“El hombre ha de tener la suficiente fe en sí mismo para emprender aventuras, y dudar de sí mismo lo suficiente para disfrutarlas” (G. K. Chesterton)
Al colocar todos los
marcadores a cero por la curiosidad de saber cuántos kilómetros podré realizar,
cuanto tiempo estaré pedaleando, y otra cosa que está muy de moda ahora, cuál
será el desnivel acumulado, ha aparecido otro pensamiento o tal vez sea una
pregunta que me da vueltas por la cabeza estos días y que es; si este viaje al
Nordkapp se encuentra dentro de mis límites y si los más de tres meses al aire
libre pedaleando no superaran mis límites. Los años van pasando y mis límites
deben de encontrarse ya cada vez más cerca.
Te sientes cómodo, te
encuentras bien y por lo tanto vas estirando tus posibilidades. Y está bien,
pues no se trata de algo malo, porque de alguna manera las personas estamos
llamadas a desear cosas, a dar en cada momento lo mejor de nosotros, a
intentarlo y a no ser conformistas, ya que es mejor ser un fracasado que un
mediocre, pues nos gusta imaginar y soñar con grandes horizontes.
Sin embargo, por mucho
que me esfuerce llegare a los límites de mi propia vida. Alcanzaré umbrales
donde no podre aguantar pedaleando muchos kilómetros. No tendré la capacidad
para alcanzar todo lo que me gustaría pues la actitud siempre va a superar a la
aptitud. Habrá momentos donde mi salud ya no llegará donde antes llegaba.
Cuando llegue a ese
momento, que llegará, tendré dos opciones. Una será no aceptarlo. No admitir
que existe un final para todo y golpearme contra las paredes con la excusa de
ser perseverante, y no avanzare mucho. Terminare frustrado y con la sensación dolorosa
de estar perdiendo el tiempo. No aceptarlo me llevara a equivocarme muchas
veces, a cabrearme porque no voy a soportar saber que me equivoco
continuamente. Y desde aquí es fácil tropezar de mil maneras y formas,
provocando dolor a los que me rodean y a mí mismo con reacciones que
desconocía.
Pero existe otra
alternativa: sí aceptar esos límites, sabiendo que muchas veces va a ser muy
complicado y quizá injusto. Pero la realidad, aunque pueda mejorarla, es
despiadada. No se trata de conformase, no, sino, insisto, se trata de aceptar.
La respuesta y la ayuda están en saber que se nos quiere igual, que se nos
quiere en nuestra imperfección y se nos comprende tal como somos, más allá de
nuestros límites, grandes o pequeños. Aceptándolo comprendemos que nuestra vida
es un regalo que hemos recibido y no tenemos ni que pagarla ni fabricarla, no
es una deuda que debemos exigir al mundo.
Nos encontramos a
veces con situaciones que nos llenan de nerviosismo y tensiones porque creemos
que debemos hacer miles de cosas para sentir que merecemos la vida. Y eso puede
ser un tremendo engaño. La vida es un don, sólo hay que recibirla.
Si lo pensamos un poco
veremos que somos un don, puro don, puro regalo. Y tenemos que vivirlo con una
permanente gratitud.
Buenos días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario