lunes, 27 de septiembre de 2021

¿Cómo pasa el tiempo?

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton).

¿Cómo pasa el tiempo? Tal como suele decirse: “parece que fue ayer”, y en cambio ya hace un mes que estoy en casa, entre otras cosas analizando y tomando nota de todo lo que debo de hacer mejor en el próximo viaje. Ya he borrado de esa lista que muchos de nosotros tenemos escrita en algún sitio y otros la tenemos en la cabeza, todo lo que no he usado y, no he añadido nada, de momento. He borrado algunas líneas, por ejemplo; no utilice la mayoría de las herramientas, así que es fácil que algunas de ellas se queden en casa el año que viene.

Puedo decir también que algunas prendas de ropa no salieron de su bolsa por lo que no me acompañaran. El material de acampada y cocina lo he utilizado todo y todos los días, así que en este apartado no habrá novedades.

 Donde tengo que estar más atento es con la comida que llevo en las alforjas, aunque durante todo el viaje he probado de varias formas y maneras, no creo que haya encontrado un sistema ideal. Pues tan pronto viajas ligero, como al salir del supermercado te das cuenta de que ya no cabe nada más en las alforjas y, estás varios días con exceso de peso, si puedo llamar “exceso” a algo que me resulta necesario.

Ha pasado un mes, el tiempo pasa y, como dice San Agustín: “Si nada pasase, no habría tiempo pasado; y si nada sucediese no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente”.

Efectivamente, la experiencia que poseo de mi viaje a Venecia coincide con mi experiencia del tiempo pasado: yo me recuerdo en hechos y situaciones de hace más de un mes, de hace años. Sin embargo, estoy viviendo ahora, lejos ya de ese pasado y si reflexiono, adquiero conciencia de que estoy viviendo aquí, rodeado de las numerables circunstancias de este momento. Estoy viviendo también en el pasado, que retengo de algún modo en la memoria y que a la vez se me escapa y condiciona, y estoy en el futuro, pues estoy preparando el viaje al Nordkapp al que pretendo llegar desde este momento presente en que vivo y quiero seguir viviendo.

Hay un aspecto que, en este punto, me puede separar de otra forma de ver las cosas. Hay una forma de ver estas cosas donde tomar conciencia del tiempo es desvelar el fin último del ser; hay quien piensa que llegará un momento en que no habrá más futuro. De ahí que, por eso, vivir o ser se convierta en un caminar inexorablemente hacia la muerte. Hay quien al observar cómo pasa el tiempo toma conciencia de que nuestro ser es temporal, de que el tiempo está consumiendo nuestro ser hasta terminar disolviéndolo del todo. Después no queda nada: “Ser-para-la-muerte”, que dicen los existencialistas.

Pero yo no veo, así las cosas, pienso que se vence al tiempo, de que hay futuro a pesar de lo efímero del instante presente y de lo deleznable que ha sido el pasado. ¿Efímero y deleznable? Atención, esto no está claro.

Que el tiempo haya pasado no significa que no ha haya existido, ni siquiera necesariamente que no exista de alguna manera: Lo que me ha pasado, lo que he vivido en el pasado no se extingue por completo, aunque no permanezca de la misma manera. Es decir, somos herederos de ese pasado; lo que hice o dejé de hacer en el pasado me lleva y me condiciona en el presente. Veamos, un alcohólico parece depender de una necesidad irresistible, pero lo que “ha pasado” es que está condicionado por su libre elección pasada como lo está, por el lado contrario, el que optó por recorrer positivamente su vida por el camino de la verdad, la justicia, etc.

Las personas somos de una determinada manera, y lo somos: pero entre otras cosas, porque nos hemos hecho así, porque somos herederas de nuestros actos. El pasado ha hecho un trabajo de artesanía configurando pasa a paso de una manera determinada nuestra personalidad en el momento presente.

Lo que haya de suceder a partir de este momento está claro que todavía no existe; pero ya se nos da como posibilidad en el presente. Depende, en gran medida, de lo que yo haga ahora, del giro que le dé al volante en esa pequeña fracción de tiempo que es el momento presente, pero no tan efímera, ya que de ella depende el futuro. La libertad que nos condujo hasta el momento presente, con todas sus misteriosas limitaciones que también ella sufre, sigue siendo, sin embargo, creadora de nuestro peculiar futuro.

Por eso, creo que, soy responsable de lo que ha sucedido y de ningún modo un espectador que está fuera del tiempo; pero, por otra parte, espero que, más allá de la propia experiencia y de su inevitable temporalidad, está una esperanza que me llama a la eternidad. De ahí, que valore mucho mi libertad y el tiempo pasado, presente y futuro.  

El viaje al Nordkapp del año que viene ya existe, existe en la experiencia acumulada en el de Venecia y en todos los anteriores, y existe ahora, en la esperanza de su realización de la que soy dueño, espero poderlo realizar. Y es que no hay otra forma que vivir que aspirando y proyectando.

Buenas tardes.

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jueves, 23 de septiembre de 2021

Saludarse.

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton). 

 Uno de los hábitos que más me gustan de cuando viajas o circulas por la carretera con la bicicleta es la sana costumbre de saludarse, lo hacemos de muchas formas; una ligera inclinación de la cabeza, un sencillo movimiento con la mano e incluso algún saludo con la voz. El cómo no importa, lo importante es hacerlo, ahora si te lo devuelven o no es otra historia, pero debo decir que en la mayoría de las ocasiones nos responden y respondemos.

Y es que existe una belleza en ese saludo, pues los ciclistas somos como una “tribu” aparte, entre todos los que circulan por los caminos y carreteras. Un saludo que intenta transmitir un deseo de bienestar y de salud para manifestar nuestros buenos deseos, a los cristianos se nos suele escapar algún: ¡A Dios!, o ¡Id con Dios!, o ¿Qué Dios te bendiga! Y lo hacemos con espontaneidad, nos sale del corazón.

Ya sé que hace unos años esos buenos modales llegaron a percibirse como algo un tanto anticuado. Hemos pasado unos años en los que una generación un tanto revoltosa en busca de una extraña libertad ya no sentía la necesidad de usar esas “palabras mágicas” de saludo como; “buenos días” o de “por favor” y sobre todo la de “gracias”.

Por fortuna, he comprobado durante estos meses de viaje que las buenas maneras están protagonizando un regreso, y no solo entre los cicloturistas. También adivino que estos modales a muchas personas les puede dar la impresión de ser vacías formalidades, lo cierto es que hay mucho más detrás de los superficiales saludos y agradecimientos.

Estos buenos modales son al fin y al cabo sinónimo de cortesía. Y la cortesía es como un código entre personas, ya sea entre los ciclistas, en el seno de la familia, entre amigos o en el trabajo. Es una manera sencilla de enviar un mensaje. Al decir “buenos días” al ciclista con el que nos cruzamos, dar las “gracias” al tendero o un “por favor” a un colega, estamos reconociendo a esa persona como individuo y demostrándole su importancia para nosotros y para la sociedad.

Esto ayuda a crear un sentimiento de unidad y nos muestra como los buenos modales son clave para permitir que los individuos se desarrollen dentro de un grupo y no se sientan marginados. Ayudará sin duda a que las personas aprendan la importancia de tratar a los demás como les gustaría ser tratados ellos mismos.

Algunas veces habrá que explicar por qué tenemos que ser educados, que existe un significado tras esas palabras sencillas y aparentemente superficiales, pero esto es otra historia, a la que tendríamos que añadir otras palabras también cruciales para la cortesía: “permiso” y “perdón”.  

Son todas ellas palabras sencillas, más fáciles de decir que de poner en práctica, pero poseen una gran fuerza: la fuerza de proteger nuestras relaciones, incluso entre mil dificultades y pruebas; y sin embargo su ausencia abre, poco a poco, brechas que pueden hacer que se todo derrumbe.

La palabra “permiso”, por ejemplo. Acercarse o participar en la vida de otra persona, incluso cuando sea parte de nuestra vida, requiere de la delicadeza de una actitud no invasiva, que mantenga y renueve la confianza y el respeto. Pues la confianza, no nos autoriza a dar todo por supuesto.

Las palabras “gracias” y “perdón” tan olvidadas, ya que se ven muchas veces como un signo de debilidad, e incluso despiertan recelo, hay que recuperarlas. Son palabras sencillas, y tal vez al principio nos hagan sonreír y las descuidamos un poco, pero hay que intentar devolverlas al lugar que les corresponde en nuestra vida, en nuestros corazones, en nuestra sociedad y entonces, tal vez, todo nos ira mejor.

Buenos días.

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miércoles, 22 de septiembre de 2021

¡Tómatelo con filosofía!

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton).

 Buena mañana para seguir filosofando, hace fresco y casi llueve, día gris que invita a la reflexión y a “tomárselo con filosofía”. Aunque esa frase tan utilizada de “¡Tómatelo con filosofía!" Bien merece una aclaración.  

Y es que esa frase puede entenderse mal pues se utiliza como una llamada a la calma, a la reflexión, a la consciencia y a la conciencia… pero no se trata de una invitación a la pasividad, a verlas venir, al conformismo. “Tomárselo con filosofía” no es otra cosa que ante una realidad, analizarla, investigarla, reflexionar para conocerla y, en consecuencia, asumir y responder.

Si queremos conocer bien nuestra realidad o la que tenemos a nuestro alrededor es necesario pasar por algunas etapas que nos harán hacernos responsables y dueños de nuestros actos, para no dejarnos manipular, para no enajenarse, para saber y tener conciencia del “por qué”, del “para qué” y del “cómo” de nuestros actos, de nuestras respuestas. Sucede que muchas veces cuando nos encontramos con la realidad de las cosas y tenemos que tomar una decisión se presentan unas sensaciones, unos sentimientos, unos deseos, dudas también, inseguridades y miedos que nos invitan a la huida, a escapar.

Sin embargo, podemos encontrar recursos, razones, motivaciones para decir o dar nuestra palabra, nuestra opinión… Podemos recurrir al exterior cuando no tenemos suficientes datos, experiencias o conocimientos en nuestro interior. Acudir y buscar experiencias de otros, a teorías heredadas, a esos testimonios que enriquecen la vida y hacen grande al ser humano. No se trata de copiar, para repetir, sino para comprender y entender mejor lo que tenemos delante, lo que, en nuestro interior nos llama la atención y está pidiendo una palabra, un gesto, una respuesta.

Es entonces cuando deberíamos recurrir a la Sabiduría, con mayúscula, cuando se debería de investigar en las palabras y los escritos que hay llegado hasta nosotros, en sus reflexiones y enseñanzas que ya se han confrontado con parecidas situaciones o incluso con las mismas, en fin, tengamos a nuestro alcance la filosofía.

Pero, la filosofía, entendida como esa actividad por la que se busca de una forma lúcida y reflexiva comprender la realidad y moverse en ella.

Tomar las cosas con filosofía, ser libre, consciente de nuestro destino, ser dueño y conductor de nuestra vida. Ser filosofo para tener amplitud de miras, abrir ventanas, divisar otros caminos posibles… resituarse, reinventarse y realizarse desde los diferentes puntos de vista. Y es que, como escribe María Zambrano: “El filósofo concibe la vida como una continua alerta, como un perpetuo vigilar y cuidarse. El filósofo jamás duerme, desecha de sí todo canto halagador que pudiera adormirle, toda seducción, para mantenerse lúcido y despierto. El filósofo vive en su conciencia, y la conciencia no es sino cuidado y preocupación”.

Pero claro, pensar por uno mismo implica que si queremos lograrlo verdaderamente nos tendremos que apoyar en el pensamiento de otros, especialmente en el de los grandes personajes del pasado. Pensar y reflexionar no es solamente una aventura; es también un trabajo que no puede llevarse a cabo sin esfuerzo, sin lecturas, sin herramientas. Y la cuestión está en que no dejamos de hacernos preguntas, algunas son pura curiosidad, otras las provocan las circunstancias, muchas surgen ante determinados contratiempos y hechos inesperados y, ante ciertas experiencias, sean de pesar o de alegría, la pregunta es el medio, el camino de salida, de ruptura de toda opresión, de huida otras, de dar comienzo a posible solución, a posible liberación… Buscar respuestas a las preguntas con seriedad es filosofar. “No se filosofa para pasar el tiempo, ni para lucirse, ni para juguetear con conceptos: se filosofa para salvar la piel y el alma”, he leído por ahí.

Y así ir viviendo la vida, revistiéndola de conocimientos y experiencias, que van modelando un estilo y una forma de mirar, de estar, de ser… de situarse en un contexto, en la realidad de la que formamos parte y necesitamos y que vamos definiendo y creando con nuestra presencia, nuestras acciones, que deseamos sean sabias… Es cierto que no todos pueden sobresalir por su inteligencia, como es cierto que todo hombre puede ser sabio.

Y termino hoy con una gran frase de Heráclito: “A todos los hombres les está concedido conocerse a sí mismo y ser sabios”.

Buenos días.

Imagen de analogicus en Pixabay 

martes, 21 de septiembre de 2021

Probamos nuestro camper.

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton). 

Durante el fin de semana pasado probamos por primera vez el mueble que fabricamos para convertir nuestra Berlingo en un camper, pequeña es verdad, pero a pesar de todo con su utilización en modo de día y de noche.

Parece mentira, pero aún no la había probado, tan solo había realizado algunos kilómetros para comprobar que nada se movía, y solucionar algunas vibraciones que tenía durante la marcha. Y, ahora no se nota ningún ruido cuando circulamos, ha sido un éxito.

Un fin de semana que ha servido para comprobar que, si ha valido la pena el trabajo realizado, y saber que la aprovecharemos en más ocasiones tal como habíamos pensado para trasladarnos con las bicicletas. Aunque debo decir que de momento no he solucionado la colocación de las bicicletas, para una bicicleta ya tengo la solución, pero para la otra aún no tengo la solución definitiva.  

En este caso, saber no significa sólo leer, enterarse, estudiarlo y montarlo; se trata más de practica que de teoría. Saber en esta ocasión no es una cuestión de ciencia, sino de vida. De probarlo no en casa sino en la carretera y en la acampada. Aunque si lo pensamos nos daremos cuenta de que es así también en la mayoría de las ocasiones en las que buscamos una solución o buscamos alcanzar un objetivo.

 Sin embargo, todos queremos saber más, pero el saber que nos debe aportar sabiduría no es el que busca la utilidad, sino el que busca la verdad de las cosas. Esa sabiduría que tiene que ver con el conocimiento profundo de la realidad y que busca el compromiso con una vida auténtica, verdadera. No se trata de amontonar conocimientos sino desarrollar nuestras capacidades y llegar a conocerse a uno mismo. Hay una frase de Lao Tse que nos lo resume y aclara; “Quien conoce a los demás, es inteligente. Quien se conoce a sí mismo, es sabio.”

Como ya sabréis, estos temas no son tan simples, pues conocerse a uno mismo implica alcanzar una mayor conciencia de los demás, lo que nos lleva a comprometernos con la vida y poner nuestro corazón en aquello que es bueno para todos y, entonces llegamos necesariamente a saber amar, amar a los demás sin hacer distinciones, incluso al enemigo.

Y es que, para esto, la inteligencia no basta. La cultura no basta. La habilidad no basta. Decía Aristóteles que; “La sabiduría no puede ser ni una ciencia ni una técnica”. La sabiduría es un saber, cierto, pero un saber vivir.

Es mucha la cantidad de medios de los que disponemos para estar al corriente de lo que sucede por el mundo y para conseguir respuestas a cualquier pregunta sobre cualquier tema. Podemos estar informados, es solo cuestión de pulsar algunas teclas en el ordenador. Y necesitamos de esa información, de los datos que conseguimos, como no, también a través del estudio, de la lectura, de los viajes, de la interrelación con los demás, de cualquier motivo que nos permita escuchar, atender…todo eso nos ayuda a comprender y situarnos en la realidad.

Pero el saber de la sabiduría es otra cosa, es esa gracia que vamos desarrollando y en la que intervienen nuestras experiencias, nuestra memoria, y que despierta nuestro anhelo y deseo desde lo más profundo, más allá de la libre deliberación y del dominio de la razón.

Es convertirnos en filósofos, utilizar la reflexión, el conocimiento, la comprensión, la aceptación de nuestra existencia en busca de la verdad. Utilizar nuestra filosofía para ser libres, conscientes y, consecuentemente, conducir nuestra vida. Ser filósofos y así poder tomar distancia de la realidad para verla mejor, en toda su amplitud. Es entrar en ese misterio que hay en el espacio entre lo que contemplamos y nosotros. Esa distancia no es una cuestión de longitud, es otra cosa: es una cuestión de abandono, desprendimiento y atención, de aceptar y acoger, de tener un respeto que valoré lo que contemplamos porque en sí mismo lo merece, lo que es y está.

En fin, filosofar nos plantea, nos conduce, nos lleva y nos pone ante nuestra realidad espiritual.

Buenos días. 

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viernes, 17 de septiembre de 2021

Cadenas autoimpuestas

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton). 

En este regreso a la vida bajo un sólido techo, y disponer de una gran parte de las comodidades que nuestra sociedad nos brinda, hay ciertas costumbres a las que estoy volviendo que intuyo pueden llegar y de hecho llegan a ser como cadenas que representan una falta de libertad o que la provocan.

Lamentablemente, son unas cadenas que me impongo sin casi darme cuenta. Me refiero a esas decisiones que tomadas libremente me introducen en una forma de vida de las que luego me cuesta mucho salir o no puedo liberarme del todo.

Eso ocurre, de una forma constante y dramática con algunas dependencias. Por ejemplo, que no es mi caso, cuando se opta un día y otro por alguna clase de droga, o por ciertas bebidas, o por juegos de azar, hasta que se termina por estar encadenado no solo psicológicamente, sino que también físicamente a algo.

También puede ocurrir, de un modo menos dramático, con algunas actividades que escogemos y que, normalmente, no deberían de generar una dependencia, aunque al final llegan a convertirse en unas cadenas autoimpuestas.

Un ejemplo bastante cercano es cuando me inscribo en uno o varios boletines de noticias de cualquier tipo e intento leerlo todos los días antes de comenzar el día, y que me está quitando tiempo para realizar otras actividades y me obliga a empezar el día con prisas.

O cuando me propongo la compra de una nueva bicicleta y tengo que reorganizar mi vida con el deseo de ahorrar más dinero para alcanzar esa compra, a costa a veces de realizar actividades que me gustan.

O puede suceder también que me sumerja en todo este mundo de las redes sociales, chats, con las casi infinitas posibilidades que existen en Internet, hasta el punto de mi vida “virtual”, que creo que llama (online), ocupe casi más tiempo que la vida “real”, llamada por lo que parece (offline).

O cuando escojo una cantidad de actividades que exigen unas cantidades pequeñas de tiempo que, al sumarse, ocupan buena parte del día: hay que leer estos libros, hay que terminar de planificar estas rutas, hay que ver cómo termina este capitulo de esa serie…

En muchos de estos últimos casos esa cadena nos retiene con suavidad, una suavidad que esconde sus daños potenciales: como se trata de cosas pequeñas, inofensivas, que “casi todo el mundo hace”, no te das cuenta cómo nos roban gota a gota el escaso tiempo que tenemos a nuestra disposición.

Para evitar que nos quedemos atrapados a esas cadenas que son autoimpuestas, ya sean las más graves y peligrosas, o sean las que parecen ser casi inofensivas, se necesita tener una sana disciplina en el uso del tiempo, siguiendo unos criterios que nos lleven a lo esencial.

Hay que tomar conciencia de que nuestra vida es breve, pues ni siquiera se si llegaré al final de este día, y cuando recordemos que lo único importante está en saber recibir el amor que nos ha sido dado, dar las gracias por ello, y repartirlo a los demás, sabremos dejar de lado todo aquello no nos impida alcanzar estos objetivos, y utilizaremos nuestro tiempo, nuestra inteligencia y nuestro corazón en todo aquello que nos sirva para amar en este mundo y en la eternidad.

Buenos días.  

(Imagen de Foundry Co en Pixabay)

jueves, 16 de septiembre de 2021

Actividades disgustosas.

“Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton).

Además de volver a todas las actividades rutinarias, estoy realizando y acostumbrándome, otra vez, a algunas actividades que no me agrada realizar y que me pueden incluso poner de mal humor. Actividades y acciones que también me encuentro con ellas cuando viajo en bicicleta, aunque las veo de una forma distinta.

Ya se que algunas pueden ser, incluso, obligatorias por motivos legales o simplemente porque hay que realizarlas sin demora. Sin embargo, otras de esas actividades las tengo que realizar por descuidos, ya sean por mi culpa o de otros. Por ejemplo, cuando por descuido se me derrama el cubo del agua al fregar el piso y tengo que dedicar un buen tiempo para recoger el agua derramada por el suelo. O cuando estando acampado, por no llevar un colador, se me derraman los macarrones junto con el agua.

Por lo general me enfrento a ellas de varias maneras. En algunas ocasiones las realizo con tedio. En otras las vivo con enfado. También hay veces que con unas ganas locas de terminarlas cuanto antes. O con una extraña sensación de pesimismo y amargura.

Lo ideal seria afrontarlas con calma ya que muchas de esas actividades disgustosas forman parte de la vida, y pueden realizarse con un cierto optimismo: lo que conseguimos al recoger el agua del cubo y al hervir más macarrones podría ser promover el valor de la paciencia y de la responsabilidad. Es importante no dejarse llevar por actitudes negativas, sino saber que la vida está llena de momentos diferentes, y que en cada uno de ellos es posible encontrar un significado e incluso una ganancia.

Hoy no se aun cuales serán esas tareas que no me gusta realizar, ni se si se presentara alguna, Pero sí sé que, si hago todo lo que hago con cariño y pasión, el tiempo dedicado a alguna actividad que no me agrada puede adquirir un brillo y un valor insospechadamente hermosos…

Buenos días.

(Imagen de Myriams-Fotos en Pixabay 

martes, 14 de septiembre de 2021

Una vida ordinaria.

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton).

Después de muchas semanas he vuelto a lo que se podría llamar o voy a llamar vida ordinaria. Esa vida sencilla, sin relevancia aparente que está llena de momentos que no brillan.

Una vida ordinaria que parece intranscendente. No brilla como esos días de viaje con la bicicleta, o como esa visión del descubrimiento de un paisaje increíble.

Momentos sin importancia aparente, como levantarse por la mañana. Un momento para el aseo personal, ordenar un poco la habitación. Salir de casa, ir a correr, a comprar, a tomar un café. Sentarse un rato delante del ordenador. Son instantes que nos pasan inadvertidos la mayoría de las veces.

  Sin embargo, la mayor parte de mi vida y la de la mayoría de las personas transcurre dentro de esos días y momentos ordinarios, en los que muchas veces ponemos poco entusiasmo porque los percibimos como hechos sin importancia.

Con el paso de los años te vas dando cuenta de que tal vez uno de los secretos para poder aprovechar en toda su intensidad nuestra existencia, una existencia que recibimos como algo maravilloso, consiste en descubrir y aprovechar intensamente todo lo que consideramos como ordinario.

No solo yo, muchas más personas han dicho y piensan, que es fácil que tener una vida plena consista en vivir extraordinariamente lo que es ordinario. Lo que quiere decir que hay que alimentar con cariño e ilusión cada instante de nuestros actos cotidianos.

Vivir con intensidad cada momento, hasta sacarlo de la rutina o de lo habitual, para darle el brillo de la alegría, no es sencillo si nos falta la satisfacción de saber que nuestra vida esta encaminada, que tiene un sentido y que vamos en la dirección correcta. Ya se que no en línea recta, y que a veces damos grandes rodeos con algún que otro bandazo, pero no somos ni seremos perfectos.

De momento, en estos días, estoy recopilando todo lo que he aprendido durante el viaje a Venecia para aprovecharlo en el siguiente, todo, lo bueno y lo malo, pues todo me servirá.

Buenos días.

viernes, 10 de septiembre de 2021

Etapa 50: viernes 27 de agosto de 2021. Desde Carcasona a Pego.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton). 

Etapa 50: viernes 27 de agosto de 2021.

Desde Carcasona a Pego.

Última etapa o último día, lo mismo da, de este viaje, experiencia, aventura… o como queramos llamarlo, la cuestión es que se ha terminado.

Ya le he devuelto a la bicicleta su aspecto más tranquilo, más reposado y menos viajero. Vuelve a su aspecto natural, sin el peso y la molestia de los portabultos ni del gran espejo. Le quedan los grandes desarrollos, que aún no he decidido si se queda como está o vuelve a ser un poco más rápida.

Y, sobre todo, espero que no se aburra mucho en la cochera en estos meses que vamos a entrar, que se anuncian como más “runners”. Confió en sacarla al menos varias veces al mes para no perder la costumbre de pedalear, pues a partir de enero el ciclo-viaje volverá a entrar en nuestros planes. Con el mismo objetivo que persigo desde hace unos años, “subir” al Nortkapp.

Estos meses que se nos presentan por delante no son buenos para el aburrimiento, no son meses de espera ni de aburrimiento mientras esperamos a la primavera para ver que dificultades se nos ponen delante para no poder ir al Nortkapp, como lleva sucediendo tres años, voy a confiar en que el 2022 me permita empezar, ya no digo llegar, sino comenzar con el norte como destino.

La cuestión del aburrimiento es interesante, no solo por el hecho de estar jubilado y que podría afectarme sino porque de hecho afecta a una gran parte de nuestra sociedad.

Es curioso pero el aburrimiento es muchas veces como un veneno que se produce por una abundancia mal asimilada. Puedo hacer tantas cosas que pierdo todo el interés por la mayoría de ellas. Me aburro. Y, es que, si lo pensamos podemos llegar a la conclusión de que una de las miserias del hombre de hoy no es la de no tener nada que hacer, sino la de no querer hacer nada. Sucede entonces, que busca un remedio para esa desgana, para esa inapetencia; no en el ayuno, que le devolvería el gusto por los buenos y verdaderos alimentos, sino en excitaciones artificiales, cuyo efecto se apaga muy pronto y que exige de medios más adulterados y nocivos. Más o menos es así como trabaja la escalada de la falsa evasión, hasta llegar incluso al recurso de la droga.

Ante esto, muchos piensan en que hay demasiadas posibilidades para hacer cosas, demasiadas facilidades para realizarlas, mucho tiempo libre… Yo no creo que sea lo único que provoca esta situación. Lo que a muchos les falta es el modo de cómo emplear ese bienestar y ese tiempo libre. La sociedad moderna cultiva todos nuestros deseos, pero descuida enseñarnos el buen uso de los bienes que deseamos.

Pienso que puede ser aquí donde reside el nudo del problema: si no sabemos unir la abundancia exterior con nuestra disciplina interior, la propia abundancia nos será arrebatada porque no servirá, pues la prosperidad económica no puede mantenerse más que con el trabajo y las buenas costumbres.

Si continuo con el hilo de la digestión, podría añadir que toda buena digestión se basa en dos principios fundamentales: la sensatez para no comer cualquier cosa y la moderación que consistiría en no comer demasiado. La glotonería solo nos traerá problemas y una visita al médico o a la farmacia.

Nuestra sociedad nos muestra toda clase de comida, buena y no tan buena. Nos muestra tanto lo necesario y lo superfluo; lo útil y lo perjudicial; lo mejor y lo peor. Lo único en lo que no podemos fallar es en la responsabilidad de la elección.

Vamos a intentar no fallar estos meses y aprovecharlos en algo bueno y útil.

Buenos días.

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Etapa 49: jueves 26 de agosto de 2021. Desde le Bourg d’Osian a Carcasona.

 Etapa 49: jueves 26 de agosto de 2021.

Desde le Bourg d’Osian a Carcasona. 

Empezamos el regreso a Pego, y lo hacemos con tranquilidad, como no queriendo llegar, con esa sensación de que “algo se muere en el alma”, pero hay que volver.

De ahí que decidiésemos hacerlo en dos días y visitar Carcasona, ciudad que llevaba años escapándose de nuestra visita. Mereció la pena conocerla.

Aunque aún no se puede dar por terminado este viaje, la realidad es que da la impresión de que estamos en los momentos en que se empieza a sacar conclusiones. Y esto, tenemos que hacerlo con tiempo, en un intento de recopilar y asimilar estos últimos meses. Me refiero a no contentarse con una primera aproximación y con una visión simple. Tiempo para pararse, reflexionar, mirarlo todo desde varios puntos de vista e intentar ver si se ha cumplido alguna de nuestras expectativas.

A veces hay que dar un paso atrás, tomar distancia, tomarse tiempo. Es fácil que se necesiten algunas semanas para completar esta fase del viaje.

Hay algo ante lo que siento siempre un poco de recelo; lo que se suele denominar una “feliz idea”. Me preocupa que lo que voy a realizar o acabo de terminar no sea otra cosa que una “feliz idea”, un “descubrimiento” que me parece interesante en un momento y que me embarque en ello sin ver más allá. Que me atrinchere en ese proyecto, exagerando su necesidad, declarándolo imprescindible e incompatible con todos los demás, no dejando que entre en él nada ajeno y taponar los demás elementos que habría que tener en cuenta.

Si se mira bien, resulta fácil ver que puedo estar renunciando a la razón, si ésta consiste en el entendimiento de la realidad en su relación con mi “feliz idea”, es decir en descubrir e incluir las muchas conexiones que forman parte de la vida real.  

Si se aspira a que esa “feliz idea” llegue a algo más, que sea una “buena idea”, hay que ver cómo son las cosas que tienen relación con ella, comprenderlas, poner unas en relación con otras, iluminar la realidad con esa luz que se llama verdad, hay que dar un paso atrás antes de dar por buena una idea, dejar que entren en nuestra consideración los elementos que están ligados a lo que se está considerando, y no dar ninguna conclusión por definitiva.

Cuando hemos tenido una “feliz idea”, cuando se ha visto un viaje con claridad, no se ha hecho más que empezar. Hay que seguir mirando, pensando, avanzando hasta donde sea posible. Se puede, así, tener la tranquilidad de no haber confundido las cosas, de no haber contribuido a la desorientación de nadie, de haber permitido que se vean algunas cosas claras, lo que muestra cuántas no lo están todavía, y por tanto son una invitación a seguir pensando, con la seguridad de que no nos va a faltar durante días una tarea incitante, ilusionante, apasionante.  

Buenos días.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Etapa 48: miércoles 25 de agosto de 2021. Le Bourg d’Osian.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

Etapa 48: miércoles 25 de agosto de 2021.

Le Bourg d’Osian.

Si ayer subimos Alpe d’Huez, hoy nos iríamos a Villard-Notre-Dame, no llegaríamos al pueblo, pero realizamos toda la subida en una mezcla de senda y carretera.

Pasear en bicicleta por la naturaleza solo puede ser superado por caminar por esa misma naturaleza, aunque Flaubert escribió en algún lugar que: “Solo se puede pensar sentado”, a quien contestó Nietzsche: “Las grandes ideas llegan caminando”. Como veis ya sea caminando o sentados en mitad de la naturaleza, estaremos más cerca de estar en disposición de aclarar nuestras ideas, porque como habréis leído ya tantas veces en la frase de Chesterton, hay que tener ideas para que nuestro viaje las amplie.

Es curioso pero la frase tan habitual de: “lo importante es caminar” se queda muchas veces, incluso en una mayoría de veces, corta. Porque lo importante no es caminar, pues si estoy al borde de un barranco, lo importante es la dirección hacia donde me dirija.

Lo mismo o muy parecido se podría aplicar a viajar. Pero vamos por partes. Para empezar a caminar es interesante saber dónde nos encontramos. Pues difícilmente podemos empezar una ruta sin definir cual es el punto de partida. Si nos referimos al mundo de las ideas aún tiene más importancia. Ese “conócete a ti mismo” es un buen punto de partida, pero es un asunto enredado.

¿Y el punto de llegada? ¿Dónde quiero ir? Si se trata de un viaje en bicicleta no son preguntas difíciles de contestar. Sin embargo, si se trata de nuestra vida se complica. Imaginad algunas respuestas; quiero ir a la felicidad plena; mi meta es la plenitud; solo deseo ser yo; el amor, amar. Genial, perfecto. Y eso ¿está al norte, al sur, al este…?   

Al final, es fácil que vivamos nuestra vida sin detallar exactamente dónde queremos llegar. En un viaje durante nuestro tiempo libre no es complicado; Venecia. Hemos conseguido ponernos en marcha. ¿Puedo saber por qué? ¿Para comer pizza, para ver San Marcos, para descansar en vacaciones, para desconectar de la rutina, para…? Porque claro… eso también hace que nos planteemos el viaje de una manera o de otra.

Sólo nos queda definir el cómo llegar. El cicloturista lo tiene claro, en bicicleta. Y hasta nos podemos volver a preguntar si realmente hay un por qué para ir a Venecia. Y entonces sí, comienza el camino que nos llevará al destino soñado.

Es que si no se dan estos pasos uno corre muchísimos peligros. El primero el de estar al borde de un precipicio y como no se es consciente, despeñarse. Pero hay otros no menos peliagudos. Por ejemplo, acabar como los locos en el patio. Andar dando vueltas como caballo atado a la noria. Mucho cansarse para no ir a ningún sitio. Y otro más. Porque si uno echa a andar sin pensar por dónde y a dónde, le puede pasar que de repente se encuentre a la altura de Albacete, agotado, y diciéndose que qué leches hace ahí cuando le está esperando un capuchino en la plaza san Marcos.

Caminar es peligroso si no se sabe a dónde o por dónde. Por mi parte tengo claro el objetivo y el camino a seguir. Y camino, si bien a veces me canso y también voy para atrás. Pero como no sepas ni desde dónde, ni a dónde, ni cómo, ni por qué… cuanto más camines, peor. Y encima, te agotas.

Buenos días.

viernes, 3 de septiembre de 2021

Etapa 47: martes 24 de agosto de 2021. Le Bourg d’Osian.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton). 

Etapa 47: martes 24 de agosto de 2021.

Le Bourg d’Osian.

Volví a le Bourg d’Osian, tenía ganas de subir Alpe d’Huez y lo hice. Aunque no con la bicicleta. Otra vez será. Al no poder traer la bicicleta de Carmen pensé que no valía la pena subir solo. Subiríamos andando, que también es una muy buena excursión.

La cuestión era disfrutar del gran ambiente ciclista que se respira por estos valles, y aunque no con la bicicleta lo disfrutamos.

Está claro que muchas veces nuestros deseos no se cumplen. Es fácil entonces decir que estamos ante un mal, un desastre. Esto parecería valido si lo que deseábamos era realmente bueno. En otras ocasiones el deseo es claramente malo, y su “fracaso” se convierte en un bien, aunque al principio no nos diésemos cuenta.

Aunque en este caso hay que poner la mirada en la realidad, pues muchas veces la realidad se impone por encima de los deseos, a pesar de que veamos esa imposición como un mal.

Creo recordar que fue G. Thibon, quien dijo algo parecido: “A que nada hay más hermoso, nada más profundo que lo que es. Pero para comprender esto hace falta haber vivido y aceptado amorosamente la tensión irreductible, el desgarramiento absoluto entre lo que es y lo que se desea”. 

Esto será así, cuando la realidad se imponga contra nuestros deseos, incluso deseos buenos, y sí, entonces uno se da cuenta que no domina todas las cosas, y que esa falta de control o dominio no es un mal, sino un aspecto irrenunciable de la condición humana será entonces cuando realmente disfrutaremos de lo que es.

Insistiendo en el tema veremos que mientras la realidad se adapte más o menos a nuestro deseo, o por lo menos, no le contradiga demasiado, no se dará un verdadero contacto con ella, pues solo estaremos viviendo en nuestros propios sueños. Pero cuando lo que es, cuando lo que sucede se contradice frontalmente a lo que se desea y, a pesar de esto, preferimos con toda el alma lo que es, entonces, en verdad, poseemos lo real en toda su integridad.  

Entonces, ese choque con el hecho de estar en Alpe d’Huez sin la bicicleta, no es un mal, sino simplemente un encuentro con una realidad que no está bajo mi control. No pasa nada. Disfrutemos de esa realidad, de lo que es.

Esta claro que para que esto suceda hay que practicarlo, debemos tener muchas experiencias de deseos irrealizados para abrirnos a la realidad, a su riqueza y misterio. Sobre todo, entonces, podremos relativizar el valor de un mundo que es frágil y lleno de sorpresas, para orientar nuestra mente, nuestro corazón y nuestros deseos, hacia el encuentro definitivo con la realidad que nunca pasa.

Buenos días.

jueves, 2 de septiembre de 2021

Etapa 44, 45 y 46.

 

“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).

 Etapa 44: sábado 21 de agosto de 2021.

Desde; un lugar indeterminado de AP 7 a Aix-en-Provence.

Etapa 45: domingo 22 de agosto de 2021.

Desde; Aix-en-Provence a Venecia.

Etapa 46: lunes 23 de agosto de 2021.

Desde; Venecia a Le Bourg d’Osian.

Tres días, tres etapas, que transcurrieron en su mayor parte sentados y al volante de un coche, por lo que ya supondréis el contraste y la contradicción que esto significa para un ciclo-viajero.

Son etapas por las que muchas veces hay que pasar, y que tienen poco que narrar, y que añadir al conjunto del viaje.  

Son días de transición, como los hay tantos en la vida y que nos sirven para realizar algún cambio, pero que si los sabemos aprovechar nos pueden servir para calmarnos y reflexionar.

Los viajes de largo recorrido en bicicleta, al final, siempre son personales e intransferibles. Cada persona los inventa y diseña según una forma de ser y de pensar propias que responde a satisfacciones y expectativas individuales.

Cada uno realiza el viaje que ha imaginado, un proyecto que cambia y se modifica según los avatares, previstos e imprevistos que van apareciendo. Esta reflexión entre lo que uno quería que fuese y lo que uno va viendo que es, resulta uno de los aspectos más interesantes.

En estas reflexiones vemos que somos cazadores de ilusiones, emigrantes hacia un mundo mejor y en medio de este camino se nos cruza el azar, con su fortuna y su desventura, las cuales le van dando un color determinado a nuestro proyecto. Lo que está por llegar, lo que solemos llamar el porvenir es lo que más llena nuestra vida personal, lo que esperamos que suceda, y eso siempre es positivo. No hay que esperar que lo que está por llegar sea malo, esto es de pesimistas, mientras que si somos realistas pondremos los pies en la tierra y nuestra mirada en el horizonte.  

Un viaje tiene muchos sabores, al menos los que se realizan en bicicleta, había que pasar por estos tres extraños días, pero también posee un temple, que es como una especie de conocimiento global de la realidad que es diversa y variada. Y es que la experiencia en estos casos no es un estado de ánimo, sino un conocimiento que hemos vivido ya.

Sabía que estos días pasarían, y que el viaje volvería a ser lo que podía imaginar si sabía manejar con arte y oficio lo físico, lo psicológico y lo espiritual.

Uno se entera de lo que es un viaje viviéndolo. Estos viajes tan largos tienen tantos pliegues, que no es posible tenerlos previstos todos, ya que en el fondo tienen un tono imprevisible, lo que le da un carácter hasta cierto punto dramático.

Por muy bien que nos salga, sabemos que ha tenido algunos sinsabores. Si nos sale mal está claro que habrá estado lleno de fracasos y desgracias. Y, la madurez es saber entender en qué consiste un viaje de este tipo, cuales son las claves, qué hay que hacer para empezarlo y terminarlo.

En alguna hora, en algún momento, habrá que pararse y sin querer, sin tener demasiada conciencia de ello, hacer un balance, hacer las cuentas de lo que me ha aportado, si es que ha aportado algo.

Y hacerse la última pregunta; ¿para qué?

Buenos días.