“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto
hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Estoy empezando a sopesar con un poco más de intensidad
la posibilidad de no salir de España este verano y, para ello no queda otro
remedio que ir mirando las posibles alternativas que más me pueden gustar, por
si llegado el momento me decido por esta opción.
Siempre he pensado que el objetivo general de un viajero
no es ir a un lugar lejano para buscar algo diferente, pensando que los lugares
cercanos son monótonos y aburridos. El objetivo general de todo viaje es, al
fin y al cabo, estar en nuestro país como en un lugar lejano y diferente.
Pensar que puede resultar monótono y aburrido recorrer
lugares cercanos es un error; la monotonía, así como la sensación de
aburrimiento es un sentimiento y una cualidad de la persona y nada tiene que
ver con el lugar o el paisaje en el que nos encontremos. Como decía Chesterton:
“No hay paisajes tristes; hay solamente espectadores tristes”.
Las dificultades para moverse por Europa, aunque van a ir
mejorando no van a poder asegurarse en el tiempo hasta que se encuentre una
vacuna para el covid-19. Y por eso voy a terminar lo que me queda de cuarentena
repasando cuidadosamente estos libros, y ya decidiré que hacer.
En fin, este verano puede dejar de ser un hermoso sueño;
puede dejar de ser incluso una hermosa pesadilla. El verano que nos espera
puede no ser justo con nosotros o ni siquiera un error imperdonable. Pero ese
verano que nos espera es todavía una historia, una historia que merece ser
vivida.
Ya sé que muchos estaréis pensando que “hay que vivir el
presente”, que según se vayan desarrollando los acontecimientos actuaremos; sé
que es una frase que suena muy bien, que parece de lo más sensata y
equilibrada, pero siento discrepar. Porque me parece una frase engañosa.
Ese vivamos el ahora mismo. “Comamos y bebamos que mañana
moriremos” supone no responsabilizarse del pasado ni comprometerse en el
futuro.
¿Pasar del pasado? No puede ser. Ese pasado me cuenta qué
pasó para que ahora esté preparando el viaje a Nordkapp, por qué pasó y qué
consecuencias está teniendo. Es conocer los antecedentes, por qué llegué a esa
decisión y qué consecuencias tuvo entonces. De repasar esos hechos voy a sacar
conclusiones para este verano, como debe ser.
Mi vida está marcada, entre otras, por esa decisión de
llegar al Nordkapp, tal vez fue un error o un acierto, por eso es bueno volver
a esos días. Ya sé, que no puedo cambiar los acontecimientos, pero sí analizar
lo que pasó, por qué, cómo y qué consecuencias tuvo. Y desde ahí aprender.
Puede resultar molesto, lo sé por propia experiencia.
Supongamos que llegue a la conclusión que me equivoque al
tomar esa decisión, evidentemente no me apetecerá volver sobre el tema. Normal.
Y supongo que diría que lo importantes es vivir el momento presente. Pues sí,
pero malamente viviré el presente si no tengo bien clarificado ese pasado.
Claro que importa el pasado, y mucho. Por eso se manipula
tanto la historia, la universal, la de España y la de nuestro día a día. Y sin
embargo no se puede vivir el presente, y mucho menos pensar en el futuro, si el
pasado no quedó resuelto.
Es fantástico cargarse de un plumazo el pasado. Si no hay
pasado, si no importa, no tengo responsabilidades que asumir. Ni necesidad de
arrepentirme de nada. Fabuloso. Tampoco hay que dar explicaciones de nada ni a
nadie. Lo pasado, pasado. Vivamos el presente. Si no hay pasado, si no debe
importarnos, lo pasado ya pasó.
Hablar de los meses pasados es duro, sobre todo por las
ilusiones que pusimos y las aventuras que imaginamos, que preparamos. Aceptar
que ese pasado no se va a cumplir es aún más duro. Por eso es tan fácil caer en
la tentación de repetirnos esa frase tan bonita de “vivir el presente” y
olvidarnos que esté presente es el pasado de nuestro futuro, y es maquiavélico
no querer responsabilizarse cada uno de su propio pasado. Y eso no es bueno.
Eso es terrible.
Lo de vivir sin pensar en el futuro no es que sea una
insensatez, sino que es directamente imposible. Es sensato pensar en el día de
mañana al igual que lo es ser previsor. Ese “comamos y bebamos (hoy) que mañana
moriremos” es la frase clave. En definitiva, vivamos el ahora, que el después
quien sabe. Este es el error.
Despreciar el futuro en aras de gozar del presente es
simplemente una forma de hablar. Vivamos el presente. Perfecto. Pero en
realidad no vivimos así.
Negarse a mirar al futuro puede ser incluso una forma muy
furtiva de eludir todo compromiso personal. ¿Nos casamos? Vivamos el presente.
Fantástico. ¿Nos planteamos algún proyecto? Vivamos el presente. ¿Nos vemos
mañana? Quién sabe… lo importante es el presente.
Cuando sólo pensamos en el presente, y despreciamos lo
que sucederá después, es cuando más veces “metemos la pata”. No suelen decir;
¿Pero es que no pensante en? No… no se me ocurrió. Aquí suele radicar la
diferencia entre el necio y el sabio. El sabio mira más allá del momento, el
necio se queda en el aquí y ahora. Luego nos pasa lo que nos pasa.
No estoy diciendo que no se haya de vivir en el presente,
lo que estoy diciendo es que hay que saber que el presente es hijo de un pasado
que ahí quedó y que nuestro presente lo vamos construyendo la vista puesta en
el futuro.
Así que, me voy a repasar todos esos libros a ver si
encuentro algo interesante para este verano en el caso de no poder subir al
Nordkapp.
No hay comentarios:
Publicar un comentario