Mucho he oído, o mejor, he leído sobre la manipulación estos días. Tal vez porque siempre que existen unas elecciones a la vista se nos intenta manipular y, desde hace unos años, parece que siempre estamos en campaña electoral.
Para que no nos manipulen ni
manipulemos es interesante aclarar lo que significa, porque de lo contrario no
se podría aclarar nada.
Todos estaremos de acuerdo en
que manipular es lo mismo que “manejar”. Por lo tanto, también estaremos de
acuerdo en que solamente son susceptibles de manejo los “objetos”. Un vaso
puedo utilizarlo para mis intereses, desecharlo, colocarlo aquí o allí… Estoy
en mi derecho, pues se trata de un objeto. Un vaso no tiene personalidad propia
por no tener inteligencia, ni voluntad, ni capacidad creativa… Puedo, por
tanto, poseerlo, dominarlo, disponer de él, suplir su falta de iniciativa con
mi capacidad para llenarlo de vino o de agua, o dejarlo vacío.
Las personas nos situamos en
un nivel superior al del vaso, pues tenemos inteligencia y voluntad y, podemos
orientar nuestra vida conforme a nuestra propia vocación, al ideal que nos
hemos propuesto realizar. Si, al tratar a una persona, no respeto su capacidad
de iniciativa y la tomo como un ser en potencia, dominable y manejable a mi
gusto, conforme a mis intereses, lo que estoy haciendo es bajarlo al mismo
nivel del vaso, lo que significa una humillación injusta.
Reducir a las personas a un
simple objeto para nuestro uso y beneficio se puede considerar como sadismo. Ser sádico no equivale a ser “cruel”,
como suele pensarse. Significa rebajar de rango a una persona o un grupo de
personas para ejercer dominio sobre ellas en nuestro beneficio. Tal reducción
puede llevarse a cabo mediante o bien con la crueldad o mediante cierto tipo de
supuesto “cariño”.
Veamos,
cuando en una guerra, se introducen a cien prisioneros en un vagón de tren,
como si fueran paquetes, y se les hace recorrer así trayectos interminables, no
se intenta tanto hacerles sufrir cuanto reducirlos a estado de envilecimiento.
Al ser tratados como objetos, acaban considerándose unos a otros como seres despreciables.
Tal consideración les impide unirse entre sí y formar estructuras sólidas que
pudieran generar una actitud de resistencia. Reducir una persona a condición de
objeto es una práctica manipuladora sádica.
Sin
embargo, si una persona acaricia a otra, no para expresarle el afecto que
siente hacia ella, sino sólo para sentir sensaciones placenteras, reduce su
cuerpo a mera fuente de gratificaciones, como el vaso que contiene esa fría
cerveza. Esta conducta puede parecer “tierna”, pero es “violenta” pues
quien la adopta considera el cuerpo ajeno como un mero “medio para sus
fines” y lo despoja de su condición básica: ser “expresión
viva” de la persona en la que está integrado.
Si el amante acaricia el cuerpo de la amada
para mostrar el amor que siente hacia ella como “persona”, su modo
de acariciar tendrá un carácter y un valor “personal”. En este caso, el
cuerpo acariciado adquiere honores de protagonista, pero no desplaza a la
persona; la hace presente de modo palpable y valioso.
En
cambio, si lo que intenta la caricia es suscitar simples complacencias
sensoriales, el cuerpo invade todo el campo de la persona. No se ama a ésta; se
quiere el agrado que produce su cuerpo. Ésta presenta las condiciones de los
"objetos", la convertimos en un vaso. Con razón se habla a veces de
la "mujer-objeto" cuando una mujer es exhibida sólo a causa de su
belleza corporal.
Seducir
es poseer, dominar, arrastrar la voluntad de alguien como si fuera un objeto.
En cambio, el que enamora a una persona no la arrastra; la
atrae mediante la presentación de algo valioso. El seductor halaga con engaños
para provocar una adhesión irresistible.
Hay
mucho más que decir sobre la manipulación, tanto que muchas veces la ejercemos sin
darnos cuenta, pues existen muchas formas de rebajar a las personas al mismo
nivel que el vaso; por ejemplo, reducirlos a simples “clientes”, simples “consumidores”,
simples “pacientes”, simples “votantes” …
En
realidad, es ahora, cuando debería empezar a hablar sobre la manipulación, pues
ya tenemos una idea de lo que implica manipular, así podremos precisar mejor quién
manipula, para qué lo hace y de qué forma.
Termino,
pero dejo abierta la puerta a próximos “sermones” sobre la manipulación, sobre
todo a la manipulación a la que me debería de haber centrado hoy, a esa
manipulación que usa el que desea vencer a otras personas sin
preocuparse de convencerlas. Y es que, si me convences de
algo con razones, no me dominas, no te elevas sobre mí y me
humillas. Aceptar una razón porque la veo como válida no me empequeñece y
rebaja; al contrario, me dignifica, ya que perfecciono mi conocimiento de la
realidad. En cambio, si me adhiero a lo que dices sin tener razones para ello,
me veo reducido a una condición gregaria, entro en el grupo de
quienes no piensan ni deciden por su cuenta sino actúan al dictado de otros.
En
fin, tal vez mañana continúe y veremos que como siempre la verdad es siempre el
camino.
Buenos
días.
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