“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
28 de mayo de
2024.
Pego – Pinedo.
Distancia:
74,55 km.
Media: 15,88
km/h.
Desnivel
positivo: 98 m.
Primer día de
viaje y, aunque pueda parecer que en cada viaje se repite y es lo mismo, no es
así, cada vez es diferente y cada año que pasa más complicado, sobre todo
arrancar. Hoy me ha costado más de lo normal, y eso que lo he hecho por primera
vez en dos fases, la primera sencilla, dejar la casa atrás ya no es tan
complicado, la segunda en Oliva ya a
sido otro cantar.
Hay despedidas
y despedidas, cuando la voz se entrecorta, un nudo en la garganta te impide
hablar, cuando las gafas de sol ocultan las lagrimas no se si vale la pena
marcharse. Sabes que abandonas lo más importante y entonces también sabes que
no hay viaje que merezca la pena. Pero en la vida no siempre somos justos en
nuestras decisiones y por eso necesitamos volver para reparar la herida
producida.
Tenemos la idea
de que viajar es igual a felicidad, de que es algo positivo, no se concibe que
alguien prefiera disfrutar de lo que está cerca, de lo cotidiano, pasar las
vacaciones con los que más quieres. ¿Es cierta esa dicotomía simplista en la
que estamos insertos?
Viajar no es ni
bueno ni malo, como tampoco lo es el progreso en sí mismo. Nuestra vida esta
marcada por episodios de sedentarismo y nomadismo. Es cierto que somos itinerantes.
Pero el viaje debe tener un sentido. Viajar porque tenemos algo que transmitir,
algo parecido a una misión que cumplir. Como en todos mis viajes el objetivo
siempre es volver a casa, para que las experiencias y todo lo que hemos
aprendido junto con todas las decisiones que hemos tomado nos hagan ser más
felices en casa y junto a los que esta mañana me acabo de despedir.
En fin, primer
día cumplido, que siempre es complicado adquirir esta nueva rutina.
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