¡¡¡Muy buenos días, amigos!!!
El motivo por el que nos despertamos con una idea rondándonos por la cabeza es sin duda un misterio para mí, pero lo que tengo claro es que sucede y por lo tanto le suelo prestar un poco de atención, hoy el dilema entre seguridad y libertad es la que primero se ha presentado y esta vez puedo pensar que viene a colación por la cantidad de avisos que estamos recibiendo con anulación de muchas actos por culpa de las fuertes lluvias y que en Pego no lo han sido, de momento, de una fuerza extraordinaria.
Resulta
que sea por lo que sea el debate entre libertad y seguridad lleva abierto
tantos siglos que creo recordar que ya se planteaba en el Éxodo y por lo tanto debería
de cambiar siglos por milenios, desde entonces hasta hoy nos hemos
encontrado con diferentes gobiernos y grupos que han defendido una postura que deberíamos
de analizar con un poco de calma: para defender la seguridad de la gente, el
Estado puede suprimir ciertas libertades y derechos.
Esta
teoría tiene algunos aspectos a destacar. Para comenzar que poseemos algunas
libertades que pueden ir en contra de bienes importantes en la sociedad. Y
después: que esas libertades pueden provocar daños e ir en contra de la
seguridad de otros o, incluso, del Estado o del mundo entero. Además, nos podemos
encontrar con otra más coyuntural: como sucedió con el COVID que exige una
intervención fuerte de las autoridades y que implica la supresión de
libertades.
Analizar
todo lo anterior no es sencillo, pues existen diversas teorías sobre lo que el
Estado puede o no puede hacer sobre los derechos fundamentales que en teoría
nunca podrían ser violados, y sobre la forma de medir los riesgos que una
situación concreta pueda provocar en la gente.
Lo
que si hemos podido comprobar es la manera en cómo nos hemos equivocado en
algunos momentos por los dos extremos: hemos visto como el Estado ha
radicalizado su intervención con la excusa de promover la seguridad, o por
exaltar tanto la libertad que se han provocado enormes daños sociales en la
gente.
Como
ejemplo de un lado podemos recordar las terribles dictaduras en varios momentos
de la historia, de modo especial las del nazismo y del comunismo. Cuando en
nombre de la seguridad nacional, o de la revolución social, se impusieron
límites a las libertades básicas a millones de seres humanos, algunos acusados
simplemente de ser potencialmente peligrosos...
Como
ejemplo de la otra parte puedo recordar la apatía de algunos gobiernos ante
crisis económicas y su exaltación de la libertad en la economía, hasta el punto
de no intervenir (o de hacerlo tarde y mal) un ejemplo claro de apatía
gubernamental ante una crisis económica fue la respuesta tardía y limitada del
gobierno de Argentina en 2001 y la crisis de
Grecia en 2009-2015, cuando millones de personas perdían su trabajo y carecían
de los alimentos necesarios para su salud.
Encontrar
un equilibrio entre libertad y seguridad no resulta fácil, y ha habido y hay
peligro de cometer errores y abusos en uno u otro lado. Basta con recordar
algunas medidas tomadas (o no tomadas) durante los años del Covid-19.
Lo
que sí resulta importante destacar, en un mundo en el que existen personas y
grupos con un poder económico y político inimaginable hace unas décadas, es que
debemos estar atentos para que, con la excusa de la seguridad, con sus
respectivos apellidos: seguridad climática, seguridad ambiental, seguridad
sanitaria, seguridad alimenticia, etc. se tomen medidas que vulneren gravemente
ese valor tan importante para la vida de cada persona: su libertad.
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