“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
¡Hay la covid-19! Cuánto dolor de cabeza me está
provocando y cuantas contradicciones nos muestra. Si lo que interesa es la
defensa de la vida y por eso estamos tomando todas las medidas que nos dicen
para controlar la pandemia; ahora en donde todo el mundo toma medidas, más o
menos incómodas, todas con el objetivo de defender la vida humana; no comprendo
cómo se están convirtiendo en una prioridad de nuestro gobierno y de nuestro
parlamento leyes que promueven la eutanasia y el suicidio asistido.
En fin, tenemos que ver de todo, creo
que nunca será una buena época para aprobar ese tipo de leyes, ¿pero ahora? Con
la que nos está cayendo con la covid-19 intentar favorecer una cultura que
busca la muerte de las personas no tiene sentido, sobre todo cuando creo que
más bien lo que habría que favorecer y para lo que se deberían de aprobar leyes
es para una cultura que defienda la vida, o sea leyes que favorezcan los
cuidados paliativos para ayudar a los enfermos que se encuentran en la parte
final de sus vidas.
Bueno, allá cada cual con su
conciencia. Sin embargo, de lo quería escribir es de cómo me va a afectar la covid-19 en el Camino a Santiago, y es que es una dificultad nada despreciable,
por ejemplo: imaginad que cierran los bares y los restaurantes durante 15 días
como parece ser que sucede en Cataluña. Me afecta, pues toda la logística de
las comidas cambia, con la mochila las posibilidades de llevar comida son menos
que con la bicicleta, lo que representa un cambio en la planificación de cada
una de las etapas.
Es verdad, que el principal problema
y el que tendría una mala solución sería el de contagiarse con la covid-19 y,
que todas las demás dificultades parece que tienen una solución aceptable ya
que con un poco de previsión se pueden ir solucionando, por eso será tan
importante empezar a caminar habiendo planeado bien el día.
La posibilidad de contagiar o de
contagiarse y los inconvenientes que existen para impedirlo, en realidad, son
los mismos que cuando viajas en bicicleta, sin embargo, desde aquí, sin haber
empezado a caminar me parecen mayores puesto que con la bicicleta el contacto
con otros peregrinos solo existe en los albergues y caminando es más habitual
lo que obliga a llevar la mascarilla puesta mucho más tiempo y, esto para mí
representa una dificultad de no poca importancia.
Otra dificultad es la comida, no
porque puedan cerrar los bares y los restaurantes, sino que en muchos de los
albergues no se puede utilizar la cocina común ni los utensilios que en ella hay,
con la bicicleta no tenía problema pues llevaba el hornillo y una mini batería
de cocina, con la mochila, aunque la puedo llevar es un peso que complica mucho
la marcha normal, al menos para mí, pues la mochila ya la llevo llena. Sin
hablar del aumento del presupuesto que conlleva el tener que acudir
continuamente a bares o restaurantes si quiero tomar algo caliente, algo que en
invierno se hace casi imprescindible.
Los protocolos anti covid-19 son
necesarios y hay que cumplirlos lo mejor posible, pero como me sucedió con el
viaje en bicicleta el cambio de Comunidades Autónomas y sus diferentes
protocolos implica estar atento a los cambios que se puedan producir y esto que
parece anecdótico nos puede llevar a encontrarnos con hoteles y pensiones
cerradas en algunas provincias a lo que hay que añadir que los establecimientos
que se encuentren en una población que este confinada no se van a poder utilizar
y tal vez tampoco los albergues.
Todos estos posibles inconvenientes añaden
un punto más de sacrificio a la realización del Camino lo que lo de da un punto
más de incertidumbre.
Existe, si lo pensamos un poco, un
valor añadido a las cosas que hacemos o en este caso al Camino, si realizamos un
sacrificio que podamos hacer, puede parecer extraño a mucha gente, pero el valor
del sacrificio podría decir que es aquel esfuerzo extraordinario que realizo para
alcanzar un beneficio mayor, venciendo mis gustos, intereses y comodidad.
Aunque suene drástico el término, es
un valor importante para superarnos en la vida pues imprime fuerza a nuestro carácter.
Nos acostumbramos de esta forma a adquirir compromisos, a ser perseverantes, optimistas,
a superarnos continuamente lo que nos lleva a ser mejores, por eso, el
sacrificio no es un valor que sugiere sufrimiento y castigo, sino una fuente de
crecimiento personal.
A muchas personas nos cuesta tener
ese espíritu de sacrificio, nos cuesta porque estamos acostumbrados a regular
nuestro esfuerzo, y a pensar que “todo” lo que hacemos es más que suficiente. Se
podría decir que debemos luchar contra la pereza y la comodidad.
Todos de alguna manera somos capaces
de realizar un esfuerzo según nuestros intereses: las dietas para reducir peso
o mejorar nuestra figura; hacer unas pocas horas extra para poder ir de vacaciones…
El problema que yo veo es que nos solemos mover sólo por intereses que son
pasajeros cuando deberíamos ser constantes en nuestra actitud.
Son muchas las cosas en la realización
del Camino en estas fechas que me desagradan y se que no puedo esperar que todo
esa de mi gusto, de ahí, que piense que el valor del sacrificio que tendré que
hacer va a consistir en sobrellevarlas, intentando poner buena cara, sin
quejarme demasiado ni poner muchos remilgos a ciertas situaciones con las que
me voy a encontrar.
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