martes, 25 de marzo de 2025

¡Buenos días, amigos! 25/03/2025.

     ¡Buenos días, amigos!

Hay mañanas en las que te sorprendes ante los interrogantes con los que te despiertas, preguntas que deben de ser causadas por las preocupaciones o por lo que has estado interesado en días o horas anteriores y, cómo la economía es uno de los temas en el últimamente “pierdo” el tiempo por las tardes, hoy me he despertado con la pregunta de que si todo lo que está relacionado con la economía puede ser considerado como bello, o sea si la economía es bella.

Estoy seguro de que la mayoría de vosotros ya habréis girado la cabeza en una señal clara de negación, y estaréis pensando que puede ser muchas cosas, pero que la belleza no es una de sus particularidades. Pero antes de nada conviene que busquemos en el diccionario de la RAE la definición de bello, veamos: “adj. Que, por la perfección de sus formas, complace a la vista o al oído y, por ext., al espíritu. adj. Bueno, excelente.”

Ya vemos que pensar que la economía es algo perfecto en sus formas que complace la vista, al oído y al espíritu, pues parece que no, que no es algo bello. Puede que sea práctico, útil o positivo para la sociedad, pero bello lo que se dice bello, no lo parece.

Es más, ahora, me atrevería a decir que tampoco tiene por qué serlo, que la belleza no es algo que deseemos por sí mismo. Desde este punto de vista podría decir que aquello que hago no tiene por qué tener esta cualidad. Mis actuaciones en determinados campos, entre los que puedo incluir la economía, no tienen por qué ser bellas, para la economía tengo otras prioridades, la rentabilidad, la eficiencia, la productividad, etc.

Sin embargo, insisto un poco más en la pregunta: ¿Por qué tengo que renunciar a la belleza en mi actividad económica? ¿Por qué tengo que desenvolverme económicamente de manera que no me agrade ni a la vista, ni al oído, ni al espíritu? ¿No son estos acaso los medios por los cuales percibo la realidad que me rodea? ¿Y no vivo gracias a la percepción que tengo de lo que sucede a mi alrededor?  ¿Y no es mejor que esto sea agradable que desagradable?

Y, es que, cuando algo no me gusta, ni satisface, ni me causa placer, es decir, no complace ni a mi espíritu, ni a mí oído, ni a mí vista, es porque tiene algo que no me agrada. Mis sentidos y, sobre todo, mi espíritu está preparado para percibir de manera positiva aquello que es positivo para mí, aquello que me complace. Si la actividad económica no es bella es porque está atentando contra algunas de las cuestiones que son vitales para mí.

Por ello, puedo terminar con que preocuparse por la belleza debería ser también una cuestión clave en la economía. Porque la belleza va más allá de la estética para mostrarnos una armonía con todo lo que nos rodea y con las personas. La belleza de una actividad humana sea la que sea (también la económica), nos habla de humanidad, de preocupación por el otro, de construcción de una realidad mejor.

En fin, busquemos la belleza también en la economía, hacerlo no solo puede ser viable sino necesario.

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