¡Buenos días, amigos!
Comentaba ayer que los recursos naturales no son
infinitos y con toda seguridad pienso que tenía razón, sin embargo, existe un
matiz que me gustaría remarcar. Nuestro defecto como sociedad parece encontrarse
en no reconocer como un regalo toda la naturaleza que nos rodea y que nos
permite mantenernos vivos, con unos recursos naturales suficientes para disfrutar
de una vida digna.
Si admitimos y estamos convencidos de que es un
regalo nos resultara más fácil entender que lo tenemos que cuidar. Los regalos
se tienen que guardar y conservar durante el mayor tiempo posible.
Si entiendo la naturaleza como si fuera un jardín
que me han regalado mi misión será actuar como un jardinero, que debe hacer fructificar
su jardín, procurar que sea bello y que florezca continuamente. Tenemos el
encargo de cuidar nuestro planeta, nuestra tierra, guardarla y cultivarla para
que nos dure y nos de lo suficiente para todos. Pero, muchas veces lo que
hacemos es explotarla.
Tenemos que estar continuamente preguntándonos si la
estamos cuidando y cultivando o lo que estamos haciendo en multitud de
ocasiones es explotarla para obtener un mayor crecimiento económico. Son
preguntas recurrentes que las debemos ampliar para elegir entre una huerta o
una explotación agrícola, entre un bosque o una explotación forestal, entre una
granja o una explotación ganadera.
El planeta y su naturaleza no son nuestros, nos han
sido dados, estoy seguro que con un encargo, que los cuidemos. Y la economía y
los economistas deberían de tener esto en cuenta a la hora de establecer sus
objetivos.
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