viernes, 23 de octubre de 2020

Un nuevo día.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

 Me he levantado temprano esta mañana, como todos los días, nervioso como pocos días, con ganas de empezar un nuevo día como la mayoría de los días, y con la esperanza de ver que me deparaba el porvenir ahora que no tenía el Camino de Santiago por delante.

Podía haber esperado unos días, podía haber empezado un periodo de hibernación como hacen algunos animales, en que su vida queda reducida a un mínimo, donde podía aplazar innumerables acontecimientos, hasta que llegara el momento de un lento despertar. Lo podía hacer y tal vez lo merecía. Podía esperar a ver qué ocurre, pero todavía más a ver “qué se les ocurre” a las personas o grupos que están a mi alrededor.

A veces lo he hecho y, he tenido la impresión de que no ocurre nada, y eso me ha parecido grave. Porque la vida, se hace hacia adelante, es sin lugar a duda una cuestión de imaginación. Recuerdo ahora aquella frase del “mayo francés” de 1968, “La imaginación al poder”, que vista ahora parece que escondió una gran falta de ella, y de ahí su hoy evidente fracaso. Por eso, prefiero que se use la imaginación para proyectar el porvenir.

Pero se deben tener ciertas condiciones para que la imaginación se la adecuada y de buenos resultados. Ante todo, debe de ser fiel a lo que existe, tiene que poseer lo que “hay”, tiene que contar con los recursos que tenemos y aquí yo pondría también las dificultades, los problemas, los errores que hemos cometido y que hay que corregir.

Si lo pensamos un poco, llegaremos a la conclusión de que no hay nada más “realista” que la imaginación, que no consiste en "echar a volar" caprichosamente una fantasía vaga, sino en prolongar con rigor y exigencia los rasgos de lo que tenemos, que deben ser el inevitable punto de partida.

Y no hay que olvidarse del pasado, que es un elemento muy importante de esa realidad, la acumulación de hechos siempre nuevos y, lo que, es más, interpretados. Esos acontecimientos pasados condicionan, ciertamente, nuestro porvenir, pero no lo determina, porque a nosotros nos pertenece la inexorable fuerza de la libertad, y por eso la imaginación es innovación.  

Es malo desconocer nuestro pasado u olvidarlo, pero es mucho peor falsificarlo, pues los que hacen esto, no solo carecen de un punto de partida para imaginar y proyectar, sino que se apoyan en lo inexistente, con lo cual aseguran la falta de fertilidad de lo que les espera. El que inventa un pasado irreal entra en un camino que conduce al fracaso inevitable.

 Otro enemigo, que ve viene ahora a la cabeza, de la imaginación para crear el porvenir es la timidez, la excesiva modestia. Hay que atreverse a imaginar, habría que decir a los que se encuentran sin la perspectiva del futuro en el que van a entrar.

Porque de eso se trata: no de quedarse ahí, mirándose el ombligo, cosa que nunca me ha parecido interesante, sino de percibir el horizonte posible, advertir hacia dónde se puede ir, qué se puede hacer, qué podemos aportar si pongo en juego los recursos que tengo.

Estoy impaciente por ver qué voy a imaginar, qué voy a ofrecer al porvenir. ¿Voy a contentarme con llevar adelante una vida digna y próspera de jubilado, dando por supuesto que ya he llegado a ella? Nunca se llega, y es lo maravilloso de la vida humana, donde la imaginación es un factor importante.

En fin, voy a mirar como pensar el “porvenir”; y digo esto, no “futuro”, porque el futuro será, y no es seguro de sea. Es lo que está por venir, incierto, dudoso, que en gran parte depende de mí, de mi libertad irrenunciable, lo que voy a empezar a imaginar.   

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