jueves, 23 de septiembre de 2021

Saludarse.

 “Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton). 

 Uno de los hábitos que más me gustan de cuando viajas o circulas por la carretera con la bicicleta es la sana costumbre de saludarse, lo hacemos de muchas formas; una ligera inclinación de la cabeza, un sencillo movimiento con la mano e incluso algún saludo con la voz. El cómo no importa, lo importante es hacerlo, ahora si te lo devuelven o no es otra historia, pero debo decir que en la mayoría de las ocasiones nos responden y respondemos.

Y es que existe una belleza en ese saludo, pues los ciclistas somos como una “tribu” aparte, entre todos los que circulan por los caminos y carreteras. Un saludo que intenta transmitir un deseo de bienestar y de salud para manifestar nuestros buenos deseos, a los cristianos se nos suele escapar algún: ¡A Dios!, o ¡Id con Dios!, o ¿Qué Dios te bendiga! Y lo hacemos con espontaneidad, nos sale del corazón.

Ya sé que hace unos años esos buenos modales llegaron a percibirse como algo un tanto anticuado. Hemos pasado unos años en los que una generación un tanto revoltosa en busca de una extraña libertad ya no sentía la necesidad de usar esas “palabras mágicas” de saludo como; “buenos días” o de “por favor” y sobre todo la de “gracias”.

Por fortuna, he comprobado durante estos meses de viaje que las buenas maneras están protagonizando un regreso, y no solo entre los cicloturistas. También adivino que estos modales a muchas personas les puede dar la impresión de ser vacías formalidades, lo cierto es que hay mucho más detrás de los superficiales saludos y agradecimientos.

Estos buenos modales son al fin y al cabo sinónimo de cortesía. Y la cortesía es como un código entre personas, ya sea entre los ciclistas, en el seno de la familia, entre amigos o en el trabajo. Es una manera sencilla de enviar un mensaje. Al decir “buenos días” al ciclista con el que nos cruzamos, dar las “gracias” al tendero o un “por favor” a un colega, estamos reconociendo a esa persona como individuo y demostrándole su importancia para nosotros y para la sociedad.

Esto ayuda a crear un sentimiento de unidad y nos muestra como los buenos modales son clave para permitir que los individuos se desarrollen dentro de un grupo y no se sientan marginados. Ayudará sin duda a que las personas aprendan la importancia de tratar a los demás como les gustaría ser tratados ellos mismos.

Algunas veces habrá que explicar por qué tenemos que ser educados, que existe un significado tras esas palabras sencillas y aparentemente superficiales, pero esto es otra historia, a la que tendríamos que añadir otras palabras también cruciales para la cortesía: “permiso” y “perdón”.  

Son todas ellas palabras sencillas, más fáciles de decir que de poner en práctica, pero poseen una gran fuerza: la fuerza de proteger nuestras relaciones, incluso entre mil dificultades y pruebas; y sin embargo su ausencia abre, poco a poco, brechas que pueden hacer que se todo derrumbe.

La palabra “permiso”, por ejemplo. Acercarse o participar en la vida de otra persona, incluso cuando sea parte de nuestra vida, requiere de la delicadeza de una actitud no invasiva, que mantenga y renueve la confianza y el respeto. Pues la confianza, no nos autoriza a dar todo por supuesto.

Las palabras “gracias” y “perdón” tan olvidadas, ya que se ven muchas veces como un signo de debilidad, e incluso despiertan recelo, hay que recuperarlas. Son palabras sencillas, y tal vez al principio nos hagan sonreír y las descuidamos un poco, pero hay que intentar devolverlas al lugar que les corresponde en nuestra vida, en nuestros corazones, en nuestra sociedad y entonces, tal vez, todo nos ira mejor.

Buenos días.

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