¡Buenos días, amigos!
Hay
mañanas en las que te sorprendes ante los interrogantes con los que te
despiertas, preguntas que deben de ser causadas por las preocupaciones o por lo
que has estado interesado en días o horas anteriores y, cómo la economía es uno
de los temas en el últimamente “pierdo” el tiempo por las tardes, hoy me he
despertado con la pregunta de que si todo lo que está relacionado con la economía
puede ser considerado como bello, o sea si la economía es bella.
Estoy
seguro de que la mayoría de vosotros ya habréis girado la cabeza en una señal
clara de negación, y estaréis pensando que puede ser muchas cosas, pero que la
belleza no es una de sus particularidades. Pero antes de nada conviene que busquemos
en el diccionario de la RAE la definición de bello, veamos: “adj. Que, por la perfección de sus
formas, complace a la vista o al oído y, por ext., al espíritu. adj. Bueno,
excelente.”
Ya
vemos que pensar que la economía es algo perfecto en sus formas que complace la
vista, al oído y al espíritu, pues parece que no, que no es algo bello. Puede
que sea práctico, útil o positivo para la sociedad, pero bello lo que se dice
bello, no lo parece.
Es
más, ahora, me atrevería a decir que tampoco tiene por qué serlo, que la
belleza no es algo que deseemos por sí mismo. Desde este punto de vista podría
decir que aquello que hago no tiene por qué tener esta cualidad. Mis actuaciones
en determinados campos, entre los que puedo incluir la economía, no tienen por
qué ser bellas, para la economía tengo otras prioridades, la rentabilidad, la
eficiencia, la productividad, etc.
Sin
embargo, insisto un poco más en la pregunta: ¿Por qué tengo que renunciar a la
belleza en mi actividad económica? ¿Por qué tengo que desenvolverme
económicamente de manera que no me agrade ni a la vista, ni al oído, ni al
espíritu? ¿No son estos acaso los medios por los cuales percibo la
realidad que me rodea? ¿Y no vivo gracias a la percepción que tengo de lo que sucede
a mi alrededor? ¿Y no es mejor que esto
sea agradable que desagradable?
Y,
es que, cuando algo no me gusta, ni satisface, ni me causa placer, es decir, no
complace ni a mi espíritu, ni a mí oído, ni a mí vista, es porque tiene algo
que no me agrada. Mis sentidos y, sobre todo, mi espíritu está preparado
para percibir de manera positiva aquello que es positivo para mí, aquello que me
complace. Si la actividad económica no es bella es porque está
atentando contra algunas de las cuestiones que son vitales para mí.
Por
ello, puedo terminar con que preocuparse por la belleza debería ser también una
cuestión clave en la economía. Porque la belleza va más allá de la estética
para mostrarnos una armonía con todo lo que nos rodea y con las personas. La
belleza de una actividad humana sea la que sea (también la económica), nos
habla de humanidad, de preocupación por el otro, de construcción de una
realidad mejor.
En
fin, busquemos la belleza también en la economía, hacerlo no solo puede ser
viable sino necesario.
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