viernes, 8 de mayo de 2020

Que no nos hurten.


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 


Pensar que existe una seguridad total y completa de nuestras pertenencias en un viaje en bicicleta es una quimera, no solo por la facilidad con que se ponen y se quitan sino también porque con solo una navaja se pueden rajar fácilmente y llevarse lo de su interior.
Por lo tanto, no se trata de evitar que nos sustraigan alguna alforja sino de disuadir un poco, ponerlo un poco más difícil, o sea evitar de que nos hurten y que si lo hacen se convierta en un robo.
Para que nos roben tiene que existir algún tipo de violencia, romper algo. En un hurto no. Si cogen una alforja del asa y se la llevan es hurto, sin rompen un ligero cable para llevársela ya es robo y si nos coaccionan de alguna manera es un atraco.
Al final nos han robado la alforja igual, pero a la hora de denunciar no es lo mismo y, sobre todo si tenemos algún tipo de seguro. Mi intención es solo que no me hurten.
Tener una seguridad total y completa no es posible, siempre habrá circunstancias que nos son imprevisibles. No existe, ninguna seguridad total. Aceptar esto no significa cruzarse de brazos y no hacer nada para impedir que nos roben, aunque no sabemos si nos ocurrirá resulta posible tomar medidas adecuadas.


Basta con poner unos pequeños obstáculos para dar una imagen de seguridad. Luego, lo que vaya a ocurrir escapa a nuestro control, porque siempre hay un nivel de imprevistos que nos van a sorprender. Muchas veces los pequeños hurtos que hemos sufrido en algún viaje son producidos más por la facilidad con que los han podido realizar que por el valor de lo que se han llevado o por la necesidad que tenían de esos objetos.  
El robo está con el hombre desde siempre, todo el mundo sabe que robar está mal, y no haría falta mucha explicación pues parece muy claro a primera vista. Pero si nos detenemos un poco con lo que significa el “no robarás” comienzan a llegar los “peros” y los “aunques”, y ya no se ve tan claro, entramos entonces en la parte que se refiere a codiciar lo ajeno. Tenemos muy claro que está mal robar, pero nos olvidamos de que también lo es desear coger y conservar lo que pertenece a los demás.
Moralmente es igual de malo robar que querer robar. Esta claro que realizar el robo agrava nuestra acción, pero nuestro error se cometió ya en el instante en que se tomó la decisión o se consistió en ese deseo. Un ejemplo, si decido robar una cosa si se presenta la ocasión, y ésta jamás viene, impidiendo llevar adelante mi propósito, ese intento de robo estará en mi conciencia y por lo tanto es ya un acto moralmente malo.


El tema del robo se puede también observar desde el punto de vista de la virtud de la justicia, que no es otra cosa que la virtud moral que nos obliga a dar a cada uno lo que le es debido, lo suyo. Se puede quebrantar esta virtud de muchas maneras, está claro que el robo es una de ellas.
Si vamos afinando un poco con la definición podemos decir que robar es tomar o retener voluntariamente contra el derecho y la razonable voluntad del prójimo lo que le pertenece. Veamos; “contra él derecho y la razonable voluntad del prójimo” esto es importante.
Advirtamos, que la vida es más importante que la propiedad de las cosas. Es, por lo tanto, irrazonable rehusar dar a alguien algo que necesita para salvar su vida. Así, el hambriento que toma un pan no roba. El refugiado que toma un coche o un bote para escapar de sus perseguidores, que amenazan su vida o su libertad, no roba.
Es esta una discusión interesante, pues distingue entre robar y de tomar prestado. Otro ejemplo, si mi amigo no está en su taller y le cojo unas herramientas para reparar mi coche, sabiendo que él no pondría objeciones, es claro que no robo. Pero está igual de claro que es inmoral tomar prestado algo cuando sé que su propietario pondría dificultades.
Si seguimos este camino, de que todo lo que sea privar a otro contra su voluntad de lo que es suyo, si se hace deliberadamente, está mal hecho, ya vemos que, además de robar, hay muchas otras maneras de cometer el mismo acto.  Incumplir un contrato o un acuerdo de negocios, si causa perjuicios a la otra parte contratante, es robar. También lo es incurrir en deudas sabiendo que no se podrán satisfacer, una falta muy común en estos tiempos en que tanta gente vive por encima de sus posibilidades. Igualmente dañar o destruir deliberadamente la propiedad ajena es el mismo caso.


Como veis, podría seguir, son innumerables, pues defraudar entra en el mismo “saco” ya que es: privar a otro con engaño de lo suyo. Los empleados públicos son una categoría de personas que necesitan tener una especial precaución en este problema del robo. Estos empleados son elegidos y pagados para ejecutar las leyes y administrar los asuntos públicos, con imparcialidad y prudencia, para el bien común de todos los ciudadanos. Un empleado público que acepte sobornos -por muy hábilmente que se disfracen- a cambio de favores políticos, traiciona la confianza de sus conciudadanos que le eligieron o designaron, y roba pues no les da a los ciudadanos lo que les es debido.
No se puede medir el daño moral con una cinta métrica, ni hallar su total en una calculadora. Así, cuando alguien pregunta: “Qué es peor, el hurto, el robo, el atraco, el fraude, la rapiña, etcétera”? No hay una respuesta preparada e instantánea. Sólo se puede hablar en general y decir que el robo de algo de poco valor será más venial y que robar algo valioso será más grave (tanto si su gran valor es relativo como absoluto).
Cuando hablamos del valor relativo de algo, nos referimos a su valor considerando las circunstancias. Para un trabajador con familia que mantener la pérdida de un jornal será normalmente una pérdida considerable. Robarle o estafarle su equivalente podría ser fácilmente grave. La gravedad de un robo se mide, pues, tanto por el daño que causa al despojado como por el valor real del objeto implicado.


La conclusión evidente es que, si somos escrupulosamente honrados en nuestros tratos con los demás, nunca tendremos que preguntarnos: ¿Es esto robar?  
En fin, lo dejo pues ya no quiero “robaros” más tiempo.

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