“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto
hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
No me cansaré de valorar los esfuerzos de tantas
personas, de médicos, sanitarios, personal de residencias de mayores, policías,
militares y demás componentes que se encuentran en primera línea de esta lucha
contra el covid-19.
Valoro mucho esa lucha de tanta gente y los esfuerzos que
se están haciendo para encontrar pronto una vacuna que remedie y pare la propagación
del virus. Sin embargo, es necesario, otra vez, no olvidar en estos días que el
ser humano no es solo cuerpo, sino que es un espíritu, que tiene alma, que
necesita de la medicina de la esperanza para frenar el desaliento espiritual, el
pesimismo existencial y la arrogancia egoísta.
Es necesario, es vital encontrar razones para la
confianza, razones que nos hagan sentir que la enfermedad y la muerte no pueden
tener la última palabra en esta historia. Por qué de ser así, tendríamos que
aceptar que con el covid-19 nos ha llegado y están entre nosotros todos los
males del mundo y que sólo tenemos la engañifa de la esperanza para que nos
consolemos, porque al fin y al cabo nadie puede cambiar nuestro destino, morir.
Sin embargo, hay que resistirse a ese feo planteamiento, pues
a mí entender, existe en nosotros un anhelo de eternidad, de felicidad y
perfección que forman las esperanzas que tiene toda persona en su vida. Ahora
bien, mi forma de ver y entender la vida me lleva a mirar por encima de las
esperanzas materiales que sé que son caducas como la misma vida. De forma que,
desde mi libertad, voluntad y acción necesito poner mi confianza interior más allá
de la vida, de la vida natural o sea en la vida sobrenatural, la que se
encuentra más allá de la muerte. Esta esperanza, no invalida, de ninguna
manera, las esperanzas materiales por efímeras que sean, sino que bien
encauzadas me pueden llevar a vislumbrar aquí en la vida natural la
sobrenatural.
Tal cómo yo lo veo, si la vida natural entra en contacto
con la vida sobrenatural, la vida natural está perdida, pues esa tendencia que
tenemos todos lo hombres hacia algo que no esta aquí se agranda y nos sentimos inquietos
en cualquier sitio que no sea el eterno, al darnos cuenta de que somos seres
inacabados.
Esta confianza que se tiene en que vamos a poder ser por
fin “acabados” es la que produce alegría frente a la tristeza, seguridad ante
los desalientos, ilusión cuando nos alcanza la desesperación, vida cuando se
nos condena a la muerte.
En esta situación de pandemia, no me queda más remedio
que intentar contagiar este tipo de esperanza, la que se tramite de corazón a
corazón. Ya sé que no se trata de una fórmula mágica que hará desaparecer el
problema. No, es una solución que no pasa por encima del sufrimiento y de la
muerte, sino que los traspasa, abriendo un paso entre todo este caos, ayudándonos
a transformar lo malo en bueno.
Si esta idea no consigue ayudar a nadie al menos espero
que lo acompañe, veo a si las cosas y lo digo, de lo que se trata es de saber
algo y decirlo, y ahora que cada cual recorra su camino.
Buenos Días.
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