“La tarea de nuestra juventud era mostrar que nuestras ideas eran sugestivas, la tarea de nuestra vejez es mostrar que son concluyentes”. (G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Normalmente cuando hablamos de violencia
con las mujeres se piensa que el tema está relacionado con el hombre machista.
Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas consideraciones: las personas
violentas cuando son hombres suelen carecer de lo que suele llamarse comúnmente,
virilidad, es decir, de capacidad para ganarse el respeto de los demás
respetando a los demás, no tienen una firmeza profunda, no son particularmente
valientes para afrontar la vida.
En el principio de nuestra educación,
cuando nuestros padres nos enseñan lo que es la vida, lo que es vivir, pueden haber
cometido algunos errores que nos pueden causar ciertas distorsiones en nuestro
carácter, que en casos extremos tienen consecuencias irreparables. Pienso que
se pueden hacer algunas consideraciones sobre la cuestión educativa y la
violencia machista sin querer perseguir a las familias.
Siempre me ha parecido que existe una
relación entre las personas violentas y una educación que, cuando eran niños,
les impedía discutir, lo que les imposibilitaba para aprender a afrontar las
adversidades: no se les enseña a escuchar las opiniones de los demás, no
aprenden por lo tanto a afrontar los desacuerdos; no aprenden a tolerar la
oposición a su voluntad. De ahí que por eso sean incapaces de relacionarse en
situaciones críticas y, estallan con ira y violencia, que no deben confundirse
con discusiones.
Si repasamos en nuestra infancia de
seguro que recordamos a algunos niños que eran pendencieros y que siempre
buscaban la confrontación, no se les solía dar demasiada importancia tan solo
se les reprimían sus comportamientos en casos extremos. No se les solía invitar
a que se explicasen tranquilamente, que argumentarán. Si a los niños se les
enseña a argumentar podrán desarrollar habilidades valiosas para su futuro, y si
son hombres cuando sean adultos es poco probable que sean violentos con una
mujer.
Muchas personas tienen una incapacidad
para afrontar y gestionar las dificultades en sus relaciones cuando estas
surgen. Y, ese hombre tranquilo y pacifico muestra su perfil más peligroso cuando
no es capaz de gestionar su deficiencia para conversar al afrontar un conflicto
en sus relaciones. Esa violencia contra esa mujer no tiene un origen pasional o
amoroso, es pura brutalidad, una total incapacidad para gestionar sus
reacciones emocionales.
Existe un debate sobre la educación de
los niños que comienza en el hogar, con sus padres. Cuando los padres piensan
que lo mejor y lo correcto es entretener a sus hijos y ser “padres suplentes”
al dejar a sus hijos corran a sus anchas. Un río debe tener unas orillas bien
delimitadas para que el agua fluya sin dispersarse, los padres deben fijar unas
reglas y hacerlas cumplir con el objetivo de ayudar a sus hijos a seguir el
cauce debido. Un buen padre pone límites, fomenta la autonomía, estimula la
exploración de la vida y el trabajo duro. La virilidad es una cuestión de márgenes,
de límites y de orillas.
Un hombre criado en el respeto de las
reglas, en la satisfacción de la autonomía y en el reconocimiento de las
razones de los demás, difícilmente será violento con una mujer. Y será un
mejor hombre.
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