jueves, 8 de octubre de 2020

No hemos venido al mundo a estar cómodos.

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Volvemos otra vez a crear listas y a buscar el material necesario para volver a ponernos en marcha, esta vez sin alforjas sino con mochila y, las cosas cambian.

El objetivo es no llegar a los diez kilos, tarea interesante pues el frío y con seguridad la lluvia no ayuda a que la mochila vaya más ligera, pero en eso estamos.

En el fondo es prácticamente lo mismo que con la bicicleta, intentar viajar lo más cómodamente posible y con el minino peso, y cuando me refiero a la comodidad me estoy refiriendo a todo lo necesario para estar a gusto en cualquier lugar y circunstancia del viaje. No hay una guía ni unas instrucciones que nos garanticen que llevar para viajar cómodos, puesto que la comodidad es muy personal por eso la experiencia es una gran aliada en estos casos.

La mayoría de las personas buscan comodidad para su vida y hoy en día podríamos decir que vivimos bastante cómodos, pero no fuimos hechos para la comodidad, sino para la grandeza. Fuimos hechos para algo más que para una vida llena de rutinas, mucho más que para tener una relación mediocre o para perder el tiempo enfadándonos por todo. Fuimos hechos para más que tener un buen trabajo y ganar mucho dinero. Fuimos hechos para más que tener una buena posición social, fuimos hechos para mucho más de lo que imaginamos. La cuestión esta es averiguar para qué estamos hechos.

Como casi siempre Chesterton nos da una respuesta, esta vez en la biografía que escribió de Robert Browning, donde nos dice: “Cada uno tendría que creer, no importa entre qué locuras o extravíos, que su vida y su personalidad tienen una razón de ser. Cada uno debería creer que tiene algo que ofrecer al mundo que no le podrá ser entregado de ninguna otra manera.”

Y aquí está el “kit” de la cuestión, no hemos venido al mundo a estar cómodos sino a hacer las cosas bien. Hay un orden y un rango. Algo que debemos hacer y que nos ha traído hasta aquí.

Si nos paramos un poco y pensamos nos daremos cuenta de que si todo fuese comodidad todo sería relativismo y cuando todo es relativismo, la vida no vale nada y es hasta más cómodo morirse que aguantar una enfermedad o las circunstancias más problemáticas.

Si, además, ahora, miramos los medios de comunicación nos daremos cuenta de que se quiere convertir y se está convirtiendo en derecho, o en conquista social, cada comodidad, presentando como una victoria de la libertad lo que no es más que la degradación de la vida.

Por mucho que los “medios” insistan en su propaganda demagógica y relativista, y acomodaticia, la libertad no es, por ejemplo, divorciarse sino fortalecer el vínculo superando juntos las dificultades y los desafíos; la libertad no es abortar sino darle a tu cuerpo un trato digno y vivir el amor del modo más intenso y profundo; la libertad es esforzarse en hacer las cosas bien y no desparramarse de cualquier manera. Tenemos que insistir en la vida, aferrarse a ella y tratar de concretar nuestro deseo de un mundo mejor.

La comodidad no es lujo como tampoco es un derecho la libertad a hacer lo que queramos y, por este camino muchas personas han llegado a creer que el bien y el mal no existen, que algo se le debe solo por vivir en la sociedad y que no hay que tomarse nada demasiado en serio, ni siquiera la vida, solo tenemos que ver con que pasión y energía se defiende el aborto y la eutanasia en muchos ambientes.

Es verdad.  No hemos venido al mundo a estar cómodos, de ahí que no comprenda muy bien esa actitud de realizar el Camino de Santiago con una excesiva comodidad. Hemos venido al mundo a dar y transmitir esperanza; a hacernos dignos de los dones que nos han sido concedidos y a tratar de estirar un poco más allá los límites de la Humanidad.

Existe el bien y existe el mal, la culpa y la piedad, por eso no nos debemos desactivar como personas pues nos convertiríamos es una masa amorfa y acrítica. Tenemos un alma, una dignidad como personas y con esto hay que intentar rebelarse contra esa maquinaria que intenta que “pasemos” de todo.

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