miércoles, 24 de enero de 2024

¡Buenos días! Límites a la tolerancia.

     “Las falacias no dejan de serlo, aunque se conviertan en moda”. (G. K. Chesterton)

¡¡¡Buenos días!!!

Una cosa bastante corriente es encontrarse con personas que son de la opinión de que el concepto de lo que está bien o está mal es muy relativo. Según mi opinión esto sucede porque no se han preocupado mucho de profundizar en la noción de la tolerancia.

Y, es que entender bien la noción de tolerancia nos coloca en un buen lugar para comprender el fenómeno del “relativismo”, que se encuentra detrás de lo que comentaba al principio.

Se suele decir mucho “yo hago lo que me da la gana”, y esa misma persona al día siguiente nos dice refiriéndose a alguna cosa que “eso debería estar prohibido”. En su aparente contradicción, tenemos un ejemplo claro de cómo todos aspiramos a la libertad, pero al tiempo reclamamos protección frente al empleo que otros hagan de la suya: vemos necesario que existan unos límites.

Todo lo anterior puede estar y parecernos bastante obvio pero la pregunta que aparece ahora es si pueden estar justificadas esas prohibiciones a la vez que se admite lo que repiten los relativistas de que: “nadie tiene derecho a imponer a los demás su propio concepto de moral”.

Lo que nos dicen los relativistas es sin duda una apasionada y valiente defensa de la libertad individual, pero si nos detenemos un momento a analizarla con un poco de calma, es relativamente fácil que nos encontremos con serias contradicciones.

La primera contradicción con la que nos encontramos es con la facilidad con que deja de ser relativo para imponernos un postulado indiscutible, “que nadie puede imponer nada a nadie”.

Si hay un problema que me llama la atención cuando pienso en el relativismo es cuando se habla de poner límites a la tolerancia. Es inimaginable una sociedad en la que este permitido todo, ya que hay cosas que no pueden tolerarse.

 Si ahora pensamos en por qué no toleramos algunas cosas, nos daremos cuenta de que existen verdades y valores que los consideramos innegociables. Y, ahora tengo que recurrir a unos ejemplos ya muy manidos y nada originales, pero me parecen los más sencillos de desarrollar.  

Por ejemplo, no toleramos el robo porque queremos proteger la propiedad, necesaria para la subsistencia libre de las personas; o no toleramos el asesinato para proteger el derecho a la vida de todo hombre.

Tengo que decir que, en los dos casos, lo que estamos haciendo es imponer a los ladrones y a los asesinos algo con lo que pueden no estar de acuerdo. Y pienso, que todos entendemos que, si el ladrón no cree en el derecho a la propiedad, o el asesino no cree en el derecho a la vida, o si ambos creen que tienen motivos personales para matar o robar, no por ello sus actos dejan de ser reprobables, y por lo tanto castigados en una sociedad que pretenda ser justa.

Si admitiéramos el relativismo, consideraríamos que toda persona tiene derecho a su verdad y a su criterio para decir lo que esta bien y lo que esta mal, y nos encontraríamos con que cualquier ley sería una muestra de intolerancia que curiosamente no puede tolerarse porque somos relativistas, estaríamos en un círculo del que no hay forma de salir.

Si resulta que cada persona tiene su verdad sobre lo que se entiende por justicia, y ninguna persona tiene derecho a imponer la suya a otros, nos surgen preguntas: ¿en nombre de qué verdad puede alguien impedir o perseguir el robo, la violación o el asesinato? ¿en nombre de qué autoridad se puede considerar que una acción es mala, e imponer a otros ese concepto de lo que es malo?

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