“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Ya está claro, la Federación
Española Amigos del Camino de Santiago me lo ha confirmado: “no se puede
cruzar Navarra en las actuales circunstancias”. Momentos después en los
medios de comunicación: “La Rioja decreta
el confinamiento de toda la comunidad a partir del viernes”. Así
que cambio de planes, aparcamos por no decir que nos olvidamos del Camino de
Santiago, todo parece decirme que no voy a cumplir ninguno de los tres objetivos
que me había propuesto para este 2020.
Estoy bastante seguro de que cualquiera
de las tres experiencias hubieran sido unas hermosas experiencias y confío en
que las que, sin duda, voy a emprender también lo van a ser.
Supongo que, vistas las
circunstancias, por culpa de la covid-19 vamos a ser muchos los que nos esté
pasando algo parecido. Y espero que sean muchos también los que como yo mantengan
la mentalidad de caminante, de peregrino. Del que tiene clara su meta y que
llega a un lugar, y que al final de cada día cansado físicamente se va a la
cama satisfecho, lleno de alegría.
Seguramente me encontraré en esta
sociedad con más andarines que no saben donde van y que vagan sin llegar a
ninguna parte, que a caminantes peregrinos pues nuestra sociedad es más de
andarines que de caminantes. Nuestra sociedad no sabe muy bien hacia dónde va,
si es que va hacia algún lugar. ¿Camina la
sociedad hacia algún lugar? ¿O simplemente anda, se desplaza, sin rumbo fijo?
Es fácil que no camine hacia ningún lugar.
La sociedad no existe, no al menos
como un andarín o un peregrino caminante. Lo que existen son las personas, los
hombres y mujeres que componemos esa sociedad. Cuando me refiero a la sociedad
o me dirijo a ella; me dirijo a las personas que la componen, a ti, a mí.
Las personas caminantes o peregrinas
de nuestra sociedad buscan con el deseo de encontrar y encuentran con el deseo
de seguir buscando. Es con ese sentido con el que hemos de ir descubriendo
horizontes nuevos, sabiendo de donde parte nuestro camino y teniendo en cuenta
la meta de este.
Vivir es ir aprendiendo día a día y tomar
conciencia de que una sociedad no puede cambiar de meta en cada momento,
echando por la borda todo el bagaje cultural y moral que ha heredado de las
generaciones pasadas como si no hubiera nada en todo ello que mereciese ser
conservado; como si todo cambio equivaliera a verdadero progreso; como si
pudiese haber progreso cuando se ha perdido toda la perspectiva de hacia dónde nos
tenemos que dirigir.
Muchas personas sabemos cuál es
nuestro objetivo, pero para comprender el sentido trascendente de nuestra meta,
hemos de ser capaces de percibir lo invisible, observando lo visible, en esta
crisis no solo sanitaria sino también la de la realidad humana y cultural en la
que nos estamos moviendo.
Una cosa que parece ser que hay que
tener clara hoy en día es que no existe ningún camino sin una meta a la que
llegar, y que no existe ninguna meta sin que haya un encuentro, y antes o después
se producirá ese encuentro.
Nuestra vida no es simplemente ir
cambiando de ideas y de lugar, significa más bien, salir de nosotros mismos
para ver el mundo como un extranjero, que es casi como decir estar de viaje. Es
decir, la condición de viajero, propia del hombre, es algo que desde el
principio forma parte de la historia humana, la historia tanto religiosa como
profana.
Ser caminante, ser peregrino, como
parábola de la existencia humana, es saber de dónde venimos, cómo vamos y hacia
donde caminamos; es vivir acorde con las preguntas fundamentales del ser humano:
de dónde, por dónde y hacia dónde. En lo más íntimo de nuestro ser, el hombre
está siempre en camino, está en busca de la verdad.
Empiezo, otra vez, la búsqueda de
objetivos presentes desde la meta final, planeando el presente desde el futuro.
Tal vez mañana cuando despierte vea nuevos proyectos, me encuentre con nuevos
caminos que me deben llevar, quien sabe por dónde, a la misma meta a única
verdad.
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