viernes, 14 de agosto de 2020

Manillar rojo.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Volvemos a estar preparados para subirnos a la bicicleta, ya hemos puesto un manillar de una talla más grande y una potencia regulable para dejar la bicicleta con las medidas, que creo, van a permitir que me encuentre más cómodo y que la pueda controlar mejor, me he visto obligado a cambiar la cinta del manillar y en esta ocasión he elegido el rojo para que acompañe a las alforjas.

Puede parecer y seguramente será así, que he realizado demasiados cambios para ajustar mi bicicleta, pero esta pandemia me ha proporcionado el tiempo y la posibilidad de averiguar qué características y medidas son la mejores para estar muchas horas encima de una bicicleta. Estoy seguro de que solo con el cambio de los piñones, por culpa de mi edad, y de las cubiertas, la bicicleta hubiera estado en condiciones para marcharme al Nordkapp, pues ya viajé con ella hace más de veinte años y no tuve ningún problema. Aunque la bicicleta es la misma las circunstancias han cambiado, el tiempo ha dejado en mi físico una huella que he tenido que cubrir con algunos ajustes. 

Suele decirse que nunca recorremos el mismo camino, que siempre cambia. Siempre es distinto. Un árbol es posible que ahora no tenga las hojas. Han podido cambiar los olores y los colores. El sol está en otro punto de su recorrido y las sombras son distintas. Hay más viento, o más lluvia, o más calor.


Y lo más importante, tampoco yo soy el mismo. Han cambiado mis miedos. O sueño otros sueños. O miro la vida de otra forma. En estos meses he encontrado la oportunidad de darme cuenta de los muchos cambios que ha habido en casi todo. No puedo repetir exactamente lo que hacía hace casi veinticinco años, lo que me sirvió entonces debe adaptarse, aunque crea que es lo mismo, lo he mirado con tranquilidad, pero es distinto.

Ya comenté que me cuesta aceptar los cambios, tal vez porque me asuste ver que la realidad deja de ser la que era y caigo en la tentación de repetirlo todo como ha sido siempre. Y, muchas cosas han cambiado, este mundo es distinto, aunque mirándolo por encima vea las mismas cosas, no importa, no es el mismo.

Tampoco las personas que están ahora a mi alrededor. No son iguales. Han cambiado. O son otras. Otras se han marchado para siempre y otras se han marchado porque quieren vivir su vida igual que yo quiero hacerlo ahora.

El próximo viaje en solitario ya no podrá ser como el primero cuando me marché a ver los Juegos Olímpicos de Barcelona, he cambiado y han cambiado mis sueños. Con el paso de los años he perdido una parte de aquella inquietud que me lanzo hacia Barcelona, estoy más rígido y torpe, y a veces me asusta pensar que con el paso de los años no solo se ha debilitado mi físico, sino que también mi alma sea más frágil y endeble.


De momento la semana que viene volvemos a ponernos en marcha, los montes Universales nos esperan y con esta tercera salida creo que el regreso al ciclo-viaje será una realidad, nos habremos reciclado y puesto otra vez al día, nosotros y la bicicleta.


Hace unos cuantos siglos Agustín de Hipona escribió: “Si dijeras: ¡basta!, estás perdido… Camina siempre, progresa siempre”. Y si el progreso pide renovarse, cuando cesa la renovación comienza la decadencia. Quiere esto decir que hemos cambiado nuestro objetivo, que nuestras motivaciones son otras, no. Solo hemos cambiado el rumbo, nos hemos adaptado a los nuevos vientos y corrientes, como los barcos, necesitamos un proyecto de viaje y un rumbo para llegar a puerto, pues si vamos a la deriva nunca lo encontraremos.

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