad es que me siento acongojado ante el futuro. Cada nuevo objetivo o ilusión que imagino me hacer llevar un escudo más, y a veces lo puedo llevar bien, otras ese peso se hace insoportable, y siempre me impide moverme con comodidad.   

Ya sé, supongo que ese miedo es totalmente natural. Que tengo que escucharlo, porque marca la diferencia entre la valentía y la temeridad, pero si bien estoy de acuerdo en que es un freno necesario, no puedo permitirle que sea quien dirija mi vida. Esas corazas me encierran, evitan que mi horizonte se amplíe, que entren más proyectos, más historias, personas, alegrías… y es verdad, también llegaran nuevas preocupaciones y problemas. Por eso a veces me resulta necesario quitarme las corazas y dejar que me lleguen los problemas, dejar que me puedan herir, ir solo con la cara “recién lavada”, a corazón abierto y arriesgarme a las heridas que ello traerá.


A nadie le gustan los momentos malos, asusta pensar en los días amargos, pero en la vida como en la naturaleza las tormentas con sus rayos y truenos también son necesarias para crecer, pues sin el agua que nos dejan no sobreviviríamos, nuestro árbol necesita agua.

Estoy en tiempo de preparación, de reflexión, de ver problemas y soluciones, se puede pensar que es un tiempo de preocupaciones y un poco sombrío, pero no es del todo cierto. Estoy en camino, y su final no es una pena sino una alegría. Es costumbre ver este periodo de preparación para un viaje como un tiempo un poco lúgubre donde tenemos que concentrarnos en buscar los problemas que puedan surgir para a continuación encontrar las soluciones. Como si su único fin fuera el conseguir que nuestro viaje sea lo más perfecto posible. Pero esto tampoco es del todo cierto. Este periodo es camino, es viaje, el viaje ya ha comenzado.

Si todo lo anterior es verdad, me obliga a cambiar un poco la mirada de estos días que transcurro entre preparativos, elecciones de material y ultimando los pequeños detalles. Es verdad que puede ser pesado y aburrido, que se me puede hacer cuesta arriba, pero como sucede en los puertos de montaña no nos vamos a quedar en la cima, vamos a disfrutar después en la bajada, ya más preparados.

Hay que buscar la utilidad de estas incertidumbres internas, la finalidad podría ser el que vaya calando en nosotros la sensación de “viaje”. Tenemos que empaparnos de esa emoción, de ese efecto de “modo bici-turismo”, que nos alcanzará en el primer día que nos subamos a la bicicleta. Por esto, estos días tienen todo su sentido. Necesitamos estos días de reflexión, de trabajo, de preocupaciones, de papeleo… para dejarnos impregnar por dentro, con el único deseo de vivir en toda su magnitud la experiencia de empezar a pedalear.

En fin, estos días son un tiempo precioso para afinar nuestra mente y nuestro cuerpo a vivir unos cuantos meses al aire libre.

Buenos días.

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jueves, 10 de marzo de 2022

¿Hasta donde llegaría nuestro compromiso con la sociedad?

 “Hay cosas más importantes que la paz, y una de ellas es la dignidad humana” (G. K. Chesterton). 

Hablar de la guerra siempre esta bien para recordar que existe, no solo ahora que resulta necesario por lo que está pasando en Ucrania, sino que desde que el hombre es hombre ha sucedido sin cesar. Nuestro compromiso para que no exista debería de haber sido constante, no solo mostrando las que han sucedido y las que están sucediendo sino sabiendo que en nuestras calles y pueblos puede aparecer.

Si tuviéramos consciencia de que nosotros podríamos estar metidos en una guerra o que podríamos incluso provocarla, no nos chocaría tanto lo que estamos viendo en las noticias, quizá lo notemos ahora más que cuando una guerra se desarrolla en países más lejanos.

La cuestión es que no entendemos muy bien el compromiso de cientos de ucranianos que se están quedando en sus ciudades para defender aquello que consideran importante: su país, su futuro, sus familias y su manera de entender el mundo. Esto nos choca, porque nos obliga a preguntarnos sobre lo que nosotros seríamos capaces o no de hacer en su situación. Y es que la respuesta no es hacer un comentario en alguna red social a favor de la paz y en contra de la guerra o entre trago y trago de cerveza en la barra de un bar, estas respuestas no son suficientes.

En esta parte de occidente llevamos décadas presuponiendo y diciendo que la libertad individual es el principal valor para las personas. No paramos de escuchar por todos lo sitios como se dice que para encontrar la felicidad tenemos que buscar nuestra identidad personal e individual. De lo que no oímos hablar y nadie nos comenta nada es del valor del compromiso. En especial del comunitario.

Nadie o casi nadie aprecia ya el valor del compromiso. Nos relacionamos con otras personas sin embargo esas relaciones ya no se basan en cumplir aquello que prometemos, sino en buscar aquello que nos ofrecen. Ya no preguntamos ¿qué puedo hacer por ti? Sino que hemos cambiado la pregunta, ahora preguntamos ¿qué puedes hacer por mí?, ya que sabemos que la primera pregunta nos obliga a coger responsabilidades que no nos gustan a largo plazo. En cambio, con la otra pregunta no existe compromiso, cuando ya hemos conseguido lo que queríamos, nos vamos: “ya no me aporta nada” decimos.

Estamos demasiado acostumbrados a ver como se comprometen las personas a realizar determinadas cosas y como se olvidan a las pocas horas. Y es que nos da más miedo quedar mal delante de los demás que cumplir, nos faltan grandes dosis de voluntad para poner en marcha nuestras promesas.

Lo hacemos constantemente, decimos, escribimos y ponemos en las redes nuestras renuncias, los objetivos del año nuevo, el siguiente objetivo en el gimnasio… pensando que así nos comprometemos ante los otros. Es así, todos somos un poco narcisistas. Las ganas de ser protagonistas y de figurar nos gusta, convertimos nuestras ilusiones y objetivos en una especie de “gran hermano”, ya que solo si otro nos ve, nos sentimos con ganas de hacerlo.  

No estoy y no puedo negarle al compromiso el valor que tiene con los demás y con uno mismo, incluso para el que busca figurar, pues peor sería no hacer nada. Pero si tenemos un compromiso que tiene su precio en oro es el que nadie ve. El que somos capaces de hacer cuando estamos solos y que nunca recibirá la aprobación de los demás. El que se cumple sin tener en cuenta de quién esta mirando. El que se hace cuando todos se van. Ese es el verdadero compromiso, el de más alto valor.

Se dice y pienso que es verdad que nuestra vida vale lo que valen nuestros compromisos, y por eso tal vez nos impresionan los ucranianos. Nosotros no estamos en guerra, no tenemos una guerra en nuestras calles, pero hasta donde llegaría nuestro compromiso con la sociedad en un caso similar, si no estamos acostumbrados a cumplir los pequeños compromisos de cada día.

Buenos días.  

miércoles, 9 de marzo de 2022

¿Es necesaria para Rusia la guerra?

 “Hay cosas más importantes que la paz, y una de ellas es la dignidad humana” (G. K. Chesterton).

Siempre se ha dicho y hemos escuchado que existe mayor mentira que la que da origen a una guerra. Y es que la guerra siempre presenta las cosas de tal manera que a alguien le pueda parecer que es necesaria.

¿Pero es realmente necesaria la guerra desatada por Rusia para la gran mayoría de sus ciudadanos? Unos ciudadanos que no sacan ningún provecho de los contratos militares, que mantiene sus trabajos y sus ingresos en ocupaciones que en nada tienen que ver con Ucrania.

¿Para la clase media rusa, que le gusta viajar al extranjero, es necesaria la guerra? ¿O para los pobres, que se cuentan por muchos millones y que serán los primeros en sufrir las consecuencias de las sanciones impuestas?

Entonces, ¿por qué empieza la guerra? Tal vez, aparte de Putin y del Kremlin, también sea necesaria para la opinión pública patriótica, es decir, para los fabricantes de mitos, para los constructores y difusores de mentiras.

Veamos, nos podemos encontrar en estos casos con dos tipos de mentira la simple y la ideológica. La simple puede quedar desmentida por un hecho determinado, aunque no siempre. La ideológica nunca será desmentida por nada. Con la mentira ideológica no sirve discutir ya que se encuentra fuera de la búsqueda de la verdad, de los hechos, de la lógica. La mentira ideológica crea una verdad, unos hechos y una lógica. Dicen que se libra esta guerra no solo por una cuestión territorial, sino para “liberarse del nazismo”.

Donde se encuentra la clave en esta postura, en la palabra “liberación”, y esto amigos míos, no es una mentira simple, a la que se la pueda contradecir ni desenmascarar, esta es una mentira atroz, que provoca rayos y tormentas. No le podemos hablar de democracia, elecciones y debates. Para los rusos defensores de esta teoría, la democracia europea es una marioneta tañida por los americanos. En cambio, la democracia rusa, con un único líder y todos los diputados y televisiones siguiendo al unísono su voz, es la auténtica, la popular, y al pueblo no le hace falta más.

Si Ucrania decide occidentalizarse, tendremos que liberarles de ese deseo, tendremos que curarles la rusofobia que les ha contagiado Occidente. Pues todos saben que en Occidente la rusofobia esta por todas partes. Aunque yo no me he encontrado con esa famosa rusofobia por las calles y en cambio sí que veo y he visto mucho antiamericanismo.

La mentira ideológica de esta guerra, lo crean o no, viene a decir que esta invasión se realiza esencialmente por amor, para que los ucranianos nos amen, para que los malvados medio-rusos se conviertan en rusos buenos, obedientes, de los nuestros. Ucrania defiende el Donbas y utiliza la fuerza para ello y nosotros atacamos toda Ucrania para despertar sus conciencias. Aquí no se puede buscar una lógica humana, aquí todo es caos.

No es demasiado difícil producir ideologías, lo difícil es alcanzar esos ideales “viejos”, esos que desde hace siglos se intentan conseguir. La ideología consiste en cambiar la realidad y en su lugar colocar un sucedáneo, y una sociedad que solo es capaz de ver únicamente su propio reflejo, que vive en su mundo no es capaz de ver. Un sucedáneo que consigue transformar nuestro sentimiento patriótico en una bestia que solo busca a quien devorar. Que busca un enemigo, lo necesita, necesita que ese enemigo sea malvado, difícil de combatir, monstruoso.

Nos tenemos que cuidar mucho de esas mentiras ideológicas, pues siempre tienen fragmentos de verdad en una gran mentira. Y como en este caso llevan a la guerra.

Buenos días.

martes, 8 de marzo de 2022

Comparaciones.

 “El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton.

Después de haber vestido por primera vez con las alforjas a la Diverge y haberla sacado a “pasear” es hora de empezar a acostumbrarme a verla completamente equipada y lista para viajar. Cuesta un poco ver las alforjas en otra bicicleta que no sea la Peugeot y saber que se trata de mi bicicleta, la que me llevara dentro de unas semanas por esos caminos, carreteras y carriles bici de mi vieja Europa. 

Las comparaciones se dicen que siempre son odiosas y además malsanas, y curiosamente las tenemos todos desde que nacemos. Tenemos una tendencia a la comparación que está a flor de piel. Me atrevería a decir que se nos compara y nos comparamos constantemente, que nuestra vida es una constante comparación con la de los demás.

Es verdad que tiene su lado positivo, pues nos sirve de acicate, para estimularlos e intentar ser mejores, en mis bicicletas la elección de la Diverge es la consecuencia de haber comparado la Peugeot con las bicicletas mejor adaptadas a diferentes terrenos. Sin embargo, las comparaciones tienen también su parte negativa, y es que a base de estar considerando las características de las otras bicicletas. A base estar siempre comparando y deseando una bicicleta mejor, se llega a un momento en que nunca nos sentiremos satisfechos y eso se encuentra a un paso de la envidia, de envidiar las otras bicicletas que nos vamos encontrando en la ruta, mucho más bici-viajeras.

Existe también la posibilidad de comparar no solo las bicicletas sino nuestros viajes con los de los demás y llegar a saber si hemos sido mejores viajeros, y si no lo hemos sido podemos sentir la humillación del fracasado.


En realidad, usar las comparaciones para hacer descripciones de las cosas no está mal, pero solo para describir. Cuando las convertimos en una voz interior para hacer calificaciones, sobre todo a las personas, entonces tenemos problemas.  

Existen comparaciones para absolutamente todo. Sin embargo, al calificar a las personas, las volvemos simples, les asignamos un valor que está de acuerdo con la calificación. Y así de pronto pueden aparecer ante nosotros personas que son superiores a otras, que valen más que otras, que tienen dignidad superior a otras o mayores derechos que otras.

En fin, continuamos preparándonos.

Buenos días.

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lunes, 7 de marzo de 2022

¿Dictador?

     “Podemos creer lo que queramos. Somos responsables de aquello en que elegimos creer”. John Henry Newman. 

No sé si Putin es un dictador o se le puede considerar como tal, la cuestión es que estos días me he visto en la necesidad de responderme, a buscar el motivo por el que estoy en contra de los dictadores. Ya sé que el poder muchas veces significa corrupción y que el poder absoluto por lo tanto significa corrupción absoluta. Sin embargo, este motivo no lo siento como suficiente para mi aversión.

Otras formas de gobierno no paran de demostrarme que con frecuencia están corrompidas, la verdad es que pienso que no existe ninguna forma de gobierno en la que no pueda haber corrupción. A lo máximo que me atrevería a llegar es que en una dictatura se manifiesta de un modo más extravagante que en una democracia, aunque también se pueden encontrar bastantes ejemplos inauditos en democracias.

No, mi aversión pienso que esta más en el fondo. Lo que me resisto a admitir es que el hombre que manda pretenda tener siempre razón. Lo que más me molesta es la imposibilidad de replicar sus decisiones. Lo que me revuelve el estómago es que no pueda ni siquiera llamarle mentiroso sin estar expuesto a ser llevado a prisión rápidamente.

Ya sé que ahora muchos estaréis pensando: “pues con el Papa los católicos tenéis un problema” pero no es verdad, no existe tal dificultad. Según mi modesto entender el Papa tiene tan sólo la pretensión de ser infalible en cuestiones de fe y de moral, y esto sólo cuando habla ex cathedra, lo que no suele suceder más de una vez cada cien años. En cambio, los dictadores son infalibles en todas las cosas y en todo momento, todas sus proclamas son «ex cathedra» y se producen a una velocidad de vértigo, unas tras otras.

Cuando se está acostumbrado a utilizar el libre albedrío o sea cuando reflexionamos antes de hacer una elección y nos equivocamos o no elegimos la mejor opción sabiendo que no lo es, cuando nos comportamos como el hijo más egoísta a quien le interesa más el chocolate que le da su madre que la propia madre, a la ni siquiera le da las gracias. Y a pesar de todo continúa esperando pacientemente nuestro amor. Cuando estamos acostumbrados a esto, no podemos aceptar a un dictador pues es un concepto de “madre” pervertido. El dictador pretende ser como una madre para todos sus ciudadanos, pero no está dispuesto a perdonarlo todo porque no los ama. No tiene entre sus características ni facultades la magnanimidad. Eso es lo que tengo contra él.

Buenos días.

domingo, 6 de marzo de 2022

Populista y nacionalista.

 “Hay cosas más importantes que la paz, y una de ellas es la dignidad humana” (G. K. Chesterton). 

Hemos escrito ya algunas entradas quejándonos de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, y no he escrito sobre el posible motivo, ya que debe de haber una razón, siempre la hay.  

Se lee mucho sobre Putin, sin embargo, no creo que estuviera haciendo lo que está haciendo si no pensara que tiene un apoyo incondicional. Veamos un poco como se ha movido estos últimos años, podría decir, viendo cómo se mueven los nacionalistas que tenemos a nuestro alrededor que Putin lo es, y como tal es también un populista.

Como nuestros populistas y nacionalistas también usa el malestar de la población, su mala situación económica y promueve una nostalgia por una “gran” historia pasada. Como ellos, Putin es incapaz de ofrecer prosperidad económica, no sabe ni puede ofrecer desarrollo, y cambio ofrece un sucedáneo a todo eso, ofrece espectáculo y excitación.

Para ello se construye por medio de la manipulación de la opinión pública un supuesto enemigo exterior: en los que tenemos a nuestro alrededor es España y para Putin es Occidente. Se explota el miedo insinuando que a pesar de que somos fuertes económica o militarmente estamos siendo acosados para que perdamos nuestra fuerza, nuestra situación económica y seamos cada vez más débiles.

No es por tanto de extrañar lo que ha sucedido. Teniendo en cuenta que estamos en una época en la que parece que lo que nos mueve en la vida es el resentimiento y la sensación de agravio. El nacionalismo, porque Putin lo es, trata de llenar ese vacío social y la ausencia de vínculos que crea el individualismo con una falsa idea de pertenencia. Estamos viendo cómo resulta de peligroso el nacionalismo que al final siempre termina apropiándose de lo más humano, la búsqueda de un sentido en la vida.

Cuando nos convencen de que no hay esperanza en un mundo mejor entonces es muy fácil crear en nosotros la ira. Y, esto nos hace tener la sensación de que la violencia va a solucionar algo, pensábamos que esa sensación la teníamos superada, pensábamos que después de las guerras del siglo pasado habíamos aprendido que la guerra no soluciona nada, nos habíamos relajado, pero, resulta que lo que aprende una generación está visto que no sirve para la siguiente, sino que hay que estar continuamente repasando la lección.

Ya se que muchos lo vieron venir, pero la mayoría no, cuando Putin unos días antes de comenzar la invasión, en el discurso en el que justificaba el reconocimiento de las autoproclamadas repúblicas independientes del Donbás, conto una historia irreal y llena de fantasías, repitiendo lo que escribió este verano en un largo articulo en el que Ucrania sería “parte inseparable” de un único espacio espiritual. Ya estaban las cartas sobre la mesa, la partida ya había comenzado, lo que está pasando ahora, con toda esa violencia que nos parece increíble, es algo que era previsible.

Esa concepción del mundo que puede tener Putin no debería de haber sido más que un punto de vista y así lo consideramos la mayoría, pero nos olvidamos del populista y del nacionalista, y en vez de ser solo un buen argumento para una película se ha convertido delante de nuestros ojos en una tragedia.

Vivimos unos días trágicos, pero aún hay quien comenta los acontecimientos sin darse cuenta de que el drama ya se ha convertido en tragedia, y en una tragedia muy concreta, que afecta a la gente, a sus posibilidades de afrontar la realidad y de sobrevivir (literalmente), de tener una auténtica vida humana.

En fin, esto a comenzado mal y me temo que terminara peor.

Buenos días.

sábado, 5 de marzo de 2022

Símbolos.

 “El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton

El motivo principal de realizar el primer ensayo general en Cullera no estaba en el recorrido, que es llano, ni en la belleza de sus playas, que son extraordinarias también cuando el tiempo está en calma, el motivo principal era ponerle a la Diverge una insignia que me viene acompañando desde hace años en todos mis medios de transporte, medios de transporte ya sean motorizados o no, se trata de una insignia de la Virgen del Castillo de Cullera.

Para que la Diverge tuviera su insignia tenía que subir al Castillo como han hecho hasta ahora todos mis vehículos. Es ya una tradición que se sustenta en una devoción que hace que todos mis vehículos tengan que subir y llevarla.

La bicicleta además llevara una campana que me lleva acompañando desde hace muchos años en todas mis excursiones, ya sean a pie o en bicicleta, bueno en realidad se trata de un pequeño cencerro suizo que me hace compañía con su sonido. También llevare la bandera española al tratarse de un viaje internacional.

Muchos podréis pensar en los símbolos como emblema de algo en lo que creemos y que dicen algo de nosotros, y que se llevan a la vista ya parecen algo del pasado. Muchas personas no terminan de comprender, no me refiero a la utilización de los emojis a los que estamos muy acostumbrados ni a los tatuajes que se utilizan solo como adornos, me refiero a esos símbolos que utilizamos como un método para comunicarnos con otras personas. Es decir, aquello que supera la capacidad verbal, que comunica su contenido. Son como archivos comprimidos: pequeños, eficientes y capaces de mostrar su contenido a quien aprenda a abrirlos.

Muchas veces, sin darnos cuenta, pasamos por alto el significado de muchos símbolos al tenerlos como meros adornos o como algo decorativo. Olvidamos que todos queremos sentirnos como parte de algo. Es curioso el resultado de respondernos a la siguiente pregunta: ¿nos hemos parado a pensar todo lo que expresamos con lo que llevamos puesto? La ropa, por su estilo o por la marca, la sudadera del colegio o de la universidad, la camiseta de tu equipo o de la cuadrilla o incluso la cruz al cuello.

Todos sabemos lo que es un símbolo, pero no está demás que echemos un simple vistazo al diccionario y recordemos que lo podemos definir como un objeto pequeño que se considera como representativo de una idea, de una asociación, de una cierta condición, etc. El símbolo de la paloma representa la paz, por ejemplo.

Conocer los símbolos que representan a nuestras ideas nos hace tener un grado de pertenencia mayor y nos permite comprenderlas mejor. Parece ser que la gran mayoría de las personas necesitamos dejar bien claro quiénes somos y para ello recurrimos muchas veces a los símbolos que nos identifiquen con nuestros gustos, ideologías, procedencia, etc.

Me parece que en mis viajes llevo cuatro símbolos que están a la vista y en la cartera cuatro estampas de figuras religiosas, que también de alguna manera los considero como símbolos de mi devoción, aunque no se vean.

La cruz como llavero, la insignia de la Virgen del Castillo de Cullera en el cencerro suizo y la bandera de España. Símbolos que no hace falta trasmitir su significado ya que supongo que son de sobra conocidos. Aunque el cencerro tengo que decir que no representa nada, pero su sonido me ha acompañado durante muchos años en todos mis viajes y lo notaria a faltar. En la cartera las estampas del Ecce-Homo de Pego, San Cristóbal, la Virgen de la Salud de Venecia y un San Francisco de Asís.

Tengo que decir que no se tratan de amuletos ni de talismanes, ya que es un error pensar que recibiremos una protección especial contra el mal por el solo hecho de llevarlos. Si bien nos pueden apartar del mal, su eficacia radica en creer y en vivir según lo que representan.

No creo en objetos con “poderes mágicos” que atraigan la buena suerte. Los veo como expresión de mis ideas, de algo que ha ido madurando con los años y que desde el momento que los entendí los he hecho míos.

Me pueden ayudar, pero no lo harán si pienso que se tratan de objetos dotados de poderes sobrenaturales. Me ayudan sólo si creo en lo que significan, de manera que lo que me protege no es el objeto, es mí fe en lo que representa. En la medida en que sea consciente de que al llevar esos símbolos estoy dispuesto a vivir siguiendo sus ideas, de acuerdo con sus enseñanzas.

Si llevo una medalla o una cruz en el llavero, es porque estoy dispuesto a vivir siguiendo las enseñanzas que representan, si llevo la bandera de España es porque soy y me siento español. Y no me molesta que los demás lo sepan.

En fin, la paradoja que surge al llevar a la vista nuestras ideas, como dice Chesterton, es que no se puede tener un ideal, de la clase que sea, sin desear establecerlo, y, si lo establecemos, sin desear defenderlo.

Buenos días.

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