lunes, 24 de agosto de 2020

Ese anhelo que no me deja estar satisfecho en ningún escenario.

  “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).


Estoy tratando de averiguar cual puede ser la evolución del covid-19 en los próximos días, y estoy llegando a la conclusión que si quiero hacer una salida en solitario con la bicicleta tendré que salir ya.

Así que, en el momento que esté preparado empezaré de nuevo.

Viendo todo lo que nos está pasando, y viendo como ese impulso interior que tengo, que no me deja estar mucho tiempo satisfecho con la situación en que me encuentre, anda estos días revuelto, he decidido moverme otra vez.

Ya se que ese impulso no lo puedo mostrar, ni puedo mostrar cual es su color, ni su olor, ni su forma, lo sé, pero existe. Todos tenemos sensaciones y sentimientos que no podemos demostrar a los demás que existen, ¿Dónde se esconde la alegría? ¿De color es el amor? ¿En qué lugar de nuestro cuerpo habitan? Entonces, no existen ni la alegría ni el amor, si no se donde están, si no se qué color tienen. Pero existen, yo se que existen.

Con esto lo que pretendo decir es que tengo sensaciones que no se demostrar su existencia, pero yo las tengo, ¿Cómo mostrar esa inquietud que no me deja estar a gusto mucho tiempo en la misma situación? ¿Cómo es ese anhelo que no me deja estar satisfecho en ningún escenario? Estoy bien aquí y ya quiero estar allí, llegó allí y quiero cambiar de lugar. ¿Por qué? Que hay aquí dentro que no para de soñar, de tener sueños, que no se rinde y vuelve a soñar.

Y todo esto tiene que ver con la vida, con lo que me enamora, también con lo que me asusta, lo que me despierta y anima, con lo que sueño, con aquello que repudio y descarto. En el fondo, ya sé que esa ansia no se detendrá, lo sé.

No me sucede solo a mí, ni es una sensación extraña para el hombre, ha existido en todos los pueblos civilizados de la antigüedad, la podemos encontrar desde los aztecas de Méjico hasta en los griegos. Aparece en las formas más diversas, pero la fórmula básica es siempre la misma: se busca una facilidad que se sabe que se perdió y se quiere recuperar, se cree que hubo una vez una época en que los hombres eran felices. Después llevaron a cabo una acción determinada y desde entonces el mundo está como es ahora.

Viéndolo así, nos damos cuenta de que es la historia clásica de la caída del hombre, del paraíso perdido, y el hecho de que aparezca en todas partes es una de las mejores pruebas de veracidad que pueda existir. En un tiempo el hombre estuvo más alto. Después cayó. Y desde entonces anhela su alta posición perdida hace tanto tiempo. El hecho de una leyenda común no es ni mucho menos la única prueba. En todo hombre de cualquier pueblo o raza habita el anhelo de la felicidad perfecta. Puede adquirir las formas más extrañas, pero ahí está.

Al menos, a mí me sucede. Quiero conseguir un objetivo, lo consigo. ¿Soy feliz? Poseo lo que anhelaba, pero a los pocos días me acostumbro y empiezo a aburrirme. ¿Por qué es así? Porque busco la felicidad, la felicidad perfecta allí donde no está. La definición de la felicidad es: “La posesión del bien deseado (material, intelectual, espiritual) sin temor a perderlo de nuevo”.

Inmediatamente comprendo que eso no puede existir en este planeta: pues cualquiera que sea el bien que anhelo, no sólo tengo el temor, sino incluso la seguridad de que lo perderé, pues he de morir. A pesar de todo, ese anhelo mío de felicidad perfecta debe de poder satisfacerse.

Esa satisfacción se debe de llamar “paraíso”, es decir la felicidad perfecta por toda la eternidad. Y, hace más de dos mil años que se sabe el camino.

Buenos Días.

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