martes, 11 de agosto de 2020

Tener un plan.

  “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Ya tenemos preparado, aproximadamente, el recorrido para la próxima salida en bicicleta, que es fácil que sea la semana que viene. Me parece que fue Napoleón quien dijo: “Tener un plan siempre es bueno, lo que sucede es que hay planes que salen bien y otros que salen mal”, por eso siempre me gusta tener un recorrido base antes de salir, que generalmente no se llega a cumplir en su totalidad. Por ejemplo, los recorridos de nuestras dos últimas salidas poco tienen que ver con los proyectos iniciales, solo cumplimos el primer día.

No sé si habéis hecho planes y de repente algo sucede y todo cambia, seguro que sí. ¿Cuál fue vuestra reacción? ¿Os molestó, os irritó? Quizás pensasteis: “No voy a consentir que nada se interponga en mis planes”.

Y es que, no tiene nada de malo que tengamos un orden, un método, un recorrido o incluso metas o propósitos que cumplir. Porque de lo contrario habría solo desorden, duda y caos. Y, todos estaremos de acuerdo en que hay que poner en orden el desorden.

Sin embargo, para mejorar, para avanzar, debemos acostumbrarnos a lo inesperado, a contradicciones, a retrasos y planes decepcionantes, en fin, que tenemos que acostumbrarnos a la realidad, que tiene sus sorpresas. Con esto lo que quiero decir es que lo viajes en bicicleta al igual que la vida son un misterio lleno de sorpresas. Nos vamos a encontrar con sorpresas que no esperamos y que a veces nos desmontaran nuestros planes.

¿Cómo reaccionamos ante estos imprevistos que nos desmontan nuestros planes? A mi me cuesta cambiar, pero cambio, aunque procuro estar preparado de antemano y tener una estrategia. Hace tiempo que sé que esos recorridos y esos planes que tan minuciosamente he preparado quizás los tenga que cambiar sobre la marcha y esto me hace estar más tranquilo para aceptar los cambios.  

También he comprobado que por muy brillantes y meticulosamente que los haya preparado siempre hay algo que no estará bajo mi control, podría decir que siempre estarán bajo la providencia de Dios. Por eso cuando llega ese momento en el que me veo obligado a realizar cambios controlo mejor mi impetuosidad, me detengo por un momento y pienso en un plan que supere al anterior.

En fin, nadie se alegra cuando los planes u objetivos se vienen abajo.  Pero la próxima vez que suceda, pensemos por un momento y reflexionemos: quizás exista un plan mejor, no nos quedemos con una sensación de frustración, de fracaso, al no poder realizar nuestros planes.


Las sorpresas en los viajes en bicicleta son muchas. A veces parece que hay más sorpresas que “normalidades”. Otras veces, sin saber el porque las cosas siguen su curso normal y nos hacemos la ilusión de que todo está bajo control y, de repente, lo inesperado aparece, y nos quedamos llenos inquietud, incluso a veces paralizados y sin saber qué hacer. Y, muchas veces, si miramos a fondo, detrás de esos imprevistos hay una historia que no siempre comprendemos.

Un error al tomar un cruce puede convertirse en una ocasión para descubrir un paisaje increíble. Un pinchazo nos hace retrasarnos y tal vez nos encontremos con una puesta de sol que se nos hubiese escapado. Quedarse sin agua nos puede hacer descubrir esa fuente a la que nunca hubiéramos ido. Una conversación en una plaza de un pueblo nos puede cambiar todo el recorrido que hemos preparado durante semanas y llevarnos a lugares por los cuales nunca hubiéramos pasado.

No siempre sucede, y por eso no siempre es fácil descubrir lo bueno que se esconde en lo inesperado, sencillamente porque siempre se encuentra detrás de un inconveniente y es difícil reaccionar adecuadamente.

Feliz día.

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