“Héroes como Ulises son aventureros y
emocionantes porque están intentando volver a casa. Imperialistas, piratas y
demás, no son interesantes porque están intentando huir de casa. La gente centrípeta
es alegre, la gente centrífuga es aburrida.” G. K. Chesterton
El primer recuerdo que tengo de un viaje fue ir
andando con mi padre desde la playa de san Antonio en Cullera hasta el faro,
todo un verano fantaseando de cómo sería, hasta que un día al final lo
intentamos, llegamos hasta el hotel Sicania, no alcanzamos la meta, pero ese
verano creo que introdujo en mí el espíritu viajero. Después se han sucedido en
el transcurso de mi vida infinidad de viajes y excursiones que en lo básico y
en muy poco se han diferenciado de aquel cuando aún no tenía los diez años.
Nunca he viajado ni me he marchado de casa para
huir, todo lo contrario, me he marchado para volver y encontrarme mejor en
ella. He intentado, después de cada viaje, mejorar todo lo que tenía a mi
alrededor utilizando lo que había aprendido fuera. Al igual que los antiguos
romanos que no amaban Roma porque era bella, sino que era bella por que la
amaban, lo mismo me sucede a mí.
Es un matiz que puede parecer insignificante pero
no lo es, al igual que una madre no abandona a su hijo porque no sea todo lo
bello que le gustaría, sino que, siempre está intentando que sea más hermoso,
yo, nunca me marcho de mi casa porque no esté a gusto, al contrario, cuando no
me gusta es cuando más me quedo para mejorarla, esa es la diferencia entre amar
y gustar. Nadie debería abandonar lo que ama, aunque le encuentre
imperfecciones pues son ellas las que le deben hacer remover el mundo para
intentar remediarlas. No hay que huir hay que ir a buscar soluciones, lo que
implica volver.
Hay que recordar que el viaje por excelencia es
el que realiza Ulises en la Odisea, y es un viaje de vuelta, Homero nos cuenta
el viaje de regreso a Ítaca, ya sé que después se han escrito poemas donde se
le da más importancia al viaje que al destino, pero para Homero lo importante
es el destino, Ulises quiere volver a casa, a recuperar su reino, a su esposa
Penélope y a su hijo Telémaco.
Han pasado casi treinta siglos desde que Homero
nos muestra que la esencia del viajero es el regreso, volver a casa para
hacerla mejor, si el beneficio es solo personal es un viaje perdido, vacío.
Si recordáis, los viajeros seguro que sí, pues
habrán leído la Odisea, hay un capítulo interesante, el de las sirenas, os
acordáis. Las sirenas no eran mujeres hermosas con una bella cola como piensan
los amantes del romanticismo y de Walt Disney, eran parecidas a monstruos,
ligadas al mundo de los muertos, con cuerpos de pájaro y torso de mujer.
Las sirenas tenían un don al que nadie se
resistía; una voz musical, prodigiosamente atractiva e hipnótica. Con sus
canciones contaban las hazañas de los héroes que pasaban por sus aguas. A cada
héroe le contaban la suya, y éste se quedaba tan embelesado deleitándose en el
relato de sus triunfos que ya nunca más quería marcharse de allí.
Un viajero debe conocer ese peligro, no debe
mirarse al espejo de su vanidad demasiado tiempo, nuestro viaje lo deben contar
los demás cuando nosotros ya no estemos, pero las sirenas no. Los halagos
hechizan, reblandecen la conciencia y nos domestican. Por eso Ulises se ató al
palo mayor de su barco y se aseguró de que su voz no fuese tampoco oída, se
pudo haber tapado los oídos como los demás tripulantes, pero no, opto por
combatir la tentación mirándola de frente y su éxito fue completo: fue fiel a
su propósito a pesar de haber oído el canto de las sirenas.
¿Sabéis por qué os recuerdo esta historia? En
parte, para mostrar la situación en la que se puede caer al preparar un gran
viaje o al volver. Que mi placer personal haga olvidar que después de un largo
viaje con sus contrariedades y dificultades, sus satisfacciones y alegrías
nuestro objetivo sea regresar a casa para empezar una mejor vida que siempre
será nueva. Y esta es la cuestión.
Buenas Noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario