martes, 5 de mayo de 2020

¿Vivir el presente?


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 



Estoy empezando a sopesar con un poco más de intensidad la posibilidad de no salir de España este verano y, para ello no queda otro remedio que ir mirando las posibles alternativas que más me pueden gustar, por si llegado el momento me decido por esta opción.
Siempre he pensado que el objetivo general de un viajero no es ir a un lugar lejano para buscar algo diferente, pensando que los lugares cercanos son monótonos y aburridos. El objetivo general de todo viaje es, al fin y al cabo, estar en nuestro país como en un lugar lejano y diferente.
Pensar que puede resultar monótono y aburrido recorrer lugares cercanos es un error; la monotonía, así como la sensación de aburrimiento es un sentimiento y una cualidad de la persona y nada tiene que ver con el lugar o el paisaje en el que nos encontremos. Como decía Chesterton: “No hay paisajes tristes; hay solamente espectadores tristes”.
Las dificultades para moverse por Europa, aunque van a ir mejorando no van a poder asegurarse en el tiempo hasta que se encuentre una vacuna para el covid-19. Y por eso voy a terminar lo que me queda de cuarentena repasando cuidadosamente estos libros, y ya decidiré que hacer.
En fin, este verano puede dejar de ser un hermoso sueño; puede dejar de ser incluso una hermosa pesadilla. El verano que nos espera puede no ser justo con nosotros o ni siquiera un error imperdonable. Pero ese verano que nos espera es todavía una historia, una historia que merece ser vivida.
Ya sé que muchos estaréis pensando que “hay que vivir el presente”, que según se vayan desarrollando los acontecimientos actuaremos; sé que es una frase que suena muy bien, que parece de lo más sensata y equilibrada, pero siento discrepar. Porque me parece una frase engañosa.
Ese vivamos el ahora mismo. “Comamos y bebamos que mañana moriremos” supone no responsabilizarse del pasado ni comprometerse en el futuro.
¿Pasar del pasado? No puede ser. Ese pasado me cuenta qué pasó para que ahora esté preparando el viaje a Nordkapp, por qué pasó y qué consecuencias está teniendo. Es conocer los antecedentes, por qué llegué a esa decisión y qué consecuencias tuvo entonces. De repasar esos hechos voy a sacar conclusiones para este verano, como debe ser.
Mi vida está marcada, entre otras, por esa decisión de llegar al Nordkapp, tal vez fue un error o un acierto, por eso es bueno volver a esos días. Ya sé, que no puedo cambiar los acontecimientos, pero sí analizar lo que pasó, por qué, cómo y qué consecuencias tuvo. Y desde ahí aprender. Puede resultar molesto, lo sé por propia experiencia.


Supongamos que llegue a la conclusión que me equivoque al tomar esa decisión, evidentemente no me apetecerá volver sobre el tema. Normal. Y supongo que diría que lo importantes es vivir el momento presente. Pues sí, pero malamente viviré el presente si no tengo bien clarificado ese pasado.
Claro que importa el pasado, y mucho. Por eso se manipula tanto la historia, la universal, la de España y la de nuestro día a día. Y sin embargo no se puede vivir el presente, y mucho menos pensar en el futuro, si el pasado no quedó resuelto.
Es fantástico cargarse de un plumazo el pasado. Si no hay pasado, si no importa, no tengo responsabilidades que asumir. Ni necesidad de arrepentirme de nada. Fabuloso. Tampoco hay que dar explicaciones de nada ni a nadie. Lo pasado, pasado. Vivamos el presente. Si no hay pasado, si no debe importarnos, lo pasado ya pasó.
Hablar de los meses pasados es duro, sobre todo por las ilusiones que pusimos y las aventuras que imaginamos, que preparamos. Aceptar que ese pasado no se va a cumplir es aún más duro. Por eso es tan fácil caer en la tentación de repetirnos esa frase tan bonita de “vivir el presente” y olvidarnos que esté presente es el pasado de nuestro futuro, y es maquiavélico no querer responsabilizarse cada uno de su propio pasado. Y eso no es bueno. Eso es terrible.
Lo de vivir sin pensar en el futuro no es que sea una insensatez, sino que es directamente imposible. Es sensato pensar en el día de mañana al igual que lo es ser previsor. Ese “comamos y bebamos (hoy) que mañana moriremos” es la frase clave. En definitiva, vivamos el ahora, que el después quien sabe. Este es el error.
Despreciar el futuro en aras de gozar del presente es simplemente una forma de hablar. Vivamos el presente. Perfecto. Pero en realidad no vivimos así.


Negarse a mirar al futuro puede ser incluso una forma muy furtiva de eludir todo compromiso personal. ¿Nos casamos? Vivamos el presente. Fantástico. ¿Nos planteamos algún proyecto? Vivamos el presente. ¿Nos vemos mañana? Quién sabe… lo importante es el presente.
Cuando sólo pensamos en el presente, y despreciamos lo que sucederá después, es cuando más veces “metemos la pata”. No suelen decir; ¿Pero es que no pensante en? No… no se me ocurrió. Aquí suele radicar la diferencia entre el necio y el sabio. El sabio mira más allá del momento, el necio se queda en el aquí y ahora. Luego nos pasa lo que nos pasa.
No estoy diciendo que no se haya de vivir en el presente, lo que estoy diciendo es que hay que saber que el presente es hijo de un pasado que ahí quedó y que nuestro presente lo vamos construyendo la vista puesta en el futuro.
Así que, me voy a repasar todos esos libros a ver si encuentro algo interesante para este verano en el caso de no poder subir al Nordkapp.

No hay comentarios: