“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 52 del viaje a Roma. Roda de
Berá --- Mont-Roig
Martes 20 de mayo de 2025.
Distancia: 52 km.
Desnivel positivo: 300 m.
Velocidad media: 13,6 km/h.
Estoy en esos días de “cuenta atrás” que suelen aparecer cuando te estas acercando al final de un viaje y sobre todo cuando terminas en casa. Recordar, resumir y sacar conclusiones suelen ser acciones que sin darte cuenta no cesas de hacer.
Creo que recordar es necesario.
Resulta bien interesante viajar al pasado, evocar lugares y momentos. Sin
embargo, creo que lo habré dicho en alguna ocasión, hay un riesgo, que es el de
quedarse atrapado en algún momento del viaje. Y no precisamente en un momento
bueno pues exactamente igual puede suceder con uno malo. A veces volvemos sin
cesar a aquella situación que nos marcó con la ilusión de revivirla si ha sido
buena o haciéndonos reproches si ha sido mala, pero sabemos que no podemos
volver a disfrutar la buena ni podemos ya impedir que nos suceda la mala.
No queda más remedio que aceptar. Hay
que reconocer que el pasado ya no se puede cambiar, pero tampoco nos podemos
quedar en él con la intención de seguir disfrutándolo. No se trata de que se
nos haya perdido, sino que ya forma parte de nuestra vida, pero hay que saber
ponerlo en el lugar que le corresponde. Lo tenemos que situar de forma que no
nos impida mirar adelante. No hay que olvidar sino de que no nos moleste cuando
imaginemos el futuro. Porque la vida sigue. Siguen los proyectos y las
ilusiones. Sigue la vida, más allá de los recuerdos por muy intensos que sean.
Y es que al fin y al cabo “¿Qué
buscamos? Quizás vivir y no sobrevivir. Vivimos acelerados en un mundo donde
las obligaciones y las inquietudes nos llevan a una velocidad que no nos
permite reflexionar.
Si nos dedicamos a sobrevivir lo
que estamos haciendo es resistir ante las obligaciones e inquietudes del
momento sin lugar para disfrutar del presente. Estás prisionero en un circulo
cerrado donde el trabajo, la familia, los compromisos se convierten algo que es
urgente y absorbente. Este ritmo de vida nos sitúa en modo automático con la
vista fija en el próximo problema y no nos paramos a disfrutar de lo que ya
tenemos o hemos conseguido.
Sin embargo, vivir es unirnos con
el presente, apreciando esas pequeñas alegrías y encontrando sentido a todo lo
que hacemos. Se trata de ir cultivando y abonando la vida con relaciones auténticas,
utilizando una parte de nuestro tiempo en cuidarnos personal, espiritual y
emocionalmente, y apreciando esos momentos de calma que nos vamos encontrando y
buscando. Es tener la habilidad de detenernos, parar en lugar de seguir
adelante constantemente sin rumbo.
La verdad es que vamos solo a
sobrevivir si no somos conscientes de esa diferencia, vamos a correr el riesgo
de continuar sobreviviendo sin alcanzar a vivir plenamente, por eso la
conclusión es clara: hay que encontrar un equilibrio entre las obligaciones y
el disfrute del día a día, aprendiendo a vivir, no sólo a sobrevivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario