“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton).
Suponiendo
que en julio ya se pueda viajar por Europa y, ya con la vacuna puesta, es hora
de empezar a ver cómo nos comportamos en estos, casi, tres meses que faltan.
Estoy
utilizando parte de este tiempo en preparar un viaje de largo recorrido en
bicicleta, por si no nos decidimos a utilizar la berlingo para subir al
Nordkapp, y lo estoy haciendo como ya comenté por debajo del Báltico.
Se
puede ver cada día con más asiduidad y se puede comprobar en las redes, la
depresión que causa el comprobar como no alcanzamos nuestros sueños y llegar a
la conclusión de que nunca los alcanzaremos. Sin embargo, los casos más graves
los podemos encontrar no en personas que somos o son de poca importancia y sin
influencia sino, curiosamente, en personas que mirando sus perfiles en las
redes vemos que tienen una vida maravillosa y que muchas veces envidiamos y con
muchísimos seguidores y que un día sin entender el motivo se deprimen y pueden
llegar a elegir quitarse la vida.
Dar
una imagen en las redes idílica es relativamente sencillo pero lo importante es
que sea real, que sea verdadera, que no sea una proyección de lo que nos
gustaría vivir o de cómo nos gustaría hacerlo, y que trasladamos a la red. Desafortunadamente
podemos llegar a creérnosla según la vamos publicando. Y esto es un problema, un
problema de visión de la vida.
Yo
no sé a vosotros, pero a mí a veces se me olvida que estoy aquí de paso y que
no viviré eternamente. Creo que, enmarcadas de forma correcta, están muy bien
esas frases tipo “Persigue tus sueños” o “Puedes hacer todo lo que te
propongas” pero también considero que debe ser agotador y que no hay cuerpo que
aguante pasarse la vida corriendo detrás de algo que tal vez no ocurra nunca o
no sea para nosotros. Hay que poner los pies en la tierra.
Soy
de la opinión de que lo verdaderamente difícil es llegar al final de nuestros
días haciendo balance y poder decir: He vivido completamente feliz todos y cada
uno de mis días con lo que me ha tocado vivir. No considero que haya que
volverse loco buscando una gran hazaña que haga que nos recuerden en los libros
sino algo más simple pero que nos cuesta un poco asimilar: vivir
serenamente.
Parece
claro y nos puede parecer incluso absurdo ¿verdad? Es lógico pensar que si estoy
leyendo o viendo esto es porque estoy viviendo. No me refiero a un estado de
vida orgánico, sino intelectual, a un modo se ser. Hablo de ir un poco más allá,
de algo discreto y a la vez poderoso que, sin hacerse apenas notar, hace
posible nuestra existencia. Hace vivir plenamente.
Se
trata de vivir apasionadamente, de una manera mucho más intensa, más personal.
Sin ponerle ahora una etiqueta, es vivir intensamente todo lo que hay en
nuestra vida con esa sensación de eternidad. Todo eso es vida. No sé si me
explico bien. Es la vida con sus alegrías y sus tristezas, con sus risas y sus
llantos, con sus aciertos y sus errores, todo en un equilibrio perfecto. En el
momento en que perdemos de vista todo el conjunto, la vida nos resultará
absurda y todo se nos hará irracional.
Hay
que amar la vida como es, no una vida que soñamos o que imaginamos, sino esa
vida que se nos propone día tras día, pero descubriendo y admirando todas sus
riquezas ocultas, sacando provecho de las situaciones más normales y
rutinarias. No recuerdo ahora quien lo dijo, pero alguien escribió que las
personas inteligentes son aquellas que hacen fácil, no lo difícil sino lo complejo.
Esas personas que no son complicadas, sin malicia a la hora de obrar. Posiblemente
no sean brillantes porque no hace falta que lo sean, lo que sí ocurre es que su
presencia y su trato mejora el lugar donde se encuentran y se les echa en falta
cuando no están.
Es
fácil que confundamos el poseer mucho carácter o vivir de forma plena con el
hecho de tener mal genio. Pienso que una persona sencilla es realmente una
persona con mucho carácter, ya que, tiene que enfrentarse son serenidad a todos
sus contratiempos, no desperdicia su tiempo en perder los nervios y en
enfadarse, es paciente y comprensiva en sus relaciones personales. Viven serena
y felizmente.
En
esta época de las redes sociales, de narcisismo, de filtros y de dale al gusta…hablar
de sencillez y de serenidad hace que, inconscientemente, lo identifiquemos con
un señor de avanzada edad dedicado al pastoreo en algún lugar recóndito de
provincia.
Es
menos común, pero se puede ser sencillo y sereno siendo una persona activa en
una gran capital. El hombre puede conquistar su propia felicidad si consigue
vivir con serenidad, sencillez y coherencia ética.
Es
importante aceptar y desear tener grandes proyectos e ilusiones, pero debe acompañarse
del entrenamiento de la mente, de sentir cada minuto de la vida, de observar lo
que hay alrededor no solo mirar el móvil, de reflexionar sobre acciones,
conductas, decisiones vitales, palabras…se está perdiendo el profundizar y
debatir sobre la vida y las cosas importantes que la conforman. Necesitamos dar
largos paseos alejados del wifi o con el modo avión activado y ordenar nuestro
mundo interior sintiendo la frescura del aire en la cara: simplemente viviendo.
Las
personas sencillas y serenas no obtienen su felicidad con el consumo material
ni con lo que los demás piensen de ellas sino con las experiencias vividas y
aceptando tal y como son a aquellos que les rodean.
Siempre he sentido una particular preferencia por
la virtud de la sencillez. Es más, creo que no solo es una virtud, es una
hermosa e incluso bohemia forma de vida. La sencillez convierte las acciones y
el rostro de una persona en algo luminoso, limpio, espontáneo, natural y veraz.
Esta
sociedad tan complicada no nos pone las cosas fáciles para cuando lleguemos al
final de nuestros días podamos pensar que hemos vivido cada día con sencillez,
debemos hacer un cambio o los que sean necesarios para disfrutar más de la vida.
A
los que nos gusta viajar en bicicleta, y también a mucha más gente, conocemos esa
sensación de superar con éxito el miedo a algo que nos suponía un gran esfuerzo.
Hemos sentido que entonces el mundo se más agradable nuevamente, y de repente
nos llenamos de impulso. Y es que la vida es un ejercicio continuo de superación.
¿Y si optamos ser más sencillos?
Qué
mejor manera de empezar una vida sencilla que volver la mirada hacia la sencillez
de la bicicleta, de viajar y recorrer lugares lo más cerca de la naturaleza que
podamos. Volvamos a vivir y ordenar nuestros días con los ritmos naturales que nos
marca la naturaleza y que nos transmiten sosiego y plenitud.
El
ritmo vital de un viaje cicloturista transcurre de forma simple, y así puede
transcurrir también nuestro ritmo hoy, en el lugar y la situación que nos encontremos
y nos ha tocado vivir. Tomemos nuestro tiempo con calma, observemos e integrémonos
en el ritmo de los bosques, en el ritmo del oleaje de la playa, en el cantar de
los pájaros, en la solemnidad del atardecer o el equilibrio de la montaña.
Buenos
días.
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