“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Supongo que alguna vez lo habré comentado, y a pesar de todo tengo que
volver sobre el tema. Y es que, toda fiesta tiene su víspera y hasta hay
quienes dicen que se disfruta más. Mis últimos viajes han estado precedidos de
otro viaje más corto, a modo de preámbulo de lo que tiene que llegar.
Esta vez volverá a suceder, una excursión corta que me debe preparar para
un viaje más largo. El lunes comienzo un preámbulo en los Pirineos franceses, después
ya vendrán los fiordos noruegos.
Estoy por lo tanto en unos días en los que sé que se acerca un cambio, mi
rutina diaria va a cambiar completamente, básicamente va a dar un giro. Y claro,
para que esto sea posible, para poder realizar un giro es necesario un eje
sobre el cual poderlo realizar, de otro modo lo que estaría haciendo son una
serie de movimientos deslizantes que no producirían ningún cambio. Es decir, no
estaría girando, sino que me iría desparramando como plastilina que no puede
recuperar su forma y que abandona el movimiento para estar como flotando, como
un trozo de madera en el mar, que unas veces va a la deriva, y otras la lleva
la marea.
Podría pensar que ese flotar tiene vida propia porque se mueve, pero no
hay un rumbo que seguir, ni horizonte que alcanzar. Aquí no hay giro que valga,
sino una desesperante disolución en el mar de la vida, del consumo, de las neurosis
y demás mareas de nuestra sociedad actual.
Está claro, necesitamos un eje, ahora bien, que este no seamos nosotros
mismos. Sin duda que es necesario tener un “yo” sano, bien equilibrado, capaz
de llorar ante lo sublime y de gozar de los placeres de la vida. O sea, lo que
siempre se ha entendido como una persona normal. Lo que sucede es que si ese
eje somos nosotros mismos entonces no hay giro, solo un movimiento de nuestro
cuerpo que nos lleva a una postura rara, forzada e incluso ridícula. Son actitudes
no interiorizadas que terminan por desaparecer o lo que es peor todavía, por anquilosarse.
Y es entonces cuando se convierten en un problema.
Es en estos días cuando me acuerdo de cual es el eje sobre el que debo
girar, un eje que está fuera de mí. Y no es una manía mía lo que me cambia,
sino unos valores y creencias que me conmueven y me hacen virar para seguir mi
rumbo. No son ninguno de mis méritos, sino la confianza que tengo en mis
principios, lo que puede hacer que por muy diferente que sea mi quehacer diario
mantenga la misma línea y objetivo en mi vida.
En fin, este lunes comienzo a girar, todo a mi alrededor comenzará a
cambiar poco a poco y sin embargo mis objetivos y mis principios se mantienen,
son el eje, son esas “ideas” de las que nos habla Chesterton las que van a
permitir que mi vida continúe por el mismo camino por muy diferente que sea el
entorno en el que me este moviendo.
Es sin duda un ciclo-viaje el entorno donde más fácilmente me vaya a
encontrar cara a cara con mis “ideas”, donde es fácil escuchar las quejas de
nuestra sociedad y me pueda detener a analizarlas. Es una ocasión para girarme hacia
el silencio de las largas jornadas encima de la bicicleta, donde sobran las
palabras, los mensajes, correos electrónicos, whatsapp… es la llamada del desierto.
Una perfecta ocasión para girar de la sospecha de todo lo que me rodea a la
confianza. No se puede estar viendo fantasmas por todas partes, sólo lo
negativo, siempre segundas intenciones. Hay que girar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario