miércoles, 16 de marzo de 2022

“¡Qué hermoso es el mundo!”

     “Si encuentro en mí mismo deseos que nada en este mundo puede satisfacer, la única lógica explicación es que fui creado para otro mundo.” C. S. Lewis. 

Nos encontramos en los días, es más, me atrevería a decir que en las horas más complicas para Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En las ciudades de Ucrania se combate ya por las calles, y mientras, se extiende entre los europeos una sensación de desasosiego y desesperanza. Casi todos ya tenemos una opinión sobre las razones de por qué empezó esta guerra. Necesitamos entender.

Y es que para que nuestra vida transcurra con normalidad, necesitamos tener clara la realidad, lo que sucede, lo que somos y lo que hacemos. Necesitamos que las cosas respondan a un sentido.

Por muy complicados, incomprensibles, fáciles o difíciles que sean los acontecimientos que suceden o que realizamos, necesitamos que exista un punto de unión entre lo que nosotros pensamos y lo que hacemos. Nuestra vida no puede estar compuesta por las piezas de un mosaico que alguien se dedica a desordenar y que no encajan. Nuestras acciones deben de basarse en unas conclusiones, no pueden ser piezas de otro puzle que otros nos tiran encima.

Tenemos por una parte a los ucranianos y por otra a los rusos, con unas acciones que a nosotros nos pueden parecer como un acto reflejo, la reacción a un sentimiento, pero no son un sentimiento, unos actos con los que esperan conseguir, alcanzar un objetivo concreto, por lo que son la reacción un juicio, han decidido actuar basándose en unos datos. Los habitantes de Kiev han decidido defenderse hasta la muerte con la esperanza de repeler la agresión, y saben que pueden morir. Los soldados rusos han decidido atacar con el propósito de conquistar Ucrania y luchar jugándose la vida, y saben que pueden morir.

La cuestión es que las personas debemos encontrar un sentido capaz de mantener unidas esas piezas, porque cuando hay un sentido que mantiene juntas las piezas de nuestra existencia, nuestros actos y nuestros gestos tendrán sentido. Ante esta guerra reaccionamos, realizamos gestos, tenemos nuestra opinión, son actos que nacen, tal vez sin que nos demos cuenta de un juicio. Gritamos pidiendo que pare la guerra, tenemos la esperanza que así será, esperamos que cese la violencia y esta brutalidad. Pero ese grito de esperanza no es un sentimiento, es un juicio.

Esperar no es algo instintivo. Lo que me asombra es la esperanza. Que esas personas ucranianas y rusas que están viendo lo que está sucediendo crean que mañana les irá mejor, que todo lo que están haciendo es porque tienen una esperanza, eso sí que es sorprendente. Si, me asombra de que tengan esperanza, lo que significa que han tomado una decisión muy difícil, por eso pienso que no es una decisión instintiva. Pero también tengo que añadir que esa esperanza debe desear el bien, y para que sea así se debe basar en un buen juicio y para ello es imprescindible conocer la verdad, conocer el Misterio de la vida y de la realidad, y para eso hace falta haber recibido un don.

Aquí es donde se encuentra el “kit” de la cuestión, en si tenemos o hemos recibido ese don o no. Porque para tener esperanza en que conseguiremos ser felices y justos, hay que introducir un factor más a los ya nosotros estamos acostumbrados a mirar. Un factor que no depende de nosotros. La maravilla de la vida y de su realidad. La evidencia de que el mundo y nosotros no nos generamos solos. Que hay algo que nos antecede y que nos acompaña, y que nos hace exclamar cada mañana: “¡Qué hermoso es el mundo!”.

Reconocer el misterio que hay en esa hermosura cada mañana como un factor de la realidad, eso es un juicio. Pero nos atiborramos con una avalancha de informaciones, como si la esperanza de la paz pudiera venir por saber cuántos ataques hay, cuantas declaraciones y cuáles, o por llegar a entender como funcionan las armas que se están utilizando. Cuanto más empeora la situación, más nos dejamos invadir por cifras, estadísticas, curvas en aumento o en descenso, con una cadena infinita de expertos desfilando por los medios y las pantallas para que podamos seguir las noticias y análisis, que nos llenan cada vez de más miedo y angustia.

Hemos perdido el sentido crítico, vivimos vacíos de pensamiento y hay que volver a interrogarnos, a tener la capacidad de hacer preguntas, como siempre hecho. Tal vez ese es el vacío del pensamiento, la debilidad del juicio que no solo nos hace vivir más escépticos y asustados, sino que nos deja como meros espectadores impotentes frente a una generación a la que le falta capacidad para mirar al futuro.

Cuando digo que nos hace falta sacar nuestras conclusiones, que vivimos en una época vacía de pensamiento, parece que este diciendo que hay que convertirse en unos intelectuales y que hay que ser muy inteligente y listo. Pero, tal vez, la conclusión más formidable a la que se puede llegar se alcanza sin ser precisamente un intelectual, es la de levantarse cada mañana y exclamar: “¡Qué hermoso es el mundo y doy gracias por ello! Esta es la clave que solucionaría nuestros problemas a la hora de tomar nuestras propias buenas decisiones.

Buenos días.

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