martes, 8 de marzo de 2022

Comparaciones.

 “El viajero ve lo que ve, el turista ve lo que él ha ido a ver”. G. K. Chesterton.

Después de haber vestido por primera vez con las alforjas a la Diverge y haberla sacado a “pasear” es hora de empezar a acostumbrarme a verla completamente equipada y lista para viajar. Cuesta un poco ver las alforjas en otra bicicleta que no sea la Peugeot y saber que se trata de mi bicicleta, la que me llevara dentro de unas semanas por esos caminos, carreteras y carriles bici de mi vieja Europa. 

Las comparaciones se dicen que siempre son odiosas y además malsanas, y curiosamente las tenemos todos desde que nacemos. Tenemos una tendencia a la comparación que está a flor de piel. Me atrevería a decir que se nos compara y nos comparamos constantemente, que nuestra vida es una constante comparación con la de los demás.

Es verdad que tiene su lado positivo, pues nos sirve de acicate, para estimularlos e intentar ser mejores, en mis bicicletas la elección de la Diverge es la consecuencia de haber comparado la Peugeot con las bicicletas mejor adaptadas a diferentes terrenos. Sin embargo, las comparaciones tienen también su parte negativa, y es que a base de estar considerando las características de las otras bicicletas. A base estar siempre comparando y deseando una bicicleta mejor, se llega a un momento en que nunca nos sentiremos satisfechos y eso se encuentra a un paso de la envidia, de envidiar las otras bicicletas que nos vamos encontrando en la ruta, mucho más bici-viajeras.

Existe también la posibilidad de comparar no solo las bicicletas sino nuestros viajes con los de los demás y llegar a saber si hemos sido mejores viajeros, y si no lo hemos sido podemos sentir la humillación del fracasado.


En realidad, usar las comparaciones para hacer descripciones de las cosas no está mal, pero solo para describir. Cuando las convertimos en una voz interior para hacer calificaciones, sobre todo a las personas, entonces tenemos problemas.  

Existen comparaciones para absolutamente todo. Sin embargo, al calificar a las personas, las volvemos simples, les asignamos un valor que está de acuerdo con la calificación. Y así de pronto pueden aparecer ante nosotros personas que son superiores a otras, que valen más que otras, que tienen dignidad superior a otras o mayores derechos que otras.

En fin, continuamos preparándonos.

Buenos días.

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