jueves, 1 de abril de 2021

“Hay que dar tiempo al tiempo”

 “Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)

Después de la excursión del domingo pasado he confirmado lo que ya observé en el último viaje con las alforjas, necesitaba un poco más de desarrollo en la transmisión de la bicicleta para los próximos viajes. Sobre todo, para afrontar los grandes puertos de montaña que sin duda abundan en esta nuestra querida España, pero sobre todo porque nos gusta disfrutar de sus vistas y sus anchos y largos horizontes.

Así que he comprado el material necesario y ya están realizados los cambios, solo nos falta cargar la bicicleta y comprobar si ha valido la pena todo el trabajo. La bicicleta será más lenta, pero con las alforjas será más cómoda y esto es lo que en realidad importa en el cicloturismo.

¡No corras, ve despacio, que a donde tienes que llegar es a ti mismo! Nos decía Juan Ramón Jiménez y, no se puede expresar mejor la esencia del biciviajero. Estamos en la era de la prisa en casi todos los aspectos. Vamos todos a gran velocidad, Los coches son diseñados para correr, cada vez a mayor velocidad. La técnica ha reducido enormemente el tiempo para recorrer grandes distancias. Esta velocidad no la podían imaginar los grandes viajeros, ni Colón, ni Fernando Magallanes, ni Juan Sebastián Elcano. Somos hoy, hijos de la inmediatez, navegamos por internet, cocinamos en microondas, consumimos sopas instantáneas...

Todo esto está muy bien, el problema surge cuando a menudo pretendemos aplicar ese mismo ritmo y velocidad a nuestras relaciones sociales y comunitarias. Nos cuesta esperar y consideramos que perdemos el tiempo cuando aguardamos unos resultados en asuntos y en situaciones que requieren su ritmo; nos impacienta la lentitud de nuestro caminar; nos cansa tener que empezar, una y otra vez, el camino emprendido y abandonado otras tantas veces. No se da en nosotros la humilde paciencia para recomenzar cada día, olvidando el “comenzar de nuevo”.

Somos impacientes. Y, sin embargo, las estaciones son las mismas, las hojas del calendario caen cada mes como siempre y los días duran, como hace siglos, 24 horas, aunque nos gustaría que, unas veces, fueran más deprisa y otras, más despacio.

Como todas las cosas importantes, la vida humana, la madurez, la vida, las excursiones en bicicleta, nos piden saborearlas y disfrutarlas. Para eso hay que cuidarlas con miles de detalles que requieren paciencia y serenidad ya que tienen su propio ritmo y no se pueden acelerar. Todo lo que es valioso en la vida humana, exige procesos bien orientados, a veces lentos en su crecimiento y en su desarrollo.

Cuantas veces no hemos comprobado que no nos sirve una disculpa rápida por parte de quien nos ha molestado u ofendido. O como fracasa el intento de cambiar a un chicho o chica de ser un irresponsable en una persona formal y correcta con una sola frase.

La experiencia nos muestra que es inútil aplicar a la evolución de los acontecimientos la “r” de “rapidez”, para convertirla en “revolución”. Si reflexionamos veremos que las revoluciones no han llevado nunca a la madurez por su precipitación y su escasa preparación. Cuando uno tiene excesiva prisa, no escucha, no atiende, deja las cosas a medias, pierde los nervios fácilmente o entra en ansiedades irracionales. Los asuntos importantes requieren calma y tranquilidad. Como dice el dicho “hay que dar tiempo al tiempo”. Cuando alguien actúa con prisas no se detiene en los detalles, se irrita demasiado y no tiene tiempo ni ganas de sonreír...

En nuestras relaciones y, como no, en el cicloturismo cada uno tiene su propio ritmo de pedaleo, como bien sabemos, y, a veces, hemos intentado que todos sigan un mismo ritmo y nos hemos dado cuenta de que no funciona. Hemos de ir con mucho cuidado para actuar maduramente y no pretender que todos sigan nuestro paso. A veces, los demás no reaccionan como nosotros queremos y nos irritamos y nuestro malestar puede subir de tono. Nos encontramos, entonces, realmente incómodos, agresivos, descontentos, desanimados.

Todo esto no son más que indicadores de una falta de madurez por parte nuestra. No hemos aprendido a respetar el ritmo de cada uno. Nuestro papel ideal, si es que pudiéramos llegar a él, sería el de sembrar y esperar. Si reaccionamos impacientemente, seguramente no somos lo suficientemente maduros. Nos habremos olvidado de aquel consejo: “No arranquéis la cizaña, dejad que crezca y cuando llegue el verano se podrá separar del trigo... Si lo hacéis ahora podríais arrancar, al mismo tiempo, el trigo y estropear la buena cosecha... ¡Tened paciencia!”

En fin, las prisas y la velocidad no solo no nos dejan observar el entorno, sino que distorsionan la realidad. Actuar y viajar con tranquilidad y serenidad da mejores resultados que la precipitación y la celeridad. Con estos nuevos desarrollos la tranquilidad será una actitud necesaria y obligatoria.

Buenos días.

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