“Dicen que los viajes ensanchan las ideas, pero para esto hay que tener ideas”. (G. K. Chesterton)
Día 50 del viaje a Roma. Civitavecchia
--- Barcelona.
Domingo 18 de mayo de 2025.
24 horas en un barco no parece que sea la mejor manera de que un ciclo-viajero pase un día, pero ese era el plan inicial y lo afronte con paciencia. Todo el trayecto resulto ser favorable para relajarse, al menos como ha sucedido hoy pues el mar estaba en calma. Así que he aprovechado para pasear y pensar en los días que me restan para terminar este viaje.
Hice caso al siguiente consejo de
la lista que viene a complementar al anterior y que dice: “no matéis de
hambre a vuestra mente”, así que intenté seguirlo.
Me puse a imaginar y a pensar el
futuro. No comprendo muy bien porque se tiene miedo a imaginar, ya sé que la
palabra puede llevarnos a recordarnos aspectos sospechosos sobre nuestra
madurez y ¿no es verdad que se piensa que es cosa de niños? Y que nos lleva a
pensar que vamos a “levantar castillos en el aire”. ¿No es una creencia más o menos compartida el
que la madurez y la sensatez tienen que ver con la atenuación de la fantasía,
cosa que, además de ser falsa, resulta ser una pérdida incruenta pero
dolorosísima?
Pero olvidarse de la imaginación y
de su compañera la fantasía nos lleva a cerrar la puerta a la creatividad y
olvidarnos del camino que nos llevará a realizar infinidad de cosas. Porque, en
realidad, si lo pensamos un poco nos daremos cuenta de que la imaginación es la
auténtica chispa que enciende el fuego que nos lleva a emprender los viajes más
inesperados y sorprendentes.
Sólo desde lo que imaginamos podemos
descubrir lo que esconde la materialidad de este mundo cuyas intenciones buscan
asfixiar el aspecto humano del mundo.
Dice mucha gente que nuestro mundo
produce vértigo, que da miedo. Pero no hay que preocuparse, sí miramos al
futuro con ganas de mejorarlo no podemos menos que imaginar nuevas maneras de entender
y ver el presente, y eso lo haremos dejando volar la imaginación.
Hay días como este en los que todo
lo que nos rodea nos lleva a sentarnos mirando el mar y curiosamente a cerrar
los ojos y guardar silencio, prestando atención a nuestro interior y así
emborracharnos de futuro. Respirando suavemente y tomando consciencia del
presente. Y, al mirar cual es el futuro que nos espera nos damos cuenta de que
no estamos condenados a repetir los mismos errores que hemos cometido, todo lo
contrario, nos recordaran que podemos construir un presente más consciente.
Esos errores no nos pesarán hasta tal punto que puedan ahogarnos como si un
remolino nos absorbiera de un tirón.
Cuando dedicamos un tiempo a
imaginar estamos abriendo un espacio para crear, nuestros pies empezarán a
moverse con una fuerza insospechada. Nuestro caminar se hará liviano y nos
atreveremos a nuevos retos, nuestro horizonte se ampliará. Ahora, no queda más
remedio que prepararnos pues las novedades surgen y van a crecer, se necesita
tiempo para que se desarrollen pues la semilla ya ha sido plantada y ha
germinado. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!
Las personas estamos llamados a
hacer de lo imposible un presente posible. Cada atardecer se tiene que ver como
un regalo y así gozaremos de la sencillez real de vivir en un mundo donde todo
puede ser posible. Estamos hechos para crear, para la novedad y para alcanzar
esos sueños nunca antes imaginados. Eso sí, nunca lo hagamos solos. Hospeda en
ellos a otros de lo contrario será muy complicado.
En fin, tal vez la mayor cabezonería
que nos deberíamos de permitir sea la de no parar jamás de crearnos y volver a
crear todo el presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario