martes, 30 de enero de 2024

¡Buenos días! ¿Por qué hablar de la verdad?

     “Nos gusta hablar de “libertad”, de “progreso”, de “educación”: son evasiones para esquivar el examen de qué es lo bueno. El hombre moderno dice: “Dejemos todas esas pautas arbitrarias y abracemos la libertad”. Dicho de forma lógica, esto significa: “No decidamos qué es lo bueno, pero consideremos bueno no decidirlo”. Dice: “Fuera las viejas fórmulas morales: yo estoy por el progreso”. Esto, dicho de forma lógica, significa: “No resolvamos qué es lo bueno, pero resolvamos si queremos más de ello”. Dice: “La esperanza de la raza no reside en la religión ni en la moralidad, sino en la educación”. Dicho claramente, esto significa: “No podemos decidir qué es lo bueno, pero démoselo a nuestros hijos”. G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!


Estoy seguro de que todos ya nos habremos dado cuenta de que desde hace décadas la idea de verdad sufre un desconcertante desprestigio. No se trata solo de la noción de verdad sino, con ella, la forma de pensar de las personas.

Muchas personas dedican una parte importante de su vida en tratar de distinguir lo que es importante de lo que no lo es. La supervivencia del pensamiento humano, más allá de la idea que cada persona imprime a sus reflexiones, es ya un recordatorio de que la vida de las personas no puede considerarse solamente una cuestión de supervivencia; nuestro pensamiento es ya un indicio de que nuestra razón no se conforma con simples ejercicios de lógica, sino que está al servicio de lo que es verdadero, siempre busca lo que es verdad.  

Puede parecer en estos días que el papel de nuestro razonamiento está en el aire. Pero, nunca ha sido tan necesario el trabajo de pensar y adquirir más sabiduría para que nos enseñe el camino a seguir; pues es evidente que el descrédito de la verdad nos lleva a quedarnos en lo superficial, encerrados en la superficialidad.  

Cuando miramos a nuestro alrededor y no encontramos la verdad por ningún sitio notamos como solo nos conformamos con la certeza, el control y la seguridad. Parece como si ya no buscásemos ser felices, sino encontrarnos seguros, no equivocarnos, y la diferencia es abismal.  

Porque nuestra obsesión por la seguridad nos muestra el miedo, un miedo que nos hace pequeños como seres libres. Tenemos miedo de no saber a dónde vamos, un miedo que nos provoca angustia y que nos paraliza. La seguridad, es verdad que en cambio nos tranquiliza, pero no nos da paz. Arriesgarnos significa tomar decisiones en las que puedo a veces acertar y en otras errar. Arriesgarse es jugar, pero jugársela es mejor. No arriesga quien juega, sino quien se la juega. Al final la vida es un juego. No darnos cuenta significa estar adormilado. Este es nuestro problema: dormimos para escapar del miedo, y además no nos damos cuenta de ello.

Hay que elegir, escoger en qué lado se quiere estar, escoger en qué situación se quiere vivir, es la elección de cada uno, intima, personal. El amor arriesga, la comodidad amodorra, el miedo nos paraliza y la duda nos complica la vida. La madurez tiene mucho que ver con esta elección.

Nuestra sociedad ha elegido y lo verdadero ya no interesa, no nos apetece arriesgarnos, entonces, ¿por qué hablar de la verdad? Y así, poco a poco, va desapareciendo de nuestra vista, ya no la vemos en el horizonte cultural, ni en el social y menos en nuestra vida. Nos encontramos en el reino de lo superfluo.

Si no buscamos lo que es verdad no puede existir el deseo de saber, pues cuando deseamos saber algo queremos que sea lo que es verdadero. Si deseamos saber, pero no nos queremos esforzar por saber la verdad de las cosas nos encontramos buscando en la nada. Nos da igual todo, y entonces, ya no seremos capaces de sentir admiración, y si no nos maravillamos no podemos agradecer nada.

La persona que se maravilla, que admira cualquier cosa que le rodea termina por agradecer su misma existencia. Encuentra como nuevo cada cosa que va admirando, y termina por encontrarse en un mundo lleno de novedades y en lo más alto ve a cada persona. La persona es lo más nuevo, la que siempre podremos admirar.

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