“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Dentro de unos
momentos pondré en marcha la Berlingo dirección norte, para llegar al sur de
Francia y pasar unos días recorriendo unas carreteras que ha hecho famosas el
Tour de Francia.
Van a ser unos
días de una variedad del ciclismo que también me gusta, no se trata de un
ciclo-viaje si no de recorrer, sin alforjas, unos lugares que se han hecho
famosos por las gestas que han protagonizado los grandes ciclistas de la
historia.
Es otra cosa, pero
entiendo que interesante para a los que nos gusta la bicicleta no solo como un
medio de transporte sino también como un deporte, y, es que para disfrutar de
un ciclo-viaje es interesante conocer el mundo de la bicicleta en todas sus
variantes e intentar disfrutarlas.
Si el tiempo meteorológico
no lo impide vamos a subir unos cuantos puertos de montaña que se han hecho
famosos por lo duros y difíciles de subir como el Tourmalet, Aspin, Aubisque y
Soulor. Y, siempre que me encuentro ante situaciones parecidas me viene a la
mente la frase “querer es poder”.
Resulta
curioso cómo una frase nos puede generar tanta fuerza motivacional. No importa
lo difícil que sea lo que tengamos delante, tienes la capacidad para sacarlo
adelante, así que ánimo ¡Querer es poder!
A todos nos
parece una frase simpática e inofensiva, que nos anima a no dejarnos vencer y a
confiar en nuestras fuerzas, las cuales algunas veces olvidamos y subestimamos.
No hay duda de que se trata de un buen impulso para levantarse de la cama y
atreverse a dar ese primer paso que tanto cuesta. Pero, ¿qué pasa después? ¿qué
sucede cuando nos hemos puesto en marcha y descubrimos que la realidad es más
compleja? ¿Qué ocurre cuando por mucho que quiera me veo tropezando una y otra
vez sobre la misma piedra?
Y es que, a
pesar de desear con todo mi corazón hacer las cosas bien, a pesar de querer
profundamente que mi vida sea más plena, descubro en mi interior una herida, que
no sé cómo apareció, que no acepta la vida como un regalo que debe agradecer y pretende
ser dueño y señor absoluto de ella. No es una cuestión de querer porque, aunque
quiero, no puedo solo.
Es verdad, que
la experiencia me muestra que esa herida no es la última palabra, que tiene
cura. Querer no es poder, pero querer me hace ponerme en camino. Porque
reconocerme incapaz de curarme me permite descender un poquito y dejar espacio
para que actúe tranquilamente la providencia.
Querer no es poder, querer es subir la
bicicleta a la Berlingo y ponerse en camino hacia el sur de Francia confiando
plenamente en Aquel que siempre me ayudara a seguir adelante.
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