sábado, 3 de octubre de 2020

Empezamos otro camino; el Camino.

 Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 

Después de terminar con el viaje en bicicleta es hora de empezar a preparar el tercer y último objetivo que tenía para este año y que a la vez puede ser primero que pueda cumplir.

No fue posible la maratón de Boston ni el viaje en bicicleta al Nordkapp por culpa del covid-19, vamos a ver si el tercer objetivo que era hacer al Camino de Santiago a pie lo podemos alcanzar.

Ya sé, que estuve hace pocos días en Santiago, pero no estuve como peregrino, tampoco llegué andando sino en bicicleta, así que el tercer objetivo del año aún está pendiente.  

Una de las dificultades que presenta para mí la realización del Camino es la de meterse en la piel del peregrino y salirse de la del turista o la del aventurero. La intención es no hacer senderismo sino la de peregrinar a Santiago de Compostela, no como una persona que anda por tierras extrañas sino como una persona que se dirige a un santuario por devoción o por un voto.

Sí quiero peregrinar a Santiago no hay más remedio que responderse y averiguar cuáles son los motivos que me impulsan a iniciar el Camino de Santiago. El primero de todos es el de completar un reto que me marqué hace casi un año con mis amigos, pero la forma en la que lo voy a enfocar, como dije antes, es el de peregrino y, es a partir de aquí donde empiezan los conflictos.

Generalmente las personas que empiezan el Camino lo hacen por diferentes motivos: búsqueda, religión o turismo. Por norma general las personas siempre buscamos algo que normalmente no encontramos en nuestra vida ordinaria y en esa búsqueda se puede salir de casa para ir a Santiago como turista, pasar por un impulso espiritual durante el trayecto y terminar con una experiencia cristiana, y al llegar a Santiago ser un verdadero peregrino.

Lo tradicional es que las personas que realizan el Camino lo hacen movidas por un impulso espiritual y cristiano para llegar hasta las reliquias del Apóstol en la Catedral de Santiago, sin embargo, todos sabemos que existen una gran variedad de finalidades, pero sea cual sea el motivo siempre hay eso de buscar algo que uno no tiene y que busca encontrar normalmente dentro de sí, y que en cambio en su casa o en su trabajo normal no encuentra.  

Los que ya hemos hecho el Camino sabemos que deja huella, que se produce un intercambio de experiencias con los demás peregrinos, que en la vida normal nos costaría transmitirlas con los que nos rodean, en el Camino, las personas se abren mucho más, saludamos con afectividad a peregrinos con los que hemos compartido albergue hace varios días y con los que coincidimos en algún lugar, intercambiamos con alegría las experiencias de esos días.   

Tiempo habrá para continuar hablando del Camino, y no solo como una ruta turística pues esto sería “mutilarlo” y lo dejaríamos sin el auténtico sentido de experiencia cristiana que se puede ver a través del arte, sobre todo románico, que nos iremos encontrando.

Ya sé que muchas personas peregrinan a Compostela por motivos espirituales y no religiosos, y espero no caer en el error de ver una interpretación esotérica o mágica del Camino de Santiago. Ni sentirlo desde la perspectiva de una iniciación mágica de alguna sociedad secreta. Ni poner al desaparecido continente mítico de la Atlántida como centro de atención jacobea, o entender el Camino desde la leyenda del Santo Grial. Ni en otras interpretaciones que se mueven entre los templarios y el juego de la oca o entre otras más variopintas interpretaciones.

En fin, no voy a vaciar el Camino de su sentido cristiano como hacen muchas personas al intentar “demostrar” que el Camino de Santiago existía antes del cristianismo en una actitud calculada de distanciamiento de la fe. Además, no voy a buscar, tampoco, una lectura simbólica de todo elemento artístico cristiano para “reinterpretarlo” e intentar ver una sabiduría esotérica hecha piedra.

Tal vez, ahora, algunos de vosotros estaréis pensando que no existe esa intención de apartar el Camino de la fe cristiana, y tal vez a mucha gente le gusten más esas propuestas alternativas, y lo comprendo, pero yo no lo voy a hacer.

Por ejemplo; no voy a ir hasta Finisterre. Es común a la gran mayoría de esas propuestas alternativas que tras arribar a la ciudad que custodia los restos del apóstol, hay que continuar el Camino hasta el punto en el que no se puede seguir andando y que, sin este último tramo, la ruta estaría incompleta, ya que no se puede entender Compostela como el final de la ruta. Y no debe ser así, Compostela es el objetivo y el final del Camino.

En fin, empiezo hoy otro camino, el de buscar que cosas voy a meter en la mochila y, si acepto la premisa de que el Camino es como la vida y de que todo lo que lleve en la mochila es equiparable a todo lo que llevo y poseo en la vida y, que el Camino me irá enseñando poco a poco que cosas debo ir dejando, porque sobran y son una carga innecesaria en mi mochila y en mí vida, cuando llegue a Santiago todo lo que me quede, no solo en la mochila, será lo realmente necesario para continuar en la vida. Si esto es así, tengo mucho trabajo estos próximos días.

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