lunes, 19 de octubre de 2020

El Camino y la covid-19

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

 ¡Hay la covid-19! Cuánto dolor de cabeza me está provocando y cuantas contradicciones nos muestra. Si lo que interesa es la defensa de la vida y por eso estamos tomando todas las medidas que nos dicen para controlar la pandemia; ahora en donde todo el mundo toma medidas, más o menos incómodas, todas con el objetivo de defender la vida humana; no comprendo cómo se están convirtiendo en una prioridad de nuestro gobierno y de nuestro parlamento leyes que promueven la eutanasia y el suicidio asistido. 

En fin, tenemos que ver de todo, creo que nunca será una buena época para aprobar ese tipo de leyes, ¿pero ahora? Con la que nos está cayendo con la covid-19 intentar favorecer una cultura que busca la muerte de las personas no tiene sentido, sobre todo cuando creo que más bien lo que habría que favorecer y para lo que se deberían de aprobar leyes es para una cultura que defienda la vida, o sea leyes que favorezcan los cuidados paliativos para ayudar a los enfermos que se encuentran en la parte final de sus vidas.

Bueno, allá cada cual con su conciencia. Sin embargo, de lo quería escribir es de cómo me va a afectar la covid-19 en el Camino a Santiago, y es que es una dificultad nada despreciable, por ejemplo: imaginad que cierran los bares y los restaurantes durante 15 días como parece ser que sucede en Cataluña. Me afecta, pues toda la logística de las comidas cambia, con la mochila las posibilidades de llevar comida son menos que con la bicicleta, lo que representa un cambio en la planificación de cada una de las etapas.

Es verdad, que el principal problema y el que tendría una mala solución sería el de contagiarse con la covid-19 y, que todas las demás dificultades parece que tienen una solución aceptable ya que con un poco de previsión se pueden ir solucionando, por eso será tan importante empezar a caminar habiendo planeado bien el día.  

La posibilidad de contagiar o de contagiarse y los inconvenientes que existen para impedirlo, en realidad, son los mismos que cuando viajas en bicicleta, sin embargo, desde aquí, sin haber empezado a caminar me parecen mayores puesto que con la bicicleta el contacto con otros peregrinos solo existe en los albergues y caminando es más habitual lo que obliga a llevar la mascarilla puesta mucho más tiempo y, esto para mí representa una dificultad de no poca importancia.

Otra dificultad es la comida, no porque puedan cerrar los bares y los restaurantes, sino que en muchos de los albergues no se puede utilizar la cocina común ni los utensilios que en ella hay, con la bicicleta no tenía problema pues llevaba el hornillo y una mini batería de cocina, con la mochila, aunque la puedo llevar es un peso que complica mucho la marcha normal, al menos para mí, pues la mochila ya la llevo llena. Sin hablar del aumento del presupuesto que conlleva el tener que acudir continuamente a bares o restaurantes si quiero tomar algo caliente, algo que en invierno se hace casi imprescindible.

Los protocolos anti covid-19 son necesarios y hay que cumplirlos lo mejor posible, pero como me sucedió con el viaje en bicicleta el cambio de Comunidades Autónomas y sus diferentes protocolos implica estar atento a los cambios que se puedan producir y esto que parece anecdótico nos puede llevar a encontrarnos con hoteles y pensiones cerradas en algunas provincias a lo que hay que añadir que los establecimientos que se encuentren en una población que este confinada no se van a poder utilizar y tal vez tampoco los albergues.

Todos estos posibles inconvenientes añaden un punto más de sacrificio a la realización del Camino lo que lo de da un punto más de incertidumbre.

Existe, si lo pensamos un poco, un valor añadido a las cosas que hacemos o en este caso al Camino, si realizamos un sacrificio que podamos hacer, puede parecer extraño a mucha gente, pero el valor del sacrificio podría decir que es aquel esfuerzo extraordinario que realizo para alcanzar un beneficio mayor, venciendo mis gustos, intereses y comodidad. 

Aunque suene drástico el término, es un valor importante para superarnos en la vida pues imprime fuerza a nuestro carácter. Nos acostumbramos de esta forma a adquirir compromisos, a ser perseverantes, optimistas, a superarnos continuamente lo que nos lleva a ser mejores, por eso, el sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo, sino una fuente de crecimiento personal.

A muchas personas nos cuesta tener ese espíritu de sacrificio, nos cuesta porque estamos acostumbrados a regular nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que suficiente. Se podría decir que debemos luchar contra la pereza y la comodidad.

Todos de alguna manera somos capaces de realizar un esfuerzo según nuestros intereses: las dietas para reducir peso o mejorar nuestra figura; hacer unas pocas horas extra para poder ir de vacaciones… El problema que yo veo es que nos solemos mover sólo por intereses que son pasajeros cuando deberíamos ser constantes en nuestra actitud. 

Son muchas las cosas en la realización del Camino en estas fechas que me desagradan y se que no puedo esperar que todo esa de mi gusto, de ahí, que piense que el valor del sacrificio que tendré que hacer va a consistir en sobrellevarlas, intentando poner buena cara, sin quejarme demasiado ni poner muchos remilgos a ciertas situaciones con las que me voy a encontrar.  

Veo que esos sacrificios, que sin duda tendré que hacer, no los podré hacer solo con tener buenas intenciones sino con pequeños esfuerzos. Y es que todo aquello que vale la pena va a requerir un sacrificio, pues querer encontrar caminos fáciles para todo, sólo en la cabeza de las personas con pocas aspiraciones existe. 

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