viernes, 17 de septiembre de 2021

Cadenas autoimpuestas

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton). 

En este regreso a la vida bajo un sólido techo, y disponer de una gran parte de las comodidades que nuestra sociedad nos brinda, hay ciertas costumbres a las que estoy volviendo que intuyo pueden llegar y de hecho llegan a ser como cadenas que representan una falta de libertad o que la provocan.

Lamentablemente, son unas cadenas que me impongo sin casi darme cuenta. Me refiero a esas decisiones que tomadas libremente me introducen en una forma de vida de las que luego me cuesta mucho salir o no puedo liberarme del todo.

Eso ocurre, de una forma constante y dramática con algunas dependencias. Por ejemplo, que no es mi caso, cuando se opta un día y otro por alguna clase de droga, o por ciertas bebidas, o por juegos de azar, hasta que se termina por estar encadenado no solo psicológicamente, sino que también físicamente a algo.

También puede ocurrir, de un modo menos dramático, con algunas actividades que escogemos y que, normalmente, no deberían de generar una dependencia, aunque al final llegan a convertirse en unas cadenas autoimpuestas.

Un ejemplo bastante cercano es cuando me inscribo en uno o varios boletines de noticias de cualquier tipo e intento leerlo todos los días antes de comenzar el día, y que me está quitando tiempo para realizar otras actividades y me obliga a empezar el día con prisas.

O cuando me propongo la compra de una nueva bicicleta y tengo que reorganizar mi vida con el deseo de ahorrar más dinero para alcanzar esa compra, a costa a veces de realizar actividades que me gustan.

O puede suceder también que me sumerja en todo este mundo de las redes sociales, chats, con las casi infinitas posibilidades que existen en Internet, hasta el punto de mi vida “virtual”, que creo que llama (online), ocupe casi más tiempo que la vida “real”, llamada por lo que parece (offline).

O cuando escojo una cantidad de actividades que exigen unas cantidades pequeñas de tiempo que, al sumarse, ocupan buena parte del día: hay que leer estos libros, hay que terminar de planificar estas rutas, hay que ver cómo termina este capitulo de esa serie…

En muchos de estos últimos casos esa cadena nos retiene con suavidad, una suavidad que esconde sus daños potenciales: como se trata de cosas pequeñas, inofensivas, que “casi todo el mundo hace”, no te das cuenta cómo nos roban gota a gota el escaso tiempo que tenemos a nuestra disposición.

Para evitar que nos quedemos atrapados a esas cadenas que son autoimpuestas, ya sean las más graves y peligrosas, o sean las que parecen ser casi inofensivas, se necesita tener una sana disciplina en el uso del tiempo, siguiendo unos criterios que nos lleven a lo esencial.

Hay que tomar conciencia de que nuestra vida es breve, pues ni siquiera se si llegaré al final de este día, y cuando recordemos que lo único importante está en saber recibir el amor que nos ha sido dado, dar las gracias por ello, y repartirlo a los demás, sabremos dejar de lado todo aquello no nos impida alcanzar estos objetivos, y utilizaremos nuestro tiempo, nuestra inteligencia y nuestro corazón en todo aquello que nos sirva para amar en este mundo y en la eternidad.

Buenos días.  

(Imagen de Foundry Co en Pixabay)

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