“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas” (G. K. Chesterton)
El puente del fin de semana,
el pasado, estuvo lleno de contrastes y contradicciones, viernes esplendido
para la excursión en bicicleta y el domingo, en cambio, nos brindó el peor día
de todo el invierno, lluvia y frío, un frío y una lluvia que pensábamos que ya
no íbamos a “disfrutar” esta temporada.
Contraste y contradicción también
en el estado de ánimo, alegría porque ayer me pusieron la primera dosis de la
vacuna ante-covid19, pues empiezo a ver el principio de los largos viajes con
la bicicleta y tristeza porque la segunda dosis será el 29 de junio, y esto es
el final del viaje a Nordkapp en bicicleta en este año.
No me salen las cuentas, salir a principio de julio significa llegar ya empezado septiembre y, el clima a partir de la segunda quincena de agosto va a ser igual al que sufrí el domingo desde la parte final del puerto de Sa Creueta hasta Pego, lluvia y frío. Y no pienso pasar por semejante sufrimiento, sobre todo sabiendo que, seguro que va a suceder, y durante algunas semanas. Así que buscare un objetivo por debajo del Báltico.
Decir o pensar que no pasa nada, que es un incidente sin importancia, que el año que viene será, no creo que esta vez sea el camino. Lo fue ya el año pasado. ¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta de que contener un lamento no es el camino? ¿Cuántas veces nos hemos dado cuenta de que contener una lagrima tampoco lo es? Esta vez he gritado de rabia y he dejado correr alguna lagrima. Pues creo que puede ser beneficioso vivir la experiencia de la tristeza. La tristeza me va a enseñar y a curar esta herida. Una tristeza bien manejada me debe hacer cambiar el ritmo al que estoy viviendo y hacerme reflexionar.
Esta tristeza me debe de hacer depurar mis ilusiones e intenciones. Ver que no todo tiene la importancia que le doy. Que deje de buscar lo superficial que puede haber y centrarme en lo importante que hay en un viaje con la bicicleta, por ejemplo, quitarle un poco de valor a los destinos.
Experimentar
esta tristeza me ayuda a tomar conciencia de la fragilidad y deseos de
felicidad, reformulando mi concepto de felicidad al librarlo de lo que parece felicidad,
pero en realidad no lo es. Este proceso de aprendizaje ya lo he experimentado
alguna vez y siempre he encontrado un por qué. Se trata precisamente de
recuperar el sentido por el cual vivimos. Es una tristeza y duda existencial
que lleva a definirnos, y que se repite en el tiempo, viene otro momento de
tristeza y nos lleva a redefinirnos, a evaluar aquellas ilusiones que tuvimos y
contrastarlas con la realidad. Lo mismo suele repetirse muchas veces en el
trascurso de nuestra vida.
No
se trata, claro está, de hacer una invitación a la tristeza permanente. Lo
que sí conviene es reconocer y aprovechar la parte positiva de la tristeza como
una etapa transitoria necesaria del proceso de maduración en la vida.
A
los que están tristes por cualquier motivo les tengo que decir: cuando salgan
del túnel por el que están pasando verán la luz de un modo nuevo. Para alcanzar
una alegría plena es necesario experimentar la tristeza y encontrarnos a
nosotros mismos en ella.
Sólo después de ese encuentro profundo con nosotros mismos podemos alcanzar la alegría de una personalidad reforzada y más madura. Sólo entonces entendemos la paradoja de la gran bondad de la tristeza, un escalón necesario en el ascenso hacia la felicidad.
Dejare
pasar esta triste semana y esperaré que esto funcione.
Buenos
días.
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