lunes, 15 de enero de 2024

¡¡¡Buenos días!!! ¡Regresamos!

 “En una verdadera tradición religiosa el hombre entiende dos cosas: la libertad y la obediencia. La primera significa saber qué quieres de verdad. La segunda significa saber en quién confías de verdad”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Después de casi dos semanas volvemos al Buenos Días, y es que hay temporadas que deberían de poseer más de 24 horas. Después de estos días que no han sido de descanso sino de todo lo contrario vamos a continuar y, quiero hacerlo con un concepto que he podido comprobar que no es entiende bien.

Muchos de nosotros ni valoramos ni entendemos la obediencia, la vemos como una cosa que tenemos que soportar y que en la mayoría de las ocasiones no es posible evitar: el fuerte manda y el débil obedece, uno es jefe y otro empleado… se obedece porque no nos queda otra opción. También hay personas que piensan que siempre obedecerán a menos que se hagan mayores o crezcan, progresen, o que tengan más dinero y puedan ¡por fin! Hacer lo que les dé la gana, sin tener que obedecer a nadie.

Si entendemos como obediencia todo lo anterior, hay que entender que la vemos como una expresión de nuestra debilidad, de nuestra falta de edad, de sometimiento o de humillación. O sea, lo vemos como algo que no sólo no tiene valor, sino que se trata de un antivalor y cuanto antes nos libremos de él mejor, cuando antes nos libremos de obedecer seremos más nosotros mismos pues ya no tendremos encima a alguien a quien obedecer.

Resulta entonces que pensamos que obedecer es algo no deseable y hasta malo y, nos surge una pregunta: ¿cómo puede ser que se diga que la obediencia es una virtud que es regulada por la justica? Y es que, si no recordamos mal, una virtud no es otra cosa que una perfección de nuestra naturaleza. Si la obediencia fuera una virtud, resultaría que una persona obediente sería más perfecta que una desobediente. Tendría por lo tanto una personalidad más madura, más desarrollada, más perfecta. Pero, afirmar esto es contradictorio con la visión de la obediencia que describimos en el párrafo anterior. ¿Qué es lo que no funciona?

En una sociedad como la actual en la que se busca sobre todo la afirmación de uno mismo sobre todas las cosas, es muy complicado que podamos entender la obediencia. Por eso ahora en nuestra cultura, la obediencia se encuentra muy lejos de ser considerada una virtud -que no lo olvidemos es algo valioso, bueno y meritorio- se considera algo malo, o al menos algo que intentamos evitar. Se considera bueno mandar y malo tener que obedecer. Si no queda más remedio que obedecer se obedece, ya que así son las reglas. Si lo pensamos un poco veremos que en esa forma de actuar se parte de una especie de acuerdo: yo cedo en algo para ganar algo. Por motivos de conveniencia personal y para evitar problemas a la vez que para tener seguridad me someto y obedezco leyes, para que las leyes me protejan de los demás... y así en la mayoría de nuestras obediencias.

Entonces es normal que nos continuemos preguntando ¿por qué será que muchas personas consideran tan importante la obediencia? ¿Qué sentido tiene obedecer? Va a costar un poco mostrar porque la obediencia no somete, armoniza; no empequeñece, nos lleva a la plenitud; no separa, une… o sea que es considerada como una parte del camino hacia la perfección.

Si hemos llegado hasta aquí no nos queda más remedio que para comprender lo que significa la obediencia hay que entender el concepto de autoridad. Y, nos volvemos a encontrar con otro concepto que no se entiende como se debería.

Para muchas personas la autoridad es simplemente un privilegio. Se piensa que se tiene autoridad para provecho propio. Eso hace que muchos hagan todo lo posible por llegar al poder, pues piensan que el poder es autoridad, pero no lo es, a través del poder se puede dominar a los demás y llenarse de bienes. Si pensamos un poco, vemos que en el ámbito familiar se aplica el mismo estilo de autoridad: el padre de familia es un señor que tiene todos los derechos y privilegios y los demás miembros de la casa deben obedecerle. Este concepto ha sido, con certeza, el que más ha contribuido a desprestigiar la autoridad.

Muchas personas en la adolescencia empiezan a confundir lisa y llanamente autoridad con potestad, es decir, con el derecho a disponer de alguien. Pareciera como si la autoridad se confundiera con el poder de mando. Es a partir de entonces cuando se empieza pensar que tiene más autoridad el que más puede mandar. El término autoridad transmite hoy en día dos cosas a la mentalidad actual: mandar y obedecer. La autoridad aparece como una limitación de la libertad y por eso se ha hecho odiosa en nuestra época orientada hacia la liberación.

Como me sucede muchas veces en estos Buenos días, una cosa lleva a la otra y no hay forma de cerrar el escrito, así que para no hacerlo más largo mañana intentare hacerlo, e intentaré mostrar como la idea de autoridad debe ir unida al concepto de servicio.

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