“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Parece ser que tenemos el covid-19 descontrolado, y si Fernando
Simón que es el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias
Sanitarias nos dice que en algunos puntos la epidemia está fuera de control no
me queda más remedio que preocuparme y enfadarme.
Estoy enfadado. Mucho. Y normalmente en esta situación se
desaconseja hacer nada que puede repercutir en otras personas, como escribir algo
sobre el tema. Por eso no voy a quejarme de los “rebotes” y sus motivos, aunque
tengo que decir que según voy escribiendo estas líneas me doy cuenta de que tengo
motivos más que suficientes y mi enfado va en aumento. Me contendré y me
aliviare escribiendo un poco sobre el enfado, ahora que lo estoy.
Voy a recurrir a esta frase: "Cualquiera puede
enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en
el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo
correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo", describe
perfectamente lo que quiero decir, por supuesto la frase no es mía sino de Aristóteles
en su Ética a Nicómaco.
Es complicado centrar todo el tema del enfado, que tengo
por culpa de covid-19 y del hecho de enfadarse y, una vez más, es mucho más
fácil escribir sobre algo que poner en práctica lo que se dice.
Para controlar cualquier tipo de emociones, y enfadarse
es una de ellas, es fundamental conocerse, es decir, tener la capacidad de
reconocer ese sentimiento en el mismo momento que aparece, si no lo reconocemos
vamos a estar a su merced hasta que nos demos cuenta. Es por eso conveniente
saber qué personas y qué situaciones nos producen sentimientos de entusiasmo,
ansiedad, tristeza, alegría, etc. Por lo que se refiere al enfado, si sabemos
que acudir a cierto lugar, leer algunas noticias, oír ciertos comentarios de
algunas personas van a alterar negativamente nuestro estado ánimo, es ya tener
mucho camino andado para controlarnos.
Pero claro, tenemos que controlar nuestras emociones una
vez que las detectamos y para eso nos resulta de mucha utilidad tener una
conciencia de uno mismo, si sabemos lo que queremos en esta vida y a donde la
dirigimos, si sabemos lo que somos y porqué lo somos vamos a poder controlar esos
sentimientos y adecuarlos en cada momento.
Enfadarse a fin de cuentas no vale la pena, pues tiene la
particularidad que suele producir una conversación con nosotros mismos que nos
va dando argumentos justificados para descargarlos sobre alguien. No es lo
mismo, por ejemplo, de lo que ocurre con la melancolía, el enfado nos da energía
y euforia para lanzarlo sobre los demás, sobre todo, si somos de sangre
caliente.
Esa conversación con uno mismo que nos va cargando de energía
negativa hay que procurar desactivarla y encuadrarla en una situación más
positiva, pues de lo contrario, es fácil que se enlacen sucesiva y
exponencialmente enfado, rabia, ansiedad, estrés, violencia... O sea, de mal en
peor. Esto es lo que ocurriría si descargo todo mi enfado sobre el control de
la pandemia en estas líneas y los que las lean pueden sufrir sus efectos
negativos.
A veces, no siempre, conviene distanciarse física o, al
menos, mentalmente de la causa de nuestro enfado, así que voy a recurrir a esa
sencilla receta que se suele utilizar cuando no controlamos muy bien nuestros
sentimientos que es dar un paseo para enfriar nuestro ánimo y, eso es lo que
voy a hacer, me voy a dar un paseo con la bicicleta.
Buenos Días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario