“Nos gusta hablar de “libertad”, de “progreso”, de “educación”: son evasiones para esquivar el examen de qué es lo bueno. El hombre moderno dice: “Dejemos todas esas pautas arbitrarias y abracemos la libertad”. Dicho de forma lógica, esto significa: “No decidamos qué es lo bueno, pero consideremos bueno no decidirlo”. Dice: “Fuera las viejas fórmulas morales: yo estoy por el progreso”. Esto, dicho de forma lógica, significa: “No resolvamos qué es lo bueno, pero resolvamos si queremos más de ello”. Dice: “La esperanza de la raza no reside en la religión ni en la moralidad, sino en la educación”. Dicho claramente, esto significa: “No podemos decidir qué es lo bueno, pero démoselo a nuestros hijos”. G. K. Chesterton)
¡¡¡Buenos días!!!
Estoy seguro de que todos ya nos
habremos dado cuenta de que desde hace décadas la idea de verdad sufre un
desconcertante desprestigio. No se trata solo de la noción de verdad sino, con
ella, la forma de pensar de las personas.
Muchas personas dedican una parte
importante de su vida en tratar de distinguir lo que es importante de lo que no
lo es. La supervivencia del pensamiento humano, más allá de la idea que cada
persona imprime a sus reflexiones, es ya un recordatorio de que la vida de las
personas no puede considerarse solamente una cuestión de supervivencia; nuestro
pensamiento es ya un indicio de que nuestra razón no se conforma con simples
ejercicios de lógica, sino que está al servicio de lo que es verdadero, siempre
busca lo que es verdad.
Puede parecer en estos días que el papel
de nuestro razonamiento está en el aire. Pero, nunca ha sido tan necesario el
trabajo de pensar y adquirir más sabiduría para que nos enseñe el camino a
seguir; pues es evidente que el descrédito de la verdad nos lleva a quedarnos
en lo superficial, encerrados en la superficialidad.
Cuando miramos a nuestro alrededor y no
encontramos la verdad por ningún sitio notamos como solo nos conformamos con la
certeza, el control y la seguridad. Parece como si ya no buscásemos ser
felices, sino encontrarnos seguros, no equivocarnos, y la diferencia es
abismal.
Porque nuestra obsesión por la seguridad
nos muestra el miedo, un miedo que nos hace pequeños como seres libres. Tenemos
miedo de no saber a dónde vamos, un miedo que nos provoca angustia y que nos
paraliza. La seguridad, es verdad que en cambio nos tranquiliza, pero no nos da
paz. Arriesgarnos significa tomar decisiones en las que puedo a veces acertar y
en otras errar. Arriesgarse es jugar, pero jugársela es mejor. No arriesga
quien juega, sino quien se la juega. Al final la vida es un juego. No darnos
cuenta significa estar adormilado. Este es nuestro problema: dormimos para
escapar del miedo, y además no nos damos cuenta de ello.
Hay que elegir, escoger en qué lado se
quiere estar, escoger en qué situación se quiere vivir, es la elección de cada
uno, intima, personal. El amor arriesga, la comodidad amodorra, el miedo nos
paraliza y la duda nos complica la vida. La madurez tiene mucho que ver con
esta elección.
Nuestra sociedad ha elegido y lo
verdadero ya no interesa, no nos apetece arriesgarnos, entonces, ¿por qué
hablar de la verdad? Y así, poco a poco, va desapareciendo de nuestra vista, ya
no la vemos en el horizonte cultural, ni en el social y menos en nuestra vida. Nos
encontramos en el reino de lo superfluo.
Si no buscamos lo que es verdad no puede
existir el deseo de saber, pues cuando deseamos saber algo queremos que sea lo que
es verdadero. Si deseamos saber, pero no nos queremos esforzar por saber la
verdad de las cosas nos encontramos buscando en la nada. Nos da igual todo, y
entonces, ya no seremos capaces de sentir admiración, y si no nos maravillamos no
podemos agradecer nada.
La persona que se maravilla, que admira
cualquier cosa que le rodea termina por agradecer su misma existencia.
Encuentra como nuevo cada cosa que va admirando, y termina por encontrarse en
un mundo lleno de novedades y en lo más alto ve a cada persona. La persona es
lo más nuevo, la que siempre podremos admirar.
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