jueves, 13 de marzo de 2025

¡Buenos días, amigos! 13/03/25

         ¡¡¡Buenos días, amigos!!!

 Después de la ausencia de ayer, volvemos otra vez a dar los “Buenos días”.

Me parece que fue hace unos días cuando me refería al problema de centrar en la economía toda nuestra vida y ver en ella el motivo por el cual todo se mueve en nuestra sociedad.

Y, me gustaría aclarar que el problema no lo veo en tener una base económica, ni el dinero, sino en codiciarlo, en querer acumularlo en cualquiera de sus formas. Lo grave es el afán de riquezas, el subordinarlo todo a obtener más ingresos. Veo en el dinero es una herramienta económica útil, que nos sirve para realizar intercambios. Pero nosotros organizamos nuestra economía de modo que el afán de tener más es su motor y su fin último.

Con esto lo que estoy diciendo es que una sociedad que pone por delante el afán de riquezas, la codicia, la avidez por tener más, es muy difícil que pueda ser solidaria y pueda crear bondad. Si la necesidad de tener más es la base de todos los males, podemos deducir que muchos de los problemas que tenemos en la actualidad tienen como origen una organización basada, precisamente en esta codicia.

Todo lo anterior me recuerda esa historia mitológica del rey Midas, el que era rey de Frigia y que le pidió al dios del vino, Dionisio: «Concédeme, dios generoso, que todo lo que toquen mis manos se convierta de inmediato en oro». Hay muchas historias mitológicas que pueden mostrarnos varios aspectos de la realidad para que comprendamos los valores que encierran. Al igual que en la mitología antigua, hoy nos encontramos con personas que desean poder convertir todo lo que tocan en oro.

El pecado de Midas no fue el oro o las posesiones, sino la ambición de que ese metal preciado pudiera salir de sus manos. Si recordáis la historia sabréis que prefirió sacrificar su vida y bienestar a costa de la pérdida de toda su libertad. Midas no era consciente de lo que había sacrificado al hacer esa petición; había perdido la oportunidad de alimentarse, de sentir, de tocar. Había perdido todo su ser. Entonces cuando vuelve llorando y avergonzado a los pies del dios Dionisio para pedirle que eliminara esa maldición y al quedar liberado, Midas comprende el valor de su vida; ya no miraba las riquezas con el mismo atractivo

La lección que extraemos es atemporal, resonando no solo en los mitos antiguos, sino también de lo que ahora también sabemos, de que la verdadera riqueza no se encuentra en acumular tesoros materiales, sino en apreciar y valorar las experiencias de la vida, las relaciones con los demás y en vivir de acuerdo con principios un poco más elevados.

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