“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto
hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Después de dos meses parece ser que esta semana vamos a
poder subirnos a la bicicleta para algo más que para ir a la compra. Supongo
que habremos perdido la forma física y que nos costará un poco volver a la normalidad
anterior a la cuarentena.
De todas formas, no es muy importante salir de viaje con
la bicicleta en una buena forma física, hay muchos días en el viaje para ir cogiéndola
poco a poco. Solo con estar un poco acostumbrado otra vez al sillín ya estaré
más que contento.
Parece ser que tenemos, por fin algunas fechas a las que
aferrarnos y poderlas señalar en el calendario para poder volver a la
normalidad, no a una nueva normalidad.
He visto, he oído y parecer ser que mucha gente es de la
opinión que la humanidad saldrá reforzada, después de que nos podamos volver a
abrazar, y que, reconstruiremos nuestra sociedad al son de canciones de lo más
evocadoras.
¿Ocurrirá? Tengo mis objeciones, por más que me lo
muestren todos los días en emotivos videos, salvó, a no ser, que nos empeñemos en
mantener los buenos propósitos con nuestra familia y amigos, salvo que estemos
atentos y no nos olvidemos de esa realidad tan incómoda de la muerte, de
nuestra muerte.
El conocimiento de esa realidad no es de ninguna manera
una vuelta al oscurantismo, como se nos repite continuamente, sino una postura
que nos lleva a una realidad que es alegre y que nos hará más felices, pues es
resolver su por qué y su para qué.
Ya sé, mi por qué y mi para qué serán mi opinión o mi
verdad, y que cada uno puede tener su verdad. Sin embargo, mi verdad, en
algunas ocasiones, puede ser una falta de información, en otras puede ser tal
vez un prejuicio. Y, en otras, y eso es lo que parece más grave, puede tratarse
de una forma de justificar unos actos que me podrían dejar muy mal parado. Y
nadie quiere quedar mal parado. Por eso nos esforzamos por presentar mi verdad
como la verdad.
Todos, cada uno de nosotros, aunque nos neguemos a
aceptarlo tenemos un deseo de verdad por eso muchas veces mentimos, pero no nos
gusta que nos mientan. Tenemos un deseo de conocer la verdad de las cosas y
este deseo necesita que lo alimentemos constantemente, porque, sino vamos a
presentar como verdad lo que en realidad va a ser una búsqueda de justificarnos
ante los demás. Pero claro, para esto se necesita humildad y mucha capacidad
para escuchar. Aunque no esté de acuerdo con lo que me están diciendo, quizás
en lo que dice hay algo de verdad. Y si hay algo de verdad, el amante de la
verdad debe acogerla.
Vivimos en un mundo en el que hay demasiada mentira. En
todos los terrenos, no sólo en el de la política. Uno de los espacios donde la
mentira abunda más es allí donde hay poder (del tipo que sea, pero poder, que
es algo distinto de autoridad: autoridad es capacidad de arrastre y de
convencimiento). Quién tiene poder suele aferrarse a él y defenderlo a toda
costa. Y el coste, en muchas ocasiones, es la verdad. El poder engaña, no de
una forma burda, sino manipulando, tergiversando la realidad. Tiene la extraña
habilidad de decir a uno lo contrario de lo que dice al otro.
El deseo de verdad se manifiesta allí donde hay voluntad
de diálogo, voluntad de escucha, de compromiso, de consenso, capacidad de ceder
y hasta de reconocer los errores. El deseo de verdad siempre nos conducirá al
bien. La verdad nunca nos hará daño, en todo caso, nos curará. Allí donde
alguien queda herido “por la verdad”, seguro que no se trata de la verdad, sino
de “mi verdad”. Por eso, como dice el poema de Machado, la verdad hay que
buscarla juntos. Cuando no la buscamos juntos se convierte en “mi verdad”, y
“mi verdad” corre el riesgo de derivar en abuso de poder.
Algo similar podría decirse sobre los que hayan muerto o
vayan a morir como consecuencia del covid19, de la cuarentena o de cualquier
otra cosa. Es bueno cuidarse y las autoridades tienen el deber de hacer lo
posible por luchar contra las enfermedades, evitando la negligencia y la
corrupción, pero lo crucial no es la salud del cuerpo, sino la del alma. ¿Qué
más da morirse por coronavirus este año o el que viene por un infarto o un
cáncer? Al lado de lo que representa toda nuestra vida, eso da igual. Lo
fundamental es saber que estamos sacándole a nuestra vida el máximo provecho y
que estamos preparados para la muerte, venga cuando venga. Si vivimos conociendo
que hacemos aquí y hacia donde nos encaminamos, en medio de cualquier desastre
o peligro podremos decir, con sosiego: si vivimos, vivimos para algo y, si
morimos, morimos para algo. Ya vivamos, ya muramos, tenemos que saber que
estamos haciendo lo correcto.
Pero claro, para esto es importante ser sinceros con
nosotros mismos y con los demás, a todo el mundo le gusta la sinceridad hasta
que conoce a alguien que la práctica. Nos ocurre lo mismo con la verdad.
Nuestro egoísmo en muchas ocasiones no nos deja ver más allá de nuestras ideas,
y cuando alcanzamos un poco de poder, puede ser peligroso. A un individualista
si se le da poder, se convierte en un peligro, porque confunde autoridad con el
mero poder. La autoridad se gana, es meritoria, y muchas veces tiene que ver
con si estamos o no bien educados; el poder, sin embargo, lo recibimos incluso
sin estar capacitados.
Es complicado enfrentarse a todos los problemas que nos
presenta el covid19 sin tener las cosas claras, sin saber a quien tenemos que
creer, donde esta la verdad y más aun si no tenemos una buena base moral para enfrentarnos
a las dificultades.
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