“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
Pues
sí, el sábado nos fuimos por primera vez desde El Patró hasta Lorcha, un
itinerario que siempre habíamos realizado en dirección contraria. También, por primera vez, recorrimos
el trayecto que va desde Beniarres hasta Castellón de Rugat en
esta dirección.
Día
de recorridos nuevos, pues ya hemos comentado muchas veces que con solo
invertir la dirección el viaje se vuelve distinto, no se admira el mismo
paisaje cuando se sube un puerto que cuando lo bajas. Son dos visiones
diferentes. Aunque la belleza del paisaje se mantiene.
Uno
de los defectos que tengo, por ahora, es el de no hacer las fotografías que
debería cuando el paisaje lo requiere, y es que, aunque lo admire, sacar el
móvil e intentar reproducir en una imagen lo que veo es algo que se me olvida en
la mayoría de las veces.
Y
es que, si algo nos gusta a los cicloviajeros es sin duda
la belleza. Nos gusta admirar la belleza. Belleza, que según el diccionario es:
1. f. Cualidad de bello. Y bello: 1. adj. Que, por la perfección de
sus formas, complace a la vista o al oído y, por ext., al espíritu. 2. adj.
Bueno, excelente.
En un viaje la hemos podido
observar en muchas ocasiones y formas. ¿Quién de nosotros no ha sentido a veces
la impresionante fuerza de la belleza? ¿A quién no ha dejado atónito la belleza
de una puesta de sol, el mar, una cadena de montañas, las estrellas, una luna
llena, un paisaje desértico, un árbol especial, una tormenta, la nieve recién
caída, una lluvia mansa, un animal en la selva, una obra de arte o
arquitectura, o un cuerpo humano? La belleza física, si lo pensamos se auto
justifica. No se puede discutir con ella y nunca va a ser desacreditada por una
apelación a algo más grande y espiritual. Es inequívocamente real, y así debe
ser reconocida, afirmada y bendecida.
Normalmente cuando oímos la
palabra belleza, es la belleza física lo que acude a nuestra mente. Ahora bien,
aunque esa belleza sea real, poderosa y pueda transformarnos el corazón, hay
otras clases de belleza igualmente tan poderosas y transformantes. No estoy
seguro si me expresaré o me explicaré bien, así que pido perdón si no se
entiende, pero se puede hablar y creo que debemos hacerlo, de la belleza en el
ámbito emocional. Hay algo que podríamos llamar belleza emocional y también la
belleza moral.
Está claro que la belleza emocional
no es la belleza de una puesta de sol o de un gran cuadro, sino la belleza de
una personal expresión de amor, empatía o compasión de las que, como una bella
puesta de sol, ocasionalmente tenemos la suerte de ser testigos.
Por ejemplo, podemos
quedarnos estupefactos al ver el milagroso rescate de un niño, al ver que un
animal abandonado es salvado, al ver a una pareja de ancianos agarrados
afectivamente de las manos, o al enterarnos de una generosa respuesta hecha por
la gente a una llamada para ayudar a una familia pobre. Como con la belleza
física, hay aquí una cualidad diferente, especial, diría incluso que divina y,
como con la belleza física, hay algo aquí que sólo las personas más bastas
se atreverían a manchar.
No menos importante es la
belleza moral, a la que podríamos denominar también la belleza del alma. Unos
ejemplos serian todas esas personas que poseen una clase de amor que
sacrifica sus propios deseos, aspiraciones y vida por algo superior, más
elevado. Pueden no tener un cuerpo hermoso, pero sí un alma hermosa. Y no quisiera
solo poner ejemplos muy llamativos como los de Mohandas Gandhi, Albert
Schweitzer, Martin Luther King, Dorothy Day, Maximillian Kolbe, Oscar Romero y
los muchos que hoy entregan sus vidas por los demás. Estos son poderosos
ejemplos de belleza moral, pero muchos de nosotros vemos esto de primera mano
en nuestras propias familias y círculos de amigos.
Por ejemplo, si nos fijamos
en nuestros propios padres podemos encontrarnos con que durante la mayor parte
de sus vidas se sacrificaron para mantener a una familia y, especialmente,
transmitir a esa familia lo que es más importante que los alimentos y la ropa,
a saber, la fe y la guía moral. Había una belleza moral en su sacrificio, a
pesar de que a veces, durante esos años, con los estándares de nuestra sociedad,
nuestros padres parecían más desfigurados que bellos. La belleza moral, con
todo, se mide por medio de un estándar diferente.
Diciendo eso, necesitamos
también ser cautos aquí: mientras la belleza emocional corre el riesgo del
sentimentalismo, la belleza moral corre el riesgo del fanatismo. Los fanáticos,
los asesinos en serie y los francotiradores están también en grado sumo
orientados moralmente. La moralidad, al igual que cualquier otra cosa, puede
estar guiada equivocadamente. Pero este es otro tema que también merecerá ser
escrito y tal vez leído por alguien.
Fyodor Dostoevsky escribió ¡El
mundo será salvado por la belleza! Siendo esto verdad, yo me atrevería
a hacer una pequeña rectificación: ¡La belleza está salvando al mundo!
Buenos días.
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