jueves, 10 de marzo de 2022

¿Hasta donde llegaría nuestro compromiso con la sociedad?

 “Hay cosas más importantes que la paz, y una de ellas es la dignidad humana” (G. K. Chesterton). 

Hablar de la guerra siempre esta bien para recordar que existe, no solo ahora que resulta necesario por lo que está pasando en Ucrania, sino que desde que el hombre es hombre ha sucedido sin cesar. Nuestro compromiso para que no exista debería de haber sido constante, no solo mostrando las que han sucedido y las que están sucediendo sino sabiendo que en nuestras calles y pueblos puede aparecer.

Si tuviéramos consciencia de que nosotros podríamos estar metidos en una guerra o que podríamos incluso provocarla, no nos chocaría tanto lo que estamos viendo en las noticias, quizá lo notemos ahora más que cuando una guerra se desarrolla en países más lejanos.

La cuestión es que no entendemos muy bien el compromiso de cientos de ucranianos que se están quedando en sus ciudades para defender aquello que consideran importante: su país, su futuro, sus familias y su manera de entender el mundo. Esto nos choca, porque nos obliga a preguntarnos sobre lo que nosotros seríamos capaces o no de hacer en su situación. Y es que la respuesta no es hacer un comentario en alguna red social a favor de la paz y en contra de la guerra o entre trago y trago de cerveza en la barra de un bar, estas respuestas no son suficientes.

En esta parte de occidente llevamos décadas presuponiendo y diciendo que la libertad individual es el principal valor para las personas. No paramos de escuchar por todos lo sitios como se dice que para encontrar la felicidad tenemos que buscar nuestra identidad personal e individual. De lo que no oímos hablar y nadie nos comenta nada es del valor del compromiso. En especial del comunitario.

Nadie o casi nadie aprecia ya el valor del compromiso. Nos relacionamos con otras personas sin embargo esas relaciones ya no se basan en cumplir aquello que prometemos, sino en buscar aquello que nos ofrecen. Ya no preguntamos ¿qué puedo hacer por ti? Sino que hemos cambiado la pregunta, ahora preguntamos ¿qué puedes hacer por mí?, ya que sabemos que la primera pregunta nos obliga a coger responsabilidades que no nos gustan a largo plazo. En cambio, con la otra pregunta no existe compromiso, cuando ya hemos conseguido lo que queríamos, nos vamos: “ya no me aporta nada” decimos.

Estamos demasiado acostumbrados a ver como se comprometen las personas a realizar determinadas cosas y como se olvidan a las pocas horas. Y es que nos da más miedo quedar mal delante de los demás que cumplir, nos faltan grandes dosis de voluntad para poner en marcha nuestras promesas.

Lo hacemos constantemente, decimos, escribimos y ponemos en las redes nuestras renuncias, los objetivos del año nuevo, el siguiente objetivo en el gimnasio… pensando que así nos comprometemos ante los otros. Es así, todos somos un poco narcisistas. Las ganas de ser protagonistas y de figurar nos gusta, convertimos nuestras ilusiones y objetivos en una especie de “gran hermano”, ya que solo si otro nos ve, nos sentimos con ganas de hacerlo.  

No estoy y no puedo negarle al compromiso el valor que tiene con los demás y con uno mismo, incluso para el que busca figurar, pues peor sería no hacer nada. Pero si tenemos un compromiso que tiene su precio en oro es el que nadie ve. El que somos capaces de hacer cuando estamos solos y que nunca recibirá la aprobación de los demás. El que se cumple sin tener en cuenta de quién esta mirando. El que se hace cuando todos se van. Ese es el verdadero compromiso, el de más alto valor.

Se dice y pienso que es verdad que nuestra vida vale lo que valen nuestros compromisos, y por eso tal vez nos impresionan los ucranianos. Nosotros no estamos en guerra, no tenemos una guerra en nuestras calles, pero hasta donde llegaría nuestro compromiso con la sociedad en un caso similar, si no estamos acostumbrados a cumplir los pequeños compromisos de cada día.

Buenos días.  

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