lunes, 11 de mayo de 2020

Nos movemos.


“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton) 


Después de dos meses parece ser que esta semana vamos a poder subirnos a la bicicleta para algo más que para ir a la compra. Supongo que habremos perdido la forma física y que nos costará un poco volver a la normalidad anterior a la cuarentena.
De todas formas, no es muy importante salir de viaje con la bicicleta en una buena forma física, hay muchos días en el viaje para ir cogiéndola poco a poco. Solo con estar un poco acostumbrado otra vez al sillín ya estaré más que contento.
Parece ser que tenemos, por fin algunas fechas a las que aferrarnos y poderlas señalar en el calendario para poder volver a la normalidad, no a una nueva normalidad.
He visto, he oído y parecer ser que mucha gente es de la opinión que la humanidad saldrá reforzada, después de que nos podamos volver a abrazar, y que, reconstruiremos nuestra sociedad al son de canciones de lo más evocadoras.
¿Ocurrirá? Tengo mis objeciones, por más que me lo muestren todos los días en emotivos videos, salvó, a no ser, que nos empeñemos en mantener los buenos propósitos con nuestra familia y amigos, salvo que estemos atentos y no nos olvidemos de esa realidad tan incómoda de la muerte, de nuestra muerte.
El conocimiento de esa realidad no es de ninguna manera una vuelta al oscurantismo, como se nos repite continuamente, sino una postura que nos lleva a una realidad que es alegre y que nos hará más felices, pues es resolver su por qué y su para qué.


Ya sé, mi por qué y mi para qué serán mi opinión o mi verdad, y que cada uno puede tener su verdad. Sin embargo, mi verdad, en algunas ocasiones, puede ser una falta de información, en otras puede ser tal vez un prejuicio. Y, en otras, y eso es lo que parece más grave, puede tratarse de una forma de justificar unos actos que me podrían dejar muy mal parado. Y nadie quiere quedar mal parado. Por eso nos esforzamos por presentar mi verdad como la verdad.
Todos, cada uno de nosotros, aunque nos neguemos a aceptarlo tenemos un deseo de verdad por eso muchas veces mentimos, pero no nos gusta que nos mientan. Tenemos un deseo de conocer la verdad de las cosas y este deseo necesita que lo alimentemos constantemente, porque, sino vamos a presentar como verdad lo que en realidad va a ser una búsqueda de justificarnos ante los demás. Pero claro, para esto se necesita humildad y mucha capacidad para escuchar. Aunque no esté de acuerdo con lo que me están diciendo, quizás en lo que dice hay algo de verdad. Y si hay algo de verdad, el amante de la verdad debe acogerla.
Vivimos en un mundo en el que hay demasiada mentira. En todos los terrenos, no sólo en el de la política. Uno de los espacios donde la mentira abunda más es allí donde hay poder (del tipo que sea, pero poder, que es algo distinto de autoridad: autoridad es capacidad de arrastre y de convencimiento). Quién tiene poder suele aferrarse a él y defenderlo a toda costa. Y el coste, en muchas ocasiones, es la verdad. El poder engaña, no de una forma burda, sino manipulando, tergiversando la realidad. Tiene la extraña habilidad de decir a uno lo contrario de lo que dice al otro.
El deseo de verdad se manifiesta allí donde hay voluntad de diálogo, voluntad de escucha, de compromiso, de consenso, capacidad de ceder y hasta de reconocer los errores. El deseo de verdad siempre nos conducirá al bien. La verdad nunca nos hará daño, en todo caso, nos curará. Allí donde alguien queda herido “por la verdad”, seguro que no se trata de la verdad, sino de “mi verdad”. Por eso, como dice el poema de Machado, la verdad hay que buscarla juntos. Cuando no la buscamos juntos se convierte en “mi verdad”, y “mi verdad” corre el riesgo de derivar en abuso de poder.


Algo similar podría decirse sobre los que hayan muerto o vayan a morir como consecuencia del covid19, de la cuarentena o de cualquier otra cosa. Es bueno cuidarse y las autoridades tienen el deber de hacer lo posible por luchar contra las enfermedades, evitando la negligencia y la corrupción, pero lo crucial no es la salud del cuerpo, sino la del alma. ¿Qué más da morirse por coronavirus este año o el que viene por un infarto o un cáncer? Al lado de lo que representa toda nuestra vida, eso da igual. Lo fundamental es saber que estamos sacándole a nuestra vida el máximo provecho y que estamos preparados para la muerte, venga cuando venga. Si vivimos conociendo que hacemos aquí y hacia donde nos encaminamos, en medio de cualquier desastre o peligro podremos decir, con sosiego: si vivimos, vivimos para algo y, si morimos, morimos para algo. Ya vivamos, ya muramos, tenemos que saber que estamos haciendo lo correcto.
Pero claro, para esto es importante ser sinceros con nosotros mismos y con los demás, a todo el mundo le gusta la sinceridad hasta que conoce a alguien que la práctica. Nos ocurre lo mismo con la verdad. Nuestro egoísmo en muchas ocasiones no nos deja ver más allá de nuestras ideas, y cuando alcanzamos un poco de poder, puede ser peligroso. A un individualista si se le da poder, se convierte en un peligro, porque confunde autoridad con el mero poder. La autoridad se gana, es meritoria, y muchas veces tiene que ver con si estamos o no bien educados; el poder, sin embargo, lo recibimos incluso sin estar capacitados.


Es complicado enfrentarse a todos los problemas que nos presenta el covid19 sin tener las cosas claras, sin saber a quien tenemos que creer, donde esta la verdad y más aun si no tenemos una buena base moral para enfrentarnos a las dificultades.

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