lunes, 19 de abril de 2021

¡La belleza está salvando al mundo!

 Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)



Pues sí, el sábado nos fuimos por primera vez desde El Patró hasta Lorcha, un itinerario que siempre habíamos realizado en dirección contraria. También, por primera vez, recorrimos el trayecto que va desde Beniarres hasta Castellón de Rugat en esta dirección.

Día de recorridos nuevos, pues ya hemos comentado muchas veces que con solo invertir la dirección el viaje se vuelve distinto, no se admira el mismo paisaje cuando se sube un puerto que cuando lo bajas. Son dos visiones diferentes. Aunque la belleza del paisaje se mantiene.

Uno de los defectos que tengo, por ahora, es el de no hacer las fotografías que debería cuando el paisaje lo requiere, y es que, aunque lo admire, sacar el móvil e intentar reproducir en una imagen lo que veo es algo que se me olvida en la mayoría de las veces.

Y es que, si algo nos gusta a los cicloviajeros es sin duda la belleza. Nos gusta admirar la belleza. Belleza, que según el diccionario es: 1. f. Cualidad de bello. Y bello: 1. adj. Que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por ext., al espíritu. 2. adj. Bueno, excelente.

En un viaje la hemos podido observar en muchas ocasiones y formas. ¿Quién de nosotros no ha sentido a veces la impresionante fuerza de la belleza? ¿A quién no ha dejado atónito la belleza de una puesta de sol, el mar, una cadena de montañas, las estrellas, una luna llena, un paisaje desértico, un árbol especial, una tormenta, la nieve recién caída, una lluvia mansa, un animal en la selva, una obra de arte o arquitectura, o un cuerpo humano? La belleza física, si lo pensamos se auto justifica. No se puede discutir con ella y nunca va a ser desacreditada por una apelación a algo más grande y espiritual. Es inequívocamente real, y así debe ser reconocida, afirmada y bendecida.

Normalmente cuando oímos la palabra belleza, es la belleza física lo que acude a nuestra mente. Ahora bien, aunque esa belleza sea real, poderosa y pueda transformarnos el corazón, hay otras clases de belleza igualmente tan poderosas y transformantes. No estoy seguro si me expresaré o me explicaré bien, así que pido perdón si no se entiende, pero se puede hablar y creo que debemos hacerlo, de la belleza en el ámbito emocional. Hay algo que podríamos llamar belleza emocional y también la belleza moral.

Está claro que la belleza emocional no es la belleza de una puesta de sol o de un gran cuadro, sino la belleza de una personal expresión de amor, empatía o compasión de las que, como una bella puesta de sol, ocasionalmente tenemos la suerte de ser testigos.

Por ejemplo, podemos quedarnos estupefactos al ver el milagroso rescate de un niño, al ver que un animal abandonado es salvado, al ver a una pareja de ancianos agarrados afectivamente de las manos, o al enterarnos de una generosa respuesta hecha por la gente a una llamada para ayudar a una familia pobre. Como con la belleza física, hay aquí una cualidad diferente, especial, diría incluso que divina y, como con la belleza física, hay algo aquí que sólo las personas más bastas se atreverían a manchar. 

No menos importante es la belleza moral, a la que podríamos denominar también la belleza del alma. Unos ejemplos serian todas esas personas que poseen una clase de amor que sacrifica sus propios deseos, aspiraciones y vida por algo superior, más elevado. Pueden no tener un cuerpo hermoso, pero sí un alma hermosa. Y no quisiera solo poner ejemplos muy llamativos como los de Mohandas Gandhi, Albert Schweitzer, Martin Luther King, Dorothy Day, Maximillian Kolbe, Oscar Romero y los muchos que hoy entregan sus vidas por los demás. Estos son poderosos ejemplos de belleza moral, pero muchos de nosotros vemos esto de primera mano en nuestras propias familias y círculos de amigos.

Por ejemplo, si nos fijamos en nuestros propios padres podemos encontrarnos con que durante la mayor parte de sus vidas se sacrificaron para mantener a una familia y, especialmente, transmitir a esa familia lo que es más importante que los alimentos y la ropa, a saber, la fe y la guía moral. Había una belleza moral en su sacrificio, a pesar de que a veces, durante esos años, con los estándares de nuestra sociedad, nuestros padres parecían más desfigurados que bellos. La belleza moral, con todo, se mide por medio de un estándar diferente.

Diciendo eso, necesitamos también ser cautos aquí: mientras la belleza emocional corre el riesgo del sentimentalismo, la belleza moral corre el riesgo del fanatismo. Los fanáticos, los asesinos en serie y los francotiradores están también en grado sumo orientados moralmente. La moralidad, al igual que cualquier otra cosa, puede estar guiada equivocadamente. Pero este es otro tema que también merecerá ser escrito y tal vez leído por alguien.

Fyodor Dostoevsky escribió ¡El mundo será salvado por la belleza! Siendo esto verdad, yo me atrevería a hacer una pequeña rectificación: ¡La belleza está salvando al mundo!

Buenos días.

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