“Dicen que los
viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K.
Chesterton).
Que estamos pasando una mala temporada no extraña a
nadie, y creo que es normal que nos encontremos preocupados e intentar no
reconocerlo no nos lleva a ninguna parte. Que nos encontremos serenos y
tranquilos en medio de este desastre sanitario y económico no quiere para nada
decir que debamos estar o sentirnos alegres.
La alegría no la podemos imponer, ni mucho menos exigir
cuando vemos como cada día la situación no mejora como debería. La alegría de
las personas es algo espontáneo que nace y se transmite cuando las
circunstancias en las que nos encontramos nos llevan a ella.
Las personas no somos ajenos a todo lo que está pasando.
Somos seres transparentes, contextuales, lo que ocurre a nuestro alrededor nos
afecta y altera nuestro estado de ánimo. La desgracia, el sufrimiento y el dolor
que esta causando esta pandemia nos afecta pues en eso consiste, precisamente,
ser humano, en no ser indiferente al mal del prójimo.
Es muy difícil mantenernos serenos y tranquilos, y mucho
más estar alegres cuando todo parece que se derrumba a nuestro alrededor y las
expectativas de futuro son todavía oscuras a nivel social y económico.
Si pensamos un poco sobre la alegría, sobre cuando
estamos alegres, seguramente llegaremos a la conclusión de que la generamos
cuando percibimos un bien, cuando lo descubrimos. Estamos alegres cuando conseguimos
alcanzar un objetivo, cuando recibimos una buena noticia, cuando logramos realizar
un propósito.
Si experimentamos algo bueno, si vemos lo bueno que
podemos conseguir, incluso en estos días negros, seremos capaces de estar
alegres. También estaremos alegres si somos capaces de reconocer los bienes que
nos han sido dados, los que hemos recibido de los demás sin merecerlo y los que
somos capaces de generar.
Todos vemos cada día a personas que viven cómodamente,
que no les falta de nada y, sin embargo, nunca están alegres. Vemos, en cambio,
a otras que carecen de la gran mayoría de cosas y transmiten alegría por cada
poro de su piel. No es curioso. No nos llama la atención que esto pueda ser
así.
Esto sucede porque la alegría no es un sentimiento artificial,
no se puede comprar, no lo podemos adquirir en una tienda. Aun así, el hombre
es capaz, cuando toma conciencia de los bienes que posee, de los amigos que le
aprecian, de las personas que le aman, incluso en estos días, puede conservar
su alegría.
Por eso, si tomamos conciencia de que somos amados a
pesar de todo lo que nos pueda suceder, vamos a experimentar una alegría tan
intensa que saldrá de nosotros y será perceptible por los demás. Esta alegría
nace de un convencimiento interior, pero, para conseguirlo, es preciso tenerlo.
Y no todos lo tienen.
¿Cómo alentar a las personas de que estén alegres en
estos días?
Es una tarea complicada. No sirve de mucho lo que pueda
escribir, tampoco va a servir que le quite importancia al problema, es más,
algunas veces con buena intención puedo decir o hacer cosas que generan el
efecto contrario. Crean indignación y rabia.
No creo que existan fórmulas mágicas, no hay recetas que
lo curen todo, ni caminos fáciles en estos temas.
Pero, no hacer nada es un fracaso a nuestra inteligencia.
Tal vez, estar al lado de las personas que más están sufriendo en esta pandemia
sea una buena solución. Pero, estar al lado y callarse, que es lo más difícil.
Más que decirles cosas, lo que hay que hacer es ponerse a
disposición y escuchar para que puedan liberar todo su malestar, ya que
escuchar ya es, de por sí una cura. Además de eso, se pueden buscar soluciones
y alternativas juntos.
En fin:
Buenos Días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario