“Entrar en el mundo de la acción es entrar en el mundo de los límites” (G. K. Chesterton).
¿Cómo pasa el tiempo? Tal como
suele decirse: “parece que fue ayer”, y en cambio ya hace un mes que estoy en
casa, entre otras cosas analizando y tomando nota de todo lo que debo de hacer
mejor en el próximo viaje. Ya he borrado de esa lista que muchos de nosotros
tenemos escrita en algún sitio y otros la tenemos en la cabeza, todo lo que no
he usado y, no he añadido nada, de momento. He borrado algunas líneas, por
ejemplo; no utilice la mayoría de las herramientas, así que es fácil que
algunas de ellas se queden en casa el año que viene.
Puedo decir también que algunas
prendas de ropa no salieron de su bolsa por lo que no me acompañaran. El
material de acampada y cocina lo he utilizado todo y todos los días, así que en
este apartado no habrá novedades.
Donde tengo que estar más atento es con la
comida que llevo en las alforjas, aunque durante todo el viaje he probado de varias
formas y maneras, no creo que haya encontrado un sistema ideal. Pues tan pronto
viajas ligero, como al salir del supermercado te das cuenta de que ya no cabe
nada más en las alforjas y, estás varios días con exceso de peso, si puedo
llamar “exceso” a algo que me resulta necesario.
Ha pasado un mes, el tiempo pasa
y, como dice San Agustín: “Si nada pasase, no habría tiempo pasado; y si nada
sucediese no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo
presente”.
Efectivamente, la experiencia
que poseo de mi viaje a Venecia coincide con mi experiencia del tiempo pasado:
yo me recuerdo en hechos y situaciones de hace más de un mes, de hace años. Sin
embargo, estoy viviendo ahora, lejos ya de ese pasado y si reflexiono, adquiero
conciencia de que estoy viviendo aquí, rodeado de las numerables circunstancias
de este momento. Estoy viviendo también en el pasado, que retengo de algún modo
en la memoria y que a la vez se me escapa y condiciona, y estoy en el futuro, pues
estoy preparando el viaje al Nordkapp al que pretendo llegar desde este momento
presente en que vivo y quiero seguir viviendo.
Hay un aspecto que, en este punto,
me puede separar de otra forma de ver las cosas. Hay una forma de ver estas
cosas donde tomar conciencia del tiempo es desvelar el fin último del ser; hay
quien piensa que llegará un momento en que no habrá más futuro. De ahí que, por
eso, vivir o ser se convierta en un caminar inexorablemente hacia la muerte. Hay
quien al observar cómo pasa el tiempo toma conciencia de que nuestro ser es
temporal, de que el tiempo está consumiendo nuestro ser hasta terminar disolviéndolo
del todo. Después no queda nada: “Ser-para-la-muerte”, que dicen los existencialistas.
Pero yo no veo, así las cosas, pienso
que se vence al tiempo, de que hay futuro a pesar de lo efímero del instante presente
y de lo deleznable que ha sido el pasado. ¿Efímero y deleznable? Atención, esto
no está claro.
Que el tiempo haya pasado no
significa que no ha haya existido, ni siquiera necesariamente que no exista de
alguna manera: Lo que me ha pasado, lo que he vivido en el pasado no se
extingue por completo, aunque no permanezca de la misma manera. Es decir, somos
herederos de ese pasado; lo que hice o dejé de hacer en el pasado me lleva y me
condiciona en el presente. Veamos, un alcohólico parece depender de una
necesidad irresistible, pero lo que “ha pasado” es que está condicionado por su
libre elección pasada como lo está, por el lado contrario, el que optó por
recorrer positivamente su vida por el camino de la verdad, la justicia, etc.
Las personas somos de una
determinada manera, y lo somos: pero entre otras cosas, porque nos hemos hecho
así, porque somos herederas de nuestros actos. El pasado ha hecho un trabajo de
artesanía configurando pasa a paso de una manera determinada nuestra personalidad
en el momento presente.
Lo que haya de suceder a partir
de este momento está claro que todavía no existe; pero ya se nos da como posibilidad
en el presente. Depende, en gran medida, de lo que yo haga ahora, del giro que
le dé al volante en esa pequeña fracción de tiempo que es el momento presente,
pero no tan efímera, ya que de ella depende el futuro. La libertad que nos
condujo hasta el momento presente, con todas sus misteriosas limitaciones que también
ella sufre, sigue siendo, sin embargo, creadora de nuestro peculiar futuro.
Por eso, creo que, soy
responsable de lo que ha sucedido y de ningún modo un espectador que está fuera
del tiempo; pero, por otra parte, espero que, más allá de la propia experiencia
y de su inevitable temporalidad, está una esperanza que me llama a la
eternidad. De ahí, que valore mucho mi libertad y el tiempo pasado, presente y
futuro.
El viaje al Nordkapp del año que
viene ya existe, existe en la experiencia acumulada en el de Venecia y en todos
los anteriores, y existe ahora, en la esperanza de su realización de la que soy
dueño, espero poderlo realizar. Y es que no hay otra forma que vivir que aspirando
y proyectando.
Buenas tardes.
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